El tiempo toma formas distintas para los distintos modos de ver la vida.
Cuando el tiempo pasa a ser sólo una anécdota de los hechos, ahí es dónde debemos fijar la atención.
Por Patricia Fortino
Tanto pasó sin Néstor que nos parece mentira que sólo cumplimos un mes de esta pena trastocada en militancia, en activismo, en juventud surgente. Es que los hechos dejaron atrás al tiempo. Aunque parezca una frase sacada de la ficción, tal cual se nos presentan los acontecimientos de la vida política, tal cual andamos sin sacar las hojas a los almanaques.
Así como si darnos cuenta de la década transcurrida entre los fatídicos episodios de diciembre de 2001 y este final de año del Bicentenario fuera sencillamente una página de la historia mejor contada de los últimos 50 o tal vez 60 años de vida de la Argentina.
Es duro, poner nombre y apellido a los responsables, cuando la memoria selecta de tantos inescrupulosos dejan sin imagen y sin palabra a este pasado inmediato y lúgubre de hechos dolorosos, signados de muerte, desolación, abandono y pesadumbre.
Así como salido de la bolilla suertuda del azar político, el 2003 nos trajo la ilusión de recuperar espacios que por muy obstinados que fuéramos algunos, ya saben, estaban olvidados por casi todos.
No hubo por dónde pensar en otra opción y ahí hasta el menos intuitivo se sentó a esperar.
Después, todo lo que pasó hasta sentir desde lo más íntimo de su corazón, agitado y frágil, tenaz y obsesivo, apasionado y loco, Néstor supo que más temprano o más tarde, florecerían mil flores.
La primavera egoísta no le dejó disfrutar del jardín florecido que él supo proyectar aquel día. Así son las primaveras. Cuando nos damos cuenta nos arrebata el aroma, los pétalos, la alegría de las flores.
Este jardín no será solamente para la primavera que se llevó a Néstor, este jardín será el permanente florecer de sueños, de emociones, de cantos, de gritos, de aplausos, de ganas, de democracia, de vida.
Cuando una voz llama a otra y esa se multiplica en canto y el coro se agiganta a lo largo y lo ancho de las fronteras y más allá de las mismas, en la Patria Grande , ya no hay silencio que nos haga callar.
Un mes sin Néstor, una vida sin el compañero de ahora en más. No hay consuelo, tanto dolor sólo puede opacarse con el producto de su vida puesta en lucha, en militancia, en orgullo de todos y todas los que tenemos la mochila muy cargada de responsabilidad.
La Revolución es una tarea diaria, no hay tiempo para nada, todos los días hay que poner en marcha la máquina de las utopías de dónde saldrán los nuevos hijos de la Argentina soñada.
Las flores no se cortan para poner en floreros, se dejan ahí para multiplicar en semillas la nueva primavera.
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