Los Argentinos, los mas vivos del mundo: como nos va con la ‘viveza criolla’
“Aunque lo disimulemos, todos alardeamos de nuestra viveza. Algunos, con chabacanería. Otros, más recatadamente. Empero, campea esa condición de que somos gente viva. Ingeniosa, pero no tanto para innovar, solucionar, progresar, sino para transgredir, sacar ventaja, saltear reglas. Para acomodarse trepando. Para sortear los pasos del mérito y de la carrera.
Lo comprobamos en todos lados: en la actividad laboral, en la calle, en un espectáculo o manipulando el Indec. Todavía no hemos sido capaces de instaurar la carrera administrativa en serio en la administración pública. En los 2000 municipios se entra por influencia, amiguismo o liso y llano acomodo. Prácticamente lo mismo acaece en las 24 jurisdicciones federales y en el mismísimo Estado nacional. Ciertamente, casi por milagro, disponemos de jefes de departamento y sus equivalentes que saben de los arcanos burocráticos y tienen acreditado avezamiento. Pero la regla es que la mano amiga o influyente franquea el pórtico del Estado.
El primer resultado es que la administración es espantosamente pesada, ineficiente, mediocre, carente de iniciativa. Es, en síntesis, un sitio para vegetar con paga asegurada. Es la consecuencia de la viveza del acomodo como sistema.
Análogamente, a pesar de los formales esfuerzos de los consejos de la magistratura, está plagado de jueces que arribaron por la mano mágica del amigo y no por concurso y por el currículum. El efecto es la Justicia que poseemos, con sus pasmosas morosidades y con su denunciada falta de vendas.
Hemos judicializado la calle como herramienta para obtener nuestros reclamos. El piquete es el nuevo juez sin nombramiento. Somos tan vivos que no permitimos que los otros vivan y trabajen en paz.
Padecemos de la cultura de la ilegalidad. Violar leyes es un deporte aburrido a estas alturas. La derivación devastadora es que nos saqueamos con total impunidad.
Ser quebrantadores de la ley nos inhabilita para conformar una convivencia elemental. Si dejamos todo librado al mercado es un viva la Pepa. Si intentamos regular las cosas, también. Otro resultado de nuestra viveza.
Como somos vivos, hemos reducido a letra muerta el mandato federal de nuestra Constitución. Hoy nuestro unitarismo real transforma a Rivadavia en un adalid del federalismo. Esa viveza obtiene el milagro de que se les saquen a las provincias miles de millones de pesos y después se las “ayude” con anuncios desde el atril del Salón Blanco.
Si partimos de nuestros ámbitos urbanos para gozar del oxígeno, del paisaje y de la novedad, compartiéndolo con la familia, corremos el riesgo cada vez más atormentante de que devenga en una tragedia. No sabemos si el vehículo que va a nuestro lado está técnicamente apto; ignoramos si el chofer del ómnibus o del camión se dio una festichola de alcohol y carne, o si ha dormido lo suficiente. Como somos vivos, todo esto es una lotería.
Como somos vivos, estamos embarullados en el desorden. No vaya a ser que se nos enrostre fascismo por aludir al orden. Los vivos prosperan en el berenjenal y en el barro, no en las reglas. Zonzos son los suecos o los suizos, que tediosamente viven con arreglo a las normas. Nosotros somos vivos.
Nuestra viveza nos ha conducido a reabrir el pasado, en vez de dejar que entierre a sus muertos. Estos vivos del Sur estamos envueltos y revueltos por infaustos hechos de hace 35 años. Mientras, el futuro está ahí, incierto, sin labradores que lo vayan construyendo.
Recreamos, seguramente por ser tan vivos, los debates arcaicos de índole ideológica, esos que hasta Mongolia sepultó. De ahí el frenesí con el que nos aferramos a las antinomias. Hasta el punto de hacer de un chacarero un oligarca.
Somos tan avivados que castigamos el bolsillo de los creadores de riqueza y a los emprendedores en lugar de ponerles sólo el coto del bien general, pero siempre en el marco de estímulos. Así, los vivos hace tiempo que repartimos pobreza.
En algún momento esta cultura de la viveza promovió un proceso aciago de deseducación. El que era el país más señorial del Sur por su educación se ha venido tribalizando.
Como somos vivos, no se nos ocurre planificar, con cierto sacrificio, algunas estrategias de mediano plazo, tales como un plan demográfico para evitar la desequilibrante concentración de la población en algunas áreas o, más ambicioso en sus miras, un verdadero programa de desarrollo integral. Los vivos sobreviven en día por día. Es de zonzos pensar en el futuro. Que los que sobrevengan se las arreglen como puedan. Para eso está nuestro legado de “viveza”, transmitido de generación en generación.
