miércoles, noviembre 26, 2008

Para alimentar nuestro ego.....

Por Laura Ventura
De la Redacción de LA NACION

Nueva York es la ciudad de los rascacielos; París, la de los museos. ¿Y Buenos Aires? ¿Qué la define y distingue de las demás capitales del mundo? A pesar de que muchos teatros se demolieron cuando la calle Corrientes se convirtió en avenida, las salas y sus escenarios siguieron multiplicándose y se instalaron a lo largo y ancho del mapa porteño. Ni Caminito ni el Obelisco. La Reina del Plata se destaca del resto de las ciudades por la cantidad de salas y propuestas que ofrece.

En Proteatro, el instituto que protege y fomenta esta actividad, se encuentran registradas 156 salas que pertenecen a dos circuitos: el comercial y el independiente. De aquel total, 22 pertenecen al primero, confirmó la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet), y 134, al tercero (también llamado off o alternativo). Gabriela Lerner, una de las directoras de Proteatro y miembro de la Asociación Argentina de Teatro Independiente (Artei), destaca el volumen de la franja independiente y habla de "estallido cultural", definición que no resulta exagerada: en 2002, había sólo 70 salas en el off . El tercer circuito es el oficial, que posee 14 salas, entre ellas las del Complejo Teatral de Buenos Aires y el Teatro Nacional Cervantes (además del Centro Cultural Rojas y el 25 de Mayo). Esto suma un total de 170 salas, aunque hay otras que no pertenecen a ninguna agrupación y se calcula que el total asciende a 187. En este contexto, la expresión "teatro en los sótanos", aquella que se refería a la realización de obras del circuito independiente en sitios que no fueran salas teatrales, quedó pequeña. En los domicilios de los directores, en los altillos, debajo de los quioscos, las representaciones afloran en la ciudad, no importa dónde.

Quienes pueblan el universo de las tablas hacen una observación: la proliferación de espectáculos no se cuestiona, pero este hecho no es un valor en sí mismo. La calidad de las casi 400 obras en la cartelera porteña es dispar: allí habitan piezas innovadoras, textos de autores consagrados y montajes experimentales de artistas que buscan nuevas vías de expresión. Otra cifra significativa es que alrededor de 50.000 personas estudian teatro en institutos públicos y privados o participan de talleres y seminarios.

"El teatro tiene que ver con el estado de ánimo: el argentino acude al analista y es fanático de Woody Allen porque en ambos encuentra lo que busca. Y el teatro es la expresión que elige", ensaya una teoría que explique este fenómeno Carlos Rottemberg, propietario de 7 salas en la ciudad, y apodado "el Señor de los Teatros". Además, sostiene que frente a la pérdida de público que padece el cine (frente al avance de copias pirata) la curva de confluencia del teatro es ascendente.

Alrededor del mundo

Broadway, la avenida de luminosas marquesinas de Nueva York, tiene 41 salas. Aquella ciudad es, sin lugar a dudas, la líder mundial en cantidad de musicales (actualmente hay 35 en cartel) y allí ocurre el mismo fenómeno que en Buenos Aires: la mayoría de los teatros pertenecen a la esfera independiente, conocida como off Broadway (con 94 salas).

Londres también apuesta a las grandes figuras y elige en mayor medida un "teatro serio" para sus 62 salas. Con mucha antelación las marquesinas anuncian que, en 2009, Ian McKellen y Patrick Stewart interpretarán Esperando a Godot y que Jude Law dudará entre ser o no ser en Hamlet .

París, con 151 escenarios, es la ciudad que más se acerca a Buenos Aires en cuanto a cantidad de salas. Sin embargo, el gobierno de Bertrand Delanoë tiene un abultado presupuesto para respaldar y promover la difusión de sus espectáculos de 23,5 millones de euros, informó a LA NACION el ayuntamiento francés. Proteatro, en cambio, realiza la misma tarea en los espacios porteños con 3,6 millones de pesos. En una de esas salas parisinas, este año se presentó una versión francesa de La estupide z, de Rafael Spregelburd, uno de los dramaturgos argentinos de mayor proyección internacional.

