En 1958 Vargas Llosa, después de su estadía en Madrid, viajó a París; su deseo de convertirse en escritor en Europa comenzaba a materializarse. Para ese entonces él militaba en la Democracia Cristiana y mantenía una estrecha relación con su ex-profesor y empleador, el entonces Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Manuel Prado, Raúl Porras Barrenechea.
El primero de enero de 1959 los guerrilleros cubanos, encabezados por Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y el Che Guevara, entre otros, toman el poder en Cuba. Las repercusiones fueron muy grandes en el continente americano. El gobierno de los EE. UU inmediatamente presionó a los gobiernos latinoamericanos para que voten a favor de la expulsión de este país de la Organización de Estados Americanos y con ese aval, iniciar el bloqueo a la isla. En la reunión de cancilleres celebrada en Costa Rica en 1960, Porras, como canciller peruano, votó en contra de esta orientación, que era también de su gobierno, motivando la posterior renuncia al cargo.
Vargas Llosa viviendo en París y emocionado con el triunfo de la revolución, y en solidaridad con su ex-maestro, sin mayores problemas ideológicos da una vez más un giro de 180°; repentinamente abandona la contrarrevolución, ignora la reforma, y se reconcilia con la revolución, con el socialismo concretizado en Cuba. Vargas Llosa se aleja sin mayores problemas teóricos-conceptuales del espiritualismo y la metafísica, que es la base teórico-conceptual de la Democracia Cristiana, para volver al materialismo dialéctico, del cual "ya no creía ni una palabra" cuatro años antes. El novelista, de la manera más natural, explica este giro así: "Sin embargo no me aparté de la Democracia Cristiana (renunciaría a ella años después, desde Europa, por su tibieza en defender a la revolución cubana, cuando ésta se convirtió para mí en apasionada causa) ...". (Vargas Llosa 1993: 301)
Desde el triunfo de la revolución en la isla, hasta los primeros meses de 1967, Vargas Llosa es dentro del contexto de los escritores latinoamericanos, y especialmente del BOOM, uno de los más entusiastas adherentes a la causa cubana; incluso fue quien incitó y convenció a Julio Cortázar de la necesidad política y humana, no sólo de apoyar, sino hasta de militar en las filas de la revolución. Vargas Llosa militó desde el año 1965 hasta 1971 (no en el partido), entre otras formas, como miembro del Comité de dirección de la revista Casa de las Américas.
En 1962, en un artículo periodístico titulado EN CUBA, PAÍS SITIADO, denuncia el bloqueo estadounidense en estos términos: "Los pasajeros del Britania de la Compañía Cubana de Aviación experimentamos en carne propia el bloqueo impuesto a Cuba por los Estados Unidos antes de llegar a La Habana, en el mismo aeropuerto de México". (Vargas Llosa 1990: 23)
Y en otro artículo del mismo año, escribe: " ... la revolución está sólidamente establecida y su liquidación sólo podría llevarse a cabo mediante una invasión directa y masiva de Estados Unidos, operación que tendría consecuencias incalculables; y, en segundo lugar, el socialismo cubano es singular, muestra diferencias flagantes con el resto de los países del bloque soviético y este fenómeno puede tener repercusiones de primer orden en el porvenir del socialismo mundial". (Vargas Llosa 1990: 30)
En estos años escribe una serie de ensayos y artículos donde denunciaba al sistema capitalista y su expresión político-social, el Estado y la burguesía, como los causantes de los terribles males que padecen los pueblos. Su adhesión a la revolución, al socialismo, y naturalmente a Cuba, ocupaba un lugar preferente en su vida; además Vargas Llosa materializaba otras acciones de solidaridad en apoyo a las luchas de los pueblos, tanto en Perú como en el extranjero.
En el nivel de sus escritos, los artículos HOMENAJE A JAVIER HERAUD, TOMA DE POSICIÓN, UNA VISITA A KARL MARX, EN UN PUEBLO NORMANDO, RECORDANDO A PAUL ESCOBAR, los comentarios y homenajes a Sebastián Salazar Bondy y Jean-Paul Sartre, son bastante reveladores del compromiso del novelista con la revolución y el socialismo.
