sábado, noviembre 14, 2009

Infame, traidora a la patria....

Para un dirigente político no debe haber peor imputación que el delito contemplado en el art. 29 de la Constitución Nacional, que es el que lleva el título de esta columna.

Por Eduardo F. Valdés*

Perfil

07/11/09

Corrían los días finales de noviembre del año 2001 y la economía argentina agonizaba. La entonces diputada nacional por el Chaco, Elisa Carrió, de la flamante agrupación Argentinos por una República de Iguales, acusaba a la ministra de Trabajo de la Nación, Patricia Bullrich, de infame traidora a la Patria y de integrar una asociación ilícita junto a Fernando de la Rúa y los demás integrantes del gobierno de la Alianza.

El motivo: la firma del Decreto de Necesidad y Urgencia 1390, por el cual a cambio de mejores tasas de interés el Gobierno nacional garantizaría el pago de los bonos de la deuda con la recaudación, incluso antes de asegurar la liquidación de jubilaciones y salarios de la administración pública. Basta leer la denuncia de Carrió para encontrar calificativos pocas veces vistos al dirigirse a un adversario político.

Es más, en esos días corrieron ríos de tinta respecto a esta denuncia que llevó a cabo junto a los entonces diputados Mario Cafiero y Alfredo Bravo. Sin embargo, hace dos años, sin pedir perdón en público, sin explicar absolutamente nada, con la causa judicial todavía abierta, Elisa Carrió propone al electorado de la Ciudad de Buenos Aires a Patricia Bullrich como su mejor opción para diputada nacional, la misma persona que había acusado de integrar una asociación ilícita y de cometer infame traición a la Patria.

Por defender esta decisión no tuvo reparos en que se fuera la mitad de los diputados del bloque de su agrupación. Denostó a Macaluse, Raimundi, Delia Bisutti y compañía como si fueran sus enemigos. La flamente incorporación se transformó en la principal operadora de las decisiones de la jefa, según los diarios de esta época.

En esta semana, con la misma liviandad con que tomó las decisiones que comentamos precedentemente, Elisa Carrió, en una jugada que tiene por objeto sólo el rebote mediático y diferenciarse de sus aliados radicales y socialistas para demostrar que es la más opositora al gobierno de Cristina Fernández, denuncia una inusitada escalada de violencia mandando cartas a las embajadas y a la Organización de Estados Americanos. Esta actitud no puede ser más irresponsable con la Argentina.

Se funda en el escrache recibido por el senador Gerardo Morales en Jujuy y en la supuesta injerencia del ex presidente Néstor Kirchner en la acción del Gobierno. Respecto a la repudiable acción violenta recibida por Morales y Leandro Despuy, sería bueno que la Sra. aclarara y le pidiera disculpas a Milagro Sala, la dirigente de la agrupación Túpac Amaru señalada por Morales, ya que quien reconoció haber llevado a cabo este lamentable acto fue Omar Romano, de la agrupación Movimiento de Campesinos de Jujuy.

Nada de esto mereció aclaración por parte de los integrantes del Acuerdo Cívico y Social. El segundo argumento de la epístola es sobre la influencia de Néstor Kirchner en el Gobierno nacional. ¿Será por las últimas leyes votadas después de la elección del 28 de junio?

Las mismas fueron aprobadas por una mayoría de legisladores muy superior a la necesaria e incluso por sus aliados socialistas. Denostar la imagen del país en el exterior sólo para dirimir internas partidarias es de una irresponsabilidad tan grande como la de señalar ayer de traidora a quien hoy es su incondicional aliada.

Sólo que esta vez se está jugando con cosas que no tienen repuesto. De ser infundadas las denuncias que se llevan adelante, deberían llevar acarreadas la misma acusación que se imputa: infame traición a la Patria.


*Ex jefe de Gabinete de la Cancillería

jueves, noviembre 12, 2009

ALCA: las dificultades de enterrar a un muerto

* Alejandro Villamar


Muchos recordamos la reunión de Mar del Plata, Argentina (noviembre 2005), como la gran derrota del proyecto imperial hemisférico del ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas), pero poco o nada se ha mencionado acerca de que la vieja agenda del ALCA continúa promoviéndose y recreándose en las reuniones gubernamentales, empresariales o “civiles” del ahora llamado “Proceso de la Cumbre de las Américas”, fomentado desde la OEA.
En estos cuatro años pasados se han realizado varias reuniones ministeriales “de las Américas” sobre importantes temas como defensa, competitividad empresarial, seguridad pública, e incluso, casi como en los viejos tiempos, una Cumbre de las Américas. Sin embargo, probablemente ninguna de ellas ha tenido tanta continuidad y mandato oficial como la recién realizada V Reunión de Ministros de Agricultura (Jamaica, Octubre, 2009).
Una reunión ministerial en la que pervive, con ligeros cambios, la misma estrategia hemisférica orientada y asumida en los tiempos del régimen de G.Bush: el Plan AGRO 2003- 2015 para la Agricultura y la Vida Rural en las Américas. Un plan con directrices generales y nacionales y con una secretaría técnica que recae en el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), asegurándole de esta manera continuidad a la orientación de la agenda neoliberal dominante de los agronegocios en el hemisferio.
Discursivamente, las reuniones bianuales de los ministros le dan actualidad al Plan y con ese fin se producen documentos orientadores e incluso propuestas semioficiales que prefigurarían los cambios o actualizaciones en las orientaciones del Plan que los ministros aprueban.
Antes de esta V reunión ministerial, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el IICA prepararon un Resumen de Perspectivas de la agricultura y el desarrollo rural en las Américas: una mirada hacia América Latina y el Caribe 2009, en el cual por primera vez se asentaba la necesidad de dar un giro y prestar atención a la agricultura familiar, a la inversión orientada socialmente, a articulaciones empresariales dirigidas a fortalecer mercados locales, nacionales y regionales. Un cambio importante frente al acento ministerial de años atrás, de acentuar retóricamente el enfoque en el mejoramiento del ingreso, pero por la vía de los agronegocios, de las exportaciones, de la introducción del paquete tecnológico controlado por las trasnacionales, lo que en la práctica devenía en excluir a la agricultura familiar, campesina e indígena, es decir, a la mayoría de los productores rurales.
En ese mismo sentido de cambio, oportunamente se expresaron organizaciones sociales e intelectuales comprometidos con la sustentabilidad socio-ecológica que demandaban a los ministros:La pequeña agricultura debe volver a recuperar su importancia en las estrategias de desarrollo agropecuario… Los pequeños agricultores deben ser uno de los pilares para un nuevo desarrollo rural””… el encuentro ministerial de las Américas debe volver a poner a los pequeños agricultores en el centro de un nuevo estilo de desarrollo rural, que no puede ser meramente empresarial o comercial, ya que deberá nutrirse de muchas otras dimensiones.”(OXAFAM, IPDRS, CLAES, octubre de 2009):Las añejas y justas demandas de las organizaciones campesinas e indígenas.
Sin embargo, en el Acuerdo Ministerial Hemisférico Jamaica 2009 para la Agricultura y Vida Rural en las Américas, (del 29 de octubre de 2009) no aparecen los cambios demandados por los asesores institucionales, ni mucho menos las demandas de las organizaciones sociales. Y aún peor, la reunión ministerial fue ocasión para elegir como nuevo director del IICA, a un distinguido e hiperactivo funcionario neoliberal mexicano que fungirá también como secretario técnico del Plan 2003-2015.
Un funcionario cuya trayectoria en México y en las negociaciones agrícolas internacionales ha dado muestras fehacientes de su fidelidad a los intereses corporativos del libre comercio, con evidente predilección por Monsanto y similares, y persistente opositor a las demandas campesinas e indígenas y ambientalistas. En el terreno internacional de negociaciones del Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad se le recuerda como saboteador de la propuesta de hacer vinculante el principio de precaución y de avalar acuerdos y arreglos bilaterales, regionales y multilaterales relativos a los movimientos transfronterizos intencionales con organismos vivos modificados. Conducta públicamente denunciada por las organizaciones campesinas y ambientalistas, por los académicos miembros del Consejo Consultivo Nacional de Bioseguridad que terminaron renunciando masivamente en señal de protesta, e incluso provocó una queja pública del Senado de la República.
En México, también entre otras acciones, fue promotor de la caricatura de ley de bioseguridad, de cabildero para que las empresas biotecnológicas obtuvieran los permisos de siembra de maíz transgénico (amenazando al centro de origen de cultivo tan importante para la agricultura campesina-indígena, como lo ha demostrado la Campaña: Sin Maíz No hay País), de promotor de la iniciativa de Ley de Recursos Fitogenéticos, encaminada a facilitar la biopirateria de semillas, y del conocimiento tradicional (finalmente frustrada por la protesta indígena y social), y de defender a ultranza la ley de agrocombustibles, y el TLCAN (NAFTA).
Otra conducta, poco conocida, de éste funcionario neoliberal, pero que ahora desde IICA, será sin duda bastante perceptible, es que fue uno de los entusiastas apoyos e instrumentadores de la Iniciativa Biotecnológica de Norteamérica (NABI por sus siglas en inglés) estrategia sustancial de la agenda trasnacional biotecnológica, adoptada en la Alianza de Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), recién transformada en Caminos para la Prosperidad de las Américas, un disfraz más de la vieja agenda del ALCA.
Desde su nueva responsabilidad Víctor Villalobos, ex Coordinador de Asuntos Internacionales en la. Oficina del Secretario de Agricultura, México, podrá profundizar la línea de promover los intereses trasnacionales biotecnológicos, que un importante sector de IICA ha venido instrumentando desde el 2003, con el Programa Hemisférico de Biotecnología y Bioseguridad (PHBB) y del que por primera vez hace recuento (en español) en su informe “La contribución del IICA al desarrollo de la biotecnología y la bioseguridad”. (Informe de Gestión 2002-2008. pp 165-173) .
Con esos antecedentes fue elegido el nuevo director de IICA, y con ello se consolida y fortalece una de las facetas del IICA: funcionar como correa de transmisión de la dupla Departamento de Agricultura de los EE.UU. (USDA)-Industria biotecnológica en el PLAN 2003-2015 de las Américas.
Así, las reuniones ministeriales siguen, el Plan 2003-2015 continua, la secretaría técnica del Plan queda abiertamente en manos de un cipayo de las trasnacionales. El cadáver del ALCA no terminamos de enterrarlo. Y no se sepulta completamente porque la agenda neoliberal sigue viva en no pocos funcionarios y tecnócratas de países latinoamericanos y del Caribe, y estos continúan inercial y activamente contraponiéndose a los esfuerzos de construcciones alternativas de países con gobiernos progresistas. Incluso, pareciera que aún en varios de esos gobiernos progresistas, actores político empresariales y académicos que se identifican con la política neoliberal actúan muy dinámicamente y siguen con la suficiente fuerza para continuar imponiendo el discurso desarrollista, el modelo de los agronegocios corporativos, y dándole aliento a un cadáver que no termina de ser sepultado.
¿Es hora de que la alianza de organizaciones campesinas, sociales, académicas y gobiernos progresistas del hemisferio terminen de incinerar al cadáver del ALCA-Agricultura?
- Alejandro Villamar es Miembro del Secretariado de RMALC
Referencias:
Las Cumbres de las Américas. OEA, disponible en: http://www.summit-americas.org/vp/intro_summit_sp.pdf
PLAN AGRO 2003-2015 Acuerdo Ministerial Hemisférico Jamaica 2009 para la Agricultura y Vida Rural en las Américas. Jamaica 29 de octubre de 2009. http://www.iica.int/Esp/prensa/Documents/Acuerdo_Ministerial_Jamaica2009.pdf
Resumen de Perspectivas de la agricultura y el desarrollo rural en las Américas: una mirada hacia
América Latina y el Caribe 2009. CEPAL, FAO, IICA
La pequeña agricultura debe volver a recuperar su importancia en las estrategias de desarrollo agropecuario. Una urgencia para la V Cumbre Ministerial sobre Agricultura y Vida Rural en las Américas. OXAFAM, IPDRS, CLAES. La Paz y Montevideo, 23 de octubre del 2009
Los pequeños agricultores deben ser uno de los pilares para un nuevo desarrollo rural.
Eduardo Gudynas, Asier Hernando y Oscar Bazoberry Chali. 26 octubre 2009
Currículum vitae, y propuesta de Victor Villalobos.http://candidatomexicoiica.com/blog/?p=9
IICA´s Hemisferic Biotechnology and Biosafety Programm

La contribución del IICA al desarrollo de la biotecnología y la bioseguridad. En Informe de Gestión 2002-2008. pp 165-173 .http://www.iica.int/Esp/dg/Documentos%20Institucionales/web%20informe%20espa.pdf

lunes, noviembre 09, 2009

La construccion del miedo....

