martes, diciembre 01, 2009

EL PAIS DE LAS SOMBRAS CORTAS

* Por Orlando Barone

No sé por qué los argentinos ya no se van del país en masa como antes.

Y por qué la televisión ya no se deleita mostrando las colas de emigrantes en la puerta de los consulados y embajadas.

Y no solo los argentinos ya no se van -salvo de vacaciones- sino que vienen a Palermo Soho los norteamericanos y nuestra población aumenta cada día.

Y eso es lo raro.

Porque si uno escucha y lee las noticias, este es un país con más muertes que vida.

Y sin embargo no hay éxodos ni caravanas partiendo al exilio.

Y además se construyen cada vez más barrios abiertos y cerrados; y hasta en las villas de emergencia se levantan chozas de tres pisos que los diarios delatan como signo de usurpación y barbarie.

Y aunque se dice que aquí los delincuentes matan por matar, no como en otras partes que matan por motivos intelectuales, la gente no se recluye debajo de las camas, no: sale de sus casas sin chaleco antibalas ni guardaespaldas y los abuelos llevan a los niños a la plaza.

Mientras tanto, en la pantalla, todos lloran eternamente desconsolados y claman ojo por ojo; pero el televidente cambia de canal para mirar a Tinelli y reírse y de seguir así acabará riéndose de los noticieros y de sus relatores más que de los comediantes.

No sé por qué se siguen llenando los teatros y los cines y los recitales.

De dónde la gente saca la plata.

Ni por qué ante tanta amenaza exista el deseo de sentarse a las mesas de los bares en las veredas, donde aparte del riesgo de los motoqueros chorros la consumición es más cara.

Será que la gente es temeraria y suicida, y por eso también pasea de noche con autos caros sabiendo que la pueden ametrallar en cualquier esquina.

Y que ninguna ambulancia va a llegar a tiempo porque el Estado no las surte de nafta, ya que los surtidores se vacían llenando el tanque del avión que va al Calafate.

No sé por qué no hay, como antes, compradores de dólares desesperados en las agencias de cambio, y eso que dicen que la economía está al borde del colapso.

Aunque el riesgo país cada vez más bajo los desmienta.

Tampoco sé por qué, si como dicen, gobierna una dictadura que persigue al periodismo, cualquier profesional o amateur dice y escribe del gobierno la injuria y la mentira que se le da la gana.

Y menos sé por qué las parejas siguen teniendo hijos; y hasta se empeñan en ser fertilizadas con embriones argentinos mientras oyen y leen que el país es una porquería.

No sé por qué si se dice que el gobierno roba a troche y moche -y todavía más de lo que nadie imagina, ya que se roban hasta las almas- tiene todavía plata para los seis millones de chicos de la asignación universal, para que cinco millones de jubilados cobren un beneficio extraordinario, y para que se paguen los salarios con plata y no con moneda inválida.

No sé por qué si dicen que se va a cortar el suministro eléctrico y el país será igual que el planeta cuando aún no se había creado la luz, la gente -aún modesta- suda por comprar aparatos de aire acondicionado y agota su existencia.

No sé por qué se dice que la democracia está rota, si nunca como hoy los legisladores han participado tanto institucionalmente, que ya aburridos de ver salir leyes abandonan sus bancas opositoras para pavonearse en los medios donde se sienten mejor que en el Congreso.

Vivimos entre una irrealidad mediática y una realidad argentina.

Y no sé por qué.

Si bastaría un destello real de la razón, para iluminar la delirante oscuridad falsa.

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