En 1965, en TOMA DE POSICIÓN, ante el inicio de las guerrillas en Perú Vargas Llosa escribe: "... para que el campesinado disfrute de la tierra que trabaja, para que el obrero lleve una vida digna, para que las clases medias no vivan bajo un complejo permanente de frustración, para que el país sea el beneficiario de sus riquezas y para que el Estado sea el árbitro de su destino no queda otro camino que la lucha armada. Por ello, aprobamos la lucha armada iniciada por el MIR, condenamos a la prensa interesada que desvirtúa el carácter nacionalista y reinvidicatorio de las guerrillas, censuramos la violenta represión gubernamental -que con el pretexto de la insurrección pretende liquidar las organizaciones más progresistas y dinámicas del país- y ofrecemos nuestra caución moral a los hombres que en estos momentos entregan su vida para que todos los peruanos puedan vivir mejor". (Vargas Llosa 1990: 92)
En el artículo SARTRE Y EL MARXISMO, y en directa alusión a la democracia liberal, afirma: "La explicación de las falacias de la democracia liberal ('donde todo el mundo tiene los mismos derechos, pero no el mismo derecho de disfrutar de ellos'), de la mentira sutil que es la libertad en una sociedad donde la desigual distribución de la riqueza que hace de los individuos privilegiados o desamparados desde que nacen, es convincente y, por desgracia, actual. También, el análisis de esa invisible alquimia mediante la cual el ejercicio del derecho de voto -aun en elecciones puras, con participación de todos los partidos y una previa campaña electoral irreprobable-, se convierta en una ceremonia vacía, en pura forma, si las bases sobre las que reposa la vida de una nación están viciadas".
Y en cuanto a la violencia político-social, continúa: "La sociedad reconoce esta violencia cuando ella se traduce en refriegas callejeras, huelgas, atentados y, explicablemente, la condena. ¿Pero nacen esos hechos por generación espontánea? ¿Son, los obreros, turbulentos por vocación? Sartre describe con lujo de detalles esa otra violencia, solapada y constante, que no muestra la cara y sin embargo también mata y destruye, y que tiene, como una hiedra, mil cabezas: analfabetismo, desempleo, desnutrición, miseria. Aquellos estallidos son, en realidad, respuestas directas por la cólera o la extrema penuria a un sector de la sociedad contra el que otro sector ejerce, permanentemente, una violencia, más discreta, sí, pero mucho más cruel". (Vargas Llosa 1990: 89 y 90)
Y en otro artículo de 1966 cuando se refiere a la situación en América Latina, dice: "Las clases dominantes latinoamericanas, en cambio, han sido en el campo cultural tan ineptas, ruines e injustas como en la economía o en las relaciones sociales; los países que nos han entregado son países analfabetos, sin vida cultural, con una vida literaria y artística embrionaria o alienada, sin escritores, sin editoriales. No tenemos, pues, nada que defender del sistema imperante: somos sus adversarios y debemos luchar por su desaparición, no sólo como ciudadanos sino también como intelectuales. Y el sistema que reemplace al actual sólo puede ser socialista". (Vargas Llosa 1990: 105)
En ese mismo año, tomando como ejemplo al escritor Sebastián Salazar Bondy en el caso de Perú, afirma: "El escritor no puede pedir cuenta por falta de una cultura nacional a quienes no tuvieron jamás la oportunidad de crearla porque vivieron vejados y asfixiados. Su resentimiento, su furor se vuelven lógicamente hacia ese sector privilegiado del Perú que sí sabe leer y sin embargo no lee, a esas familias que sí están en condiciones de comprar libros y no lo hacen, hacia esa clase que tuvo en sus manos los medios de hacer del Perú un país culto y digno y no lo hizo: No es extraño, por eso, que en nuestro país se pueda contar con los dedos de una mano a los escritores de algún valor que hayan hecho causa común con la burguesía. ¿Qué escritor que tome en serio su vocación se sentiría solidario de una clase que lo castiga, por querer escribir, con frustraciones, derrotas y el exilio?. Por el hecho de ser un creador, aquí se ingresa en el campo de víctimas de la burguesía. De ahí hay sólo un paso para que el escritor tome conciencia de esta situación, la reivindique y se declare solidario de los desheredados del Perú, enemigo de sus dueños". (Vargas Llosa 1990: 132)
