lunes, diciembre 12, 2016

Kim Jong Un (hijo de Kim Jong Il) el hacedor de la moderna Corea del Norte


Líder Supremo (2011-), presidente del PTC (2012-) y jefe del Estado (2012-)

  • Mandato: 17 diciembre 2011 - En ejercicio
  • Nacimiento: Pyongyang (?), 8 de enero de 1984
  • Partido político: Partido de los Trabajadores de Corea (PTC)


Presentación

Un corpulento joven de en torno a 28 años –su edad precisa se desconoce- y adiestrado sobre la marcha heredó el liderazgo supremo de Corea del Norte tras la muerte de su padre el 17 de diciembre de 2011. La sucesión prolongó la única dinastía comunista de la historia, que ya va por su tercera generación. La enfermedad obligó a Kim Jong Il en 2008, 14 años después de tomarle el testigo a su finado progenitor, el Gran Líder Kim Il Sung, a acelerar un plan sucesorio que antes había tenido como candidatos a sus dos hijos mayores, finalmente descartados. Fue el arranque del sorprendente encumbramiento del benjamín Kim Jong Un, quien, partiendo del virtual anonimato, sin un currículum académico coherente y desprovisto de méritos políticos o militares, adquirió el perfil de futuro mandamás de esta dictadura totalitaria saturada de dogmatismo, violadora masiva de los Derechos Humanos, replegada sobre sí misma, económicamente arruinada, obsesionada con los tambores de guerra y, desde 2006, convertida en potencia nuclear para consternación del mundo. 

El llamado Querido Líder ungió a su vástago menor en 2009, pero la designación no se hizo explícita hasta el otoño de 2010, cuando le nombró general del Ejército Popular y dispuso que la III Conferencia del Partido de los Trabajadores de Corea (PTC) le otorgara la vicepresidencia de su Comisión Militar Central (CMC), más un asiento en su Comité Central. Sólo entonces se difundieron las primeras imágenes oficiales del enigmático veinteañero, cuyo físico recordaba poderosamente al de su abuelo, fundador en 1948 de la República Popular Democrática de Corea (RPDC) y Presidente Eterno de la misma, cuyos principios ideológicos son el Juche (autoconfianza) y el Songun (prioridad del Ejército). 

El tercer Kim recibió los sobrenombres de Brillante Camarada y Joven General como parte de una campaña de culto a su personalidad que no hizo más que empezar. Paralelamente, para apuntalar al inexperto delfín, el régimen realizó una arriesgada exhibición de su capacidad militar (segundo test nuclear, lanzamientos de misiles sobre el mar, agresiones navales y artilleras a Corea del Sur) que, tras años de negociaciones de desarme y reconciliación baldías, llevaron la tensión regional a su punto álgido. La secuencia de reconocimientos y nombramientos registró las promociones decisivas durante los grandiosos funerales de Kim Jong Il y hasta el penúltimo día de diciembre de 2011. El Gran Sucesor fue aclamado como líder supremo de la RPDC, presidente en funciones de la CMC y comandante supremo del Ejército Popular. Pese a las especulaciones iniciales, espoleadas por el hermetismo y la impredecibilidad del régimen, la acusada juventud de Kim y su condición de neófito no fueron óbices para una rápida asunción, acortando drásticamente la aparente etapa de transición, de los puestos cimeros del Partido y el Estado que permanecían vacantes desde el óbito de diciembre y que encarnan el poder unipersonal absoluto. 

Así, en abril de 2012 la IV Conferencia del PTC nombró a Kim miembro del Presidium del Politburó del Comité Central, presidente titular de la CMC y primer secretario del PTC, donde el difunto Kim Jong Il pasó a ser el Secretario General Eterno. A la vez, Kim asumió la primera presidencia de la Comisión de Defensa Nacional (CDN), es decir, la jefatura del Estado de facto. Y en julio siguiente tomó los galones de mariscal. La apabullante campaña de glorificación de Kim a lo largo de 2012, sus poses guerreras y su estrellato mediático (que incluyó la relajada presentación de su consorte oficial, Ri Sol Ju, coprotagonista de esta inesperada escenografía del glamur a la norcoreana) persiguieron, con la máxima premura, prestigiarlo ante la masa de la población, que sólo ahora empezaba a conocerle, como un dirigente sabio capaz de regir el país con el puño de hierro de sus ascendientes. 

En el aire quedaron las iniciales suposiciones sobre la existencia de algún tipo de tutela temporal por una camarilla de altos cargos civiles y militares de confianza, a modo de jefatura colectiva, en la que destacaría la figura de un tío carnal, Jang Sung Taek, posible regente en la sombra para guiar a un sobrino que a diferencia de su divinizado padre, quien asumió el mando de la RPDC con 53 años, no estaba bregado en los entresijos del Estado. El temido alarde de fuerza armamentística encaminado a consolidar al nuevo líder supremo y hacerle meritorio a los ojos del alto mando castrense no se produjo inmediatamente después del cambio de guardia, más allá de una serie de amenazas virulentas al Gobierno surcoreano. Al contrario, en febrero de 2012 Corea del Norte y Estados Unidos negociaron un prometedor acuerdo por el que el primero suspendería su programa de enriquecimiento de uranio, los ensayos nucleares y el lanzamiento de misiles de largo alcance, y aceptaría el retorno de los inspectores de la AIEA; a cambio, Washington entregaría 240.000 toneladas de alimentos. Pero este principio de entendimiento con Occidente fue un espejismo. 

En abril de 2012 el Norte lanzó un cohete de tres etapas Unha-3 que fracasó en el propósito de poner en órbita un satélite "con fines pacíficos", el Kwangmyongsong-3. Estados Unidos decidió suspender el acuerdo de febrero. En diciembre siguiente, Pyongyang volvió a la carga con idénticos cohete y satélite, coronando la tentativa, cuarta de este tipo desde 1998, con éxito esta vez. El ingreso de Corea del Norte en el restringido club de las potencias espaciales fue castigado en enero de 2013 por el Consejo de Seguridad de la ONU con un endurecimiento del paquete de sanciones al entender que ese lanzamiento implicaba el uso de tecnología de misiles balísticos, lo que violaba resoluciones anteriores. La respuesta airada de Pyongyang fue, en febrero, detonar su tercer ingenio nuclear, de mayor potencia que las pruebas subterráneas de 2006 y 2009. Vivamente alarmados sus miembros, la aliada China incluida, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó en marzo una cuarta ronda de sanciones comerciales, financieras y aéreas. 

Fue el comienzo de una escalada de tensión sin precedentes en la que la RPDC, dosificando su retórica belicista y sus gestos hostiles hasta convencer a medio mundo de una conflagración inminente, anunció la abrogación de todos los acuerdos de no agresión con el Sur, declaró "completamente nulo" el Armisticio de 1953, amenazó a Estados Unidos con una "guerra termonuclear" de carácter "preventivo" y "sagrado", y de paso puso en el punto de mira de sus misiles a Japón. En su búsqueda de un criterio de racionalidad donde a primera vista no la hay, los analistas opinan que la meta soterrada de Kim es la misma que la de sus antecesores: forzar un diálogo exclusivo con Estados Unidos, pese a que esta estrategia topa con la negativa frontal de la Casa Blanca. Este estado de cosas, dispuesto por un dirigente del que no se sabe cuánto tiene de impulsivo e insensato, y cuánto de frío y calculador, petrifica el statuo quo de alerta máxima en la península coreana, de apuesta por la panoplia atómica y, por tanto, de bloqueo de las conversaciones sexpartitas (ambas Coreas, Estados Unidos, China, Rusia y Japón) sobre la seguridad nuclear, discontinuadas en 2007. El delirio belicista y las sanciones internacionales imposibilitan también una apertura económica de estilo chino capaz de generar los recursos que podrían alimentar a una población con un pie en la hambruna y reforzar las posibilidades de supervivencia material de este régimen aislado y en la picota. 

(Texto actualizado hasta abril 2013)
Biografía

1. El misterioso hijo menor de Kim Jong Il 
2. Descarte de los hermanos mayores, enfermedad del padre y preparación acelerada como heredero secreto 
3. Designación expresa en 2010 y sucesión en el liderazgo supremo en 2011
4. Rápidas elevaciones a las jefaturas del Partido y el Estado en 2012
5. Escalada sin precedentes de amenazas militares a Washington y Seúl en 2013


1. El misterioso hijo menor de Kim Jong Il
De fuentes de inteligencia y diplomáticas, antiguos compañeros de aula y algún asistente personal desertado procede lo poco que se sabe sobre la personalidad y andanzas del robusto veinteañero que en diciembre de 2011 sucedió a su difunto padre Kim Jong Il en el liderazgo supremo de la República Popular Democrática de Corea. La acusada juventud de Kim Jong Un, llamado anteriormente Kim Jong Woon por un error en la transliteración del nombre en el alfabeto coreano, limita de manera drástica, lógicamente, el currículum vital del tercer eslabón de la dinastía comunista que rige Corea del Norte con puño de hierro, pero el hermetismo obsesivo del régimen ha mantenido en la neblina incluso su año de nacimiento. 

A falta todavía de una biografía oficial, se cree que Kim vino al mundo en Pyongyang en 1983 o 1984, siendo el 8 de enero de 1984 la fecha más divulgada por la prensa internacional al tener su origen en el espionaje surcoreano. Ahora bien, con motivo de su presentación como heredero en 2010, los medios del régimen facilitaron una fecha más temprana, 1982, año que para algunos expertos responde al deseo de envejecer al tempranero Kim aunque sea levemente, y para otros a una finalidad más pueril pero típica de un sistema político mitómano hasta el absurdo y aficionado a la numerología: 1982, simplemente, casa mejor con 1912, año de nacimiento de su abuelo Kim Il Sung, y 1942, año de nacimiento de su padre Kim Jong Il (una efeméride probablemente falsa también, pues los registros soviéticos, que documentan bien la estancia de Kim Il Sung en la URSS en los años de la resistencia antijaponesa, hablan de 1941). 

Kim Jong Un es el segundo de los tres hijos tenidos por Kim Jong Il con la tercera de sus esposas, Ko Young Hee, una bailarina nacida en Japón pero descendiente de coreanos. Kim Jong Il debió conocerla por la época, a finales de los años setenta, en que su padre Kim Il Sung, el fundador, presidente y dictador absoluto de la RPDC, se disponía a designarle de manera oficial su heredero para la sucesión al frente del Estado y del partido único, el de los Trabajadores de Corea (PTC). Kim reclutó a la bailarina en su espectáculo artístico de la capital y la convirtió en su consorte. Al parecer, Ko siempre fue su favorita y despertó en él auténtico amor. La pareja dio a luz a su primer hijo, Kim Jong Chul, en 1981. Luego, en 1983 o 1984, vino Kim Jong Un. Según algunas fuentes, a los hermanos se les sumó en 1987 una chica, de nombre Kim Yo Jong. El niño Kim tenía dos hermanastros mayores: Kim Jong Nam, tenido en 1971 por su padre con su primera cónyuge, la actriz, Song Hye Rim, y Kim Sul Song, chica, fruto del matrimonio posterior con Kim Young Sook, hija de un alto oficial del Ejército. 

La prensa de Suiza y agencias internacionales han informado que en la segunda mitad de la década de los noventa el muchacho recibió la educación secundaria en el país centroeuropeo de incógnito. Primero habría pasado por la International School de Berna, centro privado que imparte sus clases exclusivamente en inglés y del que ya había sido alumno su hermano mayor. Luego, en 1998, sin alejarse de la capital helvética, se matriculó en la Escuela Liebefeld-Steinhölzli, sita en un pueblo de las afueras de Berna, donde el idioma predominante era el alemán. Dicho sea de paso, 1998 fue el año en que el padre, cerrando la vacancia abierta por la muerte del abuelo en 1994, asumió oficialmente la jefatura del Estado norcoreano en tanto que presidente de la Comisión de Defensa Nacional (CDN); en realidad, Kim Jong Il ya venía ejerciendo el liderazgo supremo desde el mismo deceso de su progenitor, y en 1997 había asumido de iure la Secretaría General del PTC (Kim Jong Il no ostentaba el cargo de presidente de la República porque el mismo había sido abolido; Kim Il Sung era con carácter póstumo el "presidente eterno" de la RPDC) 

En el colegio de Liebefeld Kim fue presentado como Pak Un, el hijo de un diplomático adscrito a la Embajada de Corea del Norte. Compañeros de clase que le reconocieron en las primeras fotografías suyas difundidas por el régimen en 2010 y 2011 describen a Kim como un joven afable y amistoso, amante del calzado juvenil de marca, reservado con las chicas y "obsesionado" con el baloncesto, deporte que practicaba a todas horas y donde revelaba un lado más "competitivo" y "explosivo", propio del que "odiaba perder". 