No piense. No experimente sensaciones. No pregunte. No responda. No discuta. No caiga en la tontería de la incertidumbre. No beba. No fume. No juegue. No haga el amor. No crea en su hijo. Tampoco en su hermano. No escuche. No opine. No vote pavadas. No pida, y, desde luego, menos aún exija. No atienda el teléfono. No llame. No desee. No mire. No interprete. No cometa el desliz imperdonable de apasionarse por una idea. No exprese solidaridad. No crea en su amigo. Tampoco en sus padres. No abrace. No distinga. No analice. No juzgue. No duerma tranquilo. No confíe. Si oye ruidos raros en su casa, salte de la cama, tome la escopeta y dispare en defensa propia. No abra la puerta. No extienda la mano. No ayude. No colabore. No bese. No cante. No sonría. Busque otra vereda cuando en la suya, a lo lejos, advierta un grupo de gente extraña, oscura. No goce ni padezca la vida.
Cierre la boca y obedezca, simplemente obedezca, y escuche la radio y lea los periódicos y, por sobre todas las cosas, no se aparte siquiera un instante de la pantalla del televisor.
En momento alguno incurra en la irresponsabilidad de asomar la cabeza por la ventana de su casa. Y escriba de prisa su testamento.
¿O es que todavía no ha caído en la cuenta de que nuestro cristiano y occidental modo de vida está en peligro? Cualquier paso torcido puede conducirnos a una tragedia impensada. El mundo se ha convertido en un inabarcable terreno destinado a la caza, mayor y menor, y nosotros, personas comunes y ordinarias, sumergidos en una ingenuidad sin límite, somos la presa codiciada. Las rutas, calles y avenidas del mundo están repletas de cazadores furtivos. De todo tipo y humor. Patotas de jóvenes drogados y locos dispuestos a arrancarnos todo: ropa, dinero, inocencia. Arabes rabiosos que sin contemplación alguna nos decapitarán. Hordas de trabajadores desocupados y familias sin techo que no hacen otra cosa que aguardar nuestro sueño para invadir nuestra casa y llevárselo todo. Campesinos arropados de cordero que no tienen otro propósito que hacerse de nuestras tierras. Niños que, navaja en mano, aleccionados por sus padres, claro, nos esperan a la vuelta para abrirnos el vientre.
En otras palabras, gente sucia, malvada y pecaminosa que no piensa más que en cagarnos la vida.

De modo tal que todo está bien así como está. Quietud, silencio, encierro, aislamiento, desdén. La existencia, condenada a balbucear entre cuatro paredes.
Alguien, alguna vez, llamó sometimiento a esta situación. Someterse. Acomodarse a una realidad fraguada que anula nuestros deseos e incluso ignora nuestras necesidades básicas, pero que por razones muy complejas, diríase que culturales y atávicas, aceptamos como orden natural, preestablecido e inviolable. Someter: subordinar la voluntad o el juicio propios a los de otra persona o grupo.
Inculcar y propagar el temor en una sociedad, es acaso el modo más sutil y certero para mantener un estado de sometimiento que, en más de una ocasión, se asemeja a la esclavitud. Porque uno, de pronto, apenas piensa en escapar solo y a las corridas entre el maizal. Y no hay mejor bocado para el poder político y económico que la soledad, el individualismo, ponerse a responder solo y a las patadas. El temor, cuando está fundado en un recelo generalizado, crea solidaridades efímeras y echa por tierra la solidaridad franca y duradera. Todo es desconfianza.
Bush apeló a la propagación del miedo entre los norteamericanos --tan proclives a caer en el pánico, dicho sea de paso-- para entregarse alegremente a la matanza de miles de iraquíes con el único y excluyente propósito de robar petróleo. Pero, ¿cómo logró el poder político de los Estados Unidos llevar a ojos y oídos de la población esa paralizadora sensación de terror? Los grandes medios de comunicación actuaron de puente.
Los grandes medios de comunicación siempre actúan de puente entre el poder y la sociedad, cuando no de voceros. Y la conducen según sus antojos. La razón es sencilla. Son empresas, enormes en muchos casos, que responden a una serie de intereses ideológicos y comerciales que habitualmente poco tienen que ver con la búsqueda de una sociedad mejor. Existe una clara afinidad, en oportunidades familiar y generalmente ideológica, entre la clase social que dispone de los medios de producción material y la que dispone de los medios de producción intelectual. Una sociedad de hecho.
Dos jóvenes roban tres chorizos en una carnicería; a una señora le arrancan la cartera; violan una joven. Los diarios titulan: “Escalada de violencia”. Y en cada esquina comienzan a hablar de la escalada de violencia. “Así no se puede vivir”. “Queremos orden”. “Para eso pagamos nuestros impuestos”. “Los meten presos por una puerta y los sacan por otra”. Entonces, los grandes medios de comunicación resuelven auscultar el ánimo de la gente. Una encuesta de tono inductivo: “¿Tiene miedo?”. Por supuesto que lo tengo, si he visto al carnicero putear y a la señora y a la madre de la joven llorar. Los medios difunden el resultado: “El 78 por ciento de la población tiene miedo”.
Los desocupados marchan por las calles exigiendo pan y trabajo. Los diarios titulan: “El centro de la ciudad fue un caos”, y en la nota editorial se preguntan: “¿Hasta cuando?”. La gente, entonces, absorbe y dice por todas partes: “Queremos orden”. “La libertad de uno termina donde comienza la del otro”. “Es inconcebible”. Los medios hacen la encuesta: “¿Qué opina de las manifestaciones que entorpecen el tránsito?”. El 75 por ciento las rechaza. A la mañana siguiente, los medios informan: “La gente está harta de esta situación, lo dicen las encuestas”.
Así las cosas, el miedo que los propios medios de comunicación crearon y propagaron, cobra un irrefutable aire de legitimidad. Porque “es la gente” la que está harta. Una realidad engañosa que cumple su cometido: sumergir a la sociedad en la quietud, en la ausencia de participación, en la desconfianza.
La noticia se ha convertido en mercancía, y el miedo es una etiqueta que vende. Fascinados por la forma, por el amarillismo, los grandes medios han hecho a un lado el fondo de la cuestión.
Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, escribió años atrás: “Basta con que un hecho sea lanzado desde la televisión –a partir de una noticia o imagen de agencia- y repetido por la prensa escrita y la radio, para que el mismo sea acreditado como verdadero sin mayores exigencias. Y como en la actualidad los medios funcionan entrelazados, de forma que se repiten e imitan entre ellos, es frecuente la confirmación por parte de un medio de la noticia que éste mismo lanzó a partir de la reproducción de la misma en otro medio, que simplemente la `levantó´ del primero (...) Los medios se autoestimulan de esta forma, se sobreexcitan unos a otros, multiplican la emulación y se dejan arrastrar en una especie de espiral vertiginosa, enervante, desde la sobreinformación hasta la náusea. De esta forma, podemos recordar, se construyeron las mentiras de la Guerra del Golfo. ¿Qué medios tiene el ciudadano para averiguar si se falsea la realidad?” .
Esta semana, en una vieja edición de la revista dominical del diario El País, de Madrid, leí un excelente artículo de Javier Cercas titulado “Fuera es feo”. Refiere Cercas el curioso mandamiento que gobierna al matrimonio conformado por el director de cine Arturo Ripstein y la guionista Paz Alicia Garciadiego: en su hogar no admiten la presencia de la televisión, tampoco radio, y mucho menos espacio para diarios o revistas. Una manera práctica de protegerse de las toneladas de basura y calamidades que, en apenas minutos, es capaz de arrojar sobre nuestra cabeza un programa de tv en apariencia inofensivo o un editorial de La Nación, por ejemplo.
Me atrevo a discrepar con el matrimonio Ripstein-Garciadiego. Fuera es más lindo, y tampoco es necesario hacer gala de una inquebrantable valentía para salir, caminar, saludar, abrazar, mirar, escuchar, socializar, solidarizarse, beber, amar, decir, creer, compartir y, por sobre todas las cosas, cambiar: reunirse con el desfachatado objetivo de cambiar este lastimoso estado de las cosas donde priman el miedo y la indiferencia. Suficiente sería comprender la sensata máxima del subcomandante Marcos:

“Un valiente es un cobarde que corre hacia adelante”.

Autor: Hernán López Echagüe

domingo, noviembre 08, 2009

El Che Guevara negro.... Thomas Sankara




El capitán Thomas Isidore Noel Sankara (21 de diciembre de 1949 - 15 de octubre de 1987) fue el líder de Burkina Faso (primero conocida como Alto Volta) de 1983 a 1987. Con una potente combinación de carisma personal y una organización social con alguna participación democrática, su gobierno trajo iniciativas contra la corrupción y mejoró la educación, la agricultura, y el estatus de la mujer.

Su programa revolucionario provocó una fuerte oposición de los líderes tradicionales de la pequeña, pero poderosa, clase media, así como el recelo de Francia. Además de la fricción con los miembros más conservadores de la junta de gobierno, estos factores provocaron su caída y asesinato en un sangriento golpe de estado el 15 de octubre de 1987.

Puestos gubernamentales
Sankara fue nombrado Secretario de Estado para la información en el gobierno militar en septiembre de 1981, pero renunció el 21 de abril de 1982 en oposición, a la deriva anti obrera del gobierno, que acababa de prohibir el derecho a huelga y desmantelar el principal sindicato, declarando "Malheur à ceux qui baillonnent le peuple!"). Después un nuevo golpe (el 7 de noviembre de 1982) llevó al poder a Jean-Baptiste Ouédraogo, Sankara llegó a ser primer ministro en enero de 1983, pero dimitó el 17 de mayo y estuvo bajo arresto en su casa después de la visita al país y por el consejo del hijo del presidente francés Jean-Christophe Mitterrand. Henri Zongo y Jean-Baptiste Boukary Lingani también fueron puestos bajo arresto, esto causó un levantamiento popular.

Presidente:
Un golpe de estado organizado por Blaise Compaore hizo a Sankara presidente el 4 de agosto de 1983, a la edad de 33 años. El golpe de estado fue apoyado por Libia, que al mismo tiempo estaba presente por un lado en la guerra con Francia en Chad (observe la Historia de Chad). Sankara se definía como un revolucionario inspirado por los ejemplos de Cuba y el líder militar de Ghana, Jerry Rawlings, como presidente el promovió la "Revolución democrática y popular" (Révolution démocratique et populaire, or RDP). La ideología de la revolución promovida por Sankara se definió como antiimperialista en un discurso el 2 de octubre de 1983, el Discours d'orientation politique (DOP), escrito por su socio cercano Valèré Somé. Su política estuvo orientada alrededor de la lucha contra la corrupción, promoviendo la reforestación, alejando el hambre, con educación, y con prioridades hacia la salud.

Principios de igualidad:
El gobierno suprimió muchos de los poderes que tenían los jefes tribales, tales como el derecho a recibir el pago del tributo y el trabajo obligatorio. En 1984 en el primer aniversario de su ascenso al poder, el renombró el país como Burkina Faso, que significa ("La tierra de la gente íntegra") en Mossi y Djula, las dos lenguas mayores del país, también dio paso a una nueva bandera y a un nuevo himno nacional (Une Seule Nuit).

