martes, mayo 05, 2009

Libremos la batalla de las ideas o aceptemos la derrota


* Raul Isman

Basta prender cualquier canal televisivo, escuchar radios comerciales u ojear revistas de consumo masivo para que todo observador crítico se percate que existe una aviesa campaña global, cuyo objetivo máximo consiste en desestabilizar a los gobiernos que en nuestra América luchan por la realización definitiva de la independencia y el bienestar de sus pueblos. El célebre imperio (del mal) impulsa el siniestro tinglado y sus aliados internos son las marionetas grotescas que disciplinadamente realizan los propósitos de la gran potencia. De modo que los grandes massmedia no son sólo la fuerza de ocupación imperialista. También constituyen la prueba de verdad acerca de cuales son las coaliciones políticas que los pueblos deben apoyar. Es que las mismas son permanentemente vilipendiadas desde los citados medios de (in)comunicación; en una campaña que busca realizarse más por repetición machacona, que por riqueza argumental y lealtad para debatir. De manera que por más que diversas fuerzas de izquierda difundan discursos incendiarios acerca del comunismo ultra planetario, si quedan alienados con el bloque mediático-oligárquico-imperialista no son más que una patética comparsa de los enemigos del pueblo.
La experiencia de la Unión Soviética demostró la total inutilidad de combatir los infundíos comunicacionales emitidos por el imperio a través de la censura. A las operaciones de embuste- que llaman dictadores a Evo o a Chávez- no se les puede oponer el silenciamiento compulsivo de las fábricas de mentiras. Tal opción resulta funcional a los intereses que desea combatir. El único modo de derrotarlos es alentando la máxima conciencia política de los pueblos, como quedó claro cuando las masas venezolanas derrotaron el golpe de estado en el año 2002 o con las votaciones en Bolivia y Ecuador en el 2008.
Antonio Gramsci, filósofo y militante italiano, fue tal vez el primer pensador en destacar la centralidad de las luchas por lograr la hegemonía (cultural e ideológica) en la sociedad. Decía el sardo que los sectores dominantes logran instalar en la percepción de los pueblos un “sentido común” que les resulta altamente favorable. De allí la repetición hasta el hartazgo de sus frases standarizadas, que le permiten mantener la iniciativa discursiva; colocando en primer plano los contenidos que desea el poder (“inseguridad”, por ejemplo) y oscureciendo los que no le son favorables (derechos de los pueblos). Si no logramos cambiar la conciencia de las masas populares- en el camino de lo ya logrado en Bolivia, Venezuela, Ecuador- lo único que nos queda es la aceptación mansa de la derrota de nuestros proyectos. Demás está señalar que semejante lucha se desarrolla, también, desde los medios masivos de comunicación. Por cierto que no existen recetas magistrales e infalibles para desarrollar la batalla de las ideas; pero debemos aprender librándola que en ella se juega la continuidad del proyecto emancipatorio y jamás aceptar la resignación que predican las derechas.

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