La esperanza está en los millones de argentinos que viven sin ser vivos. Por ahora, los protagonistas casi monopólicos son los otros, los vivos. Los resultados de su viveza son demoledores. Es tiempo de experimentar el modo antitético, es decir, vivir en la ley, el trabajo, el esfuerzo, el mérito y los valores. Nos va a ir muchísimo mejor. “
Impecable razonamiento de Alberto Asseff en La Nacion.
“Se la conoce como viveza criolla y es la viveza argentina extendida a todas las capas sociales y a la totalidad del territorio nacional, aunque predomina con sus rasgos bien marcados en Buenos Aires.
Tiene un efecto antisocial, segrega resentimiento y envenena el respeto mutuo. Sus consecuencias, a largo plazo, son trágicas. No sólo en el campo moral, sino en los demás, incluso el económico. Pone en evidencia una egolatría con pies de barro, un afán de superioridad a costa del prójimo y una energía que se diluye en acciones estériles. Los demás humanos -seres estúpidos que sufren las estocadas del vivo o le responden con impericia- se llaman zonzos o giles.
El considerado “vivo” se siente el centro del mundo; si las cosas le salen mal, la culpa la tiene otro. Proclama que todo lo sabe y todo lo puede. Desborda capacidad para encarar cualquier iniciativa y asumir cualquier trabajo, por encumbrado o difícil que sea. Si lo eligen para un alto cargo, no se detiene a pensar en las dificultades inherentes a esa función, la posible falta de entrenamiento o su total carencia de aptitud. El vivo aparenta inteligencia, conocimientos, brillo y ejerce seducción. Pero se basa en la mala fe, el engaño y la inmoralidad.
Es un maestro del fraude, que empaqueta en fina seducción. Incluso ha inspirado el universo de la historieta con un personaje creado por Lino Palacio y que alcanzó amplia popularidad: Avivato. ¿Qué muestra?: un argentino oportunista, falso, sobrador. holgazán, coimero y listo para hacerse de cualquier ventaja.
Un rasgo básico es que el vivo no cree en la justicia. La viveza criolla consiste, precisamente, en atacar sin importar la ley y sin que la víctima pueda devolver el golpe. Desprecia la ley. Más aún: la ley es un obstáculo que se debe saltear… o burlar. ¡Siempre! El fraude jamás lo escandaliza, porque constituye uno de sus recursos más frecuentes. Para el vivo, la honestidad es una palabra hueca, ingenua, arcaica. De la misma forma descalifica la transparencia: jamás confesará a otro qué le pasa o cómo le va; y está seguro de que los otros hacen lo mismo con él.
Necesita burlarse de alguien al que llama punto y su diversión cotidiana es la cachada. Está seguro de que logrará burlarse del punto que tiene enfrente. Lo elige con admirable precisión y descarga sus dardos antes de que adviertan el ataque. Porque sus ataques aprovechan la sorpresa y se escudan de tal forma que no le pueden devolver la agresión. Para lograrlo vale todo: mentir, aprovecharse de las debilidades ajenas o empujarlo hacía el ridículo.
Entre sus características principales se destaca el desdén por el esfuerzo. “El vivo vive del zonzo y el zonzo de su trabajo”, repite para su menguada conciencia. Esto se completa con una consigna tácita: No hay que producir, sino apropiarse de los productos. Y para apropiarse no hay que trabajar, sino ser vivo.
¿Qué pasaría si los vivos llegaran al gobierno? Como son inmorales y egoístas, no se esmerarán en el beneficio de la sociedad, sino de ellos mismos. La voracidad de los vivos se regodeará con la rapiña. Pero el país que comandan -el barco en que navegan- terminará por hundirse junto con ellos.” Extracto de “La caustica picardia: El atroz encanto de ser argentinos” de Marcos Aguinis. (TEXTO COMPLETO)
Y para terminar, la experiencia personal de un ciudadano canadiense, expresada AQUI. Debajo cito sus impresiones:
” A fines de noviembre estuve de viaje por Argentina. Fueron solo 10 días que me permitieron darme cuenta de algunas cosas. En general, el viaje fue bueno… con algunas excepciones.