Kim seguía con pasión la actualidad de la NBA estadounidense, muy en particular las trayectorias de los Chicago Bulls y Michael Jordan, y era un incondicional también de los videojuegos y las películas de acción. Asimismo, no se privaba de esquiar a sus anchas en el país alpino. Lo pudiente de sus recursos materiales y su séquito de chóferes y sirvientes, que le atendían y vigilaban con disimulo, despertaron entre profesores y alumnos las sospechas de que el simpático Pak Un fuera el hijo de alguien más importante que un simple funcionario consular. Se sabe que el embajador en Berna, Ri Chol, hacía las funciones de tutor, para cerciorarse de que los gustos del joven por la cultura occidental se limitaran a lo lúdico y no incluyeran las ideas liberales o democráticas. Un ex estudiante portugués con el que se pasaba los ratos muertos jugando al baloncesto ha asegurado que a él sí le reveló su verdadera identidad. 

Hacia 2000 Kim abandonó abruptamente sus estudios en Liebefeld, dejando a sus amigos, que ya no volvieron a verle, en la duda sobre qué había podido sucederle. Fuentes de la prensa suiza han sugerido que en la marcha del adolescente, más pendiente del baloncesto y la videoconsola que de los libros, tuvo que ver el mal rendimiento escolar. Kim debió permanecer una temporada en Berna, alojado en un amplio apartamento en un barrio residencial, antes de retornar a Corea del Norte. Una vez en Pyongyang, en 2002, se incorporó al Colegio Nacional de Guerra Kim Il Sung. Kim Jong Il deseaba que su hijo se familiarizara con el ambiente castrense, en un régimen ferozmente totalitario cuya doctrina oficial ya no era el marxismo-leninismo de sus orígenes sino una ideología dual de lo más sui géneris: por un lado, el Juche, acuñado por Kim Il Sung, o teoría de la autosuficiencia nacional y el "humanocentrismo", que daba el soporte político-filosófico a la RPDC y podía considerarse una forma de comunismo bastante heterodoxa; por otro lado, el Songun, o política del "Ejército primero", que respondía a las necesidades de la seguridad, siempre apremiantes y caras a un país permanentemente movilizado y en pie de guerra por voluntad de sus paranoicos dirigentes. 


2. Descarte de los hermanos mayores, enfermedad del padre y preparación acelerada como heredero secreto 
Más aún, para entonces, Kim Jong Il estaría sopesando la irrupción del menor y más inexperto de sus retoños en los altos escalafones del liderazgo político de la RPDC. Los planes sucesorios del dictador se habían visto desbaratados el año anterior, en 2001, al producirse el arresto en el aeropuerto de Tokyo, portando un pasaporte falso, acompañado de su familia y sin escolta, del hermanastro mayor, Kim Jong Nam, al que su padre venía preparado con esmero para convertirlo, opinaban muchos observadores, en su heredero oficial. Tras explicar a la perpleja Policía nipona que su única intención era visitar el parque de atracciones Tokyo Disneyland, Kim Jong Nam fue deportado a China, donde halló acomodo sin llegar a conocerse el verdadero motivo de su extraño viaje a Japón (se habló insistentemente de un intento de deserción) junto con su esposa e hijo. 

El caso fue que sus posibilidades sucesorias se desvanecieron y, automáticamente, se abrieron las de sus hermanastros menores, Kim Jong Chul y Kim Jong Un. De los hermanos biparentales, al principio, Kim Jong Chul pareció estar mejor situado, aunque sólo fuera por su condición de mayor. Significativamente, en febrero de 2003 los órganos de propaganda del Ejército lanzaron una campaña de ensalzamiento de Ko Young Hee, a la que sin llamar por el nombre presentaron como la “Madre Respetada que es la persona más fiel y leal al Querido Líder Camarada Comandante Supremo”. A finales de agosto de 2004 los medios surcoreanos, citando fuentes chinas, anunciaron la defunción de Ko el 13 de ese mes, a los 51 años de edad, de un fallo cardíaco relacionado quizá con un cáncer terminal de mama. Fiel a su inveterado secretismo, el régimen norcoreano no difundió la esquela de la tercera esposa del líder supremo, aunque se celebró el preceptivo funeral. 

La orfandad materna alcanzó a los hermanos cuando su padre podría estar cuestionándose seriamente el orden filial en la línea sucesoria, si es que no había decidido ya alterarlo. Así, la posición de Kim Jong Chul se debilitó objetivamente a raíz de la publicación en 2003 por un japonés que se hacía llamar Kenji Fujimoto, cocinero personal de sushi de Kim Jong Il antes de fugarse en 2001, de un libro en el que narraba sus experiencias en la corte norcoreana. En sus páginas, ricas en descripciones de la vida lujosa, los caros caprichos culinarios y las excentricidades del Querido Líder y su prole, Fujimoto tildaba a Kim Jong Chul de "demasiado afeminado" ("es como una muchachita", añadía), rasgo que le "incapacitaba para el liderazgo". Kim Jong Un, en cambio, era "la viva imagen de su padre", quien le dispensaba predilección. "Tiene soberbias aptitudes físicas, es un gran bebedor y nunca admite la derrota", contaba Fujimoto de Kim Jong Un. 

En 2006, con 25 años, Kim Jong Chul pudo perder definitivamente el favor de su progenitor al tener la ocurrencia de volar a Europa por su cuenta y con compañía femenina para asistir a una gira de conciertos de Eric Clapton en Alemania. Más tarde, se empeñó, sin éxito, en que la estrella del rock tocara en Pyongyang, según revelan los cables diplomáticos filtrados a Internet por la organización Wikileaks. 

El futuro personal de Kim Jong Un quedó sellado en 2008. Ese año, en agosto, tras incumplir su promesa de desmantelar el programa nuclear con finalidad militar –en 2006 Pyongyang había consternado a la comunidad internacional al detonar bajo tierra una pequeña bomba de fisión, materializando así la advertencia lanzada anteriormente- y reanudar las diatribas guerreras contra Corea del Sur, Kim Jong Il sufrió un derrame cerebral que lo mantuvo fuera de foco durante dos meses. A finales de noviembre, el dictador, de 67 años, se restableció lo suficiente como para reanudar sus apariciones públicas, pero su salud quedó irreparablemente tocada. En los meses siguientes, medios occidentales apuntaron que el líder norcoreano padecía un cáncer de páncreas. 

Consciente de su grave enfermedad, Kim movió la palanca sucesoria que iba a convertir al más joven de sus hijos en el continuador de la única dinastía comunista del mundo, sobre el papel republicana aunque en la práctica más bien monárquica. Ya en los últimos tiempos, Kim Jong Un estaría recibiendo formación ideológica y técnica por preceptores áulicos que le habían instruido incluso en su etapa de enrolamiento en la academia militar, la cual dejó en 2007 sin haber prestado un verdadero servicio de armas. Ahora, aseguran fuentes periodísticas en retrospectiva, ese adiestramiento en los rudimentos del Estado se aceleró, pero en el más riguroso secreto. 

El 15 de enero de 2009 la Agencia de Noticias Surcoreana, Yonhap, dio cuenta de que una semana antes Kim Jong Il había designado a Kim Jong Un como su sucesor y había hecho circular la directiva en el Comité Central del PTC, el cual, según Yonhap, conoció la voluntad del Querido Líder con auténtica sorpresa. La noticia fue considerada especulativa porque entró en contradicción con otras informaciones de fuentes japonesas y chinas, en el sentido de que tomaba forma el escenario de un liderazgo colectivo timoneado por Kim Jong Nam, inesperadamente exonerado del ostracismo autoprovocado en 2001, y, supuestamente supeditado a él, un tío carnal, Jang Sung Taek. Marido de la hermana menor de Kim Jong Il, Kim Kyong Hui, Jang era un capitoste del Partido que en 2004 había sido purgado por su cuñado a causa de alguna trifulca en la cúpula cuya naturaleza no trascendió. Sin embargo, en 2006 Jang había sido rehabilitado como antesala, en 2007, de su ascenso en el organigrama del PTC, donde asumió el nuevo Departamento de Administración. 

Muy pronto iba a confirmarse que la entronización por etapas del sobrino pequeño iba en serio y que la promoción del tío, perfilado como el coordinador del proceso abierto, estaba íntimamente relacionada, perdiendo todo fundamento las elucubraciones sobre un regreso triunfal de Kim Jong Nam, a estas alturas demasiado identificado con el reformismo radical chino e incluso con el liberalismo a la occidental. Ahora bien, el 8 de marzo de 2009, la no elección de Kim a un puesto en la XII Asamblea Popular Suprema, en los comicios de lista única celebrados ritualmente dos veces cada década (la legislatura era de cinco años, pero hacía tiempo que los mandatos variaban en duración, además de que esta institución puramente instrumental sesionaba en raras ocasiones ya) despistó a quienes aguardaban una señal inconfundible de una unción inminente. 

Esa señal pareció producirse semanas después, en abril, cuando a Kim, reportaron a finales de mes medios de comunicación surcoreanos y japoneses, le fue asignado su primer puesto oficial, uno de bajo nivel, referido como "instructor" o "inspector", en el seno de la CDN. Se trataba de una instancia poderosa y la adscripción a la misma presagiaba nuevas promociones. La Comisión supervisaba el Ejército Popular Coreano, descomunal fuerza de un millón largo de soldados y ocho millones de reservistas, y desde la reforma constitucional de 1998 fungía como el supremo órgano estatal. De acuerdo con Yonhap, Kim fue nombrado para la CDN días antes de la reelección de su padre, el 9 de abril, como presidente de la misma por la Asamblea Popular Suprema. El tío Jang también se estrenó en la Comisión, como uno de sus 13 miembros, casi todos los cuales eran uniformados. El veinteañero obtuvo además un cargo de relieve pero no especificado en la estructura del PTC. 

A lo largo de abril y mayo de 2009, Corea del Norte arropó el enaltecimiento político de la familia Kim con una escalada de desmanes militares y diplomáticos: lanzó varios misiles convencionales sobre el mar de Japón, realizó un segundo test nuclear, anunció su retirada de las conversaciones sexpartitas de Beijing, comunicó la reanudación de su programa atómico militar y se declaró desvinculada del Armisticio de 1953. Por de pronto, lo que consiguió fue un endurecimiento de las sanciones de la ONU. El 1 de junio la prensa surcoreana divulgó que los servicios de inteligencia del país acababan de confirmar al Comité ad hoc de la Asamblea Nacional el señalamiento de Kim Jong Un por su padre como el próximo líder supremo del Norte. El heraldo de tan magna comunicación a las máximas instancias del Estado había sido la prueba nuclear del 25 de mayo. 

A sus 25 o 26 años, Kim Jong Un era un benjamín del que los norcoreanos no sabían nada; incluso su mera existencia únicamente era conocida por unos pocos fuera de la alta oficialidad civil y militar. En el extranjero sólo se disponía de una imagen de él, una foto granulosa y en blanco y negro que mostraba a un sonriente niño en torno a la decena de edad. Dicha foto, aseguraba el cocinero japonés que empleaba el pseudónimo de Kenji Fujimoto, le había sido entregada personalmente por el "príncipe" Kim Jong Un en marzo de 2001. 

Para preparar su próximo afloramiento a la luz pública y compartiendo protagonismo a la diestra de su enfermo padre –en otras palabras, a los ojos de los ciudadanos-súbditos, de la nada a la cima en un tiempo récord-, los órganos de propaganda del régimen comenzaron a difundir poemas y canciones de loa, adjudicándole todo tipo de virtudes y aptitudes, a quien estaba llamado a "seguir los pasos" del Querido Líder, al igual que este había seguido los del Gran Líder y Presidente Eterno. De manera discreta aún, Kim Jong Un empezó a ser citado con los sobrenombres de "comandante" y "brillante camarada", aquel cuyas extraordinarias cualidades, transmitidas por su cuasi divino padre y su deificado abuelo, eran dignas de ser estudiadas por los habituales talleres de aleccionamiento ideológico. Los burócratas del aparato estatal, los cuadros del Partido y los embajadores en el extranjero, de puertas para dentro, fueron instados a "prometer lealtad" al dirigente en ciernes. 

Mientras era objeto de un incipiente culto a su personalidad, Kim Jong Un comenzó a desempeñar sus primeras labores oficiales. El 10 de junio voló secretamente y sin su padre a Beijing, donde fue recibido por el presidente chino, Hu Jintao, y otros altos dignatarios del Partido Comunista. Se trataba de una visita de presentación imprescindible, pues el país vecino era con diferencia el principal socio comercial de Corea del Norte y su único valedor internacional. La amistad protectora y paciente de China acababa de ser puesta a prueba por la segunda prueba nuclear y las salvas de misiles sobre el mar de Japón. Además, era sabido que a Beijing le habría encantado que la sucesión recayera en Kim Jong Nam, partidario de implantar en casa el modelo de reformas capitalistas del país que le acogía. 