Por último, en otra parte del mismo ensayo en torno la juventud, añade: "Pero, ya sabemos, la 'juventud es idealista e impulsiva' y no es difícil tomar una decisión audaz cuando se tienen veinte años; lo notable es ser leal a ella contra viento y marea a lo largo del tiempo, seguir nadando contra la corriente cuando se han cumplido cuarenta o más. El mérito de Sebastián está en no haber sido, como la mayoría de los adolescentes peruanos que ambicionan escribir, un desertor". (Vargas Llosa 1990: 115)
En 1966 Vargas Llosa expresó por primera vez, públicamente, su desacuerdo con el "socialismo soviético". Fue con motivo del enjuiciamiento y condena a los escritores Andrei Siniavski y Yuli Daniel, (hecho que se repitió un año más tarde con el novelista Alexander Solzhenitsin). Vargas Llosa sostiene: "Los escritores que creemos en el socialismo y que nos consideramos amigos de la URSS debemos ser los primeros en protestar, con las palabras más enérgicas, (...) los primeros en decir sin rodeos nuestro estupor y nuestra cólera. Este acto injusto, cruel e inútil no favorece en nada al socialismo y sí lo perjudica ...". (Vargas Llosa 1990: 107)
En 1967 Vargas Llosa recibió el Premio Rómulo Gallegos otorgado por el gobierno venezolano, en mérito a su novela LA CASA VERDE. Conociendo la posibilidad de ser premiado, semanas antes Vargas Llosa informó a los cubanos de esta posibilidad. Años después Vargas Llosa rememoró los hechos de esta manera: "A mí me comunicaron un día en París que yo estaba entre los finalistas del premio Rómulo Gallegos. (...) Yo tenía una relación muy estrecha con la revolución cubana en ese tiempo y cometí el error -aunque al final resultó totalmente positivo haberlo hecho- de decirle a Alejo Carpentier, que era el agregado cultural de Cuba en París, que yo quería conocer la opinión de Cuba sobre este premio, porque había la posibilidad que me lo otorgasen". (Setti 1989: 147 y 148)
La opinión de Cuba fue positiva y además preguntaron a Vargas Llosa, a través de una carta de Haydée Santamaría a Alejo Carpentier, si él podría donar el monto del premio a la guerrilla que dirigía el Che Guevara en la selva boliviana; luego Cuba, según la versión de Vargas Llosa, le devolvería el dinero para no perjudicarlo. Vargas Llosa consideró que eso era una farsa y no aceptó. Años después recordando este hecho, declaró: "Es una cosa que a mí me ofende muchísimo". (Setti 1989: 149)
Este episodio fue el primer disentimiento entre la revolución y el novelista. Los cubanos sostienen que el fondo del problema fue el dinero. Vargas Llosa, por el contrario, que fue la moral. De cualquier modo, en el discurso de recibimiento del premio Vargas Llosa, cuando menciona a Cuba, lo considera como ejemplo a seguir en América Latina: "Pero dentro de diez, veinte o cincuenta años habrá llegado a todos nuestros países, como ahora a Cuba, la hora de la justicia social y América Latina entera se habrá emancipado del imperio que la saquea, de las castas que la explotan, de las fuerzas que hoy la ofenden y la reprimen. Yo quiero que esa hora llegue cuanto antes y que América Latina ingrese de una vez por todas en la dignidad y en la vida moderna, que el socialismo nos libere de nuestro anacronismo y nuestro horror". (Vargas Llosa 1990: 179)
