El cambio de perfil del apoyo al Gobierno, el fantasma de la crisis de 2001, los problemas de los candidatos opositores, la falta de unidad y entrada en la clase trabajadora, las ganas de cambio, pero “sin tirarse por la ventana”. Elementos de una ecuación que sigue sin aclararse.
Por Raúl Kollmann
La oposición es el enigma. Algunos consultores políticos y encuestadores dicen que 2011 lo gana o lo pierde la oposición, porque si presenta una fórmula creíble, canalizará el voto de los que quieren cambiar. Otros, en cambio, afirman que incluso en los sectores que quieren cambiar, en una elección presidencial sólo votarían por el cambio si existe alguna alternativa en la que puedan confiar. Y por ahora –analizan– no la hay. No faltan los que sostienen que la segunda fuerza del país, el radicalismo, no será vista como una real posibilidad de gobierno porque se impondrá el miedo originado en el final del mandato de Fernando de la Rúa y la crisis de 2001. Prácticamente no hay quién vea con chances a Mauricio Macri, a menos que vaya unido al peronismo disidente. Pero también esa alternativa presenta dificultades.
La oposición está en el centro de la polémica. Siete consultores, que trabajan para el oficialismo y la oposición, explican su mirada sobre 2011.
¿Tiene chances la oposición?
Las respuestas son muy distintas, depende del consultor-encuestador que responda. Y el problema es conceptual.
Hugo Haime, titular de Haime y Asociados, diagnostica que “hay un sector que quiere seguir con las cosas como están en la actualidad y otro sector que quiere cambiar. El problema es que este sector, el que quiere cambiar, necesita saber en quién confiar. Nadie quiere correr riesgos ni volver a 2001. Aun los que no quieren al actual gobierno, si hay algo que le reconocen es que gobierna”.
“¿Cómo se gana la confianza de ese sector que quiere cambiar? –se pregunta Haime–. Es una mezcla. Influye la trayectoria, la honestidad, el cumplir con lo que se dice, pero sobre todo hay que demostrar dos cosas: que uno tiene capacidad para resolver los problemas y que uno crea expectativas, ilusiones en la gente. Por ejemplo, yo creo que hay una parte de los que quieren cambiar que creen que Eduardo Duhalde garantiza cierta gobernabilidad. El problema es que no tiene una corriente de afecto, no genera esperanzas. Felipe Solá pasa por la misma situación: tiene bastante experiencia de gobierno, pero no genera una ilusión.”
“Para mí –agrega Haime–, Macri está en la otra punta. Sigue generando ciertas expectativas, pero no muestra que pueda resolver problemas, empezando por los de la Capital Federal. Igual, creo que es un dirigente con capacidad de crecimiento.”
Haime sostiene que “en el radicalismo hay un verdadero de- safío. Parece obvio que Julio Cobos garantiza más capacidad de gobierno que Ricardo Alfonsín, pero éste le gana en la interna. Yo diría que Alfonsín y Hermes Binner generan una sensación de lo nuevo, pero no existe esa sensación respecto de su confiabilidad como gobernantes”.
“Resumiendo –completa el consultor–, mientras no aparezca un candidato confiable, la oposición está en dificultades. Porque el país no está en una situación de caos o crisis. No hay hiperinflación y crisis terminal como con Alfonsín, no hay un desempleo galopante como con Menem ni corralito como con De la Rúa. No está ninguno de esos escenarios. La gente que quiere cambiar está molesta, pero no se tira por la ventana.”
Algo va a surgir
Sergio Berenstein, de la consultora Poliarquía, está convencido de que alguna candidatura o fuerza de oposición terminará surgiendo y con posibilidades de ganar. Su análisis parte de lo ocurrido en 2007.
“Cuando se analizan la coalición con la que ganó Cristina Fernández de Kirchner, uno tiene que percibir que la actual Presidenta contó con el apoyo del tradicional voto peronista, pero también con dos sectores muy importantes de la clase media. Por un lado, lo que fue el radicalismo K, un conjunto de gobernadores e intendentes que aportaron entre el cinco y el seis por ciento de los votos. A esto se agrega un sector muy importante del interior, agroindustrial, que vive en pueblos o ciudades que tienen menos de 50.000 habitantes. Hay un tercio de la población argentina que vive, justamente, en pueblos de menos de 50.000 habitantes. Después del conflicto con el campo, más allá de quién haya tenido razón, el oficialismo perdió esos votos: los del radicalismo K y los de los pueblos ligados al campo.”