Derechos de las mujeres :
El gobierno de Sankara incluyó un número grande de mujeres. Mejorar el estatus de las mujeres fue uno de los logros explícitos de Sankara, una política sin precedentes en África Occidental, su gobierno suprimió la ablación de los genitales femeninos, condenó la poligamia. El gobierno de Burkina Faso también fue el primer gobierno africano en reconocer el SIDA como una gran amenaza para África. Las iniciativas de Sankara contribuyeron a aumentar su popularidad y a atraer alguna atención de la prensa internacional hacia la revolución de Burkina Faso: El vendió la flota de autos Mercedes del gobierno e hizo que el Renault 5 (el auto más económico de Burkina Faso) fuera el auto oficial de los ministros. El formó una guardia personal de mujeres motociclistas. En Ouagadougou Sankara convirtió el depósito de provisiones del ejército en un supermercado del estado para todos (el primer supermercado en el país).

Blaise Compaoré asesinó a Thomas Sankara,el senador de Liberia Prince Johnson lo confirma.
Blaise Compaoré planificó el asesinato de Thomas Sankara para tomar el poder en Burkina Faso». Esto es lo que afirma Prince Johnson, actualmente senador en Liberia y ex mercenario que, junto a Charles Taylor, participó en aquel golpe de Estado. Prince Yormie Johnson, célebre señor de la guerra famoso por torturar hasta la muerte al Presidente de Liberia Samuel Doe, es digno de crédito por tres razones:

La primera es que su declaración, pronunciada ante la «Comisión de la Verdad y la Reconciliación» de Liberia el pasado 26 de agosto, no era una cuestión fundamental, sino una anécdota dentro del aluvión de revelaciones sobre los 10 años de guerra civil en Liberia y la epopeya sangrienta de Charles Taylor. Por lo tanto, dicha afirmación no tenía ningún objetivo. La segunda es que Prince Jonson confirmó sus revelaciones ante un micrófono de Radio France Internationale (RFI) el pasado 25 de octubre, así como en la autobiografía que publicó en 2003, donde relata lo que vio y oyó como testigo de primera fila. La tercera razón que da plena credibilidad a sus acusaciones es que éstas, sobre todo, corroboran todas las investigaciones y testimonios recogidos hasta la fecha sobre este suceso.

Así que ya no vale la pena irse por las ramas de las precauciones periodísticas que se han controlado, durante más de veinte años, para decir en voz baja lo que se decía sin tapujos en las calles de Uagadugú: «Blaise Compaoré se convirtió en presidente gracias al asesinato de Thomas Sankara». Esta manera de decir sin decir, de señalar algunas cuestiones legítimas, de preguntar por qué Blaise nunca ha visitado a los padres de Sankara, que también fueron los suyos, de poner en duda la versión oficial, el hecho de que los soldados tomasen por su cuenta la decisión de asesinar al Presidente, que el acta de defunción de Thomas Sankara certifica una «muerte natural», todo eso ya no es necesario. Y la prensa de Burkina Faso, timorata inmediatamente después del testimonio del senador Johnson frente a la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, ya no tiene que autocensurarse. Por primera vez, un testigo de primera fila cuenta los hechos.

En la RFI y en la AFP (Agence France Presse), Prince Johnson ha asegurado que en 1987 participó en el asesinato de Thomas Sankara con otros mercenarios, después de que Blaise Compaoré les pidiera que «lo echaran del poder»: «El número dos, Blaise Compaoré, nos pidió ayuda para derrocar a Thomas Sankara. Dijo que era la única manera de que nosotros pudiéramos vivir en Burkina Faso sin ninguna amenaza. Y matamos a Sankara. Lo hicimos porque era nuestro único medio para permanecer en Burkina Faso y organizar nuestro ataque contra Doe», declaró.

Ante el Tribunal Especial para Sierra Leona en 2004, el general John Tarnue, ex comandante general del ejército de Liberia, ya había contado este episodio refiriéndose a una reunión que tuvo lugar, hacia el mes de agosto de 1987, entre Blaise Compaoré, Charles Taylor, Prince Yormie Johnson, Samuel Varney, Duopo y «otros miembros procedentes del vecino ejército de Liberia». «Y entonces se pusieron de acuerdo, se agruparon y secundaron a Blaise Compaoré. En ese mismo año, 1987, asesinaron a Thomas Sankara», relató John Tarnue.

En su autobiografía publicada en 2003, Prince Johnson explica que cuando Sankara tuvo conocimiento del proyecto del golpe de Estado se negó a que se utilizara su país para desestabilizar Liberia. Por eso Taylor conspiró con Campaoré para asesinar al Presidente, escribió Johnson. Este último ha pretendido, incluso, atribuirse más importancia en el golpe de Estado al insinuar que habría participado directamente en el asesinato. Sin embargo se sabe que los soldados encargados de liquidar al Presidente eran burkineses y se publicaron sus nombres.

De ahí, seguramente, la razón por la cual el portavoz del gobierno burkinés, Philippe Sawadogo, el lunes 27 de octubre denunció en Radio France Internationale «las afirmaciones basadas en elementos un tanto ficticios», e incluso en «fantasías».

Aunque según el historiador Stephen Ellis, Prince Johnson no estuvo muy lejos de asesinar a Thomas Sankara. Citando fuentes cercanas a Johnson, el historiador explica que el 15 de octubre de 1987 «los liberianos habrían asegurado los alrededores del «Consejo de la Entente» mientras los burkineses estaban en el interior. Compaoré controlaba bien a sus comandos pero no las reacciones de las demás unidades militares».

Por lo demás, las acusaciones de Prince Johnson no están «basadas en elementos un tanto ficticios». Así, el riguroso investigador Stephen Ellis, escribió en 1999 en The Mask of Anarchy (Nueva York University Press, 1999, p. 68): «Prince Johnson y Samuel Varney (...) se hallaban entre los desertores del ejército liberiano presentes en Burkina Faso. Entonces Blaise Campaoré se puso en contacto con dichos liberianos y les pidió su colaboración para dar un golpe de Estado contra el Presidente de Burkina, Thomas Sankara. Según un antiguo colaborador de Compaoré, el Presidente de Costa de Marfil, Houphouet Boigny, estaba al corriente de las ambiciones de Campaoré. El 15 de octubre de 1987 los soldados burkineses bajo el mando de Compaoré, con la colaboración de un grupo de exiliados liberianos, incluido Prince Johnson, asesinaron a Thomas Sankara».

Ya en 1992, el periodista nigeriano Nkem Agetua afirmaba en su obra publicada en Lagos Operation Liberty, the Story of Major General Joshua Nimyel Dogonyaro, que Charles Taylor estaba implicado en la muerte de Sankara.

Prince Johnson no ha hecho más que confirmar que su grupo de mercenarios liberianos, entonces al mando de Charles Taylor, habían ido a Burkina para organizar el derrocamiento del Presidente liberiano Samuel Doe y que para eso debían efectuar una acción previa. En la misma entrevista en RFI Johnson afirmó que el Presidente de Costa de Marfil Houphouet Boigny, fallecido en 1993, apoyaba el derrocamiento de Sankara y permitió que los mercenarios liberianos «pasasen por su país para llegar a Burkina».

A ese respecto, François Xavier Veschave fue uno de los primeros que explicaron la connivencia entre Gadafi, Charles Taylor y Houphouet Boigny (que deseaba vengarse de Samuel Doe). Una red de intereses entre los jefes de Estado para la cual «la eliminación del Presidente Sankara fue, sin duda, el sacrificio fundacional».

Por lo tanto, Philippe Sawadogo puede considerar acertadamente esas acusaciones como «una intención de dañar nuestra imagen». En cuanto «el daño a la imagen» el portavoz del gobierno de Burkina Faso tiene toda la razón. En cuanto a «la intención» todavía hay que determinar qué poder podrá conseguir la recopilación de los testimonios, tan parecidos, de medios tan diversos. Aparte, naturalmente, de la realidad histórica.

Sin la aclaración por parte del principal acusado, que siempre niega su implicación en el asesinato, habrá que conformarse con estos balbuceos de la verdad que florecen a medida que pasa el tiempo. A menos que Blaise Compaoré se decida, como en Liberia, a poner en marcha un trabajo por la verdad como le reclama la Unión por el Renacimiento/Movimiento Sankarista (UNIR/MS).

Original en francés: http://thomassankara.net/article.php3?id_article=0677
Rémi Riviere
Thomassankara.net

Traducido para Rebelión.org por Caty R.
Yako, 1945 - Uagadugu, 1987) Militar y político de Burkina Faso. El 7 de noviembre de 1982 formó parte del grupo de oficiales que depuso al coronel Saye Zerbo, y dentro del Gobierno del general Uedraogo ocupó el puesto de Primer Ministro desde enero hasta mayo de 1983. En este último año fue detenido y cesado. El 4 de agosto del mismo año, Sankara protagonizó un nuevo golpe de Estado, esta vez contra Jean Baptiste Uedraogo. Desde entonces se convirtió en jefe del Consejo Nacional de la Revolución y presidente de Burkina Faso.

Considerado como un militar progresista, mantuvo buenas relaciones con el líder libio Muamar al Gaddafi. El 16 de octubre de 1987 fue asesinado durante un golpe de Estado cuya dirección se atribuyó al teniente Blaise Compoare, considerado como el número 2 del régimen instaurado cuatro años antes por Sankara.

"Los problemas de América Latina y África son comunes"
Domingo 20 de septiembre de 2009
"Si existe una manifestación que anticipe y anuncie la multipolaridad, no es otra que rescatar y salvaguardar nuestra identidad, nuestra historia, nuestro mundo : el mundo de los pobres, y éste es el propósito central de la próxima cumbre África-América", expresa este domingo, el presidente de la República, Hugo Chávez Frías.

Su frase la plasma en su columna impresa Las Líneas de Chávez, publicada este domingo, con el título África...África, letras en las que el Mandatario Nacional destaca la firmeza en las relaciones con el mundo africano, y valga la ocasión para referirse a la II Cumbre África - América del Sur, que se efectuará el 26 y 27 de septiembre, en la isla Margarita, estado Nueva Esparta.

"La firmeza en las relaciones con el mundo africano, uno de los elementos constituyentes de nuestra esencia mestiza, nuestro americana, caribeña ; uno de nuestros pilares culturales. Más, mucho más tenemos por hacer viendo hacia nuestro continente hermano, la Madre África, dirigiendo nuestra mirada hacia el universo occidental y capitalista", señala.

El Jefe de Estado recuerda las palabras que el 4 de octubre de 1984 pronunció en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el popularmente conocido Che Guevara Negro, el gran líder de la revolución de Burkina Faso, Thomas Sankara *, quien "da en el centro de la diana de nuestro propósito dentro de este mundo que está en transición hacia la multipolaridad".

Este mártir de la revolución africana y mundial expresó lo siguiente : "Preferimos buscar formas de organización mejor adaptadas a nuestra civilización, rechazando de manera abrupta y definitiva toda suerte de imposiciones externas, para crear condiciones dignas, a la altura de nuestras ambiciones. Acabar con la supervivencia, aflojar las presiones, liberar nuestros campos de un inmovilismo medieval, democratizar nuestra sociedad, despertar los espíritus sobre un universo de responsabilidad colectiva, para atreverse a inventar el futuro. Reconstruir la administración cambiando la imagen del funcionario, sumergir nuestro ejército en el pueblo y recordarle sin cesar que sin formación patriótica, un militar es sólo un criminal en potencia. Ése es nuestro programa político".

Chávez Frías hace la salvedad de que ante esa perspectiva, "el Libertador nos da una clave integradora : un elemento que hace comunidad cultural y por lo tanto con mayor potencial económico, político y social. Lo vemos claramente en este breve pasaje del Discurso de Angostura (1819) : 'La sangre de nuestros ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla...'.

El Presidente explica que en este caso, "Bolívar nos conmina a recordar qué nos constituye, qué nos ha hecho hijos de Nuestra América ; nos conmina a nunca olvidar que siendo en parte africanos, mestizos que somos, existe una alianza natural que debe robustecerse con decisión en el plano de la práctica. Nuestros problemas son comunes, las causas y sus raíces hacen comunión. Juntos liberamos este continente una vez, lo volveremos a hacer, ya lo estamos haciendo y en el proceso, los pueblos de la vasta África liberarán de nuevo, junto a nosotros, su tierra y su historia".