Por estos tiempos para Vargas Llosa el "socialismo auténtico" estaba representado por la Unión Soviética y Cuba. En la polémica desarrollada a partir del XX Congreso del PCUS, la que se hizo pública a comienzos de la década del 60, a la cual se le denominó "marxismo-revisionismo", cuando Mao Tse Tung denunciaba al PCUS de "revisionista" y a la vez sostenía que en este país se "restauraba aceleradamente el capitalismo" ya que "una nueva burguesía se había adueñado del poder en la patria de Lenin", Vargas Llosa, luego de una visita a este país en 1968, toma posición en favor de los rusos y lo hace público, en estos términos: "La primera de las 'ideas recibidas' sobre la URSS, que, desde la polémica chino-soviética, está enormemente arraigada es la siguiente: la revolución se ha aburguesado. Esta convicción significa que en la URSS se ha iniciado un proceso, todavía lento pero inequívoco, de renacimiento del capitalismo. Para otros, que el socialismo soviético ha perdido su carácter internacionalista, (...) La primera de estas afirmaciones me parece falaz. No hay indicio en el sistema soviético de una resurrección del capitalismo. Las reformas económicas interpretadas en tal sentido, son medidas de descentralización, destinadas a dar una autonomía mayor a las industrias y a estimular el desarrollo regional, a aligerar la producción de trabas burocráticas y despertar la iniciativa local e individual que el excesivo centralismo sofocaba. Pero nada indica que, aun de tímida y oblicua manera, se esté restaurando la propiedad privada de los medios de producción". (Vargas Llosa 1990: 206)
Un año después del problema crematístico o moral a consecuencia del Premio Rómulo Gallegos, vino el segundo desencuentro entre el novelista y la revolución cubana y esto tuvo que ver con la invasión de Checoslovaquia por las fuerzas del Pacto de Varsovia en mayo de 1968. Tres meses después Vargas Llosa se manifiesta en contra de esta acción, lo hace en estos términos: "La intervención militar de la Unión Soviética y de sus cuatro aliados del pacto de Varsovia contra Checoslovaquia es, pura y simplemente, una agresión de carácter imperial que constituye una deshonra para la patria de Lenin, una estupidez política de dimensiones vertiginosas y un daño irreparable para la causa del socialismo en el mundo". (Vargas Llosa 1990: 219)
Esta opinión está en total contradicción con la de los dirigentes cubanos, la que fue expuesta a través de Fidel Castro en el llamado Discurso sobre Checoslovaquia, pronunciado el 30 de agosto de ese año. Lo central del discurso se puede resumir en esta línea: "Aceptamos la amarga necesidad que exigía mandar tropas a Checoslovaquia". En la polémica que se desarrolló por ese entonces con el crítico Óscar Collazos, la que se prolongó hasta 1970, Vargas Llosa defiende sus puntos de vista discrepantes con los de Castro; pero a la vez reconociendo los logros de la revolución en Cuba, escribe: "Una revolución, si es auténtica, suprime un cierto tipo de injusticias radicales, establece una relación más racional y humana entre los hombres y a mí no me cabe duda, por ejemplo, que en Cuba ha ocurrido así". (Vargas Llosa 1990: 236)
En enero del 1971, Vargas Llosa y otros miembros del comité de la revista CASA DE LAS AMÉRICAS, saludan un aniversario más de la revolución en la isla y lo hacen en estos términos: "A doce años del triunfo de la Revolución Cubana, la fisonomía política y social de la América Latina muestra inequívocamente que el proceso de liberación de nuestros pueblos alcanza ya su dimensión continental. Ello solo bastaría para probar que el sacrificio de hombres como el Che y tantos otros combatientes, además de heroico y generoso, ha sido útil". (Autores varios 1995: 119)
En el mes de marzo del mismo año será detenido, entre otros intelectuales, el poeta Heberto Padilla. Uno de los intelectuales que individual y colectivamente protestó por esta detención y la posterior autocrítica de Padilla, fue Vargas Llosa. En la primera carta colectiva de protesta de los intelectuales se observa un tono bajo y conciliador. La respuesta de Fidel Castro fue tajante y sostenía que estos intelectuales burgueses eran agentes de la CIA y por eso no pondrían más los pies en Cuba.
