Por Jorge Giles 12-02-2009
De un lado, Tartagal y su tragedia, abrazándose a la Presidenta de los argentinos. Del otro, los dos arcos opositores negociando listas electorales y atacando al gobierno nacional. Parecen dos países distintos. Dos conceptos de la vida y la política. Dos modelos de democracia. Dos interpretaciones de ciudadanía.
El contraste es violento. Indigna hasta los huesos. Los rostros sonrientes de los opositores preocupados por las boletas electorales atenta contra el más elemental sentido de la condición humana, que es el gesto pudoroso y solidario cuando las campanas suenan a tragedia. Como en Tartagal.
Pero ellos parecen ajenos a estas cuestiones.
Allí está entonces el neo menemismo cinco estrellas, con Mauricio Macri, Felipe Solá y Francisco De Narvaez, negociando una lista electoral común y la neo Alianza de los radicales de Carrió, Cobos, Morales, Giustiniani y la guardia rural de Eduardo Buzzi, injuriando al gobierno desde el Congreso de la Nación.
Aquí, los que se resistieron a la redistribución de la riqueza con la 125 y allá, la Presidenta en el lodo sufriente de Tartagal, afirmando que esta es la tragedia de la pobreza estructural, que el alud lo pone al desnudo, que hay muchos Tartagales en el país y que sólo con la redistribución justa del ingreso podremos desterrar tanta injusticia. Y que lo dirá hasta que se muera.
¿Sabe de quién nos acordamos? De Carlos Auyero, cayendo abatido por un rayo de dolor durante el programa de Mariano Grondona, aquella noche que se enfrentó al funcionario menemista Eduardo Amadeo.
Denunciaba Auyero, dejando la vida, que los pobladores de Tartagal y Cutral-Co, que en aquel país de Menem luchaban contra el salvajismo depredador del neoliberalismo, luchaban para entrar al sistema y no para quedar afuera de él.
Tartagal es una de las víctimas de esa etapa que hoy pretenden reeditar los menemistas de viejo y nuevo cuño.
Nada más claro y grotesco que verlo a ese mismo Amadeo, acompañando ayer a Solá en la desvergonzada escena del céntrico hotel. No olvidemos nunca este día.
Vimos en vivo y en directo a los dos países en disputa. El país de la exclusión y el que se construye hoy, con inclusión social.
Hoy es el Estado el que va a ayudar a rescatar a los argentinos que fueron excluidos de una vida digna, para que nadie quede afuera.
Es el Estado que recuperamos, el que sirve cuando se hace presente en la desgracia y está del lado de la gente; cuando nos representa dignamente en el exterior y cuando viaja al lugar donde habita el dolor causado por los que hoy brindan ornamentadas conferencias de prensa.
El Estado sirve cuando estamos tristes, decíamos ayer y decimos hoy. Es la hora del abrazo con esas mujeres y hombres, de poner el hombro, de escucharlos, de ordenar la ayuda necesaria, de disponer de las mantas y el abrigo y la vivienda y el afecto.
Fue el abrazo de una Presidenta que trabaja de Presidenta. Y sufre, como una argentina más. Empuñemos la memoria, para que Auyero no siga muriendo. Para que vuelva en la voz emocionada y firme de una Presidenta que en Tartagal, se abrió paso diciendo: -quiero ver las casas, hablar con la gente, ayudarlos, abrazar a todos, estar con el pueblo, con el pueblo.
Este abrazo de la Presidenta con los ciudadanos más sufridos del país, es el territorio de afecto que debemos valorar y cuidar solidariamente, ahora y siempre.
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