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martes, agosto 18, 2009
La presidenta argentina y una idea con reminiscencias romanas
Por Fernando Del Corro*
Rebanadas de Realidad - Portal Mercosurnoticias, Buenos Aires, 16/08/09.- El viernes, la presidenta argentina Cristina Fernández, exponiendo sobre las carencias de buena parte de la población del país para la cual, según adelantó, existen algunos planes que permitirán su reincorporación al sistema productivo, señaló que además de hacer padrones de pobres también se debieran elaborar padrones de ricos.
Tal vez a algunos de los que conocen un poco de historia romana más allá de la leyenda de su fundación por Rómulo y Remo y la aún más reciente leyenda sobre su amamantamiento por una loba (originalmente se hablaba de una prostituta llamada Laurentia, a la que se hizo desaparecer por razones estéticas, aprovechando que en latín lupa significa tanto loba como prostituta rural) se les haya pasado por la cabeza que los ricos en el viejo imperio, donde ya se hablaba de la globalización, también eran censados.
Eran censados, precisamente. por los censores, una institución creada por el rey Servio Tulio en el Siglo VI Antes de Nuestra Era (ANE). Se trataba de los magistrados de mayor nivel y cuya tarea consistía en realizar el censo de la población, organizándola por niveles de riqueza a los efectos de pagar sus impuestos. Los más ricos eran promocionados por los mismos censores para los cargos de senadores.
Hasta Servio Tulio -luego asesinado por su hija ligada a la oligarquía- todos pagaban igual por capitación, se tuviera lo que se tuviese. El creador de lo que con el tiempo se convirtió en el Impuesto a los Réditos, que a la Argentina llegó recién en 1932, dividió a la población romana en sextiles. El primero era para los que tenían 100.000 ases o más, el segundo entre 75.000 y 100.000, el tercero entre 50.000 y 75.000, el cuarto entre 25.000 y 50.000, y el quinto entre 11.000 y 25.000. Los que no llegaban a 11.000, integraban el sexto y estaban exentos.
En la Roma primitiva también existían los pobres de solemnidad. Eran los que llegaban de su periferia, desde esclavos fugados hasta perseguidos por diferentes razones. Para ellos se construyeron casas en los extramuros y se les daban formas de vida hasta que, luego de un tiempo en observación, se les permitía instalarse murallas adentro. Eran los “clients”, de donde deviene el término cliente, que ya en la misma Ciudad Eterna, con el correr del tiempo, también adquirió la forma política degradada que hoy se conoce.
Claro está que los más ricos se reservaron los derechos a ocupar los cargos esenciales, como las bancas senatoriales. Inicialmente los senadores eran 30, uno por cada gens (familia) fundadora, los patricios (jefes, en latín pater es jefe; padre en el sentido moderno era progenitor), agrupados de a diez residencias. Luego se fue ampliando a 300, 600 y hasta 900 con Cayo Julio César en el Siglo I ANE (luego fue reducido nuevamente a 600 y más tarde a 300). Esto fue permitiendo ampliar a otros sectores sociales, comenzando por los militares y ex altos funcionarios, pero el censo apuntaba a los más ricos. Así se fueron incorporando oriundos de provincias y ya en el Siglo II surgió un gran emperador, Marco Ulpio Trajano, nacido en Itálica (hoy Santiponce, cerca de Sevilla, España). Para ser senador había que estar en el primer sextil.
Eso hizo que cuando aparecieron emperadores populares tuvieran una fuerte oposición senatorial y sus voceros se encargaron de legar una leyenda negra como en los casos de Cayo Julio César Germánico (Calígula, borceguí) o de Tiberio Claudio Nerón (Nerón, originalmente Lucio Enio Enobarbo). A este último hasta se le inventó haber hecho incendiar la ciudad, a pesar de lo cual, a 50 años de su suicidio masas populares todavía generaban levantamientos enarbolando su nombre.
De hecho en la Argentina, normas aparte, las cosas fueron manejadas así hasta que la reforma de la Ley Sáenz Peña en 1912 abrió las puertas del parlamento a las capas medias y con el correr de las décadas a los trabajadores. Las estructuras partidarias llevaron a los cargos públicos pocas veces a los más opulentos. Estos ejercieron sus presiones a través de las organizaciones gremiales patronales y, más recientemente, por el peso propio de cada transnacional de origen local u extranjero.
A diferencia del Brasil donde en las cámaras hay agrupaciones logísticas integradas por legisladores de diferentes partidos, como es en el caso paradigmático de los grandes terratenientes, en la Argentina recién ahora aparecen los propulsores de esas políticas , sobre todo desde algunos sectores más poderosos de la llamada “Mesa de Enlace”, a los que Servio Tulio hubiese ubicado en el primer sextil.
Este rey romano, el sexto de aceptarse la leyenda de la fundación por Rómulo (Roma en verdad surgió como área de intercambio comercial entre etruscos y pobladores de la Magna Grecia), ya hacía pagar el tributo a los ricos aunque no declarasen ganancias (al estilo de las propuestas de Horacio Giberti durante la gestión ministerial de José Ber Gelbard en el gobierno peronista en el período 1973-1974). Ahora los tiempos son diferentes y los grandes pools agrarios ligados al sector financiero ganan pero también se las arreglan para no pagar lo que debieran.
Los censores romanos de la época clásica hacían el trabajo que hoy en la Argentina realizan el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), la Auditoría General de la Nación (AGN) y la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), además de, en base a ello, nominar a los senadores. Excluido esto último, no es mala idea hacer el censo de los más ricos.
(*) Periodista, historiador graduado en la Facultad de Filosofía y Letras (FyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA en "Historia Económica Argentina" y subdirector de la carrera de "Periodismo económico" y colaborador de la cátedra de grado y de la maestría en "Deuda Externa", de la Facultad de Derecho de la UBA. Asesor de la Comisión Bicameral del Congreso Nacional para la Conmemoración del Bicentenario 1810-2010.
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