* Orlando Barone
Yo no creo que haya un afán de acabar con el gobierno. No creo en esas especulaciones que sugieren un acoso de derecha y de izquierda tendientes a socavar a la presidenta, y a encarcelar a su marido en la antigua prisión de Ushuaia y sin calefacción ni una ventana por donde asomarse entre las rejas. No se me ocurre que haya fuerzas abocadas a provocar el colapso y el golpe, o una retirada en helicóptero.
Tampoco se me ocurre que haya nostalgias de aquella matanza de diciembre y del corralito; ni que haya gente evocativa de bonos y patacones que crea que si el Indec les dice exactamente a cuánto compran el Malbec con roble en la góndola de Patio Bullrich sienten que recobran la honra ultrajada de la patria.
No creo en que Elisa Carrió mienta sagradamente cuando dice que hay que temer a Noviembre porque es una emboscada, ya que ella está en la Argentina para salvarla. Ni puedo pensar que los opositores están impacientes y dos años más no se aguantan. Cobos se contiene furtivamente en su mejor estilo.
Además están los grandes medios y sus mejores empleados periodistas apaciguando espíritus. Y dándole a los conflictos la temperatura prudente que merecen. Diarios y noticieros demuestran una comprensión democrática y una objetividad descriptiva. Sin ellos las audiencias serían influenciadas por un optimismo ingenuo. Los medios no exageran los crímenes, no exageran los pronósticos de crisis y no instigan a la gente decente a enfrentarse con los piqueteros y viceversa.Y es una suerte que los famosos de la televisión, atosigados de dinero y de fama, sean generosos con los ciudadanos que les proveen de esos bienes, y los exciten a reclamar por sus vidas amenazadas por la matanza masiva. Y por la aniquilación que asuela nuestras calles sin ley ni justicia.
Tampoco creo que los cardenales y obispos prefieran a otro tipo de gobierno, que se arrodille ante el Tedeum del 25 de Mayo, que haga recobrar el prestigio a los sacerdotes castrenses y que descarte para siempre esos pecados mortales de casar a los gays y a cualquiera que tenga un sexo desviado del sentido divino.
No desconfío de las cámaras empresarias de medios y de negocios audiovisuales concentrados porque están de acuerdo en que el gobierno reavive el papel de los sindicatos y las paritarias y el de las organizaciones sociales.
Y menos voy a sospechar de que los que profesan ese 2 % de la izquierda , y a quienes ya no les basta el brazo izquierdo sino que sienten que la izquierda es la ubicación de la Utopía extrema, sea tan –cómo decir- ilusa de desear que el Gobierno cese. La izquierda es inteligente: se inspira en Mao y en Trotsky, nada menos, y no va a ser tan otaria de creerse que en el derrumbe va a ser la beneficiaria. No se le va a ocurrir pensar que si ahora tácticamente acompaña a la derecha en el afán de destrucción en combo ideológico, después la derecha le va a dar el ministerio de trabajo y el de desarrollo social y la va a consultar a ver si los trabajadores de Kraft y del subte reciben el cincuenta por ciento y el doble aguinaldo y guartderías vip para los hijos. O si a los docentes los ubica en los niveles de los países nórdicos, y a la mitad de las reservas del banco Central la reparte entre el campesinado, el proletariado y los pueblos originarios. Y expulsa a las corporaciones expoliadoras, alentando la revolución permanente con la avanzada popular de las caceroleras de barrio Parque y la Mesa de Enlace.
No quisiera creer que la ansiedad destituyente está en marcha. Lo que está en marcha es la eterna tilinguería, la desmemoria y la hegemonía mediática. A la conspiración se le hace agua la boca pero no le llega el bocado. Afortunadamente hay una oposición sensata que acompaña.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 13 de noviembre de 2009 en Radio del Plata.
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