**Lorenzo Peña
§1.-- Datos geográficos
Afganistán es un país de 652 mil km². (España tiene 504 mil.) El Afganistán es un país enclavado, sin salida al mar ni siquiera a un gran lago. Su superficie acuática es nula (salvo el lecho de los ríos que surcan su territorio, en general angostos y poco caudalosos). La longitud total de sus fronteras terrestres es de 5.529 Km. Limita al sur y al este con el Paquistán (longitud de la frontera: 2.430 Km); al este también con la República Popular China (un pasillo de 76 Km de anchura); al norte, con las repúblicas ex-soviéticas de Tayiquistán (1.206 Km), Usbequistán (137 Km) y Turcmenistán (744 Km); al oeste con Persia (República Islámica del Irán) --936 Km.
Es un país árido y montañoso, con un clima continental duro. La montaña más elevada es Nowshak a 7.485 metros de altitud. Tienen lugar devastadores terremotos en la cadena montañosa del Hindu Kush y también fuertes inundaciones. La erosión del terreno es fuerte y las guerras han acarreado una gran deforestación; hay crecientes bolsas de desertificación.
Tiene escasos recursos naturales: poco gas y petróleo, algo de carbón, cobre, azufre, zinc, mineral de hierro, sal, y poco más. Tampoco tiene grandes riquezas agrícolas: las tierras cultivables abarcan sólo el 12% de la superficie. Eso sí, el fundamentalismo religioso islámico --del que hablaré después--, con financiación estadounidense, propició el cultivo de drogas, convirtiéndose así el Afganistán en el segundo productor mundial de amapola y un exportador de hashish.
El Afganistán tiene una población de 22 millones de habitantes. (España tiene 40 millones.) Según la CIA (no habiendo al parecer otras fuentes disponibles) su producto interno bruto por habitante es de 800 dólares, por debajo del Congo-Kinshasa, Eritrea, Chad, Benín, Liberia y Gaza (y por encima de pocos países como Somalia, Ruanda, Burundi y Níger).
Tiene, pues, una baja densidad demográfica. Elevada mortalidad infantil (151 por mil). Baja esperanza de vida (46,8 años; en España es de 78 años y en Portugal de 75,3 años). Poco más de la quinta parte de la población es urbana. El analfabetismo masculino es del 49,6% y el femenino del 79,9%. (En la vecina Persia las cifras son, respectivamente, del 17,3 y el 31,3 %).
(Para comparar: el PIB español por habitante es de 14.100, rango nº 38, por debajo de Nueva Zelanda, Chipre, Israel, Kuwait, Taiwán [República de China] y Brunei; el PIB/h de Suiza es de 39.980 dólares.)
Las ciudades principales de Afganistán son: Kabul, la capital, con unos tres millones de habitantes; Candajar, Herat, Mazari-Sharif y Yalalabad.
Por su composición nacional, el pueblo afgano no está formado por ninguna nacionalidad mayoritaria, lo cual es una situación que se repite en muchos países de Asia y África donde todas las nacionalidades que forman la población son minoritarias. La minoría más numerosa son los pashtunes (o afganos propiamente dichos, en el sentido étnico de la palabra). Pertenecen al tronco iranio oriental; el idioma afgano está, pues, emparentado con el persa; un persa dialectal es otro de los idiomas hablados en Afganistán, el dari. Entre ambos suman en torno al 65% de la población.
Otras nacionalidades son los tayicos (son el grupo nacional que da su nombre a la vecina República ex-soviética del Tayikistán, encajada entre la China y el Usbequistán); los hazaras; los usbecos y turcomanos (un 11%); los aimacos y los baluchos. Tayicos y hazaras hablan lenguas persas, aunque sus orígenes étnicos son variados --y los segundos proceden en parte de los mongoles; los usbecos y turcomanos hablan idiomas turcos, emparentados con la lengua hoy predominante en Anatolia. Se hablan en el país otras 30 lenguas. Una gran parte de la población es plurilingüe.