Fuente : Agencia Bolivariana de Noticias

* El presidente de Burkina Faso Tomas Sankara fue asesinado a los 37 años, en 1987, por los hombres de Blaise Compraoré, actual presidente, con el apoyo de los servicios secretos occidentales (NDR)


En estos tiempos de permanente anestesia política por la que los cirujanos del imperialismo mundial tienen dormidos a una gran parte de los pueblos del mundo, surge oportuna la figura poco conocida de Thomas Sankara, presidente de Burkina Fasso (al antiguo Alto Volta colonial), vilmente asesinado en 1987. El rescate de su memoria surgió por la obra El caso Sankara, del autor Antonio Lozano (Tanjah,1956), afincado en Agüimes, y merecedora del I Premio Internacional de Novela Negra de Carmona (España) en Mayo de 2006, promovido por la Editorial Almuzara. El escritor atanjaoui, como buen africano, supo captar de inmediato en un viaje a aquel país el valor humano y político del gran líder de nuestro continente, abatido por los hombres de su compañero de armas Blaise Kompaoré, que rápidamente se hizo con el poder.

Basándose en hechos rigurosamente históricos, el autor desarrolla una trama novelada que intenta explicar las causas profundas por las que se eliminó físicamente a uno de los líderes africanos de la década de los ochenta que pudo haber puesto los pilares fundacionales del progreso, la justicia y el socialismo en su nación y, posiblemente por mimetismo político, en casi toda África. El personaje en cuestión fue la antítesis de la cohorte de reyezuelos y dictadores que, desgraciadamente, han pululado por nuestro continente desde la descolonización europea de mediados del pasado siglo, alentados por las antiguas metrópolis.

El valor de la obra radica en el contenido antiimperialista y denunciador de las lacras producidas por el colonialismo francés en los países africanos en general. La corrupción política es tratada con toda crudeza y enlaza con multitud de aspectos sociales actuales que inciden negativamente en las diversas poblaciones, contribuyendo a ejercer de "tapón" que impide un desarrollo justo y progresista. Podríamos catalogar a Thomas Sankara como el Salvador Allende africano e, incluso, como el dinamizador de políticas absolutamente revolucionarias y nacionalistas, al estilo de Hugo Cháves o Evo Morales en el continente americano, en una África castigada secularmente por el colonialismo y escasa de verdaderos líderes.

Aparte de la agricultura y la ganadería, los escasos recursos naturales de Burkina Fasso se centran principalmente en la madera, la pesca y en los modestos yacimientos auríferos. Fueron desde luego suficientes estos últimos para que Francia creara en 1919 la colonia de Alto Volta. En 1947 forma parte de los territorios del Africa Occidental Francesa, junto con Niger, Côte d´Ivoire (Costa de Marfil), Senegal y otros. En 1956 surge la Unión Democrática Voltaica, partido autóctono que mantenía en cierta forma la colaboración con los franceses y la consecución de una notable autonomía interna. Alto Volta obtuvo la independencia en agosto de 1960, tras la autonomía completa en el seno de la Comunidad Francesa (diciembre de 1958), entrada en vigor de la Constitución y posterior elección por sufragio universal directo del presidente de la República (marzo de 1959).

El primer presidente de la República, Maurice Yameogo, fue depuesto en 1966 por el coronel Sangulé Lamizana y trás convocar elecciones democráticas en 1970 fue nombrado jefe de gobierno Gerard Kango Uedraogo, a su vez destituído por Lamizana en 1974 que instauró el partido único Movimiento de Renovación Nacional. El deterioro de la economía y la concentración del poder en manos de Lamizana provocó un golpe militar en 1980, siendo este último derrocado. En 1982 los militares toman el poder y en 1983 el capitán Thomas Sankara ocupa la presidencia del país.

Según el autor, Sankara fue un personaje muy singular y muy especial en la política africana. Era una persona de izquierdas que revoluciónó la manera de gobernar en África. Erradicó la corrupción y mantuvo como presidente el mismo sueldo que tenía como capitán del ejército. Increíble, pero cierto. Vendió todas las limusinas del Estado y puso como coches oficiales del presidente y los ministros los vehículos más económicos y discretos.

Desde una perspectiva ético-social pensamos igualmente que en nuestro continente, en el fondo, todo es más fácil: la gente se para a hablar con sus semejantes, el tiempo se detiene y las prisas no existen. El bienestar personal no está basado exclusivamente en el consumo material sino en las relaciones humanas. El africano continental es así, tenga o no tenga medios económicos. Sólo es necesario que aparezca alguien que no sea corrupto y sepa dirigir la nación. En un país donde el animismo constituye el 44%, el Islam, el 43 % y, ya más lejos, el cristianismo, el 13 %, los valores morales están muy por encima de cualquier influencia foránea y determinaron, entre otros aspectos, el seguimiento masivo y la admiración de la juventud nacional y de toda la juventud africana por el lider burkinés.


Era evidente que la presencia de Sankara en el poder hacía recelar a la antigua metrópoli y a los países limítrofes de esa zona del continente, convirtiéndose en un personaje muy molesto para Occidente, el FMI y la Banca Mundial. Su discurso ante la ONU en 1984, sigue señalando el autor de la obra, fue uno de los discursos más aplaudidos en la historia de las Naciones Unidas. Sankara puso a parir al neocolonialismo, al imperialismo y a los países ricos que, sin ningún miramiento ni generosidad, se negaban a condonar la deuda de los países del llamado "tercer mundo". Defendió pues en la ONU la total supresión de la deuda africana.

Fue asesinado en octubre de 1987 por orden del número dos del régimen, Blaise Kompaoré, que desde entonces rige los destinos del país con el beneplácito del imperialismo occidental. Cuales fueron los motivos de la desaparición de este hombre idealista y carismático se adivinan sin esforzarse demasiado. Los intereses económicos neocolonialistas de las altas burguesías europeas, presentes en los países africanos, primaron indudablemente en la desaparición del líder, valiéndose de su propio compatriota para la ejecución del acto criminal en el que, ciertamente, aquellas no se "mancharon las manos".

Pasa pues a ocupar Thomas Sankara un puesto relevante en la historia viva de nuestro continente africano, junto al rifeño Abdelkrim, el tanzano Julius Nyerere, el senegalés Leopold Senghor, el zaireño Patricio Lubumba, el guineano de Bissau, Amilcar Cabral, el ghanés N´Krumah, el zambiano Kenneth Kaounda o el aún superviviente surafricano Nelson Mandela.

La analogía con nuestro país canario aún colonizado, con la huella del zarpazo criminal desde las cloacas del Estado español en la figura de Antonio Cubillo, sigue estando vigente por mucho que el tiempo pase. Así se las gastan por ahí arriba, por no abrir el ojo y esparramar la vista.

Desgraciadamente, nuestra juventud canaria no conoce suficientemente la historia colonial del continente e islas adyacentes, historia de esquilmación de riquezas y esclavitud que es preciso dar a conocer públicamente lo antes posible para ir cambiando mentalidades y actitudes, absolutamente necesarias para el proyecto nacional y liberador que defendemos.

"Si te han mordido te han hecho recordar que tú también tienes dientes"

(dicho africano)


Canarias, noviembre de 2006


Por Francisco P. De Luka

El recuerdo de Thomas Sankara permanecerá eternamente en la memoria de África. Con sus palabras y sus actos respondió exactamente a la situación histórica que vivía su país.

esbec37_sankara2.jpgDefinió perfectamente las condiciones y emprendió valientemente las acciones necesarias para responder. Estos dos rasgos: la clara consciencia y la acción resuelta, unidas de forma excepcional en un líder que los pueblos raramente tienen, eran tan inadmisibles para los poderes que se ejercían sobre África, que una despreciable conspiración, que utilizó el rencor de los suyos para eliminarlo, vino a poner fin a su empresa. La conjunción de ambiciones rastreras y mezquinos intereses privó a Burkina Faso de la oportunidad histórica que el destino le había brindado.

Pero lo que nunca podrá borrarse son las palabras del presidente Sankara, que resuenan mucho más allá de Burkina Faso. Desde su desaparición, África se sumió, todavía más, en los males cuyas causas había descrito Thomas Sankara. Sus observaciones siguen siendo totalmente actuales:

Hay que proclamar que sólo podemos sanear nuestros pueblos si volvemos radicalmente la espalda a todos los modelos que los charlatanes de todos los pelajes han intentado vendernos durante veinte años. No podemos conseguir ese saneamiento fuera de dicho rechazo. No conseguiremos el desarrollo si no hacemos la ruptura.

Además, todos los nuevos 'guías intelectuales', que salen de su sueño sobresaltados por el empuje vertiginoso de miles de millones de desharrapados, asustados por la amenaza que proyecta sobre su digestión esta multitud acosada por el hambre, comienzan a remodelar sus discursos y, en una búsqueda ansiosa, exploran una vez más en nuestras zonas y emplazamientos las recetas-milagro de nuevas formas de desarrollo para nuestros países. Para convencerse basta con ver los numerosos actos y los innumerables coloquios y seminarios» (Discurso en la ONU, octubre de 1984).

Thomas Sankara quería una política africana, partiendo de las realidades africanas y con la vuelta hacia el desarrollo de una economía y una cultura africanas, con los medios y los objetivos que eran los suyos, una política completamente al servicio de los africanos. Sankara tenía un conocimiento absoluto de las vivencias de la gente, de sus problemas más elementales, e imaginaba soluciones realistas y concretas. Con pocos medios y mucha inteligencia obtuvo resultados prometedores y sobre todo fomentó las iniciativas de los jóvenes y las mujeres para conseguir su independencia económica. Esos millones de iniciativas liberadoras que consiguen el único y auténtico desarrollo.

Hoy que nos siguen calentando los oídos con micro proyectos, micro créditos que los tecnócratas organizan con condescendencia desde el fondo de sus despachos, se sigue ignorando el verdadero mecanismo del éxito, que reside en el espíritu de una política total, elaborada enteramente al servicio del pueblo. Thomas Sankara devolvió su sentido a la hermosa palabra, demasiado maltratada: Revolución. Sankara sabía que la sociedad africana aspiraba a cambios radicales que la sacarían de un sometimiento de siglos y quiso librarla del peso aplastante de ese sometimiento. Y porque el presidente estaba en el camino del éxito le asesinaron después de haberle atacado con las más vergonzosas campañas de difamación.

A la pobreza de los habitantes de Burkina Faso correspondía un Estado de una modestia ejemplar, sin exhibiciones fastuosas, pero un Estado orgulloso que no bromeaba con su dignidad y el respeto que se le debía, el mismo que a los Estados más poderosos. Thomas Sankara representó magníficamente a su país en las tribunas de las organizaciones internacionales pronunciando discursos auténticos y no de conveniencia. Presentó la imagen de una África noble y segura de sí misma, imaginativa y original, en vez de una vulgar imitadora de otros, los nuevos ricos amantes de los lujos que han dado lugar a multitud de dirigentes indignos.

Podemos decir por lo tanto, sin temor a equivocarnos, que al asesinar a Sankara se quiso asesinar a África, como se asesinó al África de Lumumba, que no pudo ser más que un breve destello, para permitir al África de Mobutu exhibir sus vicios durante decenas de años. Sankara encarnó la revolución africana que anunció Franz Fanon. Era consciente de la hostilidad que causaba su figura entre los partidarios del politiqueo. Quizá no era totalmente consciente de su excepcionalidad cuando decía que si le mataban otro Sankara, otro Lumumba u otro Nkruman se alzarían para guiar a los africanos.