A su vez, el teatro argentino ocupa un lugar destacado en España. Javier Daulte, premiado autor y director de Baraka en la avenida Corrientes, conduce La Villaroel, una de las 28 salas que ofrece Barcelona. "El cine no se ocupa del espectador; el teatro, sí. Además, hay una necesidad de reunirse, que es algo bien argentino", opina Daulte.

En Madrid, el director estrenó la semana última ¿Estás ahí? (que en nuestro país se presentó durante dos temporadas con Gloria Carrá y Héctor Díaz) en una de las 73 salas de aquella ciudad. Allí también se hospeda durante este mes, con 6 funciones semanales, La omisión de la familia Coleman, un fenómeno que nació en Boedo, en el PH de Claudio Tolcachir, y que ya recorrió el mundo.

Un axioma propio del teatro

Los economistas aún no han estudiado un fenómeno propio de los espectáculos porteños. El axioma lo festeja Carlos Rottemberg, propietario de siete salas en la ciudad: "En épocas de crisis, lo único que se venden son entradas de teatro". En 2010, cuando cumpla 35 años de trayectoria en el mundo de las tablas, el empresario celebrará el aniversario como estila hacerlo cada lustro: inaugurando un nuevo teatro, en este caso el Argentino.

Suena entonces contradictoria la decisión de Daniel Grinbank de no montar Chicago en 2009, tal como lo había anunciado antes del estallido de la crisis. "¿De qué crisis me hablan? -dice molesto Rottemberg-. El [Grinbank] lo que hace es cambiar un negocio por otro y en lugar de apostar a uno solo, invierte en dos [ Agosto , con Norma Aleandro, y Frankie y Johnny ]."

La semana próxima, en el barrio de La Boca, Mariano Franco inaugurará el cine teatro Brown. Es un espacio con capacidad para 280 personas, refaccionado con la ayuda de los vecinos, que tendrá, además de proyecciones y recitales, una programación teatral que comienza con Severino , de Marcelo Camaño, con Pablo Razuk. Su propietario no ignora la crisis financiera internacional y aun así eligió apostar a este proyecto: "Lo que me sigue sorprendiendo es el compromiso de la gente que trabaja sin cobrar".

El Camarín de las Musas, una da las salas más concurridas del circuito independiente, donde se representan obras de Julio Chávez, Alejandro Tantanian y Daniel Veronese, entre otros, nació en plena crisis de 2001. "Por entonces nos pagaban con patacones y lecops, pero nos iba muy bien", cuenta Emilio Gutiérrez, uno de los propietarios, quien pone en práctica el lema "atendido por sus dueños" y se encarga desde la programación del espacio hasta de recibir a los espectadores en la puerta. "En el verano del corralito, aumentó muchísimo la cantidad de espectadores. Me imagino que el razonamiento de la gente es: «El dinero perdió valor, entonces lo voy a usar en algo que valga la pena»", opina Daulte, trabajador del teatro, epíteto que utiliza para definirse a sí mismo.

Por su parte, Berta Goldenberg dirige Anfitrión (Venezuela al 3300), una sala que vio la luz en 2000 y sobrevivió indemne a la debacle que vino después. La docente destaca la cantidad de personas que están dispuestas a hacer teatro sin cobrar, pues el borderaux (la taquilla) no es suficiente en el circuito independiente para sobrevivir y reconoce la importancia de los subsidios para poder realizar esta actividad.

Buenos Aires se impone ante las demás capitales como la ciudad que alberga más salas teatrales. No sólo los espectadores festejan el fenómeno. El país se ubica como un gran productor cultural, hecho que escapa a las leyes de la oferta y la demanda. Es por eso que las autoridades nacionales y porteñas deberían velar más aún por este crucial patrimonio argentino.

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