Según despachos de prensa, el huésped solicitó a su anfitrión suministros energéticos y ayuda alimentaria de emergencia para subvenir las crónicas penurias de la economía norcoreana, mientras que el segundo le pidió al primero que su país renunciara a un tercer test nuclear y a nuevos lanzamientos de misiles de largo alcance, a fin de no tensar más la situación en la zona. De vuelta a Pyongyang, Kim fue puesto al frente del Departamento de Seguridad del Estado, órgano encargado del espionaje sistemático de virtualmente todo el mundo, ya fueran los gobiernos extranjeros, la población, los miembros del Partido, los militares o las demás agencias de control y seguridad de la RPDC. 

Convertirse, de golpe y porrazo, en el jefe de la vigilancia de este Estado de tintes orwellianos ilustraba a las claras el próximo encumbramiento político de quien sólo se encontraba en la mitad de su tercera década de vida. El plan de su padre incluía proporcionarle un anillo de tutela y protección conformado por tres personalidades con dilatada experiencia y familiares para el neófito: el tío Jang Sung Taek, convertido en máximo responsable gubernamental en la sombra; la tía Kim Kyong Hui, miembro del Comité Central del PTC, directora del Departamento de Industria Ligera y retornada ahora al primer plano como asistente personal de su hermano; y el general Ri Yong Ho, comandante de la Defensa de la capital durante seis años y recientemente ascendido a jefe del Estado Mayor del Ejército. 

Ri representaba a una hornada de altos mandos militares de la generación de Kim Jong Il y supuestamente más racionales que los octogenarios generales fogueados a las órdenes de Kim Il Sung. Estos últimos conformaban una vieja guardia de mentalidad muy belicosa y, a priori, eran los que más pegas podían poner a la entronización de un vástago visto como excesivamente joven. Aunque esto no se iba saber hasta enero de 2012, cuando el régimen sacó a la luz unos videos grabados estos meses y en los que podía vérsele moviéndose con soltura entre los soldados y dirigiendo amenazas de guerra a Corea del Sur, a lo largo de 2009 Kim participó en varias maniobras militares y tuvo ocasión de habituarse a las rampas de misiles, los carros de combate y los estados mayores en campaña. 


3. Designación expresa en 2010 y sucesión en el liderazgo supremo en 2011
A Kim Jong Un le restaba ser presentado oficialmente a la nación como el futuro líder supremo, y este evento estaba sujeto a la evolución, de ritmo incierto pero inexorablemente a peor, de la misteriosa enfermedad que consumía a su padre. El plan sucesorio quemó nuevas etapas en junio de 2010. El 7 de ese mes, la Asamblea Popular Suprema, con Kim Jong Il presente en la sesión parlamentaria, invistió a Jang Sung Taek vicepresidente de la CDN. Al mismo tiempo, la Asamblea destituyó al primer ministro desde 2007, Kim Yong Il, blanco de la recriminación general por la arriesgada decisión de revaluar drásticamente la moneda nacional, el won (pensada para atajar la inflación y sacar a la luz las fortunas privadas que estaba generando el mercado negro, la medida provocó disturbios sociales, algo intolerable para el régimen). El nuevo primer ministro fue Choe Yong Rim, un secretario del Partido bien relacionado con la familia Kim. 

Días después de las votaciones asamblearias, el PTC convocó una Conferencia de delegados, la primera desde 1966 y la tercera desde la fundación del Partido en 1945 (el último Congreso, con el ordinal VI, se remontaba a 1980; fue el que oficializó la condición de Kim Jong Il de heredero de su padre). La finalidad del inusual cónclave iba a ser la elección del "órgano supremo de liderazgo". A últimos de agosto, Kim Jong Il se hizo acompañar por su hijo en su segunda salida a China este año. Tras este desplazamiento, la salud del dictador experimentó una recaída y la Conferencia del Partido hubo de retrasarse unos días. 

Los nombramientos decisivos se produjeron en el otoño de 2010. Primero, el 27 de septiembre, en la víspera de la III Conferencia, Kim, que ni siquiera había prestado el servicio militar obligatorio, fue hecho por decreto de su padre Daejang, alto rango castrense equivalente a un generalato de cuatro estrellas. Por vez primera, la agencia de noticias norcoreana, la KCNA, le mencionó por su nombre. La tía Kim Kyong Hui obtuvo el galón de general también y el general Ri Yong Ho el de vicemariscal (Chasu). 

Al día siguiente, los conferenciantes del PTC reeligieron a Kim Jong Il secretario general del Partido y nombraron a Kim Jong Un vicepresidente de la Comisión Militar Central, donde por tanto se colocó a las órdenes de su padre, así como miembro del Comité Central. El acceso a estos órganos equivalió para Kim a una proclamación implícita de su condición de heredero. Simultáneamente, Jang Sung Taek se convirtió en miembro suplente del Politburó del Comité Central, su esposa en miembro titular y el primer ministro Choe y el vicemariscal Ri en miembros del restringidísimo Presidium del Politburó. Sólo otras tres personas formaban parte de esta elitista instancia: el propio Kim Jong Il; Kim Yong Nam, el presidente del Presidium de la Asamblea Popular Suprema desde 1998 y jefe del Estado a título ceremonial; y el anciano vicemariscal Jo Myong Rok, de 82 años, quien sin embargo iba a fallecer de un infarto poco después, el 6 de noviembre. Su colega de graduación, Ri Yong Ho, reforzó su posición en la cúpula al recibir la otra vicepresidencia de la Comisión Militar Central, donde por tanto tenía como igual a Kim Jong Un. 

El 30 de septiembre, una vez clausurada la III Conferencia, la televisión estatal mostró a Kim asistiendo al pleno. Rodong Sinmun, el diario oficial del PTC, publicó una fotografía del Brillante Camarada posando junto con los demás asistentes a la Conferencia. Kim aparecía sentado en primera fila y en posición central, alineado con los máximos dirigentes civiles y militares del régimen. Su padre se situaba dos puestos a la izquierda y, en medio de los dos, se sentaba el vicemariscal Ri. Los norcoreanos y el resto del mundo descubrieron entonces a un robusto mozo de complexión más bien gruesa, buena talla, rostro carnoso y negro cabello liso rapado en las sienes. Su estampa recordaba vivamente a la de su abuelo Kim Il Sung en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo. 

El 10 de octubre padre e hijo, ensalzado ahora como el Joven General (nuevo sobrenombre para la colección de fórmulas encomiastas), reaparecieron con motivo de la conmemoración del sexagésimo quinto aniversario del PTC. Juntos presidieron en Pyongyang una aparatosa parada militar, con miles de soldados desfilando en compactas formaciones de precisión geométrica y atiborrada de consignas guerreras. La marcial exhibición de fuerza, que fue emitida en directo por la televisión, vino acompañada de hechos sumamente graves el 23 de noviembre, cuando el Ejército Popular, en la probablemente la agresión más grave desde el armisticio de 1953 y a rebufo de unos ejercicios navales de su antagonista en la zona, lanzó un bombardeo artillero contra la isla surcoreana de Daeyeonpyeong, matando a dos militares y dos civiles. Corea del Norte ya había testado de manera clandestina la capacidad de respuesta del Sur el pasado 26 de marzo, cuando uno de sus submarinos torpedeó y hundió una corbeta de la Armada de Seúl (entonces, Pyongyang negó airadamente tener nada que ver en este siniestro, que costó la vida a 46 marineros). 

Tras el incidente bélico de Daeyeonpyeong, los dos gobiernos se cruzaron advertencias y amenazas de represalias. Para los analistas de las intrigas norcoreanas, estas provocaciones calculadas tenían una lectura básicamente interna, pues perseguían legitimar el liderazgo emergente del Brillante Camarada. El 7 de noviembre anterior, Kim Jong Un había sido reconocido de manera formal como el número dos de la jerarquía al ocupar su nombre esta posición, detrás del de su padre, en la lista de miembros del comité de Estado que organizó los funerales del vicemariscal Jo Myong Rok. Ahora, algunos observadores creían que el ataque artillero había sido ordenado precisamente por el Joven General Kim para hacer méritos ante su padre y, sobre todo, ante la gerontocracia militar. 

A lo largo de 2011, la figura de Kim Jong Un fue ganando prominencia mediática al acompañar a su padre en varias giras internas de inspección y recibir honores protocolarios de delegaciones y emisarios extranjeros. La población ya encontraba su rostro con regularidad en la prensa y la televisión, mientras era instada a declamar las composiciones patrióticas centradas en su persona. En mayo, el heredero volvió a viajar, esta vez solo, a Beijing. Ahora bien, el momento del relevo por imperativo biológico presentó trazas de demorarse, pues Kim Jong Il, durante unos meses, pareció experimentar una recuperación de su enfermedad, a tenor de sendos desplazamientos a China, en mayo, y Rusia, en agosto. Los indicios de un nuevo dinamismo vital en Kim Jong Il, con 70 años cumplidos, resultaron ser un ilusión. El 19 de diciembre de 2011 los medios del régimen dieron la noticia de su fallecimiento, producido dos días atrás y a bordo de un tren, a causa de una "súbita dolencia" como resultado de una "prolongada fatiga física y mental". 

Había llegado la hora de comprobar hasta qué punto Kim Jong Un estaba en condiciones de sustituir a su padre, quien hasta el último momento había ejercido plenos poderes, de manera férrea y absoluta. Los medios internacionales, junto con la extensa necrológica del finado, publicaron semblantes de Kim que, a falta de una biografía coherente, incidían en su lado más inquietante. Se insistió en retratarlo como un joven inmaduro, caprichoso e irascible que incluso disfrutaba maltratando a quienes le servían. También, recogieron otros rumores sobre que padecía prematuros problemas de circulación y diabetes. Asimismo, cabía suponer, se vería ahora el grado de autoridad de los tutores oficiosos, si arroparían al novicio en las tareas de mandar todo el tiempo que exigiera la etapa de transición, conformando una dirección colegiada, o si bien el tío Jang descollaría desde el principio como un regente de hecho. 

Por de pronto, los órganos de difusión norcoreanos se inclinaron respetuosos ante el huérfano. La KCNA lo llamó el "gran sucesor de la causa revolucionaria del Juche y líder sobresaliente de nuestro Partido, el Ejército y el pueblo", bajo cuya guía "el pueblo coreano está firmemente determinado a conseguir la victoria final". La presentadora que dio la noticia por la televisión comunicó con voz solemne y compungida: "Todos los miembros del Partido, el personal del Ejército y el pueblo deben seguir fielmente el liderazgo del camarada Kim Jong Un, y proteger y reforzar aún más el frente unificado del Partido, el Ejército y el pueblo". En los siguientes días, el público internacional contempló perplejo las muestras de dolor inconsolable de una población declarada huérfana del "padre de la nación y estrella polar de la reunificación nacional". Las manifestaciones de histeria colectiva, que suscitaban la duda de cuánto tenían de genuino –mucho, probablemente- y cuánto de teatral pero forzado porque no mostrarse así en público acarreaba un alto peligro de represalias, reprodujeron exactamente la coreografía del desgarro emocional ya mostrada al mundo en 1994 cuando la muerte de Kim Il Sung. 

El 20 de diciembre, el sucesor, erigido en presidente del Comité Nacional del Funeral del desaparecido líder, encabezó a los mandamases que rindieron tributo a Kim Jong Il en el Palacio Memorial de Kumsusan, sede del mausoleo donde descansa el cuerpo momificado de su padre. Tras él estaban el presidente de la Asamblea Kim Yong Nam (número dos en la lista de miembros del citado Comité), el primer ministro Choe Yong Rim (número tres), el vicemariscal Ri Yong Ho (número cuatro) y el también vicemariscal Kim Yong Chun, uno de los cuatro vicepresidentes de la CDN y ministro de Defensa (el número cinco en la lista). El difunto permaneció expuesto al duelo popular en un féretro descubierto pero protegido por una urna de cristal, rodeado de toda la parafernalia fúnebre a la usanza comunista, con profusión de flores, medallas y guardias armados. Kim no pudo reprimir las lágrimas ante el cadáver de su padre, reacción que fue captada por las cámaras. 

Mientras se desarrollaban las jornadas de luto nacional por Kim Jong Il (las elegías divinizadoras llegaron al extremo de anunciarse, con toda seriedad, el registro de fenómenos sobrenaturales en montes y lagos quejumbrosos por el óbito), el régimen instó machaconamente a cerrar filas tras el nuevo líder, al que manifiestos, alocuciones y pronunciamientos ciudadanos de viva voz prometían seguir y servir hasta la muerte. La mitificación del veinteañero ya estaba en marcha. El 24 de diciembre, Rodong Sinmun saludó a Kim como el "comandante supremo" que iba a guiar a Corea del Norte hasta la "victoria eterna". La KCNA empezó a llamarle el "líder supremo". 