Por su parte la respuesta colectiva de los intelectuales al discurso de Castro fue mucho más enérgica, el redactor principal fue Vargas Llosa, en uno de sus párrafos dicen: "Con la misma vehemencia con que hemos defendido desde el primer día la Revolución Cubana, que nos parecía ejemplar en su respeto al ser humano y en su lucha por su liberación, lo exhortamos a evitar a Cuba el oscurantismo dogmático, la xenofobia y el sistema represivo que impuso el estalinismo en los países socialistas, y del que fueron manifestaciones flagrantes sucesos similares a los que están ocurriendo hoy en Cuba". (Autores varios 1971: 124)
Vargas Llosa escribió una carta personal dirigida a Haydée Santamaría, directora de la CASA DE LAS AMÉRICAS. La misiva comienza con estos términos: "Le presento mi renuncia al Comité de la revista de la Casa de las Américas, al que pertenezco desde 1965, y le comunico mi decisión de no ir a Cuba a dictar un curso, en enero, como le prometí durante mi último viaje a la Habana. Comprenderá que es lo único que puedo hacer luego del discurso de Fidel fustigando a los 'escritores latinoamericanos que viven en Europa', a quienes nos ha prohibido la entrada a Cuba `por tiempo indefinido e infinito' ". Vargas Llosa termina su carta con estas líneas: "Sé que esta carta me puede acarrear invectivas: no serán peores que las que he merecido de la reacción por defender a Cuba". (Autores varios 1971: 122)
La Directora de la revista respondió: "Usted sabe que el comité de la revista Casa de las Américas al cual supuestamente renuncia, de hecho no existe ya, pues, a sugerencia de este organismo se acordó en enero de este año, en declaración que usted mismo suscribió, ampliarlo en lo que significaba sustituirlo por una amplia lista de colaboradores de la revista -y de la institución-. Y esta medida obedeció al hecho evidente de que hacía mucho tiempo que era inaceptable la divergencia de criterios en dicho comité: criterios que iban desde los realmente revolucionarios, y que eran los de la mayoría, hasta otros cada vez más alejados de posiciones revolucionarias, como habían venido siendo los de usted".
En cuanto a las invectivas, Haydée le recordó los hechos del 67: "Sin embargo, Vargas Llosa, pocos como usted conocen que no ha sido nunca costumbre nuestra proferir invectivas contra gentes como usted. Cuando en abril de 1967 usted quiso saber la opinión que tendríamos sobre la aceptación por usted del premio venezolano Rómulo Gallegos, otorgado por el gobierno de Leoni, que significaba asesinato, represión, traición a nuestros pueblos, nosotros le propusimos un acto audaz, difícil y sin precedentes en la historia cultural de nuestra América: le propusimos que aceptara ese premio y entregara su importe al Che Guevara, a la lucha de los pueblos. Usted no aceptó esa sugerencia: usted se guardó ese dinero para sí, usted rechazó el extraordinario honor de haber contribuido, aunque fuera simbólicamente, a ayudar al Che Guevara".
Además de insistir en sus críticas por el caso Checoslovaquia y el financiamiento de la revista LIBRE, de la cual era Vargas Llosa miembro del Comité Directivo, con el dinero del "zar del estaño" el boliviano Patiño le dice: "Ella lo presenta de cuerpo entero como lo que nos resistimos a aceptar que usted fuera: la viva imagen del escritor colonizado, despreciador de nuestros pueblos, vanidoso, confiado en que escribir bien no sólo hace perdonar actuar mal, sino permite enjuiciar a todo un proceso grandioso como la revolución cubana, que, a pesar de errores humanos, es el más gigantesco esfuerzo hecho hasta el presente por instaurar en nuestras tierras un régimen de justicia". (Autores varios 1971: 124)
De esta manera las contradicciones entre Vargas Llosa y la línea que orientaba la Revolución Cubana quedaron, a través de la ruptura, aclaradas. Vargas Llosa se alejó del socialismo, de la revolución; y piensa que la dirigencia cubana utilizó a los escritores y llegado el momento dado, cuando ya no le servían, buscó pretextos para deshacerse. Los cubanos y algunos estudiosos, como Lauer y Gutiérrez, en sus trabajos aquí citados, sostienen todo lo contrario, especialmente, en el caso del novelista peruano.