Siempre seguimos esperando a otro Sankara, y mientras tanto comprobamos que la mejor juventud africana se nutre con su ejemplo, reconoce la precisión de su discurso y sus actuaciones y se inspira en su pensamiento. La existencia y la lucha de Thomas Sankara no fueron inútiles. La influencia que ejerce y seguirá ejerciendo sobre el destino de los africanos es incalculable. Pudieron asesinarlo vilmente, pero nadie puede conseguir que desaparezca su presencia con todo lo que conlleva de inteligencia y fuerza para todos sus seguidores. Sankara nos legó para siempre el ejemplo de su vida. Sigue aquí, y ante su presencia se borran los impostores. A Thomas Sankara y a sus compañeros caídos, para que África viva, les ofrecemos nuestro reconocimiento y la seguridad de que siempre permanecerán vivos en nuestras memorias.


TOMÁS SANKARA : La liberación de la mujer: una exigencia del futuro

Jueves 24 de septiembre de 2009

La liberación de la mujer: una exigencia del futuro

Thomas Sankara Website

Discurso de Thomas Sankara el 8 de marzo de 1987. Traducido por Juan Vivanco.

No es corriente que un hombre se dirija a tantas mujeres a la vez. Tampoco lo es que un hombre sugiera a tantas mujeres a la vez las batallas que hay que lidiar.

La primera timidez del hombre surge cuando se percata de que está mirando a una mujer. Comprenderéis, compañeras militantes, que a pesar de la alegría y el placer que siento al dirigirme a vosotras, sigo siendo un hombre que ve en cada una de vosotras a la madre, la hermana o la esposa. También me gustaría que nuestras hermanas aquí presentes, que han venido de Kadiogo y no entienden la lengua francesa extranjera en la que voy a pronunciar mi discurso, sean tan comprensivas como de costumbre, ellas que, como nuestras madres, aceptaron llevarnos durante nueve meses sin quejarse. (Intervención en lengua nacional mooré para asegurar a las mujeres que habrá una traducción para ellas.)

Compañeras, la noche del 4 de agosto alumbró la obra más saludable para el pueblo burkinabé. Le dio a nuestro pueblo un nombre y a nuestro país un horizonte.

Irradiados por la savia vivificante de la libertad, los hombres burkinabé, humillados y proscritos de ayer, fueron marcados con el signo de lo que más se aprecia en la vida: la dignidad y el honor. A partir de entonces la felicidad ha estado a nuestro alcance y todos los días marchamos hacia ella, exaltados por las luchas, pioneras de los grandes pasos que ya hemos dado. Pero la felicidad egoísta no es más que una ilusión, y tenemos a una gran ausente: la mujer. Ha quedado excluida de esta procesión feliz.

Si unos hombres han llegado ya a la linde del gran jardín de la revolución, las mujeres todavía están confinadas en su oscuridad ninguneante, desde donde comentan animada o discretamente las vicisitudes que han agitado Burkina Faso y para ellas, de momento, sólo son clamores.

Las promesas de la revolución ya son realidades para los hombres. En cambio para las mujeres no son más que rumores. A pesar de que la verdad y el futuro de nuestra revolución depende de ellas: asuntos vitales, asuntos esenciales, porque en nuestro país no podrá hacerse nada completo, decisivo y duradero mientras esta importante parte de nosotros mismos se mantenga en ese estado de sumisión impuesto durante siglos por distintos sistemas de explotación. Los hombres y las mujeres de Burkina Faso, a partir de ahora, deben cambiar profundamente la imagen que tienen de sí mismos en el seno de una sociedad que, además de determinar nuevas relaciones sociales, provoca una profunda transformación cultural al replantear las relaciones de poder entre los hombres y las mujeres y obligarles a replantearse su propia naturaleza. Es una tarea temible pero necesaria, pues se trata de que nuestra revolución dé todo lo que pueda de sí, libere todas sus posibilidades y revele su auténtico significado en estas relaciones inmediatas, naturales, necesarias, entre el hombre y la mujer, que son las relaciones más naturales entre unos seres humanos y otros.

Vemos hasta qué punto el comportamiento natural del hombre se ha vuelto humano y su naturaleza humana se ha vuelto su naturaleza.

Este ser humano, vasto y complejo conglomerado de dolores y alegrías, de soledad en el abandono y, no obstante, cuna y creador de la inmensa humanidad, este ser de sufrimiento y humillación y, no obstante, fuente inagotable de felicidad para cada uno de nosotros; lugar incomparable de todos los afectos, acicate de los actos de valor más inesperados; este ser débil pero increíble fuerza inspiradora de los caminos que llevan al honor; este ser, verdad carnal y certeza espiritual, ¡este ser, mujeres, sois vosotras! Vosotras, arrulladoras y compañeras de nuestra vida, camaradas de nuestra lucha, y que por eso mismo, con toda justicia, debéis imponeros en pie de igualdad como comensales en los festines de las victorias revolucionarias.

Es esta la mentalidad con que todos, hombres y mujeres, debemos definir y afianzar el papel y el lugar de la mujer en la sociedad.

Se trata, pues, de devolverle al hombre su verdadera imagen haciendo que triunfe el reino de la libertad más allá de las diferencias naturales, gracias a la liquidación de todos los sistemas de hipocresía que consolidan la explotación cínica de la mujer.

En otras palabras, plantear la cuestión de la mujer en la sociedad burkinabé de hoy es esforzarse por abolir el sistema de esclavitud en el que se la ha mantenido durante milenios. Es, de entrada, esforzarse por comprender el funcionamiento de este sistema, conocer su verdadera naturaleza y todas sus sutilezas, para desatar las fuerzas capaces de lograr la emancipación total de la mujer.

Dicho de otro modo, para ganar una pelea que es común al hombre y la mujer, es preciso conocer todos los aspectos de la cuestión femenina, tanto a escala nacional como universal, y comprender en qué modo la lucha de la mujer burkinabé se suma hoy a la lucha universal de todas las mujeres, y más allá, a la lucha por la rehabilitación total de nuestro continente.

La condición de la mujer es, por consiguiente, el meollo de toda la cuestión humana, aquí, allá, en todas partes. Tiene un carácter universal.

La lucha de clases y la cuestión de la mujer

El materialismo dialéctico es el que ha arrojado sobre los problemas de la condición femenina la luz más fuerte, la que nos permite situar el problema de la explotación de la mujer en el seno de un sistema generalizado de explotación. Es también el que define la sociedad humana no ya como un hecho natural inmutable, sino como algo antinatural.

La humanidad no padece pasivamente el poder de la naturaleza. Sabe aprovecharlo. Este aprovechamiento no es una operación interior y subjetiva. Se efectúa objetivamente en la práctica, si se deja de considerar a la mujer como un simple organismo sexuado para tomar conciencia, más allá de los hechos biológicos, de su valor en la acción.

Además, la conciencia que la mujer adquiere de sí misma no está definida exclusivamente por su sexualidad. Refleja una situación que depende de la estructura económica de la sociedad, resultado de la evolución técnica y de las relaciones entre clases a las que ha llegado la humanidad.

La importancia del materialismo dialéctico radica en haber sobrepasado los límites esenciales de la biología, en haber soslayado las tesis simplistas del sometimiento a la especie, para situar todos los hechos en el contexto económico y social. Por muy lejos que nos remontemos en la historia humana, el dominio del hombre sobre la naturaleza nunca se ha realizado directamente, con su cuerpo desnudo. La mano, con su pulgar prensil, ya se tiende hacia el instrumento que multiplica su poder. De modo que no son las condiciones físicas, la musculatura, el parto, por ejemplo, lo que consagró la desigualdad social entre el hombre y la mujer. Tampoco la confirmó la evolución técnica como tal. En algunos casos, y en algunos lugares, la mujer pudo anular la diferencia física que la separa del hombre.

El paso de una forma de sociedad a otra es lo que institucionaliza esta desigualdad. Una desigualdad creada por la mente y por nuestra inteligencia para hacer posible la dominación y la explotación concretadas, representadas y experimentadas por las funciones y las atribuciones a las que hemos relegado a la mujer.

La maternidad, la obligación social de ajustarse a los cánones de lo que los hombres desean como elegancia, impiden que la mujer que lo desee se dote de una musculatura considerada masculina.

Según los paleontólogos, durante milenios, del paleolítico a la Edad del Bronce, las relaciones entre los sexos se caracterizaron por una complementariedad positiva. Estas relaciones permanecieron durante ocho milenios bajo el signo de la colaboración y la interferencia, y no de la exclusión propia del patriarcado absoluto, más o menos generalizado en la época histórica.

Engels tuvo en cuenta la evolución de las técnicas, pero también la esclavización histórica de la mujer, que nació con la propiedad privada, con el paso de un modo de producción a otro, de una organización social a otra.

Con el intenso trabajo necesario para roturar los bosques, cultivar la tierra y sacar el máximo provecho a la naturaleza, se produce una especialización de tareas. El egoísmo, la pereza, la comodidad, el esfuerzo mínimo para obtener un beneficio máximo surgen de las profundidades del hombre y se erigen en principios. La ternura protectora de la mujer hacia su familia y su clan son una trampa que la somete al dominio del macho. La inocencia y la generosidad son víctimas del disimulo y los cálculos egoístas. Se hace burla del amor, se mancilla la dignidad. Todos los sentimientos verdaderos se convierten en mercancía. A partir de entonces el sentido de la hospitalidad y de compartir que tienen las mujeres sucumbe a la artimañas de los astutos.

Aunque es consciente de las artimañas que están detrás del reparto desigual de tareas, ella, la mujer, sigue al hombre para cuidar de todo lo que ama. Él, el hombre, se aprovecha de esa entrega. Más adelante el germen de la explotación culpable establece unas reglas atroces que van más allá de las concesiones conscientes de la mujer, históricamente traicionada.

Con la propiedad privada la humanidad instaura la esclavitud. El hombre amo de sus esclavos y de la tierra pasa a ser propietario también de la mujer. Esta es la gran derrota histórica del sexo femenino. Se explica por los cambios profundos creados por la división del trabajo, debido a los nuevos modos de producción y a una revolución en los medios de producción.

Entonces el derecho paterno sustituye al derecho materno; la transmisión de la propiedad se hace de padres a hijos, y no ya de la mujer a su clan. Es la aparición de la familia patriarcal, basada en la propiedad personal y única del padre, convertido en cabeza de familia. En esta familia la mujer está oprimida. El hombre, amo y señor, da rienda suelta a sus caprichos sexuales, se aparea con las esclavas o las hetairas. Las mujeres son su botín y sus conquistas de mercado. Se aprovecha de su fuerza de trabajo y disfruta de la diversidad del placer que le deparan.

La mujer, por su parte, cuando los amos hacen que la reciprocidad sea posible, se venga con la infidelidad. Es así como el matrimonio conduce de forma natural al adulterio. Es la única defensa de la mujer contra su esclavitud doméstica. La opresión social es la expresión de la opresión económica.

En este ciclo de violencia, la desigualdad sólo acabará con el advenimiento de una sociedad nueva, es decir, cuando los hombres y las mujeres disfruten de los mismos derechos sociales, producto de cambios profundos en los medios de producción y en las relaciones sociales. La suerte de la mujer sólo va a mejorar con la liquidación del sistema que la explota.

En todas las épocas, allí donde el patriarcado triunfaba, hubo un estrecho paralelismo entre la explotación de clase y el sometimiento de las mujeres. Con algunos momentos de mejoría, cuando algunas mujeres, sacerdotisas o guerreras, lograron sacudirse el yugo opresor. Pero la tendencia principal, tanto en la práctica cotidiana como en el plano intelectual, sobrevivió y se consolidó. Destronada de la propiedad privada, expulsada de sí misma, relegada a la categoría de nodriza y criada, desestimada por filósofos como Aristóteles, Pitágoras y otros, y por las religiones más extendidas, desvalorizada por los mitos, la mujer compartía la suerte del esclavo, que en la sociedad esclavista no era más que una bestia de carga con rostro humano.

No es de extrañar, entonces, que en su fase expansiva, el capitalismo, para el que los seres humanos son meras cifras, fuera el sistema económico que explotó a la mujer con más cinismo y refinamiento. Como esos fabricantes de la época que sólo empleaban a mujeres en sus telares mecánicos. Preferían a las mujeres casadas y entre ellas a las que tenían en casa varias bocas que alimentar, porque eran mucho más cuidadosas y dóciles que las solteras. Trabajaban hasta el agotamiento para dar a los suyos los medios de subsistencia indispensables.