El 26 de diciembre Kim recibió en Kumsusan el pésame de una delegación surcoreana privada donde destacaba la viuda del ex presidente Kim Dae Jung, protagonista en los primeros años del siglo de un histórico intento de reconciliación con el Norte terminado luego en agua de borrajas. El gesto sirvió para mitigar los ecos de la crispada reacción del Gobierno de Pyongyang a la negativa del de Seúl a ofrecerle sus condolencias oficiales. Ese mismo día, Rodong Sinmun anunció que Kim Jong Un era desde la muerte de su padre el presidente en funciones de la Comisión Militar Central del PTC. El 28 de diciembre Kim encabezó el multitudinario cortejo fúnebre que bajo una fina capa de nieve puso el broche a las grandiosas exequias de Estado. 

El 29 de diciembre, concluidos los diez días de duelo nacional, Kim Jong Un fue aclamado por los gerifaltes del régimen como el líder supremo en otro gigantesco acto de tributo y adhesión en la plaza central de Pyongyang. Durante este "servicio memorial", Kim Yong Nam fue el más elocuente: "De pie al timón de la Revolución Coreana está Kim Jong Un, el sucesor de la causa revolucionaria del Juche. El respetado camarada Kim Jong Un es el líder supremo de nuestro partido, el Ejército y el pueblo, pues hereda la ideología, la capacidad de mando, el carácter, las virtudes, la determinación y el valor de Kim Jong Il. Convertiremos nuestro dolor en fuerza y valentía un millar de veces, remontaremos las presentes dificultades y avanzaremos más resueltamente por el camino del Songun indicado por Kim Jong Il bajo el liderazgo de Kim Jong Un". A lo largo del vibrante acto, el flamante líder supremo, impasible, no pronunció una sola palabra. 

El penúltimo día del año, el Politburó nombró formalmente a Kim comandante supremo del Ejército Popular. Al mismo tiempo, la CDN, cuya presidencia permanecía por el momento vacante (al igual que la Secretaría General del PTC), emitió un virulento comunicado en el que advertía a los "fantoches de Corea del Sur y a otros necios políticos del mundo" que no debían esperar "ningún cambio" de política por su parte. "El mar de lágrimas derramado por nuestros soldados y el pueblo de la RPDC se tornará en fuego retributivo que quemará hasta el último de los traidores, y sus lamentos en un rugido de venganza que destruirá la fortaleza de las fuerzas títeres", rezaba uno de los párrafos más exaltados del comunicado, tras pasar revista a los últimos gestos inamistosos de Seúl. 


4. Rápidas elevaciones a las jefaturas del Partido y el Estado en 2012
(Epígrafe en previsión)


5. Escalada sin precedentes de amenazas militares a Washington y Seúl en 2013
(Epígrafe en previsión)

(Cobertura informativa hasta 1/1/2012)

Más información

Kim Jong Un en YouTube

Biografía CIDOB - Kim Jong Il

Agencia Central de Noticias Coreana (KCNA)

Diario Rodong Sinmun

Repositorio de noticias de Kim Jong Un en The New York Times

Repositorio de noticias de Kim Jong Un en The Guardian

Reportaje Daily Mail - "Kim Jong Un's Swiss school days revealed" (Allan Hall, 22/12/2011)

Reportaje CNN - "Kim Jong Un: The 'great successor' remains an enigma" (Holly Yan y Atika Shubert, 19/12/2011)

Artículo Real Instituto Elcano - "La sucesión en Corea del Norte tras la muerte de Kim Jong-il" (Pablo Bustelo, 22/12/2011)

Kim Jong Il - (hijo de Kim Il Sung) Continuador de la obra de la nueva Corea del Norte


Líder Supremo (1994-2011), secretario general del PTC (1997-2011) y jefe del Estado (1998-2011)

  • Mandato: 8 julio 1994 - 17 diciembre 2011
  • Nacimiento: Vyatskaye, territorio de Jabárovsk, Rusia (?), 16 febrero 1941
  • Defunción: Pyongyang, 17 diciembre 2011

La súbita muerte el 17 de diciembre de 2011, a los 70 años y víctima de la "fatiga física y mental", de Kim Jong Il, líder supremo y dictador absoluto de la nuclearizada Corea del Norte, abre un escenario de gran incertidumbre y no poca inquietud por las implicaciones que pueda tener en la seguridad de un área del planeta especialmente volátil. Ahora, la comunidad internacional aguarda a comprobar el desarrollo de la sucesión al frente del régimen político más imprevisible y hermético en la persona del heredero designado, Kim Jong Un, hijo menor del difunto, nieto del presidente fundador y continuador de esta singular dinastía comunista, aficionada a tener al mundo en vilo con sus peligrosos desafíos. 


LA PERSONALIDAD Y EL RÉGIMEN DE UN DÉSPOTA TOTALITARIO
En 1994, tras 14 años como delfín oficial, Kim Jong Il, llamado el Querido Líder, ocupó el hueco dejado por su fallecido padre, el Gran Líder Kim Il Sung, fundador de la República Popular Democrática de Corea (RPDC) en 1948 y en lo sucesivo Presidente Eterno de la misma. Aunque líder de facto desde el primer momento, hasta 1997 Kim no asumió de iure la Secretaría General del partido único, el de los Trabajadores de Corea (PTC), y hasta 1998 no hizo lo propio con la jefatura del Estado en tanto que presidente de la Comisión de Defensa Nacional. Bajo su férula, el monolítico régimen norcoreano, más monárquico que republicano, mantuvo y aún reforzó sus peculiares señas de identidad, haciendo más chirriante su condición de reliquia anacrónica de la Guerra Fría. Por un lado, el funcionamiento de un implacable Estado totalitario, de tintes orwellianos, que adoctrina intensamente a sus ciudadanos-súbditos, fomenta un culto a la personalidad extremo que deifica al padre y al hijo, y castiga el menor signo de disidencia, real o imaginaria, con campos de concentración, torturas y ejecuciones masivas, conformando la peor situación de Derechos Humanos imaginable; en otras palabras, en la Corea de los Kim no se dejaron resquicios de libertad, márgenes para la discrepancia ni salvaguardias frente a la arbitrariedad y el terror institucionalizados. 

Por otro lado, rige la subordinación del PTC, reducido a un papel meramente auxiliar en esta dictadura personalista, y de la ideología marxista-leninista, otrora imperante, a las actuales doctrinas oficiales de la RPDC, que son dos: el principio del Juche o ideología de la autosuficiencia nacional, que se define como "humanista" y justifica las pulsiones autárquicas y aislacionistas; y el Songun, o primacía del Ejército, verdadero soporte del régimen y destinatario de lo mejor de los escasos recursos nacionales, el cual impregna de militarismo y belicismo todos los aspectos del Estado y la vida diaria. Entre sus muchos títulos, Kim Jong Il era el comandante supremo de las Fuerzas Armadas, las cuartas del mundo en número de soldados. 

Las consecuencias cotidianas de estos dogmas dañinos los sufre la población norcoreana, presa, con muchos cientos de miles de muertos desde la última década del pasado siglo, de las hambrunas y la desnutrición que provocan los desastres naturales y agrava la negligencia criminal de sus dirigentes. Las víctimas innumerables de estas dos violencias, la represión política despiadada y el desastre económico y alimentario, sumen al país tiranizado por la familia Kim en lo más parecido a un genocidio a cámara lenta. Indisociable de la irracionalidad cara al régimen de gobierno que recibió en legado fue la personalidad problemática de Kim Jong Il, cuyo carácter impredecible, que invitaba a endilgarle todos los rasgos típicos de los grandes autócratas (desde la paranoia a la megalomanía pasando por una colección de manías y excentricidades), se reflejó claramente en su política exterior. La misma estuvo enfocada a un objetivo fundamental, a saber, la búsqueda de la seguridad militar y de suministros industriales y energéticos para asegurar la supervivencia del régimen, más allá de lo que pudiera facilitar China, el único aliado y protector con que contaba la RPDC. 

Esa fue la meta obsesiva de Kim Jong Il, quien supeditó a ella el tortuoso diálogo con el Sur para la superación de la división nacional dejada por la contienda de 1950-1953 –técnicamente, a falta de un tratado de paz, el estado de guerra sigue vigente entre las dos Coreas- y pretendió vincularla a una negociación exclusiva con Estados Unidos con vistas a un tratado bilateral de no agresión. Siguiendo una estrategia de total incongruencia, el líder norcoreano recurrió sistemáticamente al chantaje nuclear, la provocación militar y las amenazas de guerra total, es decir, violentó la seguridad en esta parte de Asia, con el objeto proclamado de arrancar a Washington y Seúl concesiones en materia, precisamente, de seguridad y de amarrar la paz en la península coreana, paz que su agresiva temeridad no hacía más que socavar. Así, sus 17 años en el poder fueron una exasperante montaña rusa, con periódicos picos de posibilismo diplomático, que esperanzaban a gobiernos y pueblos con un futuro de desarme y reunificación en Corea, a los que inexorablemente seguía la vuelta a la intransigencia y la confrontación. Kim Jong Il se desdijo de todas las declaraciones solemnes que realizó y violó todos los compromisos que contrajo. 

UNA AMENAZA CONSTANTE PARA LA PAZ EN EXTREMO ORIENTE
La sucesión paterno-filial de 1994 aconteció justo después de un histórico acuerdo suscrito en Ginebra por el que Corea del Norte renunciaba a sus viejos reactores nucleares generadores de electricidad pero susceptibles de producir plutonio para bombas y sometía sus instalaciones a la inspección de la AIEA, mientras que Estados Unidos constituía un consorcio internacional para facilitarle tecnología nuclear más segura así como petróleo. En 2000, no sin el desasosegante preámbulo de unas escaramuzas navales, unos tiroteos en la Zona Desmilitarizada que acolcha la línea del armisticio de Panmunjom y el lanzamiento de un misil balístico sobre el mar de Japón, Kim Jong Il se embarcó en una apertura con los surcoreanos que dejó para la historia su cumbre en Pyongyang con el presidente Kim Dae Jung, confiado adalid de una empresa de reconciliación conocida como la Sunshine Policy o política de la sonrisa. La Declaración Conjunta de los líderes tocayos permitió gestos de intercambio y el rebajamiento de tensiones, pero no se avanzó ni en la desmilitarización de la frontera ni en la unificación nacional. 

En 2002, el acercamiento a Occidente, desarrollado en paralelo a las conversaciones intercoreanas, se vio perjudicado por la inclusión de Corea del Norte en su "eje del mal" por la Administración Bush. Ese año, todo empezó a torcerse. Sintiéndose hostilizado, Pyongyang reconoció que tenía un programa nuclear secreto para usos militares, reactivó su reactor de Yongbyon y, ya en 2003, se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y reanudó los ejercicios con misiles de crucero. La escalada de tensión precipitó la apertura en Beijing de unas conversaciones sexpartitas (las dos Coreas, Estados Unidos, China, Rusia y Japón) cuyas sucesivas rondas, seis hasta 2007, no consiguieron ningún compromiso duradero sobre la desnuclearización del Norte. Crecientemente escéptico y frustrado, Washington rechazó las insistentes exigencias de los norcoreanos de entablar negociaciones bilaterales para que, a cambio de liquidar su arsenal de misiles y su programa atómico, la superpotencia les concediera relaciones diplomáticas normales, plenas garantías de seguridad y toda la ayuda energética que precisaban. 

En 2005 los voceros del dictador anunciaron que el país ya disponía de armas nucleares para la "autodefensa". No se trataba de un farol: en octubre de 2006, a continuación de una salva de misiles de diverso alcance sobre el océano, Corea del Norte demostró a las claras sus avances armamentísticos en la categoría de destrucción masiva con la detonación subterránea de una bomba de fisión de muy baja potencia. El test, que convirtió al pequeño país asiático en la octava potencia nuclear declarada (la tercera fuera del TNP, junto con India y Pakistán), supuso un golpe demoledor a los esfuerzos internacionales para frenar la proliferación en este terreno y mostró con toda crudeza hasta dónde estaba dispuesto a llegar Kim Jong Il, anhelante de tratar con Estados Unidos desde un escalón estratégico más alto, en su insensato envite. Por de pronto, el póker nuclear sólo consiguió atraer a la depauperada Corea del Norte más sanciones y más aislamiento internacionales, precisamente cuando el país era anegado por las inundaciones y perdía sus cosechas. 

Empujado por una China no menos alarmada que los demás interlocutores (y cada vez más impaciente por la renuencia de su ingrato protegido a introducir reformas económicas de mercado), Kim Jong Il hubo de recular. En febrero de 2007 Pyongyang anunció una vuelta a los términos del acuerdo de 1994. La AIEA retornó a la instalación de Yongbyon tras cinco años de ausencia. En octubre, Kim prometió desmantelar todas sus facilidades y programas nucleares para fin de año, al tiempo que sostenía su segunda cumbre intercoreana en casa, esta vez con el presidente Roh Moo Hyun, en aras de un tratado de paz definitivo. 

No tardó el líder norcoreano en volver a las andadas, haciendo pedazos las expectativas suscitadas. En 2008, los tambores de guerra volvieron a sonar con el Sur y en 2009, luego de acusar a Estados Unidos de incumplir su parte del pacto de desarme por ayuda, repitió el desafío de 2006, es decir, mandó disparar un misil balístico de largo alcance –como en 1998, Pyongyang habló de cohete espacial para poner un satélite en órbita-, seguido de un ramillete de misiles de alcance menor y, entre medio, ordenó una segunda prueba nuclear bajo tierra. La RPDC se retiró de las conversaciones a seis bandas y reanudó su programa nuclear militar como si tal cosa. El torpedeamiento clandestino en marzo de 2010 de una corbeta surcoreana y el bombardeo artillero en noviembre siguiente contra una isla cerca de la frontera marítima, con el resultado de 50 muertos en total, terminaron de arruinar todos los esfuerzos invertidos por los dirigentes surcoreanos, que debieron cancelar su estéril política de apaciguamiento. 

LA CONTINUIDAD DE LA DINASTIA COMUNISTA DE LOS KIM
No por casualidad, la huida belicista hacia delante de Corea del Norte a partir de 2008 coincidió con el paulatino deterioro de la salud del Querido Líder, aquejado de una misteriosa enfermedad que iba minando su físico. Aquel año, Kim sufrió una apoplejía que restringió notablemente sus apariciones públicas. En previsión de una incapacitación total o de un luctuoso desenlace, el dictador designó en 2009 heredero del trono al benjamín de sus tres hijos varones, Kim Jong Un, un rollizo joven de 25 años carente de experiencia militar o política y del que no se sabía prácticamente nada. A toda prisa, el menor de los Kim, en adelante ensalzado como el Brillante Camarada, fue promocionado a los más altos escalafones del Ejército Popular y el Partido, el cual, obediente, le ungió en 2010. En la primavera y el verano de 2011 el ya anciano Kim Jong Il pareció haberse recuperado de su dolencia al realizar sendos viajes en tren a China y Rusia, pero el 19 de diciembre de 2011 los medios del régimen dieron la noticia de su fallecimiento repentino, dos días antes, a causa de un infarto. 

Mientras se suceden las muestras de dolor inconsolable de una población declarada huérfana del "padre de la nación y estrella polar de la reunificación nacional" (una coreografía de histeria colectiva idéntica a la mostrada al mundo en 1994 cuando la muerte de Kim Il Sung), y avanzan la ceremonias fúnebres, el mundo se mantiene a la espera de los próximos acontecimientos. No puede descartarse una exhibición de músculo militar para blindar el cambio de guardia. Asimismo, cobra fuerza la especulación sobre una suerte de regencia del tío del nuevo líder, Jang Sung Taek, vicepresidente de la Comisión de Defensa Nacional, quien en 2004 estuviera implicado en una trifulca en la cúpula que su cuñado zanjó con su purga, aunque luego le rehabilitó. Jang, en compañía de los generales, podría ejercer el poder de hecho como tutor temporal de su bisoño sobrino. 

(Texto actualizado hasta diciembre 2011)
Biografía

1. La preparación del futuro dictador
2. Dos décadas como heredero a la sombra de su padre Kim Il Sung
3. Indagación en la vida privada de un personaje enigmático
4. Encrucijada nuclear y apariencia de un liderazgo errático e imprevisible
5. Consolidación en el poder absoluto e incremento de las presiones exteriores
6. Hacia la reconciliación con Seúl y extensión de la apertura diplomática a Occidente
7. Crisis en las relaciones con Estados Unidos y agravamiento de la indigencia económica
8. Reactivación del programa nuclear y escalada de desafíos militares 
9. La huida hacia delante de un déspota aislado: el test atómico de 2006
10. Una peligrosa estrategia de confrontación dosificada: segunda prueba nuclear y agresiones navales al Sur
11. Designación como heredero de su hijo Kim Jong Un y fallecimiento en 2011


1. La preparación del futuro dictador 
La biografía oficial, hay que decir que panegírica hasta la absurdidad, del primogénito de Kim Il Sung, quien fuera el dirigente absoluto de Corea del Norte desde la partición de la península en 1948 hasta su fallecimiento en 1994, asegura que vino al mundo el 16 de febrero de 1942, en plena guerra de liberación nacional contra el ocupante japonés, en el campamento guerrillero que dirigía su padre en el monte Paekdu, en la frontera con China. Sin embargo, los archivos de la antigua URSS sitúan el nacimiento en una aldea de pescadores, Vyatskoye, a 70 km al nordeste de la ciudad siberiana de Jabárovsk, a orillas del Amur, en el lejano oriente soviético. Estas fuentes informan también que el niño, de hecho, recibió inicialmente el nombre de Yuriy Irsenovich Kim, siendo el patronímico Irsenovich una creación a partir de la forma rusificada, Irsen, del nombre propio del padre, Il Sung (dicho sea de paso, el nombre original de Kim Il Sung no era tal, sino Kim Song Ju), y que nació el 16 de febrero de 1941, es decir, un año antes de la fecha establecida. Entonces, Vyatskoye era el campo base de la 88ª Brigada del Ejército Soviético, formada por exiliados comunistas coreanos y chinos, y en la que Kim Il Sung comandaba un batallón con el rango de capitán. 

El mentís de la historiografía aceptada en todas partes salvo en Corea del Norte afecta igualmente a Kim padre, al que la propaganda del régimen marxista-leninista por él fundado siempre presentó como un genial general revolucionario que desde la más tierna edad combatió al colonialismo japonés, hasta su total destrucción en 1945. En realidad, Kim Il Sung pasó toda la Segunda Guerra Mundial en la URSS, no regresando a su país hasta septiembre de 1945, siguiendo a las tropas soviéticas que, invadiendo desde el norte, arrollaron a los japoneses en Manchuria. Por tanto, cabe dar por seguro que hasta después de la rendición japonesa Kim hijo pasó los primeros años de su infancia en territorio soviético junto con su familia. La madre, Kim Jong Suk, primera esposa de Kim Il Sung, falleció después de la guerra, en 1949, a los 31 años, durante un parto prematuro. Dos años antes lo habría hecho un hermano menor del futuro dictador, Kim Pyong Il, al parecer ahogado en una piscina. El tercer retoño tenido por Kim Il Sung y Kim Jong Suk, Kim Kyung Hee, una chica, haría carrera en los órganos dirigentes del partido. 

Tras la división de la península coreana en dos zonas de ocupación separadas por el paralelo 38, con los soviéticos al norte y los estadounidenses al sur, Kim Il Sung se instaló con su familia en Pyongyang. Allí, el 9 de septiembre de 1948, el dirigente hizo proclamar la República Popular Democrática de Corea (RPDC) e instauró una férrea dictadura de tipo estalinista desde los cargos de secretario general del Partido de los Trabajadores de Corea (PTC), primer ministro y comandante en jefe del Ejército Popular Coreano. Durante la guerra contra Corea del Sur y sus aliados occidentales (junio de 1950 a julio de 1953), Kim Jong Il cursó estudios elementales en la República Popular China –país amigo cuya intervención militar salvó de la derrota a los norcoreanos- y tras el Armisticio de Panmunjom prosiguió su educación en la escuela Namsan de Pyongyang. 

En septiembre de 1960 ingresó en la Facultad de Economía de la Universidad Kim Il Sung de la capital para instruirse en Economía Política. El PTC registra su alta de membresía el 22 de julio de 1961, tras alcanzar la mayoría de edad. Según la biografía oficial, en su etapa lectiva el joven desarrolló una intensa actividad cultural cuajada de estudios particulares de la obra y el pensamiento de su padre. Allí se le adjudican numerosos ensayos de teoría marxista adaptada al caso nacional, seminarios de formación política impartidos a compañeros de aula, visitas de inspección a centros de producción y todo tipo de diligencias encaminadas a la consolidación del régimen, bien por su cuenta, bien acompañando a su padre. 

En resumidas cuentas, Kim hijo adquirió la categoría de experto en Juche (término que se suele traducir por “confianza en uno mismo”), la doctrina de autosuficiencia nacional formulada por Kim padre a partir de sus ideas marxistas y maoístas. El Juche, que generó una gigantesca bibliografía saturada de terminología repetida una y otra vez, que en 1972 reemplazó al marxismo-leninismo como la ideología oficial del Estado norcoreano y que incluso dio nombre a una cronología que hace de 1912, el año del nacimiento de Kim Il Sung, el Juche 1 de la nueva era, es definido como la “unión monolítica del Líder, el partido y las masas en una sola fuerza motriz de la sociedad, con la liberación del hombre como único objetivo”. También, como un “principio filosófico humanocéntrico” que confiere al hombre la condición de “maestro de todo que decide sobre todo”. Más aún, el Juche es ensalzado como la “solución” de todos los problemas y necesidades del pueblo coreano, y que puede resultar de gran utilidad para el conjunto de la humanidad. 

Destacando siempre su inteligencia y brillantez excepcionales, una genialidad que había heredado de su progenitor, estos textos sobre la vida temprana de Kim se recrean en los detalles de su activismo político hasta el punto de invitar a los lectores a imaginárselo, más que como un estudiante, como un precoz maestro capaz de sermonear y adoctrinar a todo el mundo en cuestiones de calado teórico y práctico como el materialismo histórico, la revolución socialista, la lucha antiimperialista o la planificación económica. La publicación en marzo de 1964 de su tesis de graduación, La posición y el papel de un país en la construcción del socialismo, puso remate a su etapa formativa. El mutismo de las reseñas oficiales imposibilita la corroboración desde este lado de informaciones procedentes del exterior sobre ciertos pasajes de la primera trayectoria de Kim, como que en algún momento de los primeros años sesenta recibió adiestramiento como piloto de combate en una academia militar de la República Democrática Alemana, pero que a los cinco meses de ingresar fue expulsado de la misma por mala conducta, o que a comienzos de la década siguiente aprendió el idioma inglés en Malta, acogido a la hospitalidad del Gobierno laborista de Dom Mintoff. 

El 19 de junio de 1964 Kim empezó a trabajar para el Comité Central del PTC, dando comienzo su ascenso en el escalafón del partido. Poco después adquirió las primeras responsabilidades oficiales en el entramado del Comité Central, concretamente en el Departamento de Organización y Liderazgo, que dirigía su tío Kim Yong Ju, hermano menor de Kim Il Sung. La biografía oficial da mucha importancia a su denuncia en 1967, durante las purgas políticas desatadas por su padre, de las “perversas intenciones de los revisionistas anti-partido de debilitar la pureza de las tradiciones revolucionarias con la difusión de ideas burguesas, revisionistas y neoconfucianas”. El “sabio discernimiento” y la “resuelta indagación” de Kim, prosigue la biografía, permitieron al partido suprimir un “complot” orquestado desde dentro. 

En septiembre de 1970 Kim fue promovido a los puestos de vicedirector del Departamento de Agitación y Propaganda, y director del Departamento de Cultura y Arte del IV Comité Central. Desde estas oficinas ordenó la composición de obras teatrales, poéticas y novelísticas de exaltación patriótica, glorificación del régimen político y culto a la personalidad de su padre, que, como las demás producciones ideológicas del régimen, ofrecían unas cotas de ditirambo y de machacona reiteración de léxico revolucionario que igualaban o superaban a las de las fraseologías estalinista o maoísta. Es en esta época cuando Kim, un treintañero joven cuyas crecientes comparecencias públicas secundando a su padre sugerían la existencia de un plan sucesorio, se reveló como un entusiasta de las artes escénicas y la cinematografía, y de su adaptación a las necesidades pedagógicas del régimen. De creer las reseñas oficiales, él mismo redactó algunas óperas de canto, danza y drama como vehículos de “cultura revolucionaria”. En 1973 publicó el estudio Sobre el arte del cine, al que hasta los años noventa siguieron nuevos ensayos sobre otras tantas manifestaciones artísticas aplicadas a la inculcación del Juche. 


2. Dos décadas como heredero a la sombra de su padre Kim Il Sung
En octubre de 1972 Kim se convirtió en miembro pleno del V Comité Central y en septiembre del año siguiente, durante el séptimo plenario, en el secretario de Organización, Agitación y Propaganda, esto es, el corazón ideológico del PTC y un órgano de importancia decisiva en un sistema donde el adoctrinamiento constante e intenso de la sociedad era la garantía del poder omnímodo del partido. De esta época data su obra Pequeña biografía del Camarada Kim Il Sung, con la que demostró ser el más cualificado cultivador del culto a la personalidad del Gran Líder de la RPDC. La entrada de Kim Jong Il en la suprema instancia colectiva del PTC por aquel entonces, el Comité Político del Comité Central, tuvo lugar el 13 de febrero de 1974, durante el octavo plenario. Desde sus nuevos cargos, se dedicó a impulsar la campaña de movilización de masas conocida como las Tres Revoluciones (“ideológica, técnica y cultural”), de impronta totalmente jucheana, y en economía el Plan de Seis Años (1971-1976, cuya culminación con un año de antelación se encargó de anunciar) y el Plan de Siete Años (1978-1984). 

Informes de medios occidentales aseguran que en las décadas de los setenta y ochenta el vástago de la dictadura desempeñó un papel de primer orden como ejecutor de la estrategia antiimperialista diseñada por la RPDC para desestabilizar a potencias de Occidente en general y a Corea del Sur en particular. Esta campaña para subvertir regímenes políticos considerados enemigos no rehuía ni el asesinato político ni el terrorismo, y era aplicada sobre el terreno por una tupida red internacional de espías, agentes secretos y mercenarios. 

Así, la RPDC estuvo detrás de las varias tentativas de magnicidio sufridas por los presidentes-dictadores surcoreanos Park Chung Hee (1963-1979) y Chun Doo Hwan (1980-1988), como fueron el intento de asalto por un comando del palacio presidencial de Seúl en 1968, la agresión por un coreano residente en Japón en 1974 -en la que resultó muerta la esposa de Park- y el atentado con bomba contra la delegación surcoreana desplazada a la capital de Birmania en 1983, que mató a 17 personas, entre ellas varios ministros. Éste es justamente el episodio terrorista que más se suele vincular a Kim Jong Il, aunque la explosión el 29 de noviembre de 1987 en pleno vuelo de un avión de la Korean Air Lines, que causó la muerte a 117 pasajeros, todavía fue achacada a la insidia criminal de los servicios secretos norcoreanos subordinados a su mando. 

No todas las tropelías terroristas endilgadas a Kim tuvieron motivaciones desestabilizadoras de poderes foráneos: en 1978 sus sicarios raptaron al director y productor de películas surcoreano Shin Sang Ok y a su esposa y actriz Choi Eun Hee con el cándido propósito de que le ayudaran a levantar una industria norcoreana del cine que produjera largometrajes de éxito internacional. Sobre este chocante caso no puede dejar de añadirse que Shin filmó para sus anfitriones forzosos siete películas –la más conocida, Pulgasari, una versión local de Godzilla, el famoso monstruo japonés del celuloide- antes de conseguir escapar a Viena junto con su esposa en 1986. 

Se debiera ya a sus méritos en las operaciones de inteligencia –naturalmente, jamás mencionadas por el régimen-, ya a sus contribuciones en los terrenos cultural e ideológico, el caso fue que en algún momento de los años setenta Kim Il Sung se convenció de la idoneidad de su hijo para sucederle al frente del Estado, el partido y las Fuerzas Armadas cuando él no pudiera seguir. En 1975 los órganos de prensa empezaron a referirse ambiguamente a Kim Jong Il tras el epíteto de “centro del partido”, un anónimo dignatario al que había que obedecer ciegamente por ser el que mejor comprendía y desarrollaba la doctrina del Juche. Sin embargo, la proclamación de Kim como el legatario político del Gran Líder no tuvo lugar hasta un lustro más tarde, al parecer debido a la oposición que el proyecto de instaurar una dinastía comunista hereditaria, situación que no tenía precedentes históricos, encontraba en algunos miembros del Buró Político. Fuera de Corea del Norte han sido abundantes las especulaciones sobre el rechazo suscitado por esta pretensión en varios altos cuadros y veteranos de la lucha antijaponesa, quienes no considerarían a Kim merecedor de tan alto destino por su inexperiencia e inmadurez. 

El tío Kim Yong Ju, quien llevaba años perfilado como uno de los candidatos a la sucesión con más posibilidades, fue apartado de la escena justamente en 1975; para este jerarca fue el comienzo de un ostracismo de 15 años de duración. Otro candidato potencial, Kim Il –sin parentesco con la familia-, fue cesado como presidente del Consejo de Ministros en abril de 1976, antes de fallecer en 1984. En los últimos años setenta las comparecencias públicas de Kim menguaron y se habló de un apartamiento del primer plano que estaría relacionado con las luchas por el poder. Si las hubo, éstas se saldaron en favor del aspirante a delfín oficial del régimen. Finalmente, en el VI Congreso del PTC, celebrado entre el 10 y el 14 de octubre de 1980, Kim Jong Il fue designado sucesor de su padre e ingresó de golpe en el Buró Político del Comité Central -que sustituía al antiguo Comité Político-, en el muy selectivo Presidium o Comité Permanente del Buró Político, el nuevo órgano cimero del partido, y en la Comisión Militar del Comité Central. Esta triple promoción le convirtió en uno de los más altos jerarcas de la RPDC con rango oficial. 

Removidos en apariencia los obstáculos a su futuro encumbramiento, Kim fue acumulando atribuciones adicionales de manera paulatina: diputado de la Asamblea Popular Suprema, a la vez que recibía el título de Héroe de la RPDC, en febrero de 1982; presidente de la Comisión Militar del Comité Central en 1984; primer vicepresidente de la Comisión de Defensa Nacional en mayo de 1990; y, hecho fundamental en un régimen basado en el uso coercitivo de la fuerza donde los militares ponen la espina dorsal, comandante supremo del Ejército Popular, sustituyendo a su padre, por decisión del VI Comité Central reunido en su decimonovena sesión plenaria. el 24 de diciembre de 1991. La falta de preparación castrense de Kim no obstó a un nombramiento al frente de la milicia que contó con la aquiescencia del muy poderoso ministro de Defensa, el mariscal Oh Jin Woo, considerado el número dos del régimen y jerarca leal a Kim Il Sung. 

El 6 de agosto 1984 Radio Pyongyang se refirió a Kim por primera vez como el "único sucesor del Gran Líder". Comenzaron las referencias encomiásticas al Querido Líder -expresión que se convirtió en un sobrenombre cuasi oficial y que permitía subrayar la identificación, como si de un clon político se tratara, del hijo con el padre-, el “líder incomparable” y el “gran sucesor para la causa revolucionaria”. El régimen animó a la ciudadanía a seguir las directrices del Querido Líder de igual manera a como acataba el dictado del Gran Líder, y se afanó en enaltecer las virtudes de Kim como gran dirigente y teórico principal del Juche, según reflejaba el amontonamiento de discursos y artículos doctrinales de su puño y letra, que daban para periódicas ediciones de gruesos tomos recopilatorios. 

El 20 de abril de 1992, ya entrado en la cincuentena de edad, Kim recibió el rango de mariscal del Ejército, pocos días después de que la prensa le aclamara como "jefe del partido, el Estado y el Ejército Popular". Tanta rotundidad generó confusión en el resto del mundo sobre si las previsiones sucesorias habían tenido efectivamente lugar, y el 1 de octubre siguiente nuevas expresiones del mismo tipo reavivaron la incertidumbre. Los medios del régimen ya venían refiriéndose rutinariamente a Kim hijo como el "Secretario", apelativo de intencionada carga ideológica que contrastaba con la imagen más estatal proyectada por su anciano padre, llamado el “Presidente”. La cascada de nombramientos se completó el 9 de abril de 1993, cuando la IX Asamblea Popular Suprema, reunida en su quinto período de sesiones, le eligió presidente de la Comisión de Defensa Nacional. El elenco de honores del Querido Líder incluía la Orden Kim Il Sung –concedida por triplicado- y un doctorado honorífico otorgado en 1986 por la universidad peruana Inca Garcilaso de la Vega. 


3. Indagación en la vida privada de un personaje enigmático
Kim Il Sung falleció el 8 de julio de 1994 a los 82 años de edad, víctima de un fulminante ataque al corazón. Los telespectadores de todo el mundo pudieron ver a muchedumbres de norcoreanos llorar desgarradoramente al paso del cortejo fúnebre y arracimarse suplicantes, como presa de un agudo sentimiento de orfandad, ante la colosal estatua del dirigente difunto en Pyongyang. Aunque era el sucesor oficialmente designado, Kim Jong Il no asumió inmediatamente de manera oficial ni la Secretaría General del PTC ni la Presidencia de la República, continuando por el momento como el "dirigente supremo designado y único sucesor" del Gran Líder. Sin embargo, el mando absoluto recayó incuestionablemente en él, haciendo realidad la primera sucesión dinástica en la jefatura de un Estado comunista. 

Muy poco era lo que el público internacional sabía entonces de Kim Jong Il, aunque los propios norcoreanos no estaban mejor informados, más allá de las semblanzas oficiales y del protagonismo mediático; de hecho, hasta 1992 la población no escuchó la voz del Querido Líder, con motivo de una arenga a la milicia en una parada militar. Su supuesta relación con los actos de terrorismo de Estado arriba citados y con ciertas defunciones misteriosas de altos responsables del partido y el Estado, más una serie de informaciones sobre sus gustos extravagantes aventadas aquí y allá, invitaban a dibujar una personalidad del flamante dictador a caballo entre lo enigmático y lo siniestro. 

Por de pronto, los medios de comunicación del régimen mantenían un secretismo total sobre su vida marital, que cabe calificar de turbulenta. Hoy, gracias sobre todo a los informes de los servicios de inteligencia surcoreanos, se sabe que Kim ha estado “casado” (el entrecomillado es pertinente, ya que nunca ha estado clara la situación jurídica de las parejas formales del Querido Líder) al menos tres veces, aunque circulan rumores, imposibles de precisar, sobre la existencia de numerosas parejas informales y amantes. La primera cónyuge, esta sí con todas las de la ley, fue Kim Young Sook, la hija de un militar de alto rango, con la que tuvo una niña, Kim Sul Song, en 1974. Posteriormente se emparejó, quizá sin matrimonio de por medio, con Song Hye Rim, una actriz que actuaba en las películas propagandísticas del régimen y que ya estaba casada cuando captó el interés de Kim, quien se encargó de deshacer ese matrimonio. Kim Jong Il tuvo con ella en 1971 a su primer hijo varón, Kim Jong Nam, quien fue preparado con todo esmero para desempeñar los más altos puestos del liderazgo. 

El primogénito del Querido Líder saltó a la palestra de manera incidental en mayo de 2001, cuando ya sonaba como el heredero político escogido por su padre habida cuenta de su elenco de responsabilidades en distintos órganos del Estado, entre ellas la jefatura del comité encargado de desarrollar las tecnologías de la información en la RPDC. El joven, acompañado de dos mujeres y un niño de cuatro años identificado como su hijo, fue arrestado por la Policía japonesa a su llegada al aeropuerto de Tokyo por viajar con un pasaporte falso de la República Dominicana en el que empleaba un alias chino. Según él, estaba en Japón con su familia para visitar el parque de atracciones de Disneyland Tokyo. Descubierta su verdadera identidad, Kim estuvo retenido unos días por las autoridades niponas antes de ser deportado a China, desde donde se supone que regresó a casa, aunque en 2003 se divulgó la noticia de que estaba viviendo en el país vecino. 

Entonces se especuló con que Kim Jong Nam habría intentado entrar en Japón en relación con ciertas actividades clandestinas que afectarían a secretos militares o tecnológicos. También se habló de un intento de deserción, hipótesis abonada por el hecho de que el grupo se desplazaba sin la menor protección o escolta, algo en verdad inconcebible para cualquier persona allegada a Kim Jong Il, cuanto más para su hijo, su nuera –si una de las dos mujeres era tal- y su nieto. Cualesquiera que fueran las razones que empujaron a Kim Jong Nam a esta extraña peripecia, el caso fue que a raíz de ese momento sus posibilidades sucesorias se desvanecieron. Para entones, el matrimonio de sus padres ya llevaba muchos años roto. Song Hye Rim acabó estableciéndose en Moscú en circunstancias inciertas, quizá relacionadas con una depresión nerviosa. Informes sin confirmar por la RPDC aseguran que Song murió en la capital rusa en mayo de 2002, justo al año del incidente protagonizado por su hijo. 

A finales de los setenta o a principios de los ochenta Kim reclutó a su nueva consorte, Ko Young Hee, también en los medios artísticos. Se asegura que esta bailarina mitad japonesa mitad coreana siempre fue su favorita y que despertó en él un auténtico amor. Con ella tuvo dos hijos más, Kim Jong Chul, nacido en 1981, y Kim Jong Un (o Woon), nacido en 1983 o más probablemente en 1984. Algunas fuentes añaden un tercer retoño, una chica llamada Kim Yo Jong, Todo sugiere que estos dos hermanos biparentales ganaron muchos puntos para ser designados, uno de los dos –aunque con más posibilidades el mayor-, para la sucesión luego de la caída en desgracia de su hermanastro en 2001. Significativamente, en febrero de 2003 los órganos de propaganda del Ejército lanzaron una campaña de ensalzamiento de Ko Young Hee, a la que sin llamar por el nombre presentaron como la “Madre Respetada que es la persona más fiel y leal al Querido Líder Camarada Comandante Supremo”. A finales de agosto de 2004 los medios surcoreanos, citando fuentes chinas, anunciaron la muerte de Ko el 13 de ese mes, a los 51 años de edad, de un fallo cardíaco relacionado quizá con un cáncer terminal de mama. Fiel a su inveterado secretismo, el régimen norcoreano no difundió la esquela, aunque se celebró el preceptivo funeral. 

Cuando la mudanza en el poder de 1994, Kim Young Sook, la primera cónyuge, fue retratada por los medios internacionales como la “esposa reconocida” de Kim. Como sucede con las otras dos mujeres, sólo puede conjeturarse cuándo se inició el vínculo conyugal entre Kim Jong Il y Kim Young Suk, cuándo terminó, si es que terminó. El orden de descendencia alumbrada por el dictador sugiere que Kim, a pesar de lo comúnmente informado, pudo seguir, no preceder, a Song Hye Rim. Tras la muerte de Ko Young Hee en 2004, Kim Jong Il habría iniciado vida en común con su secretaria desde hacía dos décadas, Kim Ok, una acompañante habitual en giras de inspección y recepciones de dignatarios extranjeros. Además de estos cinco vástagos, tres varones y dos hembras, tenidos con sus tres parejas formales, Kim sería el padre de otros tantos o más chicos tenidos con amantes que pasaron a disfrutar de un discreto reconocimiento y de privilegios. 

La saga familiar de Kim Jong Il gana más intriga si se toman en consideración a los hermanastros del dictador, Kim Pyong Il, nacido en 1954 y llamado igual que el hermano biparental de Kim Jong Il muerto prematuramente en 1947, y Kim Yong Il, nacido en 1944 y con otro tocayo notable, el Kim Yong Il, sin relación familiar alguna, que iba a ser el primer ministro de la RDPC entre 2007 y 2010. Ambos eran los hijos tenidos por Kim Il Sung con su segunda esposa, Kim Song Ae, tras enviudar de Kim Jong Suk. Estos dos hermanos Kim constituían un clan potencialmente rival de Kim Jong Il, así que en vida, Kim Il Sung, para proteger su plan sucesorio, se encargó de mantener a los hijos tenidos en su segundo matrimonio bien lejos de Pyongyang, poniéndoles al frente de misiones diplomáticas y embajadas en varios países europeos. Se cree que Kim Yong Il falleció en Alemania en 2000. 

Desde 1994 el público internacional fue ilustrado sobre todo con detalles sorprendentes de la vida privada extrafamiliar del dirigente norcoreano. Siempre según informaciones de los servicios secretos surcoreanos filtradas a la prensa de ese país, las cuales han de tomarse con las debidas cautelas, Kim presentaba las típicas vanidades y excentricidades del retoño encumbrado de dictador, acostumbrando a satisfacer todas sus apetencias. Así, se le retrataba como un apasionado del cine de Hollywood en sus diversos géneros –pero preferentemente los de acción, sin faltar las películas de gángsteres, bélicas, agentes secretos y de terror- y se le atribuía una videoteca privada de más de 20.000 títulos. Kim era pintado también como un sibarita libertino que no se privaba de ningún capricho opulento y que disfrutaba con las exquisiteces culinarias, los vinos y licores de importación, el coleccionismo de vehículos y bicicletas de lujo, y la imprescindible compañía femenina. 

Asimismo, se decía que tenía fobia a volar, que siempre hacía sus desplazamientos en un tren blindado y que estaba acomplejado con su corta estatura (160 cm), la cual intentaba realzar en sus apariciones públicas peinándose el cabello hacia arriba y llevando calzas en los zapatos. A mayor abundamiento, algunos analistas no dudaban en achacarle una personalidad decididamente cruel, insensata, intolerante y paranoica. Así, a diferencia de su padre, Kim ni siquiera se dejaría aconsejar: si un subordinado no acataba sus órdenes sin rechistar, consideraría esta actitud una deslealtad merecedora de castigo. Los observadores no eran unívocos en sus pronósticos. De Kim tanto cabría esperar a un fanático belicista como a un realista impulsor de reformas, en un régimen que era probablemente, con sus rasgos orwellianos, el más totalitario y represivo del mundo. 


4. Encrucijada nuclear y apariencia de un liderazgo errático e imprevisible 
Esta imagen inquietante de Kim Jong Il como un hombre dogmático, voluble e impredecible suscitó en el momento de la sucesión múltiples interrogantes, máxime porque Kim Il Sung había fallecido en vísperas de una anunciada cumbre histórica, concertada por el ex presidente estadounidense Jimmy Carter, con su homólogo surcoreano, Kim Young Sam, y al poco de aceptar la reanudación de las negociaciones con Estados Unidos para intentar superar la última disputa entablada con la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), porfía que había sido convertida por el dictador en una crisis internacional. 

En su encuentro con Carter en Pyongyang el 18 de junio de 1994, Kim Il Sung había aceptado la parada de sus anticuados reactores nucleares de gas-grafito, que eran capaces de producir a partir del combustible de uranio el elemento plutonio, sospechoso de destinarse a usos militares, así como la inspección por la AIEA de sus instalaciones y la suspensión de la totalidad de su programa nuclear. A cambio, Estados Unidos se había comprometido a liderar un consorcio internacional, denominado Organización para el Desarrollo de la Energía en la península Coreana (KEDO), con la misión de construir y entregar a la RPDC dos plantas nucleares de agua ligera -más seguras y menos susceptibles de explotarse para usos no civiles-, y a proveerle con 500.000 tn³ de petróleo bruto al año para subvenir las necesidades energéticas en el período transitorio. Estados Unidos, que asumiría los costes -estimados en 4.000 millones de dólares- de la operación junto con Corea del Sur y Japón, accedió también a normalizar las relaciones diplomáticas con la RPDC y a darle garantías de no agresión sobre las bases de la permanencia de Pyongyang en el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y la implementación de la Declaración de Desnuclearización de la Península Coreana, que se remontaba a 1992. 

Pues bien, el inesperado óbito de Kim Il Sung pareció poner todo esto en cuestión. Por de pronto, Pyongyang anunció la suspensión sine díe de la histórica cumbre presidencial, que debería haber favorecido la conclusión del estado de guerra en la península, auténtico resquicio de la Guerra Fría, vigente desde el armisticio de 1953 y la reunificación de los dos estados a medio o largo plazo, algo que el Norte siempre había proclamado como un objetivo nacional sagrado. Sin embargo, el 21 de octubre de 1994 la RPDC y Estados Unidos firmaron en Ginebra un acuerdo que formalizaba las decisiones de la reunión Carter-Kim Il Sung, de manera que la KEDO pudo ponerse en marcha el 16 de diciembre. 

Si el nuevo líder de Corea del Norte se avenía a respetar el documento de Ginebra, en lo referente a los tratos con Corea del Sur los acontecimientos que se sucedieron en los años siguientes parecieron confirmar las peores expectativas sobre Kim, cuya excepcionalmente larga provisionalidad en el poder, ya que transcurrían los meses y el autócrata seguía sin asumir formalmente la Secretaría General del PTC y la jefatura del Estado, fue pareja a aquella tendencia negativa. Así, el anuncio por Pyongyang el 4 de abril de 1996 de que dejaba de reconocer el Tratado del Armisticio fue seguido inmediatamente por incursiones de patrullas militares nordistas dentro de la Zona Desmilitarizada (ZDM), vasta línea de alambradas, fosos antitanque, búnkeres y torres de vigilancia que hace de la intercoreana la frontera más vigilada y armada del mundo. El 18 de septiembre siguiente se agudizó la tensión cuando el Ejército del Sur abatió a un comando de Norte, desembarcado de un submarino y en presunta misión de espionaje. Más tarde, el 16 de julio de 1997, se produjo un intercambio de disparos en la ZDM. 

Ahora bien, a pesar de las provocaciones periódicas y de las amenazas de guerra, difundidas con retórica anacrónica por la Agencia de Noticias Central de Corea, que las acompañaban, los analistas avezados en los hermetismos de la RPDC sugirieron que Kim sólo estaba explotando, hasta límites temerarios, eso sí, el factor nuclear esgrimido por su padre. Y es que el nuevo dictador norcoreano debía hacer frente a una situación económica calamitosa, que era la consecuencia de muchos años de planificación irracional de la producción y de la evaporación de las ayudas exteriores, que eran todas las soviéticas y buena parte de las chinas. Según estimaciones de Corea del Sur, la economía del Norte estaba en recesión desde hacía una década y sólo en 1997 la tasa negativa habría rozado el 7% del PIB. El fracaso de las colectivizaciones agrícolas, la angustiosa escasez de divisas extranjeras, el destino del grueso del presupuesto a los gastos militares y el impacto catastrófico, posibilitado por la deforestación masiva, de las inundaciones de 1995 y la sequía de 1997 se habían traducido en una gravísima crisis de subsistencias y en una hambruna general cuyo alcance resultaba difícil de cuantificar. 

El propio Gobierno de Pyongyang reconoció carecer de recursos para alimentar a la mitad de la población, pero desmintió categóricamente las informaciones de visitantes occidentales sobre la muerte por inanición y por enfermedades causadas por los déficits nutricionales de entre uno y tres millones de norcoreanos desde 1995 a 1999. La ONU se mostró convencida de que la mortandad excedía el millón de víctimas. Las autoridades reconocieron la muerte por hambre de sólo 220.000 personas entre 1995 y 1998. Este pavoroso panorama, subrayado por los testimonios de paisanos fugados a China y de funcionarios desertores a Corea del Sur que hablaban de motines de hambre, rebeliones de unidades militares desesperadas por sus deplorables condiciones de vida y hasta de casos de canibalismo, no podía ser verificado a causa de la rigurosa cuarentena informativa impuesta por las autoridades. 

Si Kim se decantaba por mantener el pulso en el exterior, contrariamente a su padre, no parecía estar tan obsesionado con la cuestión de la pendiente reunificación y sí temer más una absorción por el Sur a semejanza de lo sucedido con las dos Alemanias en 1990. La contradicción que había entre ser consciente de lo urgente de la apertura al exterior por imperativo económico y tenerle miedo a exponer a la sociedad a los influjos occidentales explicaría las vacilaciones de Kim, sin descartar tampoco que la vuelta al lenguaje guerrero tuviera que ver con ciertas inseguridades sobre su posición interna. 

En líneas generales, Kim no alteró la política decretada en los últimos años de su padre parar evitar el colapso de la economía, consistente en la creación de sociedades mixtas con compañías extranjeras, la regularización de los mercados agrícolas en los que los campesinos pudieran vender sus productos hortícolas, la introducción de las primeras nociones de contabilidad autónoma en las empresas estatales y la creación de zonas comerciales experimentales siguiendo el ejemplo de la experiencia china. Ciertamente, el Gobierno de Beijing se declaraba completamente favorable a la unidad coreana, pero también aguardaba con impaciencia a que Pyongyang abrazara sin tapujos las reformas económicas de mercado. 

Desde comienzos de los años noventa, el objetivo de esta titubeante apertura económica fue la captación de divisas, para impulsar el comercio exterior, y de productos de consumo básicos, para nutrir un mercado interior en descomposición; si bien ahora, con el desabastecimiento haciendo estragos entre la población, lo perentorio era la recepción de alimentos. Sabedor de sus bazas en tan perturbador escenario, Kim agitó ante Corea del Sur y Estados el espantajo de una invasión militar o civil protagonizada por millones de ciudadanos famélicos, con el fin de asegurarse un trato ventajoso en unas futuras negociaciones. 


5. Consolidación en el poder absoluto e incremento de las presiones exteriores
Concluido el período de duelo nacional por la muerte de su padre, el 8 de octubre de 1997 el Comité Central del PTC eligió a Kim secretario general del partido, disipando las dudas surgidas en el extranjero sobre su verdadera autoridad en el régimen. Las especulaciones al respecto se habían amontonado en los meses previos por el rosario de deserciones y jubilaciones forzosas de diplomáticos y altos oficiales del partido y el Estado, bajas que coincidieron con la defunción por causas naturales de algunos veteranos muy influyentes, como el mariscal Oh Jin Woo, muerto en febrero de 1995. 

La deserción más espectacular fue la de Hwang Jang Yop, secretario del Comité Central para las relaciones internacionales y considerado el principal ideólogo del Juche, que en febrero de 1997 se asiló en la Embajada surcoreana en Beijing. Como además Hwang era un pariente lejano de Kim Jong Il y la primera esposa de éste, Song Hye Rim, se había marchado a Rusia con indicios de fuga, los medios surcoreanos se deshicieron en especulaciones sobre una renovada inestabilidad en la cúpula del régimen animada por pugnas familiares. Además, no pasaron inadvertidas las ausencias de Kim en reuniones públicas del partido y en actos tan señalados con su 55 cumpleaños. Luego, en marzo de 1998, la prensa de Seúl informó que la RPDC se hallaba en un estado de virtual ley marcial mientras Kim lanzaba algún tipo de purga contra elementos desafectos. 

Con todo, el líder norcoreano pareció estar firmemente asentado en el poder desde su entronización en 1997. Esta impresión se reforzó el 5 de septiembre de 1998 (o Juche 86) cuando la Asamblea Popular Suprema le elevó oficialmente a la jefatura del Estado, que hasta entonces había estado representada nominalmente por los cuatro vicepresidentes. Para celebrar el evento, el Servicio de Ediciones en Idiomas Extranjeros publicó una “Breve Historia del Camarada Kim Jong Il”. En su introducción, el documento presentaba a Kim como “el más fiel sucesor de la causa revolucionaria del Juche, el Comandante Supremo de las fuerzas armadas revolucionarias de Corea y el gran líder del Partido de los Trabajadores de Corea y del pueblo coreano”, el cual, “mediante incansables actividades revolucionarias desarrolladas durante 30 años alumbró una nueva era de prosperidad para Corea”. También, “a través de enérgicas actividades ideológicas y teóricas sistematizó la ideología revolucionaria del Camarada Kim Il Sun en la ideología, teoría y metodología del Juche, desarrollándola para ser la inmortal bandera revolucionaria de la era de la independencia”. 

Sin embargo, Kim no se convirtió en presidente de la República, ya que una revisión constitucional abolió este cargo y transfirió la suprema autoridad estatal a la presidencia de la Comisión de Defensa Nacional, en la que Kim fue simplemente reelegido. Toda vez que el preámbulo de la Constitución otorgaba a Kim Il Sung el título de “presidente eterno de la República”, no cabía imaginar a otro titular de esa oficina. En puridad, las funciones tradicionales del jefe del Estado, en su dimensión protocolaria, pasaron al presidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Suprema, un viejo puesto ahora resucitado y que recayó en Kim Yong Nam, miembro del Buró Político del PTC. Una lectura de estas mudanzas institucionales era que al hacer de un órgano relacionado con el Ejército una institución decisiva, el régimen convertía a la Comisión de Defensa Nacional en uno de sus pilares fundamentales, como mínimo de la misma importancia que el partido. Por otro lado, regía la política conocida como Songun, por la que las Fuerzas Armadas tienen prioridad sobre otros departamentos en las compras de material y la prestación de servicios sociales a sus miembros. 

Estos desarrollos internos tuvieron algún efecto dinamizador de las renqueantes negociaciones exteriores, ya que el 5 de marzo de 1997 se produjo en Nueva York un encuentro intercoreano al nivel de ministros de Exteriores, el 26 de noviembre Corea del Norte y Estados Unidos celebraron conversaciones de alto nivel en Washington, y el 9 y el 10 de diciembre siguiente Ginebra fue el escenario de las primeras conversaciones cuatripartitas, esto es, ambas Coreas, más Estados Unidos y China, con vistas a la firma de un tratado de paz. La segunda ronda de estas negociaciones se celebró entre el 16 y el 21 de marzo de 1998, pero no arrojó ningún resultado por la intransigencia del Norte en sus tradicionales reivindicaciones, a saber: la retirada previa de los 37.000 soldados estadounidenses del Sur y el establecimiento de un tratado de paz con Estados Unidos por separado. El diálogo estrictamente intercoreano lo reanudaron los respectivos viceprimeros ministros en Beijing el 11 de abril de 1998, en la primera reunión de ese nivel desde julio de 1994, pero seis días después se rompió entre reproches mutuos. La delegación de Pyongyang acusó a la de Seúl de mezclar las cuestiones políticas con el que aquella consideraba el verdadero tema sustancial, el envío de alimentos al Norte. 

Entonces, hacía más de un mes que el Sur estaba presidido por Kim Dae Jung, el veterano dirigente de la oposición a las dictaduras de los generales de Seúl que había ganado su cuarto intento presidencial con la promesa de hacer todo lo posible para sellar la reconciliación de los coreanos. El 31 de agosto de 1998, cuando más factible parecía un avance decisivo en las mesas de negociación, Pyongyang asombró al mundo con el lanzamiento de un misil balístico que sobrevoló el archipiélago nipón, a la altura de la isla de Honshu, para caer presumiblemente en el océano Pacífico. El incidente armado encolerizó al Gobierno japonés, que suspendió su participación en las negociaciones cuatripartitas y en la KEDO, asustó al surcoreano, quien por el contrario mantuvo sus contactos económicos y culturales, preocupó a China y a Rusia, y alarmó profundamente a Estados Unidos, que congeló todos sus compromisos con la RPDC. 

Días después, Pyongyang anunció triunfalmente que había lanzado con éxito un cohete trifásico de medio alcance, del modelo Taepodong 1, con la misión de poner en órbita un "satélite artificial de comunicaciones"; los países extranjeros habían tomado "erróneamente" por un ensayo militar de misil balístico lo que no era sino un lanzamiento espacial. Estados Unidos y Japón calificaron de "ridícula" esta versión, pero el Ministerio de Exteriores surcoreano no estaba tan seguro. El caso fue que el 9 de septiembre Kim presidió los fastos del quincuagésimo aniversario de la RPDC, con el vector del supuesto satélite artificial convertido en el último florón de la parafernalia revolucionaria. 

En las capitales concernidas se hablaba por lo bajo de "chantaje nuclear", más por cuanto Pyongyang amenazaba con vender tecnología de misiles balísticos a terceros países que, como la propia Corea del Norte, figuraban en la lista negra de Estados Unidos. Al igual que hiciera su padre en marzo de 1993 cuando se desvinculó del TNP (movimiento que se quedó en una suspensión y que fue anulado por el acuerdo de octubre de 1994), Kim estaría sondeando el grado de compromiso de Estados Unidos en la defensa de Corea del Sur y de paso presionándole para que levantara las sanciones económicas a la RPDC. En la presente coyuntura, Kim habría advertido a Washington que estaba muy descontento por el retraso de los envíos petroleros de la KEDO, que arrastraba apuros financieros, y la insuficiente ayuda humanitaria, que el país necesitaba desesperadamente. A comienzos de octubre de 1998 los dos países iniciaron rondas de conversaciones centradas en la proliferación nuclear; días después se reanudaron en Ginebra las negociaciones cuatripartitas sobre el tratado de paz. 


6. Hacia la reconciliación con Seúl y extensión de la apertura diplomática a Occidente 
A mediados de junio de 1999 se produjeron graves escaramuzas entre unidades navales del Norte y el Sur –se informó del hundimiento de un torpedero norcoreano, provocando un número importante de muertos y heridos- que movilizaron a los efectivos de Estados Unidos en la zona, pero antes de acabar el mes delegaciones de los dos países reanudaron las conversaciones en Beijing. Kim seguía practicando su peligroso juego de combinar, sin solución de continuidad, las bravatas guerreras y el talante negociador. Pero, sutilmente, la situación evolucionaba en una dirección positiva. 

La inquebrantable voluntad de reconciliación de Kim Dae Jung jugaba en favor del arreglo, así como la actitud contemporizadora de Estados Unidos. El 24 de septiembre de 1999 Pyongyang anunció la suspensión de sus lanzamientos de cohetes mientras durasen las conversaciones con Estados Unidos. Días antes, Washington había anunciado la suavización de su embargo comercial. La perspectiva de un encuentro personal inminente entre los dos presidentes coreanos cobró intensidad luego de que el 29 de mayo de 2000 Kim Jong Il realizara una visita secreta a Beijing, en su primera salida al exterior desde que llegó al poder y muy probablemente la primera también desde junio de 1983, cuando estuvo dos semanas en la capital china. La visita tenía todo el aspecto de ser una consulta de cortesía al único país que podía considerarse aliado de Corea del Norte, aunque este vínculo se había resentido a raíz de la fructífera relación establecida por China con Corea del Sur desde el establecimiento de relaciones diplomáticas en agosto de 1992. 

El histórico encuentro intercoreano tuvo lugar en Pyongyang entre el 13 y el 15 de junio de 2000. Kim Jong Il, que engalanó el evento con las coloristas movilizaciones de masas gratas al régimen, se mostró sumamente cordial con su invitado; valga mencionar que, en un gesto impropio de él, lo recibió personalmente a pie de pista en el aeropuerto. De hecho, Kim pareció estar encantado en su insólito papel de estrella internacional, consciente del impacto dramático que cada uno de sus gestos podía producir en ambos países y del concepto de hombre esquivo y misterioso que el mundo se había elaborado de él. Relajado, sonriente y destilando buen humor, el dictador incluso se permitió bromear sobre su atribuida aversión a ser grabado por las cámaras de televisión extranjeras. 

El 15 de junio los líderes firmaron una Declaración Conjunta en aras de la reconciliación nacional que, si bien no contenía puntos concretos de carácter diplomático o militar, sí contemplaba un amplio elenco de medidas de confianza para rebajar tensiones mediante el relanzamiento de los intercambios económicos, culturales y deportivos. La más significativa, por su carácter emocional, era la autorización de desplazamientos de ciudadanos a ambos lados de la frontera para reunirse con familiares separados desde la guerra de 1950-1953. Estos reencuentros, de honda repercusión social, comenzaron a partir del mes de agosto. Otra medida afectaba a los prisioneros de conciencia respectivos, cuya repatriación a uno u otro lado sería negociada "sin interferencias exteriores". Por lo demás, los dos Kim prometieron trabajar conjuntamente para alejar el fantasma de la guerra en la península y lograr la reunificación nacional en fecha no especificada. 

El principio de reconciliación con el Sur en 2000 tuvo repercusiones positivas en los tratos con los países occidentales, hasta entonces mínimos o inexistentes. Así, la RPDC estableció relaciones diplomáticas con Italia y Australia, emprendió conversaciones en la misma dirección con el Reino Unido y Canadá, y se puso a dialogar con Japón para normalizar las relaciones que se encontraban congeladas desde noviembre de 1992. Por otro lado, el 27 de julio el país fue admitido en el Foro Regional de la ASEAN (FRA), ámbito intergubernamental creado por esta organización comercial del sudeste de Asia para discutir cuestiones de seguridad, coincidiendo con su reunión en Bangkok. Y tres días después comenzó en Seúl la primera ronda de negociaciones al nivel de ministros para desarrollar los acuerdos de Pyongyang. Pero el frenesí diplomático no acabó ahí. 

El 19 de julio de 2000 Kim, que parecía haberle cogido gusto a salir en los medios, recibió al presidente ruso Vladímir Putin. La cumbre tonificó las relaciones ruso-norcoreanas, que se encontraban en el limbo desde que en 1990 la URSS estableciera relaciones diplomáticas con Corea del Sur y luego la Rusia independiente se desentendiera de los viejos compromisos soviéticos con la RPDC. En Pyongyang, Kim comunicó a Putin otra sorprendente novedad: Corea del Norte estaría dispuesta a abandonar su programa de misiles a cambio de ayuda internacional para desarrollar un programa aeroespacial civil. Putin se marchó convencido de que la propuesta de su anfitrión era "digna de tener en cuenta", y así se lo transmitió a su homólogo estadounidense, Bill Clinton. 

El 24 de octubre fue el país americano el que envió una delegación de alto nivel, con la secretaria de Estado Madeleine Albright al frente, para averiguar las pretensiones de Kim. En esta recepción histórica a la jefa de la diplomacia estadounidense, Kim volvió a obsequiar a sus huéspedes con masivos desfiles de ovación para demostrar la “adhesión inquebrantable” de la nación a su líder. Tras reunirse con él, Albright dijo que Kim le había prometido poner fin a los lanzamientos de cohetes Taepodong. Coronando un año de éxitos para el antes denostado dirigente, cuando el Comité Nobel de Oslo concedió el Premio de la Paz al presidente surcoreano añadió un comentario reconociendo la "contribución de los líderes de Corea del Norte y otros países en pro de la reconciliación y la posible unificación" de las dos Coreas. 


7. Crisis en las relaciones con Estados Unidos y agravamiento de la indigencia económica 
(Capítulo en previsión)


8. Reactivación del programa nuclear y escalada de desafíos militares 
(Capítulo en previsión)


9. La huida hacia delante de un déspota aislado: el test atómico de 2006
(Capítulo en previsión)


10. Una peligrosa estrategia de confrontación dosificada: segunda prueba nuclear y agresiones navales al Sur 
(Capítulo en previsión)


11. Designación como heredero de su hijo Kim Jong Un y fallecimiento en 2011
(Capítulo en previsión)