Pese a esa composición nacional abigarrada, el Afganistán no es un estado artificial. No ha surgido como una imposición ideada en las cancillerías de grandes potencias foráneas y cuyas fronteras hayan sido trazadas arbitrariamente desde una oficina geográfica a miles de km. --que es lo que les ha pasado a la mayoría de los Estados de África (y de algún modo a Estados artificialmente creados por la colonización o descolonización europeas como Indonesia y Pakistán). Al revés, el Afganistán es un producto de la historia, con varios siglos de unidad como estado nacional, resultado de hechos históricos en los que fueron factores: la voluntad de las poblaciones, las similitudes culturales, las delimitaciones geográficas naturales, las tradiciones y, por supuesto, las vicisitudes histórico-políticas, pero como fruto de una historia propia, no impuesta desde fuera.
En lo religioso, el 99% de la población es mahometana, pero dividida en las dos grandes ramas del Islam: el 70% son sunitas, o sea musulmanes ortodoxos; un 25% son shiitas (siendo esa línea preponderante entre algunas minorías nacionales del norte). Hay un pequeña minoría hinduista, mientras que ha desaparecido prácticamente el budismo --tan extendido en el país en el período preislámico.
§2.-- Datos históricos
Históricamente el Afganistán tendió, en la era preislámica, a estar integrado en el Imperio persa (dinastías de los Aqueménides, Partos y Sanánidas), aunque también partes del territorio formaron, junto con tierras contiguas del Hindostán, reinos budistas o hinduístas. Tras la conquista árabe en 698 (13 años antes del desembarco árabe en España), pasa por diversas vicisitudes en las que no me voy a detener: mencionaré, nada más, las conquistas mongolas de Gengis-Khan en 1221 y de Tamorlán, en 1370-1405.
A comienzos del siglo XVIII el actual Afganistán se hallaba dividido entre los dominios del imperio persa, al oeste, y los del Gran Mogol de la India islámica al este (la dinastía de los grandes mogules descendía de Tamorlán, que descendía de Gengis Kan, aunque el grupo étnico predominante en el inestable imperio tamurlano era una mezcla mongolo-turca, con prevalencia turca; de todos modos los idiomas turcos y mongoles son ramas del tronco común uralo-altaico, del que también se desgajaron los de la familia fino-ugriana: húngaro, carelio, finés y estoniano; existe una hipótesis lingüística de un remoto proto-idioma llamado «nostrático» del que se derivarían las familias de lenguas uralo-altaicas, las indoeuropeas y las camito-semíticas, o sea una amplísima gama de lenguas habladas en el continente afro-eurasiático).
El Afganistán moderno se forma en los siglos XVII y XVIII, al salir de un largo período en que el territorio poblado por los afganos estaba dividido entre los dominios del rey de Persia (el Shah) y el soberano islámico de la India septentrional (el «Gran Mogol»). En 1747 se funda la dinastía de emires o reyes afganos, la casa durrani.
Afganistán consolida su independencia en tres guerras de resistencia a las agresiones colonialistas inglesas. La primera en 1838-42; la segunda en 1878-80 (en ella Inglaterra logra imponerle al Afganistán un régimen de protectorado); la tercera en 1919, un año después del final de la I Guerra Mundial: gracias a la ayuda de la joven Rusia soviética, el Afganistán, sin conseguir derrotar militarmente a los colonialistas británicos, logra empero que éstos le devuelvan la independencia. El protectorado inglés había durado 39 años.
Durante ese período de protectorado británico, los colonialistas ingleses le arrancan al Afganistán una parte de su territorio de habla pashtuna para incorporarlo a la India (colonia inglesa); trátase de la línea Durand, impuesta por los colonialistas en 1893 y gracias a la cual hoy el artificial estado de «Pakistán» sigue ocupando una amplia zona del Afganistán histórico (lingüísticamente afgana).
En 1929 el Intelligence Service inglés organiza en Kabul un golpe por el cual es depuesto el emir Amanulláh, apoderándose del trono un usurpador, que será fusilado tras un lapso de anarquía y caos. Vuelve entonces la corona a la familia destronada.
El 9 de julio de 1937, el Afganistán firma un pacto colectivo de no agresión (fórmula muy de moda entonces) con Turquía, Persia y Mesopotamia (Irak), ésta última recién independizada del «mandato» británico, del que logró emanciparse --sobre el papel-- en 1932. A la vez, Afganistán siempre estuvo en buenas relaciones con la Rusia soviética.
En 1947, al conquistar la India su independencia, Afganistán aspira a recuperar el territorio que le habían arrebatado por la fuerza los ingleses 54 años antes.
Mas el colonialismo forma entonces el artificial estado de «Pakistán», nombre inventado por un puñado de exaltados islamistas indios y de señores feudales (como el Aga Kan). Para ello se divide a la India (o Hindostán --como entonces se llamaba) por una línea religiosa arbitraria, trazada sobre el papel, y que incorpora a territorios sin contigüidad ni especial afinidad entre sí. El reino de Afganistán vota en la ONU en 1947 contra la admisión de ese engendro de «Pakistán», pero es derrotado.
(Por cierto `Pakistán' es una sigla: la desinencia `-istán', `país', se une a las iniciales de tres regiones a las que, por su mayoría musulmana, se quería integrar en el invento político: Punyab, Afganistán y Kachemira; el segundo no ha llegado nunca a formar parte del Paquistán; Cachemira sólo en un tercio de su territorio; y Punyab sólo en parte también.)
En 1955, bajo auspicios de los EE.UU, firman el Pacto de Bagdad el Paquistán, Turquía, el Imperio Británico, el Irán (todavía bajo poder del Shah, que había recuperado un par de años antes su poder absoluto gracias a un complot de la CIA), y el Iraq (bajo el cetro de la rama oriental de la dinastía jachemita, todavía hoy reinante en Jordania): tres monarquías y dos repúblicas. Trátase de una alianza militar ofensiva, que viene a ser como un anexo de la NATO. El Afganistán --adoptando una opción neutralista y de no alineamiento-- se mantiene alejado de ese bloque (en el cual también rehúsan integrarse Egipto y Siria) y que duraría poco, ya que en julio de 1958 cae la monarqía en Mesopotamia.
En 1964 el emir otorga una constitución, pero el régimen sigue siendo una monarquía semi-absoluta. El 17 de julio de 1973 tiene lugar una revolución y cae la monarquía: el derrocado rey Mohammed Zahir Shah se ve forzado a abandonar el país y viene proclamado Presidente de la flamante República un miembro de la familia real, Mohammed Daud.
§3.-- La proclamación de la república y el progreso social
La nueva república, proclamada en 1973, sigue al principio una orientación moderada y, en parte, continuadora del sistema derrocado, a cuya élite pertenecen todavía muchos de los nuevos dirigentes. En marzo de 1978 estalla una segunda revolución. Va ganando posiciones el partido democrático popular (al que los periodistas occidentales tildan de `comunista', sin ofrecer empero un criterio para atribuir esa denominación, salvo que los por ella galardonados se han merecido el desagrado de Washington).
Prodúcense entonces nacionalizaciones, medidas de reforma agraria y de escolarización en masa; suprímese la desigualdad de sexos, se prohíbe la compraventa de esposas, se condonan las deudas a los campesinos.
Tras varios enfrentamientos internos de la dirigencia republicana afgana --hostigada por la rebelión feudo-religiosa, de la que hablaré después-- estalla un golpe de estado el 14 de septiembre de 1979 que lleva al poder a Babrak Karmal, político conciliador, que repudia el radicalismo de su predecesor, Amín Hafizulláh --a quien acusa de haber maquinado un golpe contrarrevolucionario.
La reforma agraria, iniciada en 1978, beneficia a un cuarto de millón de familias campesinas. Se decreta la enseñanza obligatoria universal para todos, sin distinción de sexo. Se extiende el cuidado a la salud, alcanzando a más de las 3/4 partes de la población urbana. La escolarización llega en el bienio 1985-87 al 63 % de los niños de uno u otro sexo. La esperanza de vida pasa de 33 años en 1960 a 42 en 1988. No están lejos del millón los adultos que vienen alfabetizados, al menos parcialmente. Incrémentase en un 50 % el número de médicos y se duplica el total de camas en los hospitales; se levantan las primeras casas cuna y los hogares de descanso para trabajadores.
En ese período el analfabetismo femenino baja del 98 al 75 %. Miles de mujeres afganas empiezan a vestirse de manera moderna. Se toman medidas contra la poligamia. La vicepresidenta de la Unión de Mujeres Democráticas, Safika Razmiha, declara en 1988: `si no se logra la igualdad de la mujer en nuestra sociedad, es imposible avanzar por el camino del progreso social. Muchos miles de mujeres afganas aún están encerradas en los harenes, millones ocultan su rostro bajo el chador y el 75 % de ellas son analfabetas. La revolución afgana realiza un ingente trabajo para emancipar a la mujer. Pero la correlación de fuerzas es todavía favorable a los atrasos feudales'.
§4.-- ¿Invasión soviética?
Facilitada por las discordias intestinas del grupo dirigente, se inicia la intervención norteamericana, que derrocha un maná de dólares y otro de armas para empujar a los cabecillas religiosos a una guerra santa contra el infiel (ese infiel lo forman las nuevas autoridades que quieren introducir algo de modernización en la anquilosada sociedad afgana).
La revuelta, financiada por los EE.UU. y sus aliados, está acaudillada por el partido musulmán Hezb-i-Islamí y por la Unión Islámica, Yamaiyát-i-Islamí. En 1978 tiene lugar la caída del Shah de Persia y se proclama en Teherán la República islámica (shiíta).
Ya en los primeros meses del año 1978 los EE.UU montan en la capital paquistaní, Islamabad, un centro de mando bélico que, bajo cuerda, guía la acción de las diversas huestes feudo-islamistas. Zbigniew Brzezinski, asesor del presidente estadounidense, Jimmy Carter, urde las operaciones clandestinas de adiestramiento bélico, armamento y financiación de esos soldados de la fe. Instálanse para ello 120 campos de entrenamiento en el Paquistán, con instructores pagados por los EE.UU. La Casa Blanca maquina, con éxito, una confabulación de regímenes antipopulares para respaldar la cruzada islamista; participan los servicios secretos del Paquistán, Israel, Arabia Saudita (y demás petromonarquías del Golfo Pérsico). Por sus propios motivos, apoyan también la campaña de los feudales afganos ciertos regímenes no subordinados a los EE.UU, como la R.P. China y la República Islámica del Irán (es el período de la guerra entre Irán e Iraq).
La ayuda que reciben las enardecidas mesnadas de la guerra santa asciende a unos mil millones de dólares anuales, suministrados en su mayor parte por los EE.UU.
En agosto de 1979 el gobierno afgano, para combatir a esas hordas reaccionarias armadas y financiadas por Washington, pide ayuda militar a la URSS, llegando al país varios miles de soldados rusos. La novedad de esa presencia era relativa, porque, desde 1919, Afganistán estaba estrechamente ligado a la Rusia soviética, a cuya ayuda debía su independencia, como hemos visto; los emires afganos solían estar en excelentes términos con Moscú y dar la bienvenida a personal técnico soviético, civil y militar, gracias al cual el país había comenzado a entrar en el siglo XX (aunque en muchas cosas siguiera todavía en la Edad Media).
Se ha alegado por los justificadores de la intervención pro-islamista occidental que el Presidente Babrak Karmal fue impuesto por las tropas soviéticas. En realidad, según lo hemos visto, el régimen republicano dizque «comunista» se había establecido en 1978 (tras un lustro de república de los notables), sin intervención alguna de la Unión Soviética, como un hecho puramente interno del pueblo afgano.
Dentro de ese nuevo régimen, surgido sin participación de Rusia (ni seguramente deseado por ella, ya que probablemente hubiera preferido que se mantuviera en el poder la vieja élite neutralista o incluso la monarquía), estallaron conflictos internos cuya verdadera índole es difícil de desentrañar. En ellos Rusia favoreció al ala moderada de Babrak Karmal, que quería una política de concesiones hacia los feudo-islamistas, frente a la línea «dura» de Hafizulláh Amín. Qué hubiera de verdad en las acusaciones de Babrak Karmal contra su depuesto predecesor podemos dejarlo al estudio de los historiadores.
Lo que es seguro es que el partido popular democrático del Afganistán no accedió al poder por intervención de las tropas rusas (ni siquiera probablemente por acción alguna que viniera de Moscú), sino por el desarrollo y desenlace de problemas y conflictos internos de la sociedad afgana.
Al envío de tropas soviéticas en 1979 lo llaman los periodistas «invasión soviética». No hay tal invasión.
Invadir un país es enviar a él fuerzas militares que ataquen al ejército de ese país y se apoderen de su territorio, arrebatándoselo a la autoridad preestablecida en él e imponiendo desde fuera una ocupación que desemboque en algún tipo de incorporación, anexión o protectorado. La entrada de tropas foráneas en un país a petición del gobierno de ese país y que no altere la soberanía de ese gobierno, ni comporte ataque a sus fuerzas militares, será buena o mala; no es invasión. La llegada a la España franquista de decenas de miles de soldados norteamericanos llamados por el tirano Franco en 1953 para apuntalar y respaldar su poder fue un acto inamistoso hacia el pueblo español (cuando además la República española en el exilio era todavía reconocida por varios estados y la España franquista ni siquiera era un estado reconocido por la ONU); pero no era una invasión, como sí lo había sido la invasión francesa en 1808. Ni es verdad que los ingleses invadieran Francia en 1940, llamados por el gobierno francés para repeler la agresión alemana. Invadir es invadir, no otra cosa.
§5.-- La guerra santa. La capitulación
La brutal guerrilla fundamentalista-feudal de los años siguientes --que, según lo acabamos de ver, les costó a los servicios secretos occidentales un dineral sin precedentes-- tiene rasgos que se parecen a los de nuestras guerras carlistas, pero con mayor brutalidad, por el atraso del país, su medievalismo, y por la lluvia de dólares y de armas terroríficas que los EE.UU. hacen llegar a sus servidores locales, aureolados con el título de «muyahidines» o milicianos de la fe. Ahí se forma todo el islamismo moderno.
Esas hordas de la fe queman vivos a campesinos que simpatizan con el gobierno, destruyen centenares de escuelas, sanatorios y puentes; y hasta aterrorizan a los líderes religiosos que se mantuvieran leales al gobierno. Asesinan al predicador de la mezquita central de Kabul, Maulán Abdul Jamid. Envenenan a cien muchachas de un instituto de la capital afgana. Hacen estallar bombas en plazas comerciales, cines y otros lugares de pública concurrencia. De 1978 a 1986 destruyen casi 2 mil colegios y 31 dispensarios médico-quirúrgicos; vienen saqueadas 906 cooperativas agrarias; entre los estragos y desmanes de los reaccionarios está la voladura de fábricas y centrales eléctricas, y el destrozo de 41 mil km. de líneas de comunicación.
En 1986 los feudales sublevados reciben de los EE.UU. misiles Stinger y de Inglaterra los misiles Blowpipes. Aun así, todavía el gobierno afgano podía resistir perfectamente y controlaba casi todo el territorio, además de disfrutar del apoyo masivo de buena parte de la población urbana.
Tras la llegada de Gorbachof al poder en Moscú, Rusia impone un cambio de timón al equipo dirigente en Kabul. Babrak Karmal viene reemplazado por el capitulador Nayibulláh.
