sábado, agosto 04, 2012

Para el pueblo Evita, para la oligarquía la Señora Eva Peron.




Infancia y adolescencia

Su historia comenzó un 7 de mayo de 1919, en Los Toldos, cuando Juana Ibarguren dio a luz. La precedían cuatro hermanos: Elisa, Blanca, Juan y Erminda. Su padre, Juan Duarte, había llegado allí a comienzos de siglo y había arrendado el campo de La Unión con ánimo de prosperar. Pertenecía a una influyente familia de Chivilcoy y allí tenía, de su unión con Adela D'Huart, varios hijos. Hombre próspero y de prestigio entre los conservadores del momento, patrón de estancia, típico puntero en las lides políticas del momento, fue nombrado suplente del juez de paz en 1908.
Pero 1919 ya no era tiempo de conservadores. Desmontada por Yrigoyen la maquinaria que impedía en las provincias la libre expresión, cayó el bastión conservador de la provincia de Buenos Aires. El intendente Malcom, amigo personal de Juan Duarte, fue reemplazado por el radical José A. Vega Muñoz. La estrella de Juan Duarte comenzó a decaer y las dificultades económicas, a hacerse presentes.
El ofrecimiento de administrar campos en la localidad vecina de Quiroga hizo que se trasladaran allí, donde sólo permanecerían un año. Como Quiroga no ofreció las posibilidades esperadas, regresaron a Los Toldos. La situación se agravó con la muerte de Duarte, que falleció el 8 de enero de 1926 como consecuencia de un accidente automovilístico en Chivilcoy. A partir de entonces, el problema de la subsistencia -recordaría Erminda Duarte en su libro 'Mi Hermana Evita'- "se convirtió en una lucha que día a día tomaba nuevas formas" (DUARTE, Erminda: "Mi hermana Evita", Ed. Centro de Estudios Eva Perón, Bs. As, 1972, pág. 20.).
A los ocho años, Eva comenzaba la escuela primaria. Cursó en Los Toldos primero y segundo grado. Al llegar el año 30 Juana decidió partir con su "tribu", como le gustaba llamar a su familia. Eva fue inscripta en la Escuela N°1 "Catalina Larralt de Estrugamou", en 3° grado y comenzó a destacarse por su afición a declamar poesías.
Aquello que Eva misma llamaría su "extraña y profunda vocación artística"crecía al amparo del cine del pueblo, de las audiciones radiales y de las colecciones de fotos de artistas. A su amparo, debió también plantearse la primera elección: ¿ser una chica pueblerina y "casadera", como tantas otras en Junín?, ¿ser maestra, como Blanca?, ¿emplearse, como Elisa? Corría 1935 cuando Eva tenía en claro la respuesta: ser actriz.

En Buenos Aires, actriz


La circunstancia de la partida de Eva de Junín en 1935 ha dado letra a un sinnúmero de versiones. La que quedó instalada con mayor fuerza involucra al cantante de tangos Agustín Magaldi, apodado el "Gardel del Interior". Según sea el caso, se lo presenta intercediendo ante la madre, a pedido de Eva, para que le permitiera ir a vivir a Buenos Aires, limitándose a facilitarle algunas cartas de recomendación que le abrieran las puertas del mundo artístico, o bien, viajando él mismo con ella.


Desmintiendo tales hechos, su hermana Erminda recuerda la situación de conflicto familiar planteado ante la férrea decisión de Eva de partir a la capital y la no menos férrea de doña Juana de disuadirla, a la vez que pondera la influencia que ejerciera José Álvarez Rodríguez al aconsejar a la madre de no torcer la vocación de los hijos.


Eva era una más de los muchos provincianos que, por esos años, llegaban a la gran ciudad. Fueron tiempos de miseria, desocupación y hambre en un país que figuraba entre los primeros productores de alimentos del mundo. El proceso de industrialización que se iniciaba en los primeros años de la década absorbió la mano de obra que llegaba del interior, empujada por la crisis. Inmersa en esta realidad, Eva Duarte consagró durante diez años su pasión por el arte.


