miércoles, enero 26, 2011

El vendedor de panchos que fue juez en Nuremberg


A las 2 de la madrugada del 29 de abril de 1945 un ordenanza tocaba a la puerta de la habitación que Traudl Junge, secretaria personal de Adolf Hitler, ocupaba en el bunker, su presencia era requerida con urgencia por el führer por lo que luego de lavarse rápidamente la cara bajó al estudio de este. Al llegar lo encontró muy silencioso; al verla le preguntó cortésmente si había podido descansar algo, cuando ella contestó afirmativamente Hitler le pidió que se pusiera cómoda pues tenía que dictarle un texto que llevaría cierto tiempo y necesitaba que la transcripción se realizara lo más rápido posible.

El texto en cuestión era nada más y nada menos que el testamento político del hombre cuyas ideas y acciones habían provocado toda una orgía de sangre. El resultado final fue un documento de trece páginas: En la primera parte Hitler hacía un intento de justificar lo que había hecho, en la segunda expulsaba del partido nazi a Göering y a Himmler por haber negociado con el enemigo, al tiempo que nombraba a sus sucesores en el mando. Eran sus deseos que a su muerte se constituyese un gobierno dirigido por el almirante Dönitz como presidente del Reich.


Todo esto dio origen a lo que se conocería como el Gobierno de Dönitz, una especie de opera bufa que pretendía dar continuidad al Tercer Reich luego de la muerte de Adolf Hitler. Este gobierno tuvo reuniones de gabinete hasta que Albert Speer miembro del mismo y antiguo ministro de armamento del Reich advirtió a Dönitz que solo estaban haciendo el ridículo y que lo mejor era afrontar la realidad de la derrota. El 7 de mayo de 1945 acordaron la rendición incondicional en todos los frentes.

Mientras esto ocurría las fuerzas armadas de las potencias ocupantes estaban dedicadas a la caza de los principales jerarcas nazis y de todo aquel que pudiera estar implicado en crímenes de guerra. En pocos meses había sido capturada una buena parte de esta gente y se discutía la manera de hacer justicia, unos abogaban por el fusilamiento inmediato sin formula de juicio y otros por el establecimiento de un tribunal internacional que se encargara de juzgar a los acusados, esta última propuesta fue la que prevaleció.


El 20 de noviembre de 1945 dio comienzo en el Palacio de Justicia de la derruida ciudad de Nuremberg un juicio cuyos expedientes abarcarían 4 millones de palabras, 2.630 pruebas de la fiscalía, 2.700 de la defensa y 300.000 declaraciones que fueron vertidas por 67 secretarias en cinco millones de hojas de papel. De todo esto participarían jueces, fiscales, abogados defensores, testigos y 250 corresponsales de prensa de distintos países. En aquello que parecía un enjambre de abejas estaba presente en calidad de juez, el oficial de las Reales Fuerzas Aéreas Británicas, Harold Lesser.

Lesser estuvo muy vinculado a los procesos condenatorios de Hermann Göering y Rudolf Hess y presenció la ejecución de varios de los jerarcas nazis en octubre de 1946. Casi una década después Harold Lesser se hallaba en Caracas dedicado a preparar hamburguesas y perros calientes para los clientes de La Cabaña un local ubicado en las inmediaciones de la piscina del lujoso Hotel Tamanaco.

Los sorprendidos periodistas le preguntaron la razón de tan extraño giro en su vida y el oficial inglés les respondió que lo único que deseaba era poder vivir en un país donde nadie lo conociera, un sitio en el que la gente no tuviera que ver con su pasado y donde pudiera comenzar una nueva vida alejado de los terribles recuerdos de la guerra.


-¿Y por qué vino a Venezuela? Le inquirieron

- Porque oí hablar muy bien de este país y de sus gentes y me dijeron que acá se podía ganar buen dinero.

- ¿Esta contento de estar acá?

- Más de lo que parece, en realidad nunca pensé que terminara haciendo esto como medio de subsistencia, pero prefiero mil veces estar aquí que en Europa

- ¿y eso?

- Mira, en la actualidad (1954) Alemania esta comenzando a ser de nuevo un país poderoso, los que antes eran sus enemigos ahora son sus aliados y se dan las manos escondiendo también el puñal por lo que de ningún modo me interesa estar en un lugar en el que se me conozca por las cosas que hice. Yo serví por 8 años consecutivos como oficial de la RAF y combatí durante toda la guerra, luego me incorporé como juez en los procesos de Nuremberg y Hamburgo. Escuché las declaraciones de aquellos criminales y presencié sus ejecuciones, fui testigo de cómo lloraban fingiendo estar arrepentidos.

- ¿Teme usted a los alemanes? Preguntó un periodista.

- No, más bien temo a los que ahora están entregados a negociaciones de carácter político con dicha nación por lo que no tengo interés en que se me conozca como miembro del tribunal que se encargó de condenar a los criminales de guerra de Alemania.


A continuación expresó que en ningún momento sintió compasión por aquellos hombres y que tenía la firme convicción de que recibieron un justo castigo.

- Están muy presentes en nuestros ojos y corazones las atrocidades de aquella masacre, el nazismo es un monstruo que sigue vivo. Su vigencia es un peligro para la paz de los pueblos, no solo de Europa sino del mundo entero.

- Yo presencié – dijo- el proceso de ejecución de los altos jefes del nazismo y los vi caer sin que el menor remordimiento asomara en ellos. Murieron como vivieron.

El capitán Harold Lesser aseguraba en aquella entrevista que su deficiente español no le alcanzaba para describir todas las monstruosidades que vivió en la guerra por lo que prefería no extenderse en detalles.

-Por eso y porque tengo que cuidarme- Aclaró.

Por todo eso aquel hombre prefería ser un anónimo camarero del Hotel Tamanaco, sitio donde sus días transcurrían preparando perros calientes y hamburguesas.

- Y lashamburgueses” son las que más se venden- dijo en tono quejumbroso a los periodistas, sería porque aquel emparedado le recordaba a la ciudad de Hamburgo, lugar de dolorosas memorias.

Referencias:

HEYDECKER Joe y LEEB Johannes. El proceso de Nuremberg Barcelona Editorial Bruguera 5ta. Edición, 1965. pp 96-97

SERENY Gitta. Albert Speer el arquitecto de Hitler: Su lucha con la verdad. Barcelona Editorial Vergara 1ra. Edición, 2006. pp 609-621