domingo, enero 15, 2012

A proposito del film Hotel Rwanda

nocidio de Ruanda


Se denomina Genocidio de Ruanda al intento de exterminio de la población tutsi por parte del gobierno hegemónicohutu de Ruanda en 1994. En el pasado, en Ruanda se distinguían dos estamentos dentro de la etnia banyaruanda, a la que pertenece casi toda la población: la mayoría hutu y la minoría tutsi. No existe ningún rasgo racial ni lingüístico específico que diferencia a hutus y tutsis. Por lo tanto, después del genocidio, en 1994 ambas distinciones fueron eliminadas de los carnets de identidad. Antes de la independencia del país, sus líderes siempre fueron tutsis. Desde 1961 hasta 1994, el poder fue asumido por los hutus.

Contenido

[ocultar]

[editar]Antecedentes

En el siglo IV a. C. los twas (pigmeos cazadores) penetran en las montañas boscosas de Ruanda y se instalan allí de manera permanente. Unos siglos más tarde, hacia el siglo XI d. C., familias hutus (que son tutsis agricultores) comienzan a llegar a la región y a establecerse de forma sedentaria, conviviendo con los twas en paz. Un siglo después (siglo XII y XIII), llegan a Ruanda familias tutsis (que son hutus ganaderos) provenientes de los alrededores (principalmente de la actualUganda). También estos últimos se instalan en la zona y en el siglo XIV pasan a formar parte de una comunidad formada por twas (cazadores), hutus (agricultores) y tutsis (ganaderos). La convivencia entre las dos últimas etnias fue simbiótica durante un tiempo hasta que a partir del siglo XVI, los principales jefes tutsis inician unas campañas militares contra los hutus, acabando con sus príncipes, a los cuales, de forma cruel y simbólica, cortaron los genitales y los colgaron en los tambores reales buscando humillar a sus contrincantes y recordarles que estos, los hutus, eran súbditos de los tutsis.

A pesar del dominio de los tutsis, las diferencias socioeconómicas no estaban muy pronunciadas. Aunque el pertenecer a uno u otro estamento definía el status social, un hutu, por ejemplo, podía ascender de clase si poseía las suficientes propiedades; sin embargo, ya había comenzado una relación de vasallaje dominada por la casta menos significativa en la zona, los tutsis, con un 14% de la población.

En el siglo XIX, los reyes tutsis habían afianzado su dominio. La mejor organización del clan real Nyiginya dominaba todo el país, lo que provocó una casta militar y social compuesta por tutsis y que excluía a la mayoría de la etnia hutu. Fue en este siglo, a raíz de estas circunstancias, cuando se creó una estructura socioeconómica clasista que aumentaría durante ese siglo a causa de la colonización europea; alemana en primer lugar (1897-1916) y luego belga, por mandato de la Sociedad de Naciones, debido a las sanciones impuestas a Prusia. La influencia occidental, a través de la introducción artificial por los belgas de un carné étnico (1934) que otorgaba a los tutsis mayor nivel social y mejores puestos en la administración colonial, acabó institucionalizando definitivamente las diferencias sociales. Mientras tanto, los pigmeos twas, gozaron de un relativo buen trato por parte de la casta tutsi que consideraba a los cazadores de las montañas por encima de los hutus en la pirámide social.

Con la colonización belga, el sistema sociopolítico se reforzó aún más en favor del estamento dominante: los tutsis. La necesidad de una expansión colonialconsensuada dividió el continente africano en zonas dominadas por los países europeos que reforzaron a unos grupos u otros dependiendo de sus intereses. Cuando la administración belga consideró que las reivindicaciones tutsis eran desmesuradas, cambió de comportamiento y comenzó a apoyar a la mayoría hutu. Finalmente, la rivalidad entre los dos grupos se agudizó con la creación, por iniciativa belga, de varios partidos políticos sobre bases étnicas: la Unión Nacional Ruandesa (UNR), de tendencia antihutu, la Unión Democrática Ruandesa (RADER), el Partido del Movimiento de Emancipación Hutu (Parmehutu) y la Avocación para la Promoción Social de las Masas (Aprosoma) de orientación antitutsi. De igual manera, se debe resaltar el papel de los misioneros europeos por legitimar el sistema social y la dominación colonial, con nuevas normas que limitaban el comportamiento injusto y la explotación de unos por parte de otros.

Mapa actual de Ruanda.

A mitad de siglo XX, en 1958, después de que un grupo hutu con estudios redactara un manifiesto reclamando un cambio social, desde la corte real se respondió con un documento que, entre otras cosas, decía lo siguiente:

Podría preguntarse cómo los hutus reclaman ahora sus derechos al reparto del patrimonio común. De hecho, la relación entre nosotros (tutsis) y ellos (hutus) ha estado siempre fundamentada sobre el vasallaje; no hay, pues, entre ellos y nosotros ningún fundamento de fraternidad. Si nuestros reyes conquistaron el país de los hutus matando a sus reyezuelos, y sometiendo así a los hutus a la servidumbre, ¿cómo pueden ahora pretender ser nuestros hermanos?

Ante esta posición de los gobernantes tutsis, se posicionaron personas como el obispo Perraudin, que fue determinante en el proceso de emancipación hutu. En su carta pastoral del 11 de febrero de 1959, lo manifiesta claramente:

La ley de la justicia y de la caridad pide que las instituciones de un país aseguren realmente a todos sus habitantes los mismos derechos fundamentales y las mismas posibilidades de promoción humana y de participación en los asuntos públicos. Las instituciones que consagren un régimen de privilegios, favoritismo, proteccionismo, bien sea para los individuos o para los grupos sociales, no son conformes a la moral cristiana.

