Por Silvana Larrea - - |
Se los llama Nazarenos, acuarianos (por la Era de Acuario), niños del sida (por su capacidad inmunológica) o supersíquicos. El nombre de índigo (el más conocido para identificarlos) fue tomado del color atribuido al chakra (centro de energía) del entrecejo, es decir, del tercer ojo. Occidente empieza a descubrir el tema, mientras en países como China es conocimiento antiguo y los niños calificados hoy como 'índigos' son conocidos como “la gente que sabe lo que los demás no saben”. La diferencia, según expertos chinos, es que en Oriente se los venera y en Occidente se los reprime. El súbito interés en los niños índigo proviene –de acuerdo con los promotores de esta teoría- de que cada vez son más numerosos (se habla de cifras tan astrónomicas como ¡el 80 por ciento de los nacidos actualmente!), aunque no existe, hasta el momento, ninguna prueba científica que lo corrobore. Los defensores del fenómeno de 'los niños índigo' aseguran que en el tema se cruzan elementos místicos, holísticos y esotéricos. Y exponen como prueba tangible de su existencia el método conocido como 'foto kirlian', técnica que permite sacar una foto del aura o campo energético de un organismo vivo. El aura de estos niños, a diferencia de la que poseen los de generaciones anteriores, es azul, de ahí que se los llame índigos. Sustentan, además, hipótesis de la existencia de un metabolismo más rápido y de un ADN superior, lo que se suma a características como que comen y duermen poco, que no acatan órdenes, que encaran a sus padres, que se aburren de los juguetes, que no quieren ir a la escuela y que aparentemente son dueños de una "inteligencia superior". Los escépticos, en cambio, hablan de esnobismo entre los padres, que prefieren calificar de índigo a un hijo que en realidad es solo una víctima más del síndrome de atención deficitaria por trastorno hiperactivo, un mal que hoy en día aqueja a millones de niños en los Estados Unidos y que según un artículo de Jeremy Rifkin, presidente de la Foundation on Economic Trends, de Washington (publicado hace algunos meses en Mundo Diners), no es más que otro síntoma de la "sociedad a cámara rápida" que vivimos hoy en día padres e hijos. "Los niños afectados se impacientan con facilidad, no pueden concentrarse, son irascibles y se desaniman pronto" asevera Rifkin. Este diagnóstico coincide con el de muchos niños 'índigo'. Su argumento es que un entorno dominado por la televisión, los videojuegos, las computadoras, hace que el niño crezca sometido a una continua estimulación medial que “muy probablemente” causará un desarrollo neuronal deficiente que condicionará una capacidad de concentración escasa. “Si aceleramos más el ritmo, corremos el riesgo de que la impaciencia sea la actitud habitual de la nueva generación”, concluye. ¿Un movimiento contra el Ritalin? La psicopedagoga Isabel Muñoz sostiene que los niños índigo son una versión de pacientes con DDA, que engloba a los hiperactivos. Este síndrome se trata con una anfetamina llamada Ritalin. En Estados Unidos empezaron a surgir grupos que no admiten este tratamiento y ello puede explicar la aparición de la teoría de los índigo, revela. “Índigo” no es una clasificación aceptada por la Academia Mundial de Psiquiatría, por ser tratado como algo esotérico: a los niños se les mide el aura que supuestamente tiene toda persona por la carga eléctrica natural del cuerpo, y con ello, “niños inquietos, sensibles, sin capacidad de adaptarse, son catalogados como índigos y gente de distintos grupos los asimila como enviados de Dios, con capacidad para predecir y poderes de autosanación”, explica Muñoz, quien en 26 años ha tratado a muchos hiperactivos “pero ninguno ha predicho nada”. Establece que no todos los niños llamados índigo pueden ser hiperactivos, pero los que lo son deben ser tratados para evitar su desadaptación. El DDA, explica, es un síndrome muy moderno, cuyo origen está en estudio pero que parecería ser producto de todo el conjunto de vacunas recibidas por los padres, que formarían características cerebrales diferentes en los niños. Oculto y polémicoLos ingredientes metafísicos y esotéricos inherentes al tema de los niños índigo son manejados con bajo perfil y muchas veces los padres no los conocen. María Dolores Paoli es una psicóloga transpersonal venezolana citada en toda conferencia, reunión o consulta sobre el tema de los índigo en el mundo. La disciplina que ejerce fue fundada por los teóricos de los índigo y no tiene reconocimiento científico. Ella afirma que los índigo son Niños de las Estrellas, que provienen de planetas más evolucionados, con la misión de incrementar “la tasa vibratoria de la Tierra” y que “son puentes entre la tercera y la cuarta dimensión”. Ese paso (o “ascensión”, según el esoterismo) a la cuarta dimensión hace que los ángeles y otras “entidades de luz” comiencen a tener más influencia en los humanos, enviando sus mensajes por medios síquicos. Paoli es seguidora de Lee Carrol, ex hombre de negocios norteamericano y autor de libros metafísicos, el último: Los Niños Índigo. Lo escribió