A pesar del distanciamiento Vargas Llosa aún en 1974 escribió: "Sé las razones y me he repetido miles de veces todos los atenuantes. El duro imperio de las realidades económicas, los recursos escasos de una pequeña isla subdesarrollada y el gigantesco y salvaje bloqueo impuesto por el imperialismo para ahogarla, no podían permitir que prosperara ese socialismo en libertad del principio. (...) Sé también que la desaparición de toda forma de discrepancia y de crítica interna, no es inconciliable en Cuba -como no lo es en ningún país socialista- con la preservación de las reformas esenciales que, básicamente, establecen un orden social, para la mayoría, más equitativo y decente que el que puede garantizar el sistema capitalista. Por eso, a pesar del horror biológico que me inspiran las sociedades policiales y el dogmatismo, los sistemas de verdad única, si debo elegir entre uno y otro, aprieto los dientes y sigo diciendo: 'con el socialismo' ". (Vargas Llosa 1990: 299)
Y finalmente el año 1978 reconocerá, por última vez, los logros del sistema socialista, lo hace en estos términos: "... quiero advertir que aunque mi crítica al sistema de censura en el socialismo es frontal, estoy lejos de sostener, como lo hacen los anticomunistas conservadores, que todo en los países socialistas es negativo. Eso es injusto y falso. Hay, en ellos, logros indiscutibles y muy dignos de servir de ejemplo a un país como el nuestro, donde casi todo está por hacer. Por ejemplo, es admirable lo que el socialismo ha conseguido en el campo de la alfabetización y de la educación, en el de la salud pública, en el de los deportes, en el abaratamiento y popularización de la cultura, etc". (Vargas Llosa 1986: 72)
Desde esta fecha hasta iniciado el nuevo milenio, Vargas Llosa ha mantenido una actitud de lucha constante contra el régimen cubano. En una actitud algo nostálgica, en 1998, explicó su interés por Cuba, así: "Para mí Cuba es algo muy importante, es uno de los temas centrales en mi vida. Entonces sería absurdo si yo fuera a Cuba y no tocara el tema político. Pero si puedo ir y dialogar sobre lo que yo pienso, mañana mismo". (Méndez 1998: 53)
Deseamos terminar este punto con una reflexión del ex-comunista Ernesto Sábato, el novelista argentino relacionando escritores, revolución y rebeldía, escribió: "El escritor de ficciones profundas es en el fondo un antisocial, un rebelde, y por eso a menudo es compañero de ruta de los movimientos revolucionarios. Pero cuando las revoluciones triunfan, no es extraño que vuelva a ser un rebelde". (Sábato 1997: 109) Claro que lo único que falta saber es en que dirección se orienta esa, casi siempre justificada, rebeldía.
En estos años de militante en las filas de la Revolución Cubana es cuando, en el plano de creación, Vargas Llosa publicó LA CIUDAD Y LOS PERROS, LA CASA VERDE, y según él, junto a LA GUERRA DEL FIN DEL MUNDO, su mejor novela: CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL. De esta última novela, ambientada en Perú de los años 50, deseamos transcribir un diálogo desarrollado entre Santiago y Carlitos. Allí se rememora una reunión con Jacobo (Félix Arias Schreiber), Aída (Lea Barba) y Santiago (Vargas Llosa) en un restaurante ubicado en el centro de Lima, después de una reunión partidaria:
"-¿Te puedo hacer una pregunta? -dijo Aída-. ¿Por qué no te inscribiste? ¿Qué dudas tienes? -Ya te hablé una vez -dijo Santiago-. Todavía no estoy convencido de algunas cosas. Quisiera...
-¿Todavía no estás convencido de que Dios no existe? -se rió Aída.
-Nadie tiene por qué discutir su decisión -dijo Jacobo-. Déjalo que se tome su tiempo.
-No se la discuto, pero te voy a decir una cosa -dijo Aída, riéndose-. Nunca te inscribirás, y cuando termines San Marcos te olvidarás de la revolución, y serás abogado de la International Petroleum y socio del Club Nacional.
-Consuélate, la profecía no se cumplió -dijo Carlitos-. Ni abogado ni socio del Club Nacional, ni proletario ni burgués, Zavalita. Sólo un pobre mierdecita entre los dos". (Vargas Llosa 1993: 162)
*Este acápite es parte del Capítulo III del libro Vargas Llosa Entre el Mito y La Realidad. Posibilidades y Límites de un Escritor Latinoamericano comprometido.