Este es quizá el punto de escisión histórico más importante. A partir de aquí, los hutus comienzan, de forma meditada, a intentar socavar el poder de los tutsis para llegar a un mejor reparto de la riqueza. Un incidente el 1 de noviembre de 1959 entre jóvenes tutsis y uno de los líderes hutus se convirtió en la chispa de una revuelta popular, en la cual, los hutus quemaron propiedades tutsis y asesinaron a varios de sus propietarios. La administración belga, durante dos años de enfrentamientos de bajo nivel entre unos y otros, contabilizó un total de 74 muertos, de los cuales, no obstante, 61 eran hutus asesinados por nuevas miliciastutsis que pretendían acabar con el movimiento revolucionario, el cual respondió con más fuerza ante la represión y, durante los dos años siguientes, alrededor de 20.000 tutsis murieron asesinados. Ante esta espiral de violencia, el 31 de mayo de 1961 la ONU proclamó una amnistía tras comprobar que los enfrentamientos se agravaban y la mayoría hutu ya había provocado el exilio de unos 150.000 tutsis. Aquel mismo año, Ruanda, liderada por la población hutu se independiza deBélgica. Este momento fue aprovechado por la ONU para exigir la organización de un referéndum bajo la vigilancia de observadores. El resultado fue de un 80% del NO a la continuidad de la monarquía tutsi, lo que obligó a los gobernantes a aceptar la República, provocando el exilio de miles de tutsis partidarios del sistema vigente monárquico y contrarios a conceder el poder a los hutus. Los exiliados de corta edad de aquel momento, con el paso de los años, se llegarían a convertir en los fundadores del Frente Patriótico Ruandés, que ocuparía un lugar importante en la guerra de Ruanda de 1990 hasta 1994.

Grégoire Kayibanda fue el primer presidente de una Ruanda liberada del dominio colonial. Los datos de crecimiento económico y estabilidad social eran esperanzadores. A pesar de las diferencias acumuladas durante siglos, tutsis y hutus lograban convivir sin llegar a enfrentamientos generalizados. La masa campesina accedía a la enseñanza y el país, sin demasiados recursos, progresaba. Aun así, los tutsis partidarios del régimen monárquico en el exilio se organizaron en los países limítrofes y lanzaron diversos ataques contra el gobierno ruandés, sin mucho éxito. El odio entre partidarios de la república, de mayoría hutu, y partidarios del régimen anterior a ésta, mayormente de la etnia tutsi, aumentaba y aunque todavía, al principio de la década de los 70, el enfrentamiento no era exarcerbado, ya se estaba fraguando una división social pronunciada que produciría conflictos mayores.

Desafortunadamente en 1972 se produjeron unas terribles matanzas en el vecino Burundi: 350.000 hutus fueron asesinados por tutsis y esto provocó, definitivamente, un sentimiento antitutsi por parte de la mayoría de los hutus en el interior de Ruanda. La población comenzó a exigir a su presidente Grégoire Kayibanda mano dura contra la antaño clase dominante en el país y la respuesta insatisfactoria por parte del presidente y los casos de corrupción en el gobierno, provocaron el golpe de Estado del general Habyarimana (de origen hutu), en julio de 1973.

Pese a su irrupción antidemocrática en la escena política, el gobierno del general realizó una buena gestión del país hasta la segunda mitad de los 80, contando con el apoyo logístico y militar de Francia. También tomó la iniciativa de una reconciliación nacional. Estos datos son confirmados por el Banco Mundial, que presentaba a Ruanda como modelo de desarrollo en el África subsahariana durante la década de los 80, y por Amnistía Internacional, que en 1990, daba como satisfactorio el respeto de los derechos humanos. Aunque la tensión entre partidarios de un lado y otro se mantuvo durante los 17 años siguientes al golpe de Estado de Habyarimana, éste, había conseguido apaciguar a unos y a otros cediendo, sobre todo, que el control financiero del país se concentrara en manos tutsis, lo que demuestra que, a pesar de las acusaciones por parte de los exiliados tutsis de no ser permitidos de vuelta en el país por su etnia, éstos contaban, de nuevo, con una posición de poder. Además, durante algunos años, el FPR se había internado en Ruanda de forma clandestina y había reclutado a muchos jóvenes tutsis por todo el país para recibir una formación ideológica y militar y constituir brigadas secretas, diseminadas masivamente por las colinas. Este hecho es recordado por Tito Rutaremara, ideólogo del FPR:

Hacia el final del 87, se habían constituido 36 células del Frente en el interior del país.

Factores económicos externos, como el descenso del precio del café, principal producto de exportación, y otros internos, sobre todo la corrupción en el Norte del país (lugar de procedencia de Habyarimana) comenzaron a provocar nuevas tensiones en la segunda mitad de la década de los 80. El cada vez peor estado de la situación económica y la acusación de los tutsis exiliados de no ser permitida su vuelta al país, fueron las razones principales que provocaron la Guerra de Ruanda.

En el año 1989 el precio mundial del café se redujo en un 50% lo que hizo que Ruanda perdiera el 40% de sus ingresos por exportación. El país se enfrentó a la peor crisis alimentaria de los últimos 50 años al mismo tiempo que aumentaba el gasto militar en detrimento de los servicios públicos.

En octubre de 1990 el Frente Patriótico Ruandés, compuesto por exiliados tutsis expulsados del país por los hutus con el apoyo del ejército, invade Ruanda desde su vecino Uganda. En 1993 los dos países firman un acuerdo de paz (Acuerdo de Arusha).

En Ruanda se crea un gobierno de transición compuesto por hutus y tutsis.


Genocidio

La Escuela Técnica Murambil, donde muchas víctimas fueron asesinadas, es ahora un museo del genocidio.

En 1994 las milicias hutus, llamadas Interahamwe (que significa "golpeemos juntos"), son entrenadas y equipadas por el ejército ruandés entre arengas y ánimos a la confrontación con los tutsis por parte de la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas (RTLM) dirigida por las facciones hutus más extremas. Estos mensajes incidían en las diferencias que separaban a ambos "grupos étnicos" y, a medida que avanza el conflicto, los llamamientos a la confrontación y a la "caza del tutsi" se hicieron más explícitos, especialmente a partir del mes de abril en el que se hizo circular la historia de que la minoría tutsi planeaba un genocidio contra los hutus.

Según Linda Melvern, una reportera británica que tuvo acceso a documentos oficiales, el genocidio estuvo bien planeado. En el momento del inicio de la matanza, la milicia ruandesa estaba compuesta por 30.000 hombres (un miembro por cada diez familias) y organizados a lo largo del país con representantes en cada vecindario. Algunos miembros de la milicia podían adquirir rifles de asalto Ak-47 con solo rellenar un formulario. Otras armas, como granadas no requirieron ningún papeleo y se distribuyeron masivamente.

El genocidio fue financiado, por lo menos en parte, con el dinero sacado de programas de ayuda internacionales, tales como la financiación proporcionada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional bajo un Programa de Ajuste Estructural. Se estima que se gastaron 134 millones de dólares en la preparación del genocidio—ya de por sí una de las naciones más pobres de la Tierra—con unos 4,6 millones de dólares gastados solo en machetes, azadas, hachas, cuchillos y martillos. Se estima que tal gasto permitió que uno de cada tres varones hutus tuviera un machete nuevo.

Según Melvern, el primer ministro de Ruanda, Jean Kambanda, reveló que el genocidio se discutió abiertamente en reuniones de gabinete, y cómo una ministra de gabinete dijo que estaba "personalmente a favor de conseguir librarse de todos los tutsis... sin tutsis todos los problemas de Ruanda desaparecerían".1




Probablemente, nunca se sabrá cuántos muertos provocó. Se calculan entre 500.000 y 1.000.000.2 Si fueron 800.000 equivaldrían al 11 por ciento del total de la población y 4/5 de los tutsis que vivían en el país. Tampoco se sabe cuántas víctimas ha provocado la venganza tutsi. Aunque se habla del "otro genocidio", parece que no es en absoluto comparable.

El papel de la religión


Cuando las masacres comenzaron en 1994, muchos tutsi y disidentes hutu buscaron refugio en las iglesias.
4 Sin embargo esto facilitó la labor de la interaharnwe(patrullas de la muerte del gobierno y el ejército) que sabía dónde encontrarlos y podía confiar en la delación de clérigos y monjas. Es por este motivo que tantas fotos de fosas comunes muestran suelo santo y es también la razón de que muchos clérigos y monjas se enfrentasen a juicios por genocidio.5 6Ruanda es un país mayoritariamente católico (65% católico, 15% protestante). En 1987, un católico llamado Little Pebbles anuncio que se le había aparecido la virgen y le había anunciado una época de sangre y masacre hasta el retorno de Jesús en el domingo de Pascua de 1992. La Iglesia Católica investigo las apariciones en el monte Kibeho y las declaró fiables.3 La mujer del presidente, Agathe Habyarimana, creía en las apariciones y mantenía una relación próxima con el obispo de Kigali (capital del país), monseñor Vincent Nsengiyumva. Este obispo era además miembro del comité central del partido único del presidente Habyanmana, el NRMD (movimiento revolucionario nacional para el desarrollo, por sus siglas en inglés). Este partido solía animar a los activistas católicos a atacar tiendas en que se vendiesen preservativos. Con el tiempo, se expandió la idea de que la profecía se cumpliría y las "cucarachas" (es decir, la minoría tutsi) tendrían su merecido.

El padre Wenceslas Munyeshyaka es un ejemplo. Figura líder en la catedral de Kigali, escapó a Francia con ayuda de sacerdotes franceses pero fue posteriormente acusado de genocidio por haber aportado listas de civiles a la interahamwe y por la violación de jóvenes refugiadas. Según narra Paul Rusesabagina, el padre Wenceslas Munyeshyaka solía referirse a su propia madre tutsi como cucaracha. Estos hechos no impidieron que el padre Wenceslas retomase sus actividades pastorales en Francia hasta que fue finalmente arrestado.

El obispo de Gikongoro, Monseñor Augustin Misago, también destacó por su participación en el genocidio. Primero solicitando al Vaticano en junio de 1994 que se llevase a los sacerdotes tutsi del país porque en Ruanda ya no se les quería y por hechos como lo ocurrido el 4 de mayo de 1994: poco después de la última aparición Mariana en Kibeho, el obispo se presentó junto con la policía ante un grupo de 90 niños tutsi que se encontraban retenidos. El obispo les dijo que no se preocupasen porque la policía los cuidaría. Tres días después la policía colaboró en la masacre de 82 de estos niños.7


Reacciones internacionales

Francia

Mientras ocurría la tragedia, el mundo entero parecía ajeno a la barbarie y no intervino para parar el trágico conflicto. En el caso de Francia, y esto puede ser extensivo a Bélgica y a Alemania, todos con importantes intereses en la zona desde el siglo XIX, el comportamiento no fue del todo solidario. El general Roméo Dallaire describe la actitud de estos tres países antes, durante y después del conflicto, ante la pregunta de por qué los franceses impedían que ganaran la guerra los tutsis:

"Los franceses se mueven en la zona por la llamada francophonie, por el orgullo de controlar. E invariablemente ayudan a los hutus. Enseguida comprobé asombrado que tanto franceses como belgas y alemanes tenían allí consejeros a docenas. Ellos sí sabían lo que pasaba, pero ninguno proporcionaba a la ONU, es decir, a mí, su representante, la información que poseían. Y al mismo tiempo, esos países que estaban en el Consejo de Seguridad tampoco dejaban a la ONU, a mí, montar mi propia unidad de información, porque, decían, el mandato no contemplaba eso. Incluso cuando tuve constancia de que se pasaban armas de contrabando a través de la frontera de Uganda y pedí permiso para buscarlas, me contestaron que no."8
Un soldado francés, que forma parte de la fuerza internacional de apoyo a los refugiados, ajusta el alambre de púas que rodea el aeropuerto.

A pesar de todo Francia se encargó, a través de la Operación Turquesa, de pacificar parte del territorio. El país galo,9con 2.500 soldados provenientes de sus bases en África, garantizó la seguridad en la parte suroeste del país y la llegada de la ayuda internacional. Todo hasta que la misión UNAMIR lograra reunir a los 5.500 soldados necesarios para hacerse cargo de la situación. De este modo, Francia se erigió con el mando del discurso de la solidaridad. Sin embargo, las críticas no se hicieron esperar. Según Victoria Brittain, Francia había prestado apoyo militar y logístico al gobierno del asesinado Habyarimana desde hacía años, lo que definió las intenciones del ejército galo como sospechosas. Según el estudio de Joan Casòliva y Joan Carrero10 Francia había permanecido al lado de Habyarimana hasta la firma de los Acuerdos de Arusha. Apoyó al gobierno hutu con armamento para evitar la invasión del FPR y otras incursiones de los tutsis. Finalmente, se retiró del país con la llegada de los primeros soldados de la MINUAR (UNOMUR), en noviembre de 1993 y no volvió hasta junio de 1994 con la Operación Turquesa, a petición de lasNaciones Unidas y con estrictas condiciones de no apoyar al gobierno radical hutu.

Por otro lado, el ejército francés permitió que miembros de las milicias hutus y responsables de las primeras matanzas se refugiaran en «zonas seguras» fronterizas evitando así caer en manos del FPR y permitiendo que controlaran la gestión de la ayuda humanitaria.

Esto nos lleva a pensar que Francia aplicó una radical «Realpolitik» en la zona para no perder su capacidad de influencia en competencia con Bélgica y otros países.


Estados Unidos

Durante el tiempo que duró el genocidio, ninguno de los gobernantes estadounidenses, usó esta palabra para definir lo que estaba ocurriendo en el país centroafricano. El haberlo admitido les hubiera obligado a intervernir en el conflicto. En su lugar, utilizaron la definición «actos de genocidio» para describir la situación. Pero lo más importante y que más influencia tuvo en el seno de las Naciones Unidas y por lo que no se actuó antes, fueron las continuas discrepancias que Estados Unidos sostuvo con el Secretario General de la ONU en ese momento, Boutros Boutros-Ghali. Las decisiones de este, en varias ocasiones, chocaron de frente con las intenciones del Gobierno estadounidense.

Otro aspecto importante para comprender mejor la actitud de los Estados Unidos frente al genocidio ruandés y según argumentan Joan Casòliva y Joan Carrero fue el interés de los estadounidenses por influir en la zona. El mismo Secretario de Comercio de Estados Unidos, ya a principios de 1996, expresó las intenciones de su país en relación a África:

La era del dominio económico y de la hegemonía comercial de Europa sobre África ha terminado. África nos interesa.10

Aunque estas declaraciones fueron hechas en 1996, hay hechos que claramente demuestran un interés por la zona desde antes incluso de 1994. Siguiendo la argumentación de Joan Casòliva y Joan Carrero, expondremos aquí algunos de ellos.

Durante la guerra de Ruanda, entre 1990 y 1994, soldados del FPR que atacaron el norte del país desde el vecino Uganda, habían adquirido formación militar en los Estados Unidos a través del programa IMET, lo que coloca al país estadounidense del lado de la población tutsi y de Uganda.

Años antes, entre 1989 y 1992. Uganda recibió una ayuda de 183 millones de dólares, la misma cantidad que durante los 27 años anteriores. Además, si consideramos que por aquel entonces, Estados Unidos era el principal proveedor de armas de Uganda, podemos concluir que la intención principal del gobierno estadounidense era la de aumentar el poder e influencia de Uganda sobre otros países del entorno y conseguir así tener controlada la zona de los Grandes Lagos.

La misión de las Naciones Unidas MONOUR (o UNOMUR), que pretendía controlar la frontera entre Uganda y Ruanda para evitar más conflictos como los que se habían dado durante los últimos años por las incursiones del FPR en Ruanda, se vio entorpecida por Estados Unidos y Gran Bretaña, con el pretexto de que faltaban pruebas objetivas que verificaran esas agresiones, incluso cuando fueron los responsables de la MONOUR los que informaron al Cuartel General de lasNaciones Unidas de que Uganda les impedía realizar su trabajo y había adoptado un comportamiento radical.

La misión UNAMIR o MINUAR, liderada por el general Dallaire, y creada para cuidar del cumplimiento de los acuerdos de Arusha (Tanzania) fue durante cuatro meses bloqueada por estadounidenses y británicos. Este retraso provocó tensiones entre las partes ya enfrentadas: FPR y gobierno de Habyarimana.

La primera embajada en abandonar Ruanda fue la embajada estadounidense (7 de abril de 1994) y durante el genocidio puso todo tipo de impedimentos a lasNaciones Unidas para poder actuar de forma decidida y enérgica y poder así parar el conflicto.

Pasados dos años de la masacre, el 15 de noviembre de 1996, Estados Unidos bloqueó la adopción y la aplicación de la resolución 1080, por la que el Consejo de Seguridad aprobaría el despliegue de una fuerza multinacional de protección de los refugiados y población civil amenazada en el Este del exZaire y que estaban siendo masacrados por los militares ruandeses.

Por último, cuando se le preguntó a un miembro de la Administración Clinton por la asistencia masiva de Estados Unidos al Gobierno Ruandés, este respondió que «era necesario establecer un régimen militar muy potente en la región de los Grandes Lagos para imponer soluciones militares a los conflictos»


Las compañías mineras

Es sabido que el subsuelo del Congo contiene yacimientos de cobre, cobalto, zinc, plata, diamantes, uranio, cadmio, coltan y otros metales raros, pero sobre todo concentraciones de oro en cantidades excepcionales. Este hecho puede ser un elemento importante a la hora de observar las distintas actitudes de los países que tradicionalmente han dominado la zona desde la época colonial. Las grandes concentraciones de oro (24 quilate) se convierten en un factor más para comprender el insolidario comportamiento de algunos países occidentales, que podrían haber priorizado su competencia por controlar los ingentes recursos naturales de la zona a las vidas humanas.


La expansión del conflicto

El genocidio ruandés trajo consigo graves consecuencias para la región de los Grandes Lagos. Poco tiempo después del término de la crisis local, ésta se trasladó a los vecinos Zaire, Burundi y Uganda. El más afectado por esto fue Zaire, que ya vivía una crisis interna producto de la desestabilización generada por el desastroso gobierno de Mobutu Sese Seko. La llegada de millones de refugiados se convirtió en el caldo de cultivo que desataría la Primera y la Segunda Guerra del Congo, que dejaría el trágico saldo de 3.8 millones de muertos. Cuando se acercaba la guerra en el Congo, muchos escaparon hacia otros países pero otros miles murieron por la crueldad de estos asesinos, entre un incalculable número de niños y jóvenes inocentes.


Juicios y castigos

El 8 de noviembre de 1994, por resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y en virtud de lo dispuesto en el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, al considerar que el genocidio ruandés era un grave atentado contra la paz y la seguridad internacional, se creó un Tribunal Penal Internacional para Ruanda. Éste tribunal tiene como objeto la persecución de los líderes e instigadores del genocidio.

Al mismo tiempo, una vez que la situación estuvo medianamente normalizada, los tribunales ruandeses iniciaron centenares de procesos en contra de inculpados de cometer las graves violaciones a los derechos humanos. Hasta la fecha más de 700 personas han sido condenadas por los tribunales culpables de genocidio.


Caso Akayesu

Constituye un hito mundial al ser considerada la primera condena internacional por genocidio y la primera en reconocer la violencia sexual como actos constitutivos de genocidio. El Tribunal Penal Internacional para Ruanda, creado el 8 de noviembre de 1994, en el caso Akayesu, declaró a un acusado culpable de violación por no haber impedido ni detenido una violación en su calidad de oficial, y no por haberla cometido personalmente. El tribunal consideró que la violación constituía tortura y que, dadas las circunstancias, la violación generalizada, como parte de unas "medidas dirigidas a impedir nacimientos dentro del grupo", constituía un acto de genocidio. Por ejemplo, en las sociedades donde la pertenencia a una etnia está determinada por la identidad del padre, violar a una mujer para dejarla embarazada puede impedirle dar a luz a su hijo en el seno de su propio grupo.

Jean Paul Akayesu, antiguo alcalde de la ciudad ruandesa de Taba, fue arrestado en Zambia el 10 de octubre de 1995 y fue transferido a la Unidad de Detención del Tribunal en Arusha el 26 de mayo de 1996. El juicio comenzó en junio de 1997 y el 2 de septiembre de 1998 la Cámara Procesal I lo encontró culpable de genocidio, incitación directa y pública a cometer genocidio y crímenes de lesa humanidad. El 2 de octubre de 1998 fue sentenciado a prisión de por vida. Akayesu cumple condena a cadena perpetua en una prisión de Malí.

Theoneste Bagosora fue encontrado culpable por un tribunal de la ONU y condenado a cadena perpetua. Fue acusado de comandar las tropas y milicias hutuInterahamwe, responsables de la masacre. Además, el tribunal consideró que Bagosora fue "responsable" del asesinato de la primera ministra Agathe Uwilingiyimana y destacados miembros de la oposición, así como de diez soldados belgas.

Además, los jueces condenaron a los oficiales Aloys Ntabakuze y Anatol Nsengiyumva por su participación en el genocidio. El acusado general Gratien Kabiligifue puesto en libertad.

El ICTR ha sentenciado a 32 personas desde 1997. El más reciente fue el famoso cantante ruandés Simon Bikindi, quien fue condenado a 15 años de prisión por haber pronunciado un discurso en junio de 1994 en el que instó a los hutus a matar a la minoría tutsi.


Filmografía


Véase también


Referencias

  1. «Ex primer ministro de Ruanda desvela la planificación del genocidio» (en inglés). BBC News (26 de marzo de 2004). Consultado el 20 de septiembre de 2011.
  2. Herrero, José Luis (junio-julio 2005). «¿El final de la gran guerra africana?». FP, Foreign Policy edición española nº 9,. Madrid: FRIDE. Consultado el 12/04/2010.
  3. http://campus.udayton.edu/mary/resources/spanish/twelvew.html
  4. Gourevitch, Philip. We Wish to Inform You That Tomorrow We Will Be Killed with Our Families: Stories from Rwanda. Nueva York: Farrar, Straus and Giroux. pp. 69-141.
  5. http://news.bbc.co.uk/2/hi/africa/4225366.stm
  6. http://www.elmundo.es/elmundo/2005/09/13/internacional/1126607983.html
  7. Hitchens, Christopher, God is not great
  8. Alameda, Sol (02/11/2004). «Ruanda: un general ante 800.000 muertos - Roméo Dallaire». Fluvium. Consultado el 12/04/2010.
  9. Guiomar del Ser, Ruanda: Genocidicio planificado, inhibición internacional,, Mariano Aguirre (ed), Ruptura de Hegemonías. La fragmentación del poder en el mundo, Icaria, Barcelona, 1995.
  10. a b Casòliva, Joan; Joan Carrero (Enero 2000). «El África de los Grandes Lagos: Diez años de sufrimiento, destrucción y muerte» (PDF).Cristianisme i Justícia - Nro 95. Barcelona: Compañía de Jesús. Consultado el 12/04/2010.