Es así como las cualidades propias de la mujer se adulteran en su detrimento, y todos los elementos morales y delicados de su naturaleza se utilizan para esclavizarla. Su ternura, el amor a su familia, su la meticulosidad en el trabajo se utilizan contra ella, mientras que no se perdonan sus defectos.

A través de los tiempos y los tipos de sociedades, la mujer siempre ha tenido una triste suerte: la desigualdad, siempre ratificada, frente al hombre. Las manifestaciones de esta desigualdad han podido ser muy diversas, pero siempre ha existido.

En la sociedad esclavista, el hombre esclavo estaba considerado como un animal, un medio de producción de bienes y servicios. La mujer, cualquiera que fuera su rango, estaba oprimida dentro de su propia clase y fuera de ella, incluso las que pertenecían a las clases explotadoras.

En la sociedad feudal, basándose en la supuesta debilidad física o psíquica de las mujeres, los hombres las sometieron a una dependencia absoluta del hombre. A la mujer la mantenían, con pocas excepciones, apartada de los lugares de culto, por considerarla impura o principal agente de indiscreción.

En la sociedad capitalista, la mujer, que ya sufría una persecución en el orden moral y social, también está sometida económicamente. Mantenida por el hombre cuando no trabaja, sigue estándolo cuando se mata a trabajar. Nunca se insistirá bastante en la miseria de las mujeres, nunca se hará suficiente hincapié en su semejanza con la miseria de los proletarios.

Sobre la especificidad del hecho femenino

Porque la explotación asemeja a la mujer con el hombre.

Pero esta semejanza en la explotación social de los hombres y las mujeres, que vincula la suerte de ambos en la Historia, no debe hacernos perder de vista el hecho específico de la condición femenina. La condición de la mujer rebasa las entidades económicas y confiere un carácter singular a la opresión que sufre. Esta singularidad impide establecer equivalencias que nos llevarían a simplificaciones fáciles e infantiles. En la explotación, la mujer y el obrero están reducidos al silencio. Pero en el sistema capitalista, la mujer del obrero debe guardar silencio ante su marido obrero. En otras palabras, a la explotación de clase que tienen ambos en común viene a sumarse, para las mujeres, una relación singular con el hombre, una relación de enfrentamiento y agresión que se escuda en las diferencias físicas para imponerse.

Debemos admitir que la asimetría entre los sexos es lo que caracteriza a la sociedad humana, y que esta asimetría define una relación que nos impiden ver a la mujer, aun en el ámbito de la producción económica, como una simple trabajadora. Una relación preferente y peligrosa, merced a la cual la cuestión de la mujer siempre se plantea como un problema.

El hombre, por tanto, se escuda en la complejidad de esta relación para sembrar la confusión entre las mujeres y sacar partido de todas las artimañas de la explotación de clase para mantener su dominio sobre las mujeres. De un modo similar, en otras ocasiones, unos hombres dominaron a otros porque consiguieron imponer la idea de que en virtud de la estirpe, la cuna, el «derecho divino», unos hombres eran superiores a otros. Es el dominio feudal. Del mismo modo, en otras ocasiones, otros hombres consiguieron someter pueblos enteros porque el origen y la explicación del color de su piel les dieron una justificación supuestamente «científica» para dominar a quienes tenían la desgracia de ser de otro color. Es el dominio colonial. Es el apartheid.

No podemos pasar por alto esta situación de las mujeres, porque es la que lleva a las mejores de ellas a hablar de guerra de sexos, cuando se trata de una guerra de clanes y de clases en la que debemos pelear juntos y complementarnos. Pero hay que admitir que es la actitud de los hombres lo que propicia la alteración de los significados y con ello fomenta todos los excesos semánticos del feminismo, algunos de los cuales no han sido inútiles en el combate de hombres y mujeres contra la opresión. Un combate que podemos ganar, que vamos a ganar si recuperamos la complementariedad, si sabemos que somos necesarios y complementarios, si sabemos, en definitiva, que estamos condenados a la complementariedad.

Por ahora, hemos de reconocer que el comportamiento masculino, tan cargado de vanidad, irresponsabilidad, arrogancia y violencia de todo tipo para con la mujer, es incompatible con una acción coordinada contra la opresión de esta. Y qué decir de esas actitudes que denotan estupidez, pues no son más que desahogos de machos oprimidos que, con el trato brutal a su mujer, pretenden recuperar por su cuenta una humanidad que el sistema de explotación les niega.

La estupidez masculina se llama sexismo o machismo, formas de indigencia intelectual y moral, incluso de impotencia física más o menos declarada, que muchas veces hace que las mujeres políticamente conscientes consideren necesario luchar en dos frentes.

Para luchar y vencer, las mujeres deben identificarse con las clases sociales oprimidas: los obreros, los campesinos…

Un hombre, por oprimido que esté, siempre encuentra a alguien a quien oprimir: su mujer. Esa es la terrible realidad. Cuando hablamos del infame sistema del apartheid nuestro pensamiento y nuestra emoción se dirigen a los negros explotados y oprimidos. Pero nos olvidamos, lamentablemente, de la mujer negra que soporta a su hombre, ese hombre que, provisto de su passbook (salvoconducto), se permite unas correrías culpables antes de volver con la compañera que le espera dignamente, con su sufrimiento y su pobreza.

Pensemos también en la mujer blanca de África del Sur, aristócrata, seguramente rodeada de bienes materiales, pero por desgracia máquina de placer de esos hombres blancos lúbricos que para olvidar sus fechorías contra los negros se entregan a un desenfreno desordenado y perverso de relaciones sexuales bestiales.

Tampoco faltan ejemplos de hombres progresistas que viven alegremente en adulterio, pero serían capaces de matar a su mujer por una simple sospecha de infidelidad. ¡Entre nosotros abundan esta clase de hombres, que van a buscar un supuesto consuelo en brazos de prostitutas y cortesanas de todo tipo! Por no hablar de los maridos irresponsables, cuyos sueldos sirven para mantener queridas y engrosar sus deudas en el bar. Y qué decir de esos hombrecillos, también progresistas, que se congregan en un ambiente lascivo para hablar de mujeres de las que han abusado. Creen que así se miden con sus semejantes o que les humillan cuando andan detrás de las mujeres casadas.

En realidad solo son unos jovenzuelos lamentables de los que no valdría la pena hablar si no fuera porque su comportamiento delincuente pone en cuestión la virtud y la moral de mujeres de gran valor que habrían sido sumamente útiles a nuestra revolución.

Luego están todos esos militantes más o menos revolucionarios, mucho menos revolucionarios que más, que no permiten que sus mujeres militen o sólo se lo permiten de día, pero golpean a sus mujeres porque han salido a reuniones o manifestaciones nocturnas. ¡Ay de los desconfiados y celosos! ¡Qué pobreza de espíritu, qué compromiso tan limitado, tan condicionado! Porque vamos a ver: ¿una mujer despechada y decidida sólo puede engañar a su marido por la noche? ¿Y qué clase de compromiso es ese, que pretende que la militancia se suspenda al caer la noche y no recupere su valor y sus exigencias hasta que no sale el sol?

¿Y qué pensar, por último, de esas palabras sobre las mujeres oídas de labios de los militantes más revolucionarios? Palabras como «materialistas, aprovechadas, teatreras, mentirosas, chismosas, intrigantes, celosas, etc., etc…». Cosas que pueden ser verdad, ¡pero aplicadas a las mujeres y también a los hombres! ¿Qué puede esperarse de nuestra sociedad, si agobia metódicamente a las mujeres, las aparta de todo lo que se considera serio, determinante, de todo lo que esté por encima de las relaciones subalternas y mezquinas?

Cuando alguien está condenado, como las mujeres, a esperar a su amo y marido para darle de comer, y recibir de él autorización para hablar y vivir, sólo le quedan, para entretenerse y crearse una ilusión de utilidad o importancia, los chismes, el cotilleo, las discusiones, las trifulcas, las miradas de soslayo y envidiosas seguidas de maledicencias sobre la coquetería de las otras y su vida privada. Los varones que están en las mismas condiciones adoptan las mismas actitudes.

También decimos que las mujeres, ay, son negligentes. Por no decir cabezas de chorlito. Pero tengamos en cuenta que la mujer, agobiada o incluso atormentada por un esposo ligero, un marido infiel e irresponsable, un niño y sus problemas, abrumada por la administración de toda la familia, en estas condiciones tendrá una mirada extraviada, reflejo de la ausencia y la distracción de la mente. Para ella el olvido es un antídoto de la fatiga, una atenuación de los rigores de la existencia, una protección vital.

Pero también hay hombres negligentes, y mucho; unos por el alcohol y los estupefacientes, otros por varias formas de perversidad a las que se entregan a lo largo de su vida. Pero nadie dice que estos hombres sean negligentes. ¡Cuánta vanidad, cuántas vulgaridades!

Vulgaridades con que se complacen para justificar las imperfecciones del mundo masculino. Porque el mundo masculino, en una sociedad de explotación, necesita mujeres prostitutas. Estas mujeres, a las que se deshonra y sacrifica después de usarlas en el altar de la prosperidad de un sistema de mentiras y robos, son chivos expiatorios.

La prostitución es la quintaesencia de una sociedad donde la explotación es la norma. Simboliza el desprecio del hombre hacia la mujer. Hacia una mujer que no es otra que la figura dolorosa de la madre, la hermana o la esposa de otros hombres, y por tanto de cada uno de nosotros. Es, en definitiva, el desprecio inconsciente hacia nosotros mismos. Sólo hay prostitutas donde hay «prostituyentes» y proxenetas.

¿Quiénes van con las prostitutas?

Ante todo, los maridos que obligan a su mujer a ser casta y descargan en la prostituta su lascivia y sus instintos de violación. Así pueden tratar con respeto aparente a sus esposas y dar rienda suelta a su verdadera naturaleza cuando están con la chica llamada de vida alegre. Así, en el plano moral, la prostitución es simétrica del matrimonio. Los ritos, las costumbres, las religiones y las morales se adaptan a ella. Ya lo decían los padres de la Iglesia: «Para mantener la salubridad de los palacios hacen falta cloacas».

Luego están los clientes impenitentes e intemperantes que tienen miedo de asumir la responsabilidad de un hogar con todos sus problemas y huyen de las cargas morales y materiales de la paternidad. Entonces explotan la dirección discreta de una casa de tolerancia como el precioso filón de una relación sin consecuencias.

También está la cohorte de quienes censuran a las mujeres, al menos públicamente y en los lugares decentes. Ya sea por un despecho que no tienen el valor de confesar y les ha hecho perder la confianza en todas las mujeres y considerarlas un instrumentum diabolicum, ya sea por hipocresía, por haber proclamado de forma repetida y tajante un desprecio por el sexo femenino que procuran asumir ante una sociedad de la que han adoptado el respeto a la falsa virtud. Todos ellos frecuentan a escondidas los lupanares hasta que, a veces, se descubre su doblez.

Luego está esa debilidad del hombre que consiste en la búsqueda de situaciones poliándricas. Lejos de nosotros hacer juicios de valor sobre la poliandria, una forma de relación entre el hombre y la mujer que han preferido algunas civilizaciones. Pero en los casos que denunciamos, estamos pensando en los gigolós codiciosos y holgazanes mantenidos generosamente por señoras ricas.

En este mismo sistema, la prostitución, en el aspecto económico, puede igualar a la prostituta con la mujer casada «materialista». Entre la que vende su cuerpo prostituyéndolo y la que se vende en el matrimonio, la única diferencia consiste en el precio y la duración del contrato.

Al tolerar la existencia de la prostitución, rebajamos a todas nuestras mujeres al mismo rango: prostitutas o casadas. La única diferencia es que la mujer legítima, aunque está oprimida, disfruta como esposa de la honorabilidad que confiere el matrimonio. En cuanto a la prostituta, sólo le queda la valoración monetaria de su cuerpo, una valoración que fluctúa con los valores de las bolsas falocráticas.