Estuve un par de días en Buenos Aires y luego, el resto de la semana, la pase en Paraná. Para ser honor a la verdad, la zona en la que yo me muevo en Baires es la zona de Retiro (plaza San Martín, Florida, Esmeralda, Arroyo, Suipacha, Juncal) y en Paraná me muevo por las zonas “seguras”. Digo esto para que se entienda desde donde escribo esto, nada más.
La ultima vez que había estado en Argentina fue en el 2005, mas o menos para la misma época y la verdad es que en esta oportunidad me ha dejado con sentimientos encontrados. Por un lado, yo vi que el país esta mejor… pero por el otro lado, la gente comenta que la cosa esta extremadamente peor. En el 2005 la cantidad de cartoneros que yo vi en la calle fue impresionante, esta vez solo vi uno.
Lo que la gente comenta es que el mayor problema es la inseguridad. Te matan o te torturan por dos mangos; que hay lugares en los cuales no se puede entrar/salir después que cae el sol. Y que zonas que antes eran consideradas seguras, ahora son tan peligrosas como cualquier otra. Por suerte no me toco pasar por esa situación, me afanaron el celular pero lo hicieron sin violencia. Ahora tener que decir que “por suerte” me robaron y no me mataron es un síntoma que de una sociedad que evidentemente esta enferma.
Es que tampoco sé si allá hay una sociedad. En mi opinión no existe una sociedad, sino que son cuarenta millones de individuos reunidos en clanes compartiendo un territorio. Porque todos se cagan en el otro, el respeto por el prójimo NO EXISTE. A veces, y sólo a veces, se respetan entre los integrantes del clan (todos tenemos un garca en la familia!). Y es acá donde yo veo que no hay salida para Argentina.
El “estilo de vida” sigue siendo el mismo, pero creo que la gente esta como muy estresada y eso los lleva a ser violentos. Gritos, insultos, peleas en la calle, etc. no es saludable para nadie. Lo que pasa es que con ese trafico, respirar ese humo negro y el nivel de ruido (bocinas, escapes libres y autos hechos pelotas) es mas bien lógico que la gente ande con los cables pelado.
Para el anecdotario quiero contar cosas curiosas que me pasaron, las conclusiones se las dejo para Uds.:
Hechos violentos:
* Un dia tuve que ir hasta Rosario a hacer unos tramites. Fuimos con mi mama en bus, hicimos los tramites y teniamos dos horas hasta el proximo bus a Parana. Decidimos ir a la peatonal a comer algo y caminar un rato. Paramos un taxi en la calle, entonces mi vieja se sube del lado de la vereda y me destraba la otra puerta (la del lado de la calle) para que suba yo. Apenas me subo, LA taxista me increpa mal porque dice que le van a cobrar una multa por dejar que me suba del lado de la calle. Ahora, yo turista, debo saber las regulaciones de la ciudad. Insisto, me increpo mal.
* Me llamo la atencion como los mozos en los restaurantes y bares estaban, en su gran mayoria, de muy mal humor. Me paso en Parana, Rosario o en Baires. Desde tiempos de espera entre 10-15 minutos para que se acercaran a la mesa, hasta cara de haber desayunado con vinagre y limon.
* En la estacion terminal de omnibus de retiro me afanaron el celular que lo tenia en el cinto. Asumo mi responsabilidad de no estar acostumbrado a vivir en la selva.
Servicios deficientes:
* En mi viaje de Parana a Baires no se donde me pusieron la valija en el buche del bus. Cuando llegue a Baires, abro la valija y tenia la ropa mojada, los libros mojados y obviamente, la ropa de color me destinio la ropa blanca.
* En la terminal de omnibus de Rosario, el de la ventanilla del Rapido no levanto la vista de su celular ni dejo de tipear su mensaje de texto mientras nosotros (mi mama y yo) le preguntabamos por los horarios de colectivo a Parana.
Cosas que me molestan muchisimo:
* La gente preguntandome cuanto peso, mi edad y cuanto gano.
* La gente diciendome que tengo que hacer con el dinero que gano, como, cuando y donde invertir (obvio que todo en Argentina!)
* La imposibilidad de conseguir ropa de mi talle. La ropa sigue siendo muy buena, el cuero es INCREIBLE pero los talles son para Barbie y Kent.
Debo decir que a pesar de estos inconvientes, la pase muy bien. La comida sigue siendo excelente (especialmente la pasteleria!), la cerveza bien helada y los tostados de jamon y queso se llevaron todos los laureles. Los amigos (esos que se cuentan con los dedos de las manos) siguen estando y me siguen entendiendo, soportando y apoyando como siempre.
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