Al poco tiempo de llegar a Buenos Aires Eva se incorporó a la Compañía Argentina de Comedias, encabezada por Eva Franco, actriz de primera línea entre las intérpretes argentinas. El 28 de marzo de 1935 debutó en el Teatro Comedia, con un breve papel en el vodevil "La Señora de los Pérez". Permaneció en la Compañía hasta enero de 1936, con papeles siempre de reparto.


En mayo de 1936 partió de gira por el interior con la Compañía de Pepita Muñoz, José Franco y Eloy Alvarez y, en diciembre, se incorporó a la Compañía de Pablo Suero que estrenaba en el teatro Corrientes "Los Inocentes". El año 1937 siguió con la misma compañía, que se presentó por pocos días en Montevideo. De regreso a Buenos Aires participó en la Compañía de Armando Discépolo, considerado uno de los mejores directores de teatro de aquellos tiempos.


En los años siguientes llevó, paralelamente, su actividad en el teatro, el cine y la radio. Como era habitual en una artista de sus características, realizó incursiones en el ámbito publicitario, en los medios gráficos del momento. Para tener un papel importante en cine debió esperar hasta 1944, cuando actuó en "La Cabalgata del Circo".


En 1939 encabezó, junto con Pascual Pelliciotta, la Compañía de Teatro del Aire, primero, en Radio Mitre y, luego, en Radio Prieto. El 1° de mayo salió al aire "Los Jazmines del 80". Con sus programas radiales transitó por Radio Argentina, El Mundo y, finalmente, en 1943, inició en Radio Belgrano el ciclo "Biografías de Mujeres Ilustres", que continuó hasta 1945.


Cuando Eva Duarte actriz baje del escenario radial, Eva Perón ocupará su lugar. Su voz seguirá llegando a todos los hogares, pero ya no encarnará a otras mujeres, será ella misma. Habrá ya por entonces asumido un compromiso con una causa y con un hombre, el coronel Juan Domingo Perón.


Eva y Perón: la política


El 15 de enero de 1944 un terremoto destruyó el 90% de los edificios de la ciudad de San Juan. Murieron 7 mil personas y quedaron 12 mil heridos. Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, Perón organizó una movilización nacional a la que fueron invitados los artistas más populares. Eva Duarte participó de la colecta por los damnificados. El 22 de enero se realizó un gran festival en el Luna Park a beneficio de las víctimas del terremoto. Eva Duarte y el coronel Perón comenzaron una relación que legitimaron socialmente el 9 de julio en la función de gala del Teatro Colón.


Dos días antes, el General Farrell -presidente desde el 11 de marzo (tras la renuncia de Ramírez)- había designado vicepresidente de la Nación a Perón, reteniendo éste su cargo en la Secretaría y en el Ministerio de Guerra, el que le había sido confiado poco antes.


El 6 de mayo de ese mismo año Eva había sido elegida presidente de la Agrupación Radial Argentina, entidad de propósitos solidarios y gremiales de la que fue fundadora en 1943. Perón se había convertido en el hombre clave del gobierno y en la figura más irritante para la oposición. La presencia de Eva y el lugar que le había otorgado Perón fueron un blanco para los propios camaradas de armas. Si el coronel era un hombre atípico, la mujer que estaba a su lado lo era aún más: había decidido estar junto a un hombre, no detrás de él. Y Perón lo había aceptado. Inadmisible por entonces.


El 13 de octubre de 1945 un sector de la oficialidad logró imponer la renuncia de Perón a todos sus cargos. Fue detenido y trasladado a Martín García. En la madrugada del 17 de octubre los obreros comenzaron a abandonar sus lugares de trabajo y se volcaron a la Plaza de Mayo: exigían la presencia del coronel. Por la noche Perón se asomó al balcón de la Casa Rosada y anunció la convocatoria a elecciones.