¿Acaso no es un artículo que se valoriza o desvaloriza según el grado de marchitamiento de sus encantos? ¿No se rige por la ley de la oferta y la demanda? La prostitución es un compendio trágico y doloroso de todas las formas de esclavitud femenina. Por lo tanto, en cada prostituta debemos ver una mirada acusadora dirigida a toda la sociedad. Cada proxeneta, cada cliente de prostituta escarba en la herida purulenta y abierta que afea el mundo de los hombres y lo lleva a la perdición. Si combatimos la prostitución, si tendemos una mano amiga a la prostituta, salvamos a nuestras madres, hermanas y mujeres de esta lepra social. Nos salvamos a nosotros mismos. Salvamos al mundo.

La condición de la mujer en Burkina

Si a juicio de la sociedad un niño que nace es un «don de Dios», el nacimiento de una niña se recibe, si no como una fatalidad, en el mejor de los casos como un regalo que servirá para producir alimentos y reproducir el género humano.

Al hombrecito se le enseña a querer y conseguir, a decir y ser servido, a desear y tomar, a decidir y mandar. A la futura mujer, la sociedad, como un solo hombre y nunca mejor dicho, le impone, le inculca unas normas inapelables. Unos corsés psíquicos llamados virtudes crean en ella un espíritu de enajenación personal, desarrollan en esa niña el afán de protección y la predisposición a las alianzas tutelares y a los tratos matrimoniales. ¡Qué fraude mental tan monstruoso!

Así, niña sin infancia, desde los tres años de edad tendrá que responder a su razón de ser: servir, ser útil. Mientras su hermano de cuatro, cinco o seis años juega hasta el cansancio o el aburrimiento, ella se incorpora, sin contemplaciones, al proceso de producción. Ya tiene un oficio: ayudante doméstica. Una ocupación, por supuesto, sin remuneración, pues ¿acaso no se dice que la mujer, en su casa, «no hace nada»? ¿No se escribe «labores domésticas» en sus documentos de identidad para indicar que no tienen empleo? ¿Que «no trabajan»?

Con la ayuda de los ritos y las obligaciones de sumisión, nuestras hermanas van creciendo, cada vez más dependientes, cada vez más dominadas, cada vez más explotadas y con menos tiempo libre.

Mientras que el hombre joven encuentra en su camino las ocasiones para desarrollarse y forjar su personalidad, la camisa de fuerza social aprieta aún más a la muchacha en cada etapa de su vida. Por haber nacido niña pagará un fuerte tributo durante toda su vida, hasta que el peso del trabajo y los efectos del abandono físico y mental la lleven al día del Gran Descanso. Factor de producción al lado de su madre, más patrona que mamá, nunca la veremos sentada sin hacer nada, nunca libre, olvidada con sus juguetes, como él, su hermano.

Adondequiera que miremos, de la Meseta Central al Nordeste, donde predominan las sociedades con un poder muy centralizado, al Oeste, donde viven las comunidades aldeanas con un poder sin centralizar, o al Suroeste, territorio de las colectividades llamadas segmentarias, la organización social tradicional tiene al menos una cosa en común: la subordinación de las mujeres. En este ámbito nuestros 8.000 pueblos, nuestras 600.000 concesiones y nuestro millón y pico de hogares tienen comportamientos idénticos o parecidos. En todas partes la condición de la cohesión social definida por los hombres es la sumisión de las mujeres y la subordinación de los segundones.

Nuestra sociedad, todavía demasiado primitivamente agraria, patriarcal y polígama, explota a la mujer por su fuerza de trabajo y de consumo, y por su función de reproducción biológica.

¿Cómo experimenta la mujer esta curiosa identidad doble: la de ser el nudo vital que ata a todos los miembros de la familia, que garantiza con su presencia y sus desvelos la unidad fundamental, y la de estar marginada, relegada? Es una condición híbrida donde las haya, en la que el ostracismo impuesto sólo tiene parangón con el estoicismo de la mujer. Para vivir en armonía con la sociedad de los hombres, para someterse a la imposición de los hombres, la mujer encierra en una ataraxia degradante, negativa, entregándose por completo.

Mujer fuente de vida, pero también mujer objeto. Madre pero criada servil. Mujer nodriza pero mujer excusa. Trabajadora en el campo y en casa, pero figura sin rostro y sin voz. Mujer bisagra, mujer confluencia, pero mujer encadenada, mujer sombra a la sombra del hombre.

Pilar del bienestar familiar, es partera, lavandera, barrendera, cocinera, recadera, matrona, cultivadora, curandera, hortelana, molendera, vendedora, obrera. Es una fuerza de trabajo con herramienta en desuso, que acumula cientos de miles de horas con rendimientos desesperantes.

En los cuatro frentes de combate contra la enfermedad, el hambre, la indigencia y la degeneración, nuestras hermanas soportan cada día la presión de unos cambios en los que no pueden influir. Cuando cada uno de nuestros 800.000 emigrantes varones se va, una mujer se carga con más trabajo. Los dos millones de burkinabés que viven fuera del territorio nacional han contribuido así a agravar el desequilibrio de la proporción de sexos, de modo que hoy en día las mujeres constituyen el 51,7% de la población total. De la población residente potencialmente activa, son el 52,1%.

La mujer, demasiado ocupada para atender como es debido a sus hijos, demasiado agotada para pensar por sí misma, sigue trajinando: rueda de fortuna, rueda de fricción, rueda motriz, rueda de repuesto, noria.

Las mujeres, nuestras mujeres y esposas, apaleadas y vejadas, pagan por haber dado la vida. Relegadas socialmente al tercer rango, después del hombre y el niño, pagan por mantener la vida. Aquí también se ha creado arbitrariamente un Tercer Mundo para dominar, para explotar.

Dominada y transferida de una tutela protectora explotadora a una tutela dominadora y más explotadora aún, primera en la tarea y última en el descanso, al lado de la lumbre pero última en apagar su sed, autorizada a comer sólo cuando queda algo; y, detrás del hombre, sostén de la familia que carga sobre sus hombros, en sus manos y con su vientre a esta familia y a la sociedad, la mujer recibe en pago una ideología natalista opresiva, tabúes y prohibiciones alimentarias, más trabajo, malnutrición, embarazos peligrosos, despersonalización y muchos otros males, por lo que la mortalidad maternal es una de las taras más intolerables, más inconfesables, más vergonzosas de nuestra sociedad.

Sobre este substrato alienante, la irrupción de unos seres rapaces llegados de lejos agrió aún más la soledad de las mujeres e hizo aún más precaria su condición.

La euforia de la independencia olvidó a las mujeres en el lecho de las esperanzas rotas. Segregada en las deliberaciones, ausente de las decisiones, vulnerable y por tanto víctima previsible, siguió soportando a la familia y la sociedad. El capital y la burocracia se pusieron de acuerdo para mantener a la mujer sometida. El imperialismo hizo lo demás.

Las mujeres, escolarizadas dos veces menos que los hombres, analfabetas en un 99%, con escasa formación profesional, discriminadas en el empleo, relegadas a funciones subalternas, las primeras en ser acosadas y despedidas, abrumadas por el peso de cien tradiciones y mil excusas, siguieron haciendo frente a los desafíos que se presentaban. Tenían que permanecer activas, a cualquier precio, por los hijos, por la familia y por la sociedad. A través de mil noches sin auroras.

El capitalismo necesitaba algodón, karité y ajonjolí para sus industrias, y fue la mujer, fueron nuestras madres quienes, además de lo que ya estaban haciendo, tuvieron que hacerse cargo de la recolección. En las ciudades, donde se suponía que estaba la civilización emancipadora de la mujer, ella se vio obligada a decorar los salones de los burgueses, a vender su cuerpo para vivir o a servir de señuelo comercial en las producciones publicitarias.

Sin duda las mujeres de la pequeña burguesía de las ciudades viven mejor que las mujeres de nuestros campos en el orden material. Pero ¿son más libres, más respetadas, están más emancipadas, tienen más responsabilidades? Más que una pregunta, se impone una afirmación. Sigue habiendo muchos problemas, ya sea en el empleo o en el acceso a la educación, en la consideración de la mujer en los textos legislativos o en la vida diaria. La mujer burkinabé sigue siendo la que llega detrás del hombre, y no a la vez que él.

Los regímenes políticos neocoloniales que se han sucedido en Burkina Faso han abordado el asunto de la emancipación de la mujer con el planteamiento burgués, que no es más que ilusión de libertad y dignidad. La política de moda sobre la «condición femenina», o más bien el feminismo primario que reclama para la mujer el derecho a ser masculina, sólo tuvo repercusión en las escasas mujeres de la pequeña burguesía urbana. La creación del ministerio de la Condición Femenina, dirigido por una mujer, se proclamó como una victoria.

Pero ¿existía una conciencia real de esa condición femenina? ¿Se tenía conciencia de que la condición femenina es la condición del 52% de la población burkinabé? ¿Se sabía que esta condición estaba determinada por estructuras sociales, políticas y económicas, y por las ideas retrógradas dominantes, y que por consiguiente la transformación de esta condición no era labor de un solo ministerio, aunque tuviera a una mujer al frente?

Tan es así que las mujeres de Burkina, después de varios años de existencia de este ministerio, comprobaron que su condición no había cambiado en absoluto. Y no podía ser de otro modo, porque el planteamiento de la emancipación de las mujeres que había desembocado en la creación de ese ministerio-coartada no quería ver ni poner en evidencia las verdaderas causas de la dominación y la explotación de la mujer. No es de extrañar, entonces, que pese a la existencia de ese ministerio, la prostitución aumentara, el acceso de las mujeres a la educación y el empleo no mejorara, los derechos civiles y políticos de las mujeres siguieran en el limbo y las condiciones de vida de las mujeres, tanto en la ciudad como en el campo, no hubieran mejorado.

¡Mujer florero, mujer coartada política en el gobierno, mujer sirena clientelista en las elecciones, mujer robot en la cocina, mujer frustrada por la resignación y las inhibiciones impuestas a pesar de su apertura mental! Sea cual sea su sitio en el espectro del dolor, sea cual sea su forma urbana o rural de sufrir, ella sigue sufriendo.

Pero bastó una noche para situar a la mujer en el centro del progreso familiar y de la solidaridad nacional.

La aurora siguiente del 4 de agosto de 1983, portadora de libertad, alumbró el camino para que todos juntos, iguales, solidarios y complementarios, marcháramos codo con codo, en un solo pueblo.

La revolución de agosto encontró a la mujer burkinabé en una situación de sumisión y explotación por una sociedad neocolonial muy influida por la ideología de las fuerzas retrógradas. Tenía que romper con la política reaccionaria, preconizada y aplicada hasta entonces también en el ámbito de la emancipación de la mujer, y definir claramente una política nueva, justa y revolucionaria.

Nuestra revolución y la emancipación de la mujer

El 2 de octubre de 1983 el Consejo Nacional de la Revolución expuso claramente en el Discurso de Orientación Política cuál era el eje principal del combate por la liberación de la mujer. Se comprometió a trabajar por la movilización, la organización y la unión de todas las fuerzas vivas de la nación y de la mujer en particular. El Discurso de Orientación Política precisaba, acerca de la mujer: «Se incorporará a todos los combates que entablemos contra los obstáculos de la sociedad neocolonial y por la construcción de una sociedad nueva. Se incorporará en todos los noveles de planificación, decisión y ejecución para la organización de la vida de toda la nación».

Esta empresa grandiosa se propone construir una sociedad libre y próspera donde la mujer sea igual al hombre en todos los ámbitos. No puede haber una forma más clara de concebir y enunciar la cuestión de la mujer y la lucha emancipadora que nos espera.

«La verdadera emancipación de la mujer es la que responsabiliza a la mujer, la incorpora a las actividades productivas, a las luchas del pueblo. La verdadera emancipación de la mujer es la que propicia la consideración y el respeto del hombre.»

Esto indica claramente, compañeras militantes, que la lucha por la liberación de la mujer es ante todo vuestra lucha por el fortalecimiento de la revolución democrática y popular. Una revolución que os da la palabra y el poder de decir y obrar para la edificación de una sociedad de justicia e igualdad, donde la mujer y el hombre tengan los mismos derechos y deberes. La revolución democrática y popular ha creado las condiciones para este combate libertador. Os corresponde a vosotras obrar con responsabilidad para, por un lado, romper las cadenas y trabas que esclavizan a la mujer en sociedades atrasadas como la nuestra, y por otro, asumir la parte de responsabilidad que os corresponde en la política de edificación de la sociedad nueva, en beneficio de África y de toda la humanidad.

En las primeras horas de la revolución democrática y popular ya lo decíamos: «la emancipación, como la libertad, no se concede, se conquista. Corresponde a las propias mujeres plantear sus demandas y movilizarse para hacerlas realidad». Nuestra revolución no sólo ha marcado una meta en la lucha por la emancipación de la mujer, sino que ha señalado el camino a seguir, los medios necesarios y los principales actores de este combate. Pronto hará cuatro años que trabajamos juntos, hombres y mujeres, para cosechar victorias y avanzar hacia el objetivo final.

Debemos ser conscientes de las batallas reñidas, los éxitos alcanzados, los fracasos sufridos y las dificultades encontradas para preparar y dirigir los combates futuros. ¿Qué es lo que ha hecho la revolución democrática y popular por la emancipación de la mujer?

¿Cuáles son los logros y los obstáculos?

Uno de los mayores aciertos de nuestra revolución en la lucha por la emancipación de la mujer ha sido, sin duda, la creación de la Unión de las Mujeres de Burkina (UFB por sus siglas en francés). La creación de esta organización es un gran acierto porque ha dado a las mujeres de nuestro país un marco y unos medios seguros para entablar el combate victoriosamente. La creación de la UFB es uan gran victoria, porque une a todas las mujeres militantes con objetivos concretos, justos, para el combate libertador dirigido por el Consejo Nacional de la Revolución. La UFB es la organización de las mujeres militantes y responsables, dispuestas a trabajar para transformar la realidad, a luchar para vencer, a caer y volver a levantarse cada vez para avanzar sin retroceder.

Ha surgido una conciencia nueva entre las mujeres de Borkina, y todos debemos estar orgullosos de ello. Compañeras militantes, la Unión de las Mujeres de Burkina es vuestra organización de combate. Tendréis que afilarla bien para que sus tajos sean más cortantes y os deparen cada vez más victorias. Las iniciativas que el gobierno ha tenido desde hace algo más de tres años para lograr la emancipación de la mujer son sin duda insuficientes, pero han permitido cubrir una etapa del camino, y nuestro país puede presentarse hoy en la vanguardia del combate libertador de la mujer. Nuestras mujeres participan cada vez más en las tomas de decisión, en el ejercicio efectivo del poder popular.

Las mujeres de Burkina están allí donde se construye el país, están en las obras: el Sourou (valle irrigado), la reforestación, la vacunación, las operaciones «Ciudades limpias», la batalla del tren, etc. Poco a poco, las mujeres de Burkina ocupan espacios y se imponen, haciendo retroceder las ideas falocráticas y retrógradas de los hombres. Y seguirán así hasta que la mujer de Burkina esté presente en todo el tejido social y profesional. Nuestra revolución, durante estos tres años y medio, ha trabajado por la eliminación progresiva de las prácticas que desvalorizan a la mujer, como la prostitución y otras lacras, como el vagabundeo y la delincuencia de las jóvenes, el matrimonio forzoso, la ablación y las condiciones de vida especialmente difíciles de la mujer.

La revolución procura resolver en todas partes el problema del agua, instala molinos en los pueblos, mejora las viviendas, crea guarderías populares, vacuna a diario, promueve una alimentación sana, abundante y variada, y con ello contribuye a mejorar las condiciones de vida de la mujer burkinabé.

Esta debe comprometerse más a aplicar las consignas antiimperialistas, a producir y consumir burkinabé, imponiéndose como un agente económico de primer orden, tanto productor como consumidor de productos locales.

La revolución de agosto, sin duda, ha avanzado mucho por la senda de la emancipación de la mujer, pero lo hecho hasta ahora es insuficiente. Nos queda mucho por hacer.

Para llevarlo a cabo debemos ser conscientes de las dificultades con que tropezamos. Los obstáculos y las dificultades son muchos. Ante todo el analfabetismo y el bajo nivel de conciencia política, agravados por la poderosa influencia de las fuerzas retrógradas en nuestras sociedades atrasadas.

Debemos trabajar con perseverancia para superar estos dos obstáculos principales. Porque mientras las mujeres no tengan conciencia clara de la justeza de nuestra lucha política y de los medios necesarios, corremos el riesgo de tropezar e incluso de retroceder.

Por eso la Unión de las Mujeres de Burkina tiene que cumplir plenamente su función. Las mujeres de la UFB tienen que trabajar para superar sus insuficiencias, para romper con las prácticas y el comportamiento que siempre se han considerado propios de mujeres y lamentablemente se sigue dando a diario en los comportamientos y los razonamientos de muchas mujeres. Son todas esas mezquindades como la envidia, el exhibicionismo, las críticas incesantes y gratuitas, negativas y sin fundamento, la difamación mutua, el subjetivismo a flor de piel, las rivalidades, etc. Una mujer revolucionaria debe vencer estos comportamientos, especialmente acentuados en la pequeña burguesía. Porque son perjudiciales para el trabajo en grupo, dado que el combate por la liberación de la mujer es un trabajo organizado que necesita la contribución del conjunto de las mujeres.

Juntos debemos trabajar por incorporar a la mujer al trabajo. A un trabajo emancipador y liberador que garantice a la mujer su independencia económica, un peso social mayor y un conocimiento más justo y completo del mundo.

Nuestra noción del poder económico de la mujer debe apartarse de la codicia vulgar y de la avidez materialista que convierten a algunas mujeres en bolsas de valores especuladoras, en cajas fuertes ambulantes. Son mujeres que pierden la dignidad, el control y los principios en cuanto oyen el tintineo de las joyas o el crujido de los billetes. Algunas de estas mujeres, lamentablemente, hacen que los hombres caigan en los excesos del endeudamiento o incluso de la corrupción. Estas mujeres son peligrosas arenas movedizas, fétidas, que apagan la llama revolucionaria de sus esposos o compañeros militantes. Se han dado tristes casos de ardores revolucionarios que se han apagado y el compromiso del marido se ha apartado de la causa del pueblo por tener una mujer egoísta y arisca, celosa y envidiosa.

La educación y la emancipación económica mal entendidas y enfocadas pueden ser motivo de desdicha para las mujeres y por tanto para la sociedad. Solicitadas como amantes, son abandonadas cuando llegan las dificultades. La opinión común sobre ellas es implacable: la intelectual está «fuera de lugar», y la que es muy rica resulta sospechosa. Todas están condenadas a un celibato que no sería grave si no fuera la expresión misma de un ostracismo generalizado de toda una sociedad contra unas personas, víctimas inocentes porque desconocen por completo cuál es su delito y su defecto, frustradas porque día a día su afectividad se transforma en hipocondría. A muchas mujeres el saber sólo les ha dado desengaños, y la fortuna ha producido muchos infortunios.

La solución de estas paradojas aparentes consiste en que las desdichadas cultas o ricas pongan al servicio de su pueblo su gran instrucción, sus grandes riquezas. Así se granjearán el aprecio y hasta la adulación de todas las personas a las que darán un poco de alegría. En estas condiciones ya no podrán sentirse solas. La plenitud sentimental se alcanza cuando se consigue que el amor a uno mismo y de uno mismo se convierta en el amor al otro y el amor de los otros.

Nuestras mujeres no deben retroceder ante las luchas multiformes que les permitirán asumirse plenamente, con valentía, y experimentar así la felicidad de ser ellas mismas, y no la domesticación de ellas por ellos.

Todavía hoy, para muchas de nuestras mujeres, la protección de un hombre es la mejor garantía contra el qué dirán opresor. Se casan sin amor y sin alegría de vivir con un patán, un insulso alejado de la vida y las luchas del pueblo. Es frecuente que las mujeres exijan una gran independencia y reclamen al mismo tiempo la protección, peor aún, estar bajo el protectorado colonial de un varón. Creen que no pueden vivir de otro modo.

¡No! Tenemos que decirles a nuestras hermanas que el matrimonio, si no aporta nada a la sociedad y no las hace felices, no es indispensable, e incluso se debe evitar. Al contrario, mostrémosles cada día el ejemplo de unas pioneras osadas e intrépidas que en su celibato, con o sin hijos, están de un humor excelente y prodigan riquezas y disponibilidad a los demás. Incluso despiertan la envidia de las casadas desdichadas, por las simpatías que se granjean, la felicidad que les depara su libertad, su dignidad y su disponibilidad.

Las mujeres han dado sobradas muestras de capacidad para mantener s su familia, criar a los niños, en una palabra, ser responsables sin necesidad de estar sometidas a la tutela de un hombre. La sociedad ha evolucionado lo suficiente para que se acabe la marginación injusta de la mujer sin marido. Revolucionarios, debemos lograr que el matrimonio sea una opción enriquecedora, y no esa lotería de la que se sabe lo que se gasta al principio, pero no lo que se va a ganar. Los sentimientos son demasiado nobles para jugar con ellos.

Otra dificultad, sin duda, es la actitud feudal, reaccionaria y pasiva de muchos hombres, que tienen un comportamiento retrógrado. No quieren que se cuestione el dominio absoluto sobre la mujer en el hogar o en la sociedad en general. En el combate por la edificación de la sociedad nueva, que es un combate revolucionario, estos hombres, con sus prácticas, se sitúan en el lado de la reacción y la contrarrevolución. Porque la revolución no puede tener éxito sin la emancipación verdadera de las mujeres.

Por eso, compañeras militantes, tenemos que ser muy conscientes de todas estas dificultades para afrontar los combates futuros.

La mujer, lo mismo que el hombre, tiene cualidades pero también defectos, lo que demuestra que la mujer es igual al hombre. Si destacamos deliberadamente las cualidades de la mujer, no es porque tengamos de ella una visión idealizada. Simplemente queremos poner de relieve sus cualidades y habilidades, que el hombre y la sociedad siempre han ocultado para justificar la explotación y el sometimiento de la mujer.

¿Cómo podemos organizarnos para acelerar la marcha hacia la emancipación?

Nuestros medios son irrisorios, pero nuestra ambición es grande. Nuestra voluntad y nuestra firme convicción de avanzar no bastan para alcanzar la meta. Debemos sumar fuerzas, todas nuestras fuerzas, coordinarlas para que la lucha tenga éxito. Desde hace más de dos décadas se habla mucho de emancipación en nuestro país, hay mucho debate al respecto. Hoy se trata de abordar el asunto de la emancipación de forma global, evitando las irresponsabilidades que impidieron reunir todas las fuerzas en la lucha y quitaron importancia a esta cuestión crucial, y evitando también las huidas hacia delante que dejarían atrás a aquellos y sobre todo aquellas que deben estar en primera línea.

(...)

Por eso, compañeras, os necesitamos para una verdadera liberación de todos nosotros. Sé que siempre hallaréis la fuerza y el tiempo necesarios para ayudarnos a salvar nuestra sociedad.

Compañeras, no habrá revolución social verdadera hasta que la mujer se libere. Que mis ojos no tengan que ver nunca una sociedad donde se mantiene en silencio a la mitad del pueblo. Oigo el estruendo de este silencio de las mujeres, presiento el fragor de su borrasca, siento la furia de su rebelión. Tengo esperanza en la irrupción fecunda de la revolución, a la que ellas aportarán la fuerza y la rigurosa justicia salidas de sus entrañas de oprimidas.

Compañeras, adelante por la conquista del futuro. El futuro es revolucionario. El futuro pertenece a los que luchan.

¡Patria o muerte, venceremos!