con su esposa Jan Tobber, una diseñadora de joyas y de ropa, muy interesada en la metafísica. Las obras de Carrol (créalo o no) surgen de la información obtenida telepáticamente por “una entidad nunca encarnada en la Tierra, llamada Kryon”. Esta es –en términos terrestres- una masa de pensamiento vinculada a un Dios no definido, sin forma humana (a diferencia de Jesús, Buda o Krishna), que ha sido calificada como el padre de los niños índigo, pues anunció su “llegada” a través de Carrol, con quien contactó desde 1991. Para aclarar qué mismo es, Kryon dice en sus mensajes: “No soy un hombre. Mi nombre es un grupo de pensamientos o un paquete de energía que me rodea”. ¿Humanos evolucionados? A más de los estudios de ADN realizados por la UCLA sobre niños índigo, habría también indicios de una modificación en el hígado que ellos poseen para adecuarlo a nuevas dietas (como una mejor asimilación de comida chatarra) y un coeficiente intelectual (IQ) promedio de 130, que en muchos casos llega a un rango de genio al alcanzar 160 puntos o más. Para el doctor Iván Seperiza Pasquali (Chile), en su libro Niños de la luz, esos cambios son una mutación específica en el género humano para sobrellevar el ritmo de vida actual. La doctora Carolina de Piedra, directora del departamento de psicología de un prestigioso colegio guayaquileño, asegura que llamar índigo a un niño es dar respuestas “mágicas”, sin asidero científico, a problemáticas actuales. "Los niños se caracterizan por sus emociones, dificultades, entorno familiar y no por el color de su aura”. Y sostiene que hay niños que destacan por los estímulos que reciben del entorno y de sus padres. Ese criterio es compartido por Fabián Guarderas, psiquiatra infantil del Hospital Metropolitano, quien rechaza lo esotérico pero no descarta que la ingestión de suplementos vitamínicos y proteínicos en el embarazo y la estimulación pre y post natal desde hace diez años hagan que nazcan niños con más inteligencia y en mejores condiciones inmunológicas, pero “no por un fenómeno extraterrestre”. Dice que la Humanidad estaría en una nueva etapa del proceso evolutivo, en la cual los niños perciben el peligro a más temprana edad, controlan sus esfínteres antes del año, hablan precozmente y controlan la temperatura corporal, lo cual está comprobado científicamente en estudios pediátricos. “Hay que prevenir la manipulación a los padres. Es un esnobismo gratificante pensar que un hijo es un Salvador, en lugar de aceptar que sufre DDA”, manifiesta. De su experiencia, señala que en pasantías realizadas en Israel y Cuba, los niños poseedores de un coeficiente intelectual más alto –que podrían asimilarse a los que se llaman índigos- son tratados de manera diferente, con más estimulación en las áreas en que demuestran mayor habilidad. Noemí Paymal, quien dirige la Fundación Indi-Go en Quito, no se cierra al tema: los índigo pueden ser incluso una moda, pero hay que reconocer que se está dando un cambio que debe ser atendido. Dice que la ayuda debe ser para los padres. Sean niños índigo “o como se los quiera llamar”, cree que hay que percibir una corriente, cada vez más numerosa, en la forma de comportarse de los niños actuales que obligará a cambiar patrones educativos, tecnológicos, de comportamiento social y de valores, “para hacerlos más armónicos, respetuosos y positivos”. Pero el tema no se acaba con los índigo. Se habla ya de la “llegada” de los ‘niños de cristal’: mientras los índigo son “rompedores de sistemas”, los cristal son “pacificadores”. Pero ese es otro asunto. RECUADRO ¿Cómo reconocerlos? Los defensores de la existencia de los niños índigo han establecido características que ayudan a identificarlos: - Son más altos, de ojos grandes, ligeramente abultado el lóbulo frontal, zurdos o ambidiestros. - Nacen en cualquier clase social. - Son más inteligentes, sorprenden por sus preguntas y respuestas desde muy temprana edad, aprenden con mucha rapidez y por sí solos. - Son muy inquietos y autodeterminados. - No se dejan amilanar por castigos o reprimendas de los adultos. - Se interesan por todo lo nuevo en el campo tecnológico. - Son altamente creativos. - Se estresan con facilidad sin no son tratados en forma adecuada. - Ven más allá de los espectros de luz, escuchan todo tipo de sonidos, incluso el de su fluido sanguíneo. - Tienen una hipersensibilidad táctil. - No acatan órdenes, son rebeldes, no se adaptan a las normas. A ello se suma el aura. Jacques Delpi, facilitador transpersonal, toma fotos de aura desde hace cinco años, en Guayaquil, y explica que en todos esos niños es azul, lo que le permite asegurar que ¡todos! son niños índigo. Si está rodeada de colores tipo pastel es que hay paz y tranquilidad en la persona, pero si existe alguna perturbación aparece un rojo profundo. El aura de los no catalogados como índigos varía entre los colores blanco, rojo y amarillo, aunque siempre hay un elemento azul. |
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domingo, agosto 22, 2010
Niños Índigo: ¿ Mito o realidad ?
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