Bibliografía

  • Rusesabagina, Paul. Un hombre corriente. Península (2007) ISBN 978-84-8307-760-3
  • Del Ser, Guiomar (1995). Ruanda: Genocidio planificado, inhibición internacional. Ruptura de Hegemonías. La fragmentación del poder en el mundo.. Barcelona: Icaria.
  • Koff, Clea (2004). El lenguaje de los huesos. Madrid: Martínez Roca.
  • Unciti, Manuel (1994). África en el corazón. Madrid: PPC.
  • Informe del Secretario General S/1994/640 de fecha 31 de mayo de 1994

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

La Guerra de Ruanda de 1990 a 1994

gerra entre el frente patriótico ruandés y antecedentes del genocidio

El 1 de octubre de 1990 el Frente Patriótico Ruandés (FPR) en el exilio atacó Ruanda desde el país vecino de Uganda, que contaba con el soporte logístico y armamentístico de Gran Bretaña y Estados Unidos además de estar presidido por Yoweri Museveni, quien claramente llevaba apoyando al FPR . La respuesta del gobierno ruandés, con el apoyo de Francia, Bélgica y el Zaire, fue inmediata y después de repeler el ataque, se tomaron medidas drásticas como el encarcelamiento de entre seis y siete mil personas acusadas de colaborar con el FPR en territorio ruandés, las cuales fueron liberadas en poco tiempo; algunas de ellas, sin embargo, con signos de haber sido torturadas. La respuesta de Habyarimana contra población tutsi en el interior de Ruanda tuvo una reacción por parte del FPR cuyas tropas cometieron varias matanzas tales como el exterminio de la población de Muvumba o las matanzas en Ruhengeri, el 22 de enero de 1991, lo aumentó aun más los enfrentamientos.

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/RuandaEste macabro toma y daca entre unos y otros fue en aumento y ante el ataque dle ejército tusti comandado por el General Paul Kagame, el ejército del gobierno ruandés respondía con la misma moneda, atacando y comentiendo algunas matanzas contra la población tutsi de Ruanda. Las principales cometidas por el gobierno hutu fueron contra los «bagogwe», un subgrupo tutsi del norte, en enero de 1991, y contra los tutsis de la zona de Bugesera, en marzo de 1992.

Tras un año de enfrentamientos y vanos intentos de la Comunidad Internacional por detener las hostilidades, en el mes de febrero de 1993, tras un ataque a gran escala por parte del Frente Patriótico Ruandés en el interior de Ruanda, hasta un millón de personas tuvieron que retirarse al centro y sur del país. Algunos lugares donde la población acusó gravemente los ataques del FPR fueron: Ngarama, Mukingo, Kinigi, Kigombe, Matura, Kirambo.

Ante este maremagnum bélico la comunidad internacional tuvo que intervenir decididamente con la organización de unas conversaciones entre el gobierno ruandés y los rebeldes. Presionado desde el exterior, el presidente Habyarimana aprobó una nueva Constitución que autorizaba el multipartidismo, lo que ayudaría a suavizar la situación. Se creó un gobierno de coalición que se propuso, entre otros objetivos, el de comenzar negociaciones con el FPR, iniciativa que culminó en los Acuerdos de Arusha (Tanzania), firmados en agosto del 1993 y auspiciados por la OUA (Organización para la Unidad Africana) y por Tanzania y garantizado por dos misiones de asistencia de las Naciones Unidas, UNOMUR (misión centrada en mantener la frontera de Ruanda y Uganda libre de tráfico de armas y personal militar) y UNAMIR, esta última, establecida a raiz de la Resolución del Consejo de Seguridad nº 872, tomada el 5 de octubre de 1993. Los Acuerdos de Arusha promovían una serie de puntos como: un gobierno de transición con miembros de todos los partidos políticos, la repatriación de los refugiados y la integración de los dos ejércitos, entre otros puntos.

Tras estos la firma de estos acuerdos, la oposición a Habyarimana se dividió. Condicionados por el asesinato del presidente Ndadaye y la matanza de hutus en Burundi, los partidos políticos ruandeses se alíaron entonces en dos frentes: unos se aproximaron al presidente y los demás se radicalizaron aun más. Por otro lado, y dado que el periodo de transición debería concluir en unas elecciones multipartidistas, el FPR, aun con el apoyo de hutus moderados, dudada de que pudiera alcanzar el poder a través de la urnas, lo que aumentó la tensión entre los partidarios del FPR. Así, durante los últimos meses de 1993 y principios de 1994, según nos cuenta el Comandante de la misión UNAMIR (Misión para la Pacificación de Ruanda de Naciones Unidas), General Roméo Dallaire, se produjeron hechos claros que hacían presagiar lo peor.

Mientras, desde occidente se veía el conflicto ruandés como un conflicto que podía ser solucionado en las mesas de negociaciones de Arusha y regulados por las misiones UNAMIR y UNOMUR. A juicio de las Naciones Unidas y, sobre todo, Estados Unidos, la situación no era tan extrema como para llevar a cabo una interveción militar a gran escala por parte de la misión UNAMIR. Sin embargo, Dallaire, ya en el terreno desde hacía meses y por cómo se estaban desenvolviendo los acontecimientos, estaba convencido de que existía un plan macabro con el objetivo principal de eliminar a la etnia tutsi y hutus moderados opositores al gobierno.(2)

El 11 de enero de 1994, el General Romeo Dallaire envío un (ya famoso) fax al Cuartel General de las Naciones Unidas. En este fax, Dallaire comunicó a sus superiores que un informante, con un alto cargo en el gobierno y con el nombre en clave de «Pierre», poseía información concreta acerca de un macabro plan que los gobernantes ruandeses estaban organizando. El plan consistía en distribuir armas a las milicias «Internahamwe» (grupos paramilitares radicales hutus entrenados por el propio ejército) con la intención de asesinar a soldados belgas de la misión UNAMIR y provocar la retirada de Bélgica del conflicto ruandés, y con ello, tener vía libre para cometer asesinatos a gran escala contra la etnia Tutsi y cualquier hutu que se opusiera al gobierno. El informante de Dallaire, advirtió al general que había recibido la orden de censar a todos los tutsi en Kigali y que tenía serias sospechas de que ese censo, se estaba realizando para acelerar la eliminación de los censados. Al final de este fax, el general solicitó permiso a la ONU para sacar del país a su informante junto con toda su familia y evitar así posibles represalias. En el cuartel de las Naciones Unidas Koffi Anan, por aquel entonces responsable del Departamento de Operaciones para el Manenimiento de la Paz de la ONU, respondió así a la petición del General Dallaire:

«Ningún reconocimiento u otra acción, incluída una respuesta a la solicitud de protección, se llevará a cabo por UNAMIR hasta que no sea recibido un consejo claro desde el Cuartel General [...] La primordial consideración es la necesidad de evitar entrar en una sucesión de acciones que puedan llevarnos al uso de la fuerza y repercusiones no previstas». (3)

En los días 22 de enero, 3, 15 y 27 de febrero y el 13 de marzo, el General Dallaire insistió con nuevos comunicados y solicitudes de fortalecer la misión ante el deterioro claro de la situación. Estos faxes y llamadas fueron respondidas de forma similar por Koffi Anan, el cual, no comunicó sus decisiones al entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Boutros Boutros-Ghali.

Durante los cuatros primeros meses de 1994, antes del comienzo del genocidio, el General Dallaire tuvo que asistir al derrumbamiento del estado de Ruanda. El gobierno se quedó sin dinero para pagar a los soldados, maestros, etc. Los bancos, por otro lado, se declararon insolventes y la tensión social aumentó hasta que comenzaron a producirse lo primeros asesinatos, perpetrados por hutus radicales contra tutsis y hutus moderados. También, en estas fechas, se produjeron movimientos de armamento en el lado radical hutu. El General Dallaire, consciente de ello, solicitó a la ONU permiso intervenir este tráfico de armas, al menos en Kigali. La ONU le ordenó no inmiscuirse para evitar dar una imagen partidista por parte de las Naciones Unidas. Unos días antes del mes de abril, el general descubrió un gran envío de machetes provenientes de China además de armamento ligero como pístolas y rifles Kaláshnikov. Todo este armamento provenía de empresas bélicas de países como Francia, Rumanía y la propia Bélgica. (4)

Países como Sudáfrica y Egipto llevaban años vendiendo armas a Ruanda. Entre varias transaciones, hubo una de 6 millones de dólares pactada en 1992 con El Cairo y avalada por Credit Lyonnais, el entonces banco público francés, y en la que, el todavía diplomático egipcio y aspirante a la Secretaría General de las Naciones Unidas, Boutros Ghali estuvo implicado. Por otro lado, Francia apoyó el régimen de Habyarimana desde el inicio de la guerra civil, formando militarmente a las tropas gubernamentales y, según algunos, a la propia milicia radical(5).

Volviendo a 1994, algo que en un primer momento pasó desapercibido, inclusó para Dallaire, fue la RTLMC (Radio de las mil Colinas), creada por extremisas hutus. En un primer momento, cuenta el general, está radio solo emitía música moderna y participaba del espíritu de reconciliación nacional haciéndose muy famosa entre los jóvenes y las clases más bajas. Sin embargo, a medida que la crisis social aumentaba, la Radio RTLMC comenzó a emitir mensajes claramente xenófogos contra las «cucharachas» (inyenzi) tutsi y los hutus moderados partidarios del FPR. Ya en pleno genocidio, los locutores de la radio se convirfieron en los voceros de los radicales manipulando a la población a cometer todo tipo de barbaridades. Así nos lo describe Dallaire: «animaban a abrir en canal a las mujeres embarazadas, a cortarles los pechos y a arrancarles los fetos. Y la gente los escuchaba. Y lo hicieron». (6)

Durante los últimos meses de 1993 y principios de 1994, según nos cuenta el Comandante de la misión UNAMIR (Misión para la Pacificación de Ruanda de Naciones Unidas), General Romero Dallaire, se produjeron hechos claros que hacía presagiar lo peor. Desde occidente se veía el conflicto ruandés como un conflicto interno y la soberanía de las decisiones a tomar era de los políticos ruandeses.

Tras en claro aumento de la crispación y violencia en el país, de nuevo, Dallaire solicitó ayuda al Cuartel General de las Naciones Unidas. Pidió 5.000 soldados preparados y provisiones y armamento para comandar una fuerza capaz de tomar el control de la situación. Su petición fue denegada. Otra vez, nadie en las Naciones Unidas le prestó ayuda. «Ni un solo país de la Tierra acudió a detener aquello. El mundo occidental no me dio nada», dice. «Pedí fotos de satélite para ver dónde se estaban produciendo los grandes movimientos de población. Estaban trasladando a la gente antes de matarlos. Pero no me dieron nada. En 100 días mataron a 800.000 personas, 300.000 de las cuales eran niños. Y eso sin contar los 500.000 que recibieron varios machetazos, o perdieron una pierna, pero sobrevivieron. En 100 días, hubo más personas muertas, heridas, desplazadas o refugiadas en Ruanda que en los ocho o nueve años de la campaña yugoslava. Y el mundo occidental envió 60.000 soldados a los Balcanes».

La tensión en el país aumentó, lo que provocó el asesinato de diversos líderes políticos de primera fila. A esto hay que sumar el hecho de que ya a comienzos de 1994, en Rwanda había un millón de desplazados internos que habían huido de las matanzas de tutsis contra la etnia hutu, en el vecino Burundi. Bajo este clima, el 6 de abril de 1994, el avión que conducía a los presidentes de Ruanda y Burundi (ambos de etnia hutu) junto con miembros importantes de su gobierno, fue abatido.

Este acontecimiento, coinciden todos los analistas, fue el factor definitivo que llevó al país a tan grave situación. Así lo atestigua el relator especial de la ONU encargado de la investigación sobre las matanzas de 1994, René Degni Segui. «La muerte del presidente Habyarimana será la chispa que encenderá la pólvora desencadenando así las matanzas de civiles».

Atentado contra el avión Falcón y asesinato del presidente de Habyarimana

El 6 de abril de 1994, mientras en Nueva York se discutía sobre continuidad o reforzamiento de la misión UNAMIR, Habyarimana, junto con otros líderes regionales, volaron a Dar-es-Salaam, en Tanzania, donde se celebraba una reunión especial para evaluar la situación y el devenir del propio proceso de paz. La reunión se llevó acabo en el Hotel Kilimanjaro, fue presidida por Mwinyi y en ella se encontraban el presidente de Uganda, Yoweri Museveni; el vicepresidente de Kenia, George Saitoti; Ciyien Ntaryamira, presidente de Burundi; el secretario general del la OUA, Salim Ahmed Sali, y el propio Habyarimana. El tema central de la reunión era la preocupación de que Ruanda entrara en una nueva guerra civil, lo que llevaría al aislamiento internacional y al cese de la financiación externa, por lo que se instaba a Habyarimana a que abandonara la idea de que el CDR formara parte del gobierno de transición y a la pérdida de la presidencia de Ruanda. No se sabe si Habyarimana aceptó totalmente estas condiciones y si hubiera llegado a formar un gobierno de transición sin la presencia del CDR. El caso es que las nuevas reuniones se demorarían unos días y Habyarimana decidió volver a Kigali en su avión Falcon, regalo personal del presidente francés François Mitterrand. Al caer la tarde del día 6 de abril de 1994, cuando sobrevolaba el aeropuerto para iniciar el aterrizaje fue abatido por dos misiles tierra-aire. No hubo supervivientes.

La autoría de este asesinato fue cuestionada en un principio. Se inculpó a los radicales hutus, que sospechaban que el presidente asesinado se disponía a implementar los Acuerdos de Paz de Arusha los cuales concederían poder y libertad política a la etnia tutsi (7). También, con el tiempo, se ha ido colocando al FPR como principal ejecutor. El 10 de agosto de 1999, apareció el testimonio de un militar ruandés, Chrstophe Hakizabera, que estuvo en el FPR desde 1990 a 1995. Cuando habla del asesinato de Habyarimana asegura:

«El FPR elaboró un plan macabro para conducir el país al caos: la muerte del presidente Habyarimana. Este era considerado como el mayor obstáculo para tomar el poder por la fuerza. La primera reunión para planificar el asesinato se hizo en Kabale (Uganda), en los locales del obispado, bajo los auspicios del arzobispo Harerimana. Más tarde, se hicieron reuniones de este tipo en Mbarara, en la residencia del mayor general Salim Saleh, medio hermano del presidente ugandés Yoweri Kaguto Museveni. Después, se sabe pertinentemente que la decisión de asesinar al presidente Habyarimana se tomó en Bobo-Dioulasso, en Burkina Faso, en marzo de 1994, y que el comandante Paul Kagame, líder del FPR, participó en esta reunión».(8)

Otra teoría, más extravagante, es que la autoría del asesinato correspondió a los soldados belgas de UNAMIR. Una teoría descabellada pero que la RTMLC se encargó se difundir para poner en el punto de mira a los militares europeos.

También, en las horas posteriores, las reacciones del ejército ruandés y milicias paramilitares de radicales hutus ante el asesinato de Habyarimana, han sido interpretadas de diversa forma. Algunos piensan que tanto gobierno como población fueron tomados por sorpresa en la ofensiva que desencadenó el FPR y que la planificación del genocidio, que comenzó la noche del 6 de abril, fue espontánea a raíz del asesinato y de los posibles movimientos del Frente Patriótico Ruandés; otros, y esta versión que cobra mayor peso, opinan que ya desde hacia un tiempo, concretamente desde el inicio de los Acuerdos de Arusha, tanto el regimen militar como las milicias radicales hutus venían preparando la llamada «opción cero»: la eliminación de la etnia tutsi y de los hutus moderados. Con la colaboración del Ministerio de Defensa, parte de los líderes hutus movilizaron grupos de autodefensa popular con el objetivo de preparar las matanzas de abril, mayo y junio de 1994: los «Interahamwe». Estas milicias habían sido entrenadas por el ejército y estaban provistas de armamento ligero y machetes. Además, contaban con la ayuda de la Radio de las Mil Colinas que, diariamente, difundía en Kinyaruanda (lengua compartida por los ruandeses) consignas que animaban a «llenar las tumbas y que todavía estaban medio vacías». El testimonio del General Dallaire, es muy esclarecedor en este sentido. En una entrevista sobre su libro J'ai serré la main du diable (Yo estreché la mano del diablo) nos ofrece sus impresiones de cómo se preparó el genocidio: «... Mientras yo trataba de evaluar la situación junto a ellos (políticos ruandeses), éstos me estaban tomando la medida. Resulta que los partidarios de la línea dura, dentro de los hutus, entre los que había gente del Gobierno provisional y del Ejército, habían comprendido muy bien que Occidente estaba obsesionado por Yugoslavia y por la reducción de sus fuerzas militares en misiones internacionales; que no querían implicarse en el centro de África. Puede que los extremistas nos tomaran, a mí incluido, por unos imbéciles. Yo podía suponer que Occidente no quería consagrar muchos recursos para asegurarse un papel de policía planetario, pero ellos tenían la certeza de que era así. Nos conocían mejor que nosotros a ellos. Cuando prendieron a diez soldados belgas, acusándoles falsamente de haber derribado el avión presidencial, y los mataron, yo me pregunté cómo reaccionaría la comunidad internacional, si me daría más apoyo para parar la locura que iba a desencadenarse o si, como en Somalia, la ONU utilizaría esas muertes como excusa para huir. Ellos, en cambio, sabían que los belgas se retirarían unilateralmente del país y que eso iba a ser un factor determinante para el resto de mi misión. Los mismos oficiales belgas no entendían por qué les sacaban del país cuando más necesarios eran. Ése es el momento que los radicales ruandeses están esperando para iniciar la masacre. Ellos saben que es el momento».