Para Berenstein, “éste no es únicamente un problema económico. Esa gente está distante del oficialismo porque siente que agrede su forma de vida. Es cierto que la gestión del ministro de Agricultura actual, Julián Domínguez, es mejor que las anteriores, más dialoguista. Pero eso apacigua, no cambia la resistencia y hasta el rechazo de la gente del interior hacia el Gobierno. Entonces, mi pregunta es: ¿cómo va a reemplazar el Gobierno ese 15 por ciento de votos que perdió? En la Casa Rosada creen que alentando el consumo, con el crecimiento de la economía. Otra vez la mirada economicista. Y acá el problema está en las clases medias, que buscan un cambio. Quieren un país que se parezca más a Uruguay, Chile o Brasil y no a Venezuela, Ecuador o Bolivia. Cristina tal vez representaba eso en 2007. Ahora no. Ni siquiera lo intenta”.
“Por eso yo creo que de alguna manera se va a dar. La sociedad va a buscar a alguien que, sin ser un gran líder, va a representar esa franja, una parte de la población que quiere un país moderno. Y el oficialismo se equivoca creyendo que la gente va a votar sólo la economía. Está estudiado en el mundo: la economía es parte del voto, pero no es todo. Por supuesto que el mejor perfil lo tiene Carlos Reutemann, que no quiere ser candidato. Eso hace que, al menos por ahora, los que se postulan no pueden ser, pero el que puede ser, Reutemann, no se postula. Igual, alguien va a canalizar esa corriente y tendrá chances.”
2011 no es 2009
Artemio López, titular de la consultora Equis, parte de la base de que el escenario electoral entre la derrota oficialista de 2009 y la presidencial de 2011 cambió totalmente.
“La oposición se equivoca. Piensa que la foto de 2009 es una película que llega a 2011. Efectivamente el Frente para la Victoria tuvo en Capital, Santa Fe y Córdoba –tres megadistritos con casi un tercio del electorado nacional– un promedio de apenas un nueve por ciento.”
“Hoy las circunstancias han variado por tres razones: electorales, políticas y técnicas. Políticas, porque la imagen del Gobierno mejoró sensiblemente y hoy, por caso, en Capital Federal, el FPV llega al 22 por ciento de los votos. Cambió políticamente en Córdoba, donde el sistema de alianzas territoriales está en proceso y va bien. Técnicamente, porque en Santa Fe la elección de gobernador no se va a hacer junto con la de presidente, y eso mejora mucho las perspectivas del oficialismo. Hoy, el FPV saca el 30 por ciento en esa provincia.”
Hay que esperar a marzo
Rosendo Fraga es titular del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría. Su mirada es que, hoy por hoy, la oposición está estancada en lo político-electoral, pero avanza en los temas institucionales.
“Digo que hay un estancamiento, porque no existe ninguna chance de que la oposición resuelva las candidaturas. El Peronismo Federal no lo puede hacer hasta marzo y lo mismo les sucede a los radicales. Sin definir candidato, la oposición está estancada en ese terreno.”
“Mientras tanto –señala Fraga– hay un avance en lo político-institucional, ganando votaciones en el Congreso. Ganó la del Indec, ganó la de los glaciares, ganó la del 82 por ciento para los jubilados. Todo eso se nota, pero en el terreno electoral está trabado.”
“La gran cuestión de 2011 es si va a ser el Peronismo Federal o el Acuerdo Cívico y Social la gran fuerza de oposición. En el país hay sólo tres grandes fuerzas: esas dos y el Frente para la Victoria. Y después hay tres fuerzas de segundo nivel, el PRO, que encabeza Macri; el ARI, de Elisa Carrió; y Proyecto Sur, de Pino Solanas. Estas tres no tienen chances presidenciales. Mi impresión es que tendrá que resolverse entre el Peronismo Federal y el Acuerdo Cívico quién encabezará la oposición. Macri creo que no se va a presentar. Tiene que resolver sus problemas en la Capital primero.”