Sobre el papel desempeñado por Eva en la crisis del 17 de octubre la evidencia es sólo testimonial, en el estado actual de las investigaciones. En tal sentido, y según el caso, la hallamos peleando entre sus hombres codo con codo (Alberto Merlo), tendiendo los hilos del movimiento, llevando a la gente a la plaza y poniéndose, el 17, a la cabeza de los descamisados (Perón), sin tener ninguna participación en la movilización (Cipriano Reyes), o ausente en la descripción de los sucesos (Luis Monzalvo). Pero Eva no se adjudicó en ningún momento un rol conductor en la jornada: Perón fue reconquistado por el pueblo.


Desde Martín García, Perón le había escrito dos cartas. En una de ellas le decía: "Hoy he escrito a Farrell pidiéndole acelere mi retiro: en cuanto salgo nos casamos y nos iremos a cualquier parte a vivir tranquilos". El casamiento civil se llevó a cabo el 22 de octubre; el religioso, el 10 de diciembre; lo de vivir tranquilos en cualquier parte, no llegó nunca...


El Partido Laborista consagró la fórmula Perón-Quijano para las elecciones que habrían de celebrarse en febrero de 1946. A fines de diciembre se inició la gira proselitista por el interior del país. "El Descamisado", el tren de la campaña, andaba y desandaba caminos.


Por primera vez en la historia del país la esposa de un candidato lo acompañaba. Estaba junto a él en los actos, repartía escudos partidarios, tenía contacto directo con la gente… Se perfilaba otra mujer: Eva entraba decididamente en la política. El 18 de febrero dio un paso más: se celebró un mitin de las mujeres obreras en el Luna Park para proclamar su adhesión a la fórmula laborista. El candidato a la presidencia, enfermo, no pudo asistir. Eva les llevó su palabra. Era su estreno como oradora. No la dejaban hablar. En cada intento, la respuesta era: "¡Queremos a Perón!". Pocos meses después sería aclamada.


Primera dama: sus inicios en la acción social


Tras la asunción de Perón, Evita se instaló en el cuarto piso del palacio de Correos y Telecomunicaciones, donde comenzó a atender a las delegaciones obreras que solicitaban su intervención para obtener mejoras o su colaboración en la solución de problemas gremiales. Esta relación con el gremialismo se intensificó hasta 1952 y conformó un sólido basamento de su poder político y un eficaz sostén de su obra.


Comenzó también a recibir a los necesitados y a ocuparse de sus urgencias. Prestaba apoyo a la política gubernamental, dirigiéndose con especial atención a un sector al que hasta entonces no se le había hablado: el 25 de julio dio un mensaje a las mujeres del país, anunciándoles nuevas medidas gubernamentales destinadas a combatir el agio y la especulación. Las visitas a las fábricas -que se harían frecuentes desde octubre- y las recorridas por los barrios pobres la ponían en contacto con el pueblo y sus necesidades.


A partir del 24 de septiembre ocupó el despacho de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Eva se concebía a sí misma como "el puente" que acercaba a Perón con su gente. Sería más que eso... Con el correr de los años su actividad se tornaría cada vez más intensa y sus jornadas, interminables. Comenzaba por la mañana, atendiendo los casos más urgentes en la Residencia, se trasladaba luego a la Secretaría, donde recibía a los humildes y a los gremios. Si las entrevistas eran interrumpidas para cumplir con la asistencia a alguna recepción, homenaje, visita o acto protocolar, la gente se quedaba esperando su regreso. Invariablemente ella volvía y no partía hasta que todos hubieran sido atendidos. Cuando, ya enferma, se le aconsejaba aminorar su ritmo de trabajo, la respuesta era invariablemente la misma: "No tengo tiempo, tengo mucho que hacer". El mismo ritmo y la misma exigencia eran impuestos a sus colaboradores.


Hasta los primeros meses de 1947 Evita ya había sacado sus primeras armas: implementó un plan de turismo infantil, partiendo el primer contingente de hijos de obreros el 6 de enero de 1947 hacia las sierras de Córdoba; gestionó y entregó subsidios para coadyuvar en la construcción de policlínicos destinados a obreros curtidores, textiles y del vidrio; distribuyó subsidios otorgados por las autoridades estatales (gracias a su mediación) a más de 500 familias sin recursos; distribuyó ropa, víveres y enseres entre familias necesitadas. Desde un comienzo encaró la "ayuda social directa": un trabajo, una medicina, una vivienda. Esta instancia continuaría a lo largo de todos sus años de acción.


Simultáneamente, empezó a viajar al interior. El 26 de octubre de 1946 partió a Córdoba, donde se inauguraron dos policlínicos para ferroviarios, construidos por la Dirección General de Asistencia y Previsión Social, una dependencia del Ministerio de Trabajo. El 30 de noviembre viajó a Tucumán. Terminada la campaña electoral los viajes no cesaron, sino que prosiguieron hasta 1951, cuando ya Eva no podía continuar con su ritmo debido a los problemas de salud.



Gira por Europa


En el mes de junio de 1947, invitada oficialmente por el Gobierno español, Evita emprendió una gira que la llevó por España, Italia, Portugal, Francia, Suiza, Mónaco, Brasil y Uruguay.
Aclamada en España, recibió la más alta condecoración: la Gran Cruz de Isabel la Católica. En Italia fue recibida por el Papa Pío XII, quien le obsequió el rosario de oro que llevara entre sus manos a la hora de la muerte. Pero en este país no todos fueron agasajos: el partido comunista demostró su repudio ante la visita al grito de: "¡Abajo el fascismo!". La protesta se repetiría en otras instancias del periplo, aunque con menor intensidad. En Francia alternó visitas y descanso… Allí donde iba, el programa de visitas y recepciones se veía jalonado por las recorridas de los barrios obreros y obras sociales. A la vez que dejaba donativos buscaba "la lección europea" en materia de acción social. A tres años de aquel viaje dijo: "Salvo algunas excepciones, en aquellas visitas de aprendizaje conocí todo lo que no debía ser en nuestra tierra una obra de ayuda social. Los pueblos y gobiernos que visité me perdonarán esta franqueza mía tan clara pero tan honrada. Por otra parte, ellos -pueblo y gobierno- no tienen la culpa. El siglo que precedió a Perón en la Argentina es el mismo siglo que los precedió a ellos." (PERÓN, Eva: op. cit, pág. 179.).




La mujer: el voto femenino y el Partido Peronista Femenino


A su regreso de Europa, Eva retomó sus actividades a pleno. Antes de la partida había comenzado a bregar por la obtención del sufragio para las mujeres.


Desde la Secretaria de Trabajo y Previsión, el coronel Perón encaró una política dirigida a las mujeres. En ese ámbito creó la División de Trabajo y Asistencia a la Mujer. Se reflotó la cuestión del sufragio femenino. El 26 de julio de 1945, en un acto celebrado en el Congreso, Perón explicitó su apoyo a la iniciativa. Se formó entonces la Comisión Pro Sufragio Femenino, que elevó un petitorio al gobierno solicitando el cumplimiento de las Actas de Chapultepec, por las cuales los países firmantes que aún no habían otorgado el voto a la mujer se comprometían a hacerlo.


El 3 de septiembre de 1945 la Asamblea Nacional de Mujeres, presidida por Victoria Ocampo, resolvió rechazar el voto otorgado por un gobierno de facto y reclamó que el gobierno fuera asumido por la Corte Suprema. El lema de la Asamblea era: "Sufragio femenino pero sancionado por un Congreso elegido en comicios honestos". Los sucesos de octubre del 45 pospusieron el tema. La campaña electoral de 1946 puso en evidencia que, ya fuera con el apoyo del laborismo o con el de la Unión Democrática, la mujer, aún sin derechos políticos, había ingresado en la política argentina. Faltaba la legitimación.


Una vez en la presidencia, Perón volvió sobre la cuestión del sufragio femenino. Lo hizo en su Primer Mensaje al Congreso, el 26 de julio de 1946 y en el Plan Quinquenal.


En este marco, Eva emprendió la campaña desde distintos lugares: con los legisladores, con las delegaciones que la visitaban, con las mujeres nucleadas en los centros cívicos, a través de la radio y de la prensa... El mensaje de Eva iba dirigido a un conglomerado femenino extenso, se instaló en las mujeres y ellas pasaron a desempeñar un papel activo: se realizaron mitines, se publicaron manifiestos y grupos de obreras salieron a las calles a pegar carteles en reclamo por la ley. Centros e instituciones femeninas emitieron declaraciones de adhesión. Las mujeres reconocían en Eva Perón a su portavoz. Y el 23 de septiembre, en medio de un gigantesco acto cívico en Plaza de Mayo, se promulgó la ley.


La sanción de la Ley 13.010 implicó la realización de una serie de tareas que hacían a su efectivización. Si el camino para la obtención del derecho había sido arduo, el de la capacitación cívica y el de la preparación de las mujeres para desempeñarse en las lides políticas lo sería aún más. En este último sentido, el 14 de septiembre de 1947 el Consejo Superior del Partido Peronista resolvió modificar sus reglamentos de afiliación, lo cual permitiría, en el futuro, la formación de otro partido peronista, exclusivamente femenino.


Este hecho se concretó el 25 de julio de 1949. En el Teatro Nacional Cervantes se llevó a cabo la Primera Asamblea Nacional del Movimiento Peronista Femenino. Allí nació el Partido Peronista Femenino, cuyo principio fundamental era la unidad en torno a la doctrina y la persona de Perón. Eva fue elegida Presidenta del mismo, con plenos poderes de organización. Las unidades básicas del Partido Peronista Femenino desarrollaron, a la par de la tarea de adoctrinamiento (fueron bastiones en la campaña presidencial de 1951), tareas de acción social.


La acción política dirigida a la mujer cosechó sus frutos en las elecciones del 11 de noviembre de 1951. Votaron 3.816.654 mujeres. El 63,9% lo hizo por el Partido Peronista, el 30,8% por la Unión Cívica Radical. A su vez, el Partido Peronista fue el único de ambos que llevó mujeres en sus listas. En 1952 23 diputadas y 6 senadoras ocuparon sus bancas.




El renunciamiento: comienza la agonía


Los años de apogeo del poder de Evita rondan el 50 y el 51. Son también los años que la enfrentarían con la enfermedad y su última elección: ¿ser vicepresidenta de la Nación?


El primer signo de su enfermedad apareció el 9 de enero de 1950: Evita cayó desfallecida en un acto inaugural del sindicato de taxistas en Puerto Nuevo. El 13 de enero la Subsecretaría de Informaciones anunció que la esposa del primer mandatario debería alejarse temporalmente de sus actividades e, incluso, internarse por unos días para una pequeña intervención quirúrgica que se realizaría días después.


El 14 de febrero sufrió un nuevo desmayo en la Fundación y fue trasladada a la residencia presidencial de la avenida Libertador. A los 15 días del incidente volvió a su ritmo de trabajo, en la Secretaría de Trabajo y Previsión. En 1951 ya su ritmo de trabajo había descendido considerablemente y los dolores comenzaban a postrarla. Ese año las elecciones se aproximaban.


El 2 de agosto de 1951 la CGT pidió a Perón que aceptara la reelección (hecho posible a partir de la reforma constitucional de 1949) y expresó su anhelo de que Evita lo acompañara en la fórmula. El 22 de agosto, en
multitudinaria concentración en la Avenida 9 de Julio, se reiteró la adhesión y el pedido de aceptación: fue el Cabildo Abierto del Justicialismo. Evita se dirigió a la multitud, pero eludió en su discurso la respuesta. Evita reclamaba tiempo para tomar la decisión.

El 31 de agosto, renunció por la cadena nacional de radiodifusión, con las siguientes palabras apagadas y graves: "...Quiero comunicar al pueblo argentino mi decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los trabajadores y el pueblo de mi patria quisieron honrarme en el histórico Cabildo Abierto del 22 de agosto...".


El 28 de septiembre las masas populares se dirigían a la Plaza de Mayo. Surgió la primera confirmación oficial de que Evita estaba padeciendo una leve anemia. Estaba tratándose con transfusiones de sangre y reposaba. Por eso era que no se presentaría ante las masas enfervorizadas. Esa misma noche Eva habló por radio y dijo: "...Pero no quiero que termine este día memorable sin hacerles llegar mi palabra de agradecimiento y de homenaje uniendo así mi corazón de mujer argentina y peronista...".


La campaña electoral no contó con su presencia, pero tampoco la precisaba: su ausencia era más emotiva y resonante que su voz o su imagen. El 15 de octubre, dos días antes de la fecha histórica, Eva lanzó su libro "La razón de mi vida", con una primera edición de 300 mil ejemplares y excelentes críticas en los círculos literarios. El 17 de octubre pudo, por primera vez en 24 días, levantarse de su lecho para asistir vestida de negro al acto. La CGT le entregó la Distinción del Reconocimiento y, el Presidente Juan Perón, la Gran Medalla Peronista en Grado Extraordinario. En el discurso de aquel día Eva nombró nueve veces a su propia muerte. Ese discurso es considerado por muchos como su testamento político.


El 5 de noviembre la operó el prestigioso médico cancerígeno norteamericano George Pack. En su pronóstico advirtió que, de mantener reposo absoluto, en un plazo de seis a doce meses se podría prolongar su vida. Sin embargo, todos los datos coinciden en afirmar que la operación a la que fue sometida entonces fue tardía: el cáncer ya se había derramado en metástasis por todo el cuerpo.


Llegado el 11 de noviembre de 1951 se efectuaron los comicios donde Perón fue reelecto con un 60%. Eva votó desde su cama con entera felicidad, sabiendo que su obra había tenido éxito y que sería para siempre.


En abril de 1952 llegó a pesar 38 kilos. El Doctor Pedro Ara, en su obra póstuma cita: "... Si su espíritu pareció seguir lúcido y vibrante hasta el fin, su cuerpo habíase reducido al simple revestimiento de sus laceradas vísceras y de sus huesos. En 33 kilos parece que llegó a quedar aquella señora tan fuerte y bien plantada en la vida...".


Así, hasta fines de abril de 1952 anduvo a media máquina. Permanecía semanas enteras en la residencia presidencial o en la quinta de Olivos, a veces levantada, a veces en cama. Recibía bastante gente, pese a las indicaciones médicas, pero la fatiga la obligaba a cada rato a suspender las visitas. Incluso, algunas veces, se presentó en actos públicos.


El 1° de mayo asistió al acto junto a Perón. El pueblo, al verla, la alentó a decir su discurso, el último y el más fuerte en su contenido doctrinario en apoyo al ideario peronista. Con mucho esfuerzo lo pronunció. Al terminar, cayó en brazos de Perón. El 7 de mayo cumplió años y recibió el título de Jefa Espiritual de la Nación. En la avenida Libertador miles de personas se apretujaban para saludarla y una caravana de 130 taxis tocaba sus bocinas en saludo. Finalmente, apareció en la gran terraza, saludando con debilidad a la multitud.


El 4 de junio Perón asumió por segunda vez la presidencia. Eva se volvió a obstinar y le mandaron a decir que en la calle hacia mucho frío. A lo que ella respondió con enojo: "...Eso se lo manda a decir Perón. Pero yo voy igual: la única manera de que me quede en esta cama es estando muerta...". Con una masiva dosis de calmantes, concurrió al acto de asunción, donde se negó a sentarse. Ya agonizante, fue trasladada a un vestidor, acondicionado con todo lo necesario.


Juan Domingo Perón recordaría esta época diciendo: "...Aquellos días de cama fueron un infierno para Evita. Estaba reducida a su piel, a través de la cual ya se podía ver el blancor de sus huesos. Sus ojos parecían vivos y elocuentes. Se posaban sobre todas las cosas, interrogaban a todos; a veces estaban serenos, a veces me parecían desesperados...".




El fin y el duelo


El 18 de julio de 1952 ocurrió una señal de que su vida se estaba apagando. Entró en un aparente estado de coma. Ante tal situación, los médicos llamaron al padre Benítez, un equipo de resucitación y, otro, de oxigenoterapia.


El 26 de julio comenzó normalmente, pero a las 10 Evita entró en un sopor del que ya no saldría. Esto instó a los médicos a realizar el primer comunicado. El último comunicado, a las 20, avisó que la salud de la enferma había empeorado. El lecho fue rodeado por todos sus hermanos y sus más allegados colaboradores. A las 20 y 23 el Doctor Taquini miró a Perón diciendo: "No hay pulso".


A las 21 y 36 el locutor J. Furnot leyó por la cadena de radiodifusión: "Cumple la Secretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la Señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación. Los restos de la Señora Eva Perón serán conducidos mañana, al Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se instalará la capilla ardiente...".


Un gran silencio comenzó a cancelar todas las actividades del país. Los transeúntes se marcharon a sus casas. Las radios irradiaron música sacra. Cines, teatros y confiterías cerraron sus puertas. Sus últimos deseos, expresados a Perón, habían sido que no quería que su cuerpo se consumiera bajo tierra y que quería ser embalsamada. Se llamó al Doctor Pedro Ara para que hiciera este trabajo.


La CGT decretó un duelo de 72 horas y en las plazas de todos los barrios porteños se erigieron pequeños altares con la imagen de Eva y un crespón negro recordándola. El día 27 su cuerpo se trasladó al Ministerio de Trabajo y Previsión. El multitudinario velatorio se prolongó hasta el 9 de agosto. La cola era de aproximadamente 35 cuadras. La Fundación repartía frazadas para afrontar las adversas condiciones que se presentaron durante el velatorio y hasta se instalaron puestos sanitarios para la atención de las personas que esperaban.


Llegado el 9 de agosto el cuerpo fue trasladado al Congreso Nacional para rendirle los correspondientes honores. Al día siguiente, la mayor procesión nunca vista en Argentina hasta ese momento fue presenciada por 2 millones de personas, a lo largo de Rivadavia, Avenida de Mayo, Hipólito Irigoyen y Paseo Colón. Estuvo precedida por 9 patrulleros de la policía. Más de 15 mil soldados rindieron honores militares y la cureña fue arrastrada por 45 gremialistas y escoltada por cadetes de institutos militares, alumnos de la Ciudad Estudiantil, enfermeras y trabajadoras de la Fundación. A las 17 y 50, mientras la ciudad silenciosa era estremecida por una salva de 21 cañonazos y cornetas del ejército, seis empleados de una empresa fúnebre introdujeron el ataúd en el segundo piso de la CGT, donde el Doctor Pedro Ara lo recibió para efectuar el embalsamamiento, que duraría hasta 1955.



El cadáver



El 12 de agosto el cuerpo fue llevado al segundo piso de la CGT, que fue acondicionado como laboratorio y despacho del Doctor Pedro Ara