En 1988 Gorbachof fuerza al gobierno afgano a claudicar ante las hordas islamistas. El 14 de abril se firma en Ginebra un armisticio, que rompen sin embargo los sublevados. Rusia trata de favorecer la restauración de la monarquía como fórmula de compromiso, pero los islamistas no aceptan ninguna transacción. El 15 de febrero de 1989 la URSS retira a las pocas tropas que aún permanecían en el Afganistán. Empieza la erosión del acosado gobierno progresista de Kabul. No podrán salvarlo a la postre sus cada vez mayores concesiones a la rebelión islamista, fomentada por Occidente.
Tras unos meses de desgaste, querellas fratricidas, traiciones y conjuras, cae finalmente Nayibulláh; pero no inmediatamente después de la retirada total de las tropas rusas, sino sólo tres años más tarde, en abril de 1992. Lo cual demuestra que ese gobierno no era una marioneta de los rusos, como se nos quiere hacer creer. Entran en Kabul los islamistas.
No llega con ellos la paz. Entre las diversas facciones religiosas estalla una guerra a muerte; muerte que afecta principalmente a la sufrida población de Kabul, que tiene que sufrir estragos y explosiones mucho peores que los que había padecido nunca antes. Y es que lo que ocultan los periodistas es que, durante esos años de régimen republicano-progresista, salvo enfrentamientos esporádicos, la brutal guerra de guerrillas sólo marginalmente llegaba a la capital o a las otras grandes ciudades, que permanecían totalmente adictas al gobierno, cuyas reformas apoyaban masivamente. Los fanáticos que, con apoyo de la CIA, asaltaron el poder en 1992, odiaban a la población urbana y le impusieron un calvario vindicativo por haber permanecido leal al gobierno ahora derrocado; cada facción descargaba sus morteros sobre el pueblo matando a mansalva.
Es larguísima la lista de las facciones (a cuál más fanática) de esa nebulosa islamista (hoy en parte coaligadas en la Liga Norte), nebulosa que fue impuesta en el poder en 1992 por los EE.UU. Enumeremos unas pocas: Frente Unido Islámico de Salvación del Afganistán, Movimiento Nacional Islámico, Sociedad Islámica, Partido de la Unidad Islámica, Partido Islámico, Hizbi Islami-Khalis (otra fracción del mismo), Unión Islámica de Liberación del Afganistán, Harakat-Inqilab-i-Islami, Jabha-i-Najat-i-Milli Afghanistan, etc.
Los gobiernos islamistas de facto que ocuparon el poder interinamente desde 1992 suprimieron el Parlamento (que había venido funcionando con el gobierno republicano-progresista que habían derrocado) y destrozaron el sistema judicial (instalando en su lugar cadíes religiosos locales que juzgan según la ley islámica o shariá).
§6.-- Los talibanes en el poder
El 27 de septiembre de 1996 una facción islamista menor, la de los talibanes --inicialmente de poca monta--, logró un fulgurante ascenso al poder, desalojando a esas otras camarillas rivales porque vinieron como pacificadores y proclamaron que --con sus inacabables guerras intestinas que victimizaban y hostigaban a la población civil-- aquellos grupos islamistas que los habían precedido en el ejercicio de la supremacía política no habían podido adquirir ni autoridad efectiva, ni legitimación de facto; ésos son los grupos que forman hoy, en 2001, la llamada `Liga Norte', auspiciada por los EE.UU, una vez que éstos se han peleado con los talibanes.
El movimiento talibán en 1996 se presentaba: como un movimiento joven, honesto, no maleado, civil, formado por personas cultas, alejado de las ambiciones y los peculiares defectos de los jefes guerreros: como un movimiento pacificador. Sin embargo, no era en el fondo más que una nueva ola de esa misma marejada islamista que se había adueñado del país gracias a la intervención de los EE.UU. Puede que sea una élite menos corrupta, menos dedicada al lucro y en la que cuenten más las motivaciones ideológicas. Pero en lo esencial son iguales.