“Hay una cuestión que tiene mucho que ver con el resultado electoral de 2011: el campo. Yo diría que el voto del campo y las personas que viven relacionadas con el campo suman un 15 por ciento del total nacional. El Gobierno no ha hecho nada por reconciliarse con esa franja. Si hubiera reconciliación, creo que el oficialismo gana”, concluye Fraga.
Opositores, no oposición
Enrique Zuleta Puceiro es titular de Opinión Pública, Servicios y Mercados (OPSM). Su mirada sobre la oposición es singular.
“Habría que insistir en lo que lo que constituye casi un lugar común del análisis político: no existe una oposición. Lo que existen son opositores. Algunos de ellos tienen capacidad de generar votos –y hasta de ser candidatos en 2011; otros simplemente tienen capacidad para vetos–, vetos sociales, políticos, parlamentarios o puramente mediáticos.”
“Hablar de la oposición en un sentido global e indiferenciado lleva a exigirle al conjunto de las fuerzas de oposición un nivel de homogeneidad, unidad de propósitos y coordinación estratégica imposible de lograr –agrega Zuleta–. A la oposición se le exigen hoy realizaciones y logros imposibles. Se le exige por ejemplo una unidad contra el oficialismo capaz de polarizar las elecciones presidenciales de 2011, cuando en realidad, lo que conviene a cada una de las fuerzas políticas que convergen en ese espacio es más bien lo contrario. Lo que legitima, agrega y consolida el campo opositor es más bien la diferencia, la heterogeneidad, el dinamismo interno, y, sobre todo, su pluralidad de opciones. Separados los líderes, partidos y clubes políticos de la oposición suman más de un sesenta por ciento del voto de 2011. Unidos componen un cóctel puramente virtual y explosivo.”
“Para exhibir unidad –redondea Zuleta–, los fragmentos de la oposición se ven forzados a de-sarrollar una agenda puramente reactiva, en contra de todo lo que el Gobierno significa. El riesgo es muy claro. Sobre todo en un escenario como el actual, de optimismo colectivo y demandas sociales de gestión, responsabilidad y eficacia gubernativa, en el que la gente reclama propuestas alternativas, actitudes constructivas y posiciones razonables, sobre todo ante lo que ve como logros del Gobierno. Muchos sectores independientes tienden a ver a la oposición como carente de ideas y de sentido de la responsabilidad. En la medida en que lo que se votará en 2011 será gobierno y no oposición, no es extraño que la oposición pierda hoy por hoy en primera vuelta y en casi todos los escenarios de una posible segunda vuelta. La mayor dificultad de la oposición es precisamente esa sobrecarga impaciente de demandas imposibles de satisfacer.”
El factor miedo
Roberto Bacman, de la consultora CEOP, hace un análisis que toma en cuenta la trayectoria de los partidos.
“La realidad es que se rompió el sistema bipartidista. Antes, entre el PJ y la UCR sacaban el 80 por ciento de los votos. Ahora aparecieron el PRO, Lilita Carrió y otras fuerzas que hacen que la UCR haya perdido la capacidad de conseguir el 40 por ciento que solía conseguir. Ahora el PRO, Carrió y otras vertientes no le permiten pasar de un 25 o 26 por ciento.”
“Y aquí entra a jugar otro factor: el miedo. La UCR viene de dos experiencias muy complicadas: Raúl Alfonsín no pudo terminar su mandato, y lo que pesa más todavía es el final del mandato de Fernando de la Rúa. Hoy por hoy, el radicalismo puede definir cuál es su major candidato, Ricardo Alfonsín o Julio Cleto Cobos, pero le va a costar muchísimo que le crean que puede gobernar.”
“Nosotros medimos a los candidatos del Peronismo Federal. Ninguno tiene una gran intención de voto. Y esto es porque no existe un electorado del peronismo disidente. El que mejor mide es Eduardo Duhalde, pero tiene entre el siete y el ocho por ciento. Muchos sostienen que Carlos Reutemann tendría posibilidades: por ahora, la gente no le cree que vaya a ser candidato. No tiene más del cuatro por ciento de la intención de voto.”
“Por otro lado, está claro que Macri no puede ir solo como candidato presidencial. No tiene extension nacional. Necesita socios en el interior del país. Su gestión en la Capital Federal tiene indicadores de aceptación aceptables. No es lo que la gente esperaba, pero no son tampoco un desastre. Ahora bien, muchos votantes del Peronismo Federal no lo votarían y hay una parte de los adherentes a Macri que se espantarían con una fórmula con Rodríguez Saá o Duhalde. En cualquier caso, esa alternativa no pasa del 16 o 17 por ciento hoy en día y compite con el radicalismo.”
“Detrás de esta fragmentación hay un fenómeno que domina la escena: el principal problema de la oposición es que no tiene un proyecto de gobernabilidad concreto. Ningún sector representa un modelo de gobierno alternativo. No tienen plataforma. Y eso es lo que hace que el voto se disperse. Ya no hay bipartidismo, ya no se vota por la camiseta del partido, y al no haber proyecto alternativo claro, el voto se dispersa.”
Bolsillo, corazón, consensos
Para Doris Capurro, de Ibarómetro, “el principal problema de la oposición es que, en el último año, su argumento central ha sido la falta de búsqueda de consensos y de diálogo por parte del Gobierno. Hoy, sus argumentos se desvanecen ante la opinión pública, ya que no hay dos que puedan ponerse de acuerdo, ni siquiera en un mismo sector”.
“Hoy, hay una única cosa clara: la candidatura de Néstor Kirchner, apoyada por el Partido Justicialista. El debate sobre si es él (NK) o ella (CFK) muestra la actual robustez del oficialismo, que puede exhibir dos candidatos con idénticas posibilidades electorales. La recuperación de la imagen positiva del Gobierno y del kirchnerismo es vertiginosa.”
“En cambio, la oposición no tiene, hasta el momento, ningún candidato definido, ni ningún partido con una estructura nacional sólida y rodeada por una consistente masa de votantes, con posibilidades de enfrentar al oficialismo. El electorado de centroderecha está huérfano de liderazgo. Mauricio Macri, sin el apoyo del peronismo disidente, no tiene ninguna chance de acceder a una segunda vuelta. El peronismo disidente (que representa apenas un 10 por ciento de aquellos que dicen estar cercanos al justicialismo), sin Macri, tampoco tiene ninguna chance. Macri no los representa. ¿Cómo explica un Jorge Busti, por ejemplo, a los peronistas entrerrianos que el candidato del peronismo es Macri? Francisco de Narváez parece tener una agenda propia, que no quiere compartir con nadie. Aparece más enfrentado con Macri (probablemente por una competencia de tipo personal) que con el oficialismo. No parece estar ilusionado con el gobierno de la provincia. Sólo le interesa la presidencia. Duhalde no logra reenamorar ni a sus viejos caudillos locales, y menos aún a la opinión pública. Felipe Solá coquetea, según su conveniencia, con Elisa Carrió, con el PRO o con el peronismo disidente. Reutemann dice que no. Rodríguez Saá y Das Neves dicen que sí, pero no los quiere nadie. Un rompecabezas que, si no se alinea, hace agua por todos lados.”
“Por otro lado, está el Desacuerdo Cívico y Social. La fractura de la Coalición Cívica con el radicalismo no es sólo una amenaza para esa nueva alianza, sino hasta para el liderazgo de Ricardo Alfonsín. Uno de sus posibles atributos era la capacidad –que no tiene Julio Cobos– de liderar un acuerdo con la Coalición y con el socialismo. Pero, aunque lograse recuperar esos acuerdos, es imprescindible mostrar capacidad de gobernabilidad y, con estos recientes antecedentes, se agranda el recuerdo funesto de la Alianza. Entonces, una fórmula Alfonsín-Binner, que puede resultar atractiva para un sector de la clase media, no tiene posibilidades de ganar por credibilidad y capacidad de gestión. Además, le falta el apoyo de la clase trabajadora.”
“Y aquí entra el viejo diagnóstico: la clase media vota más con el bolsillo que con el corazón. La gente de menores recursos seguramente se alineará con el oficialismo en su mayoría. Y, además, la clase media no querrá correr riesgos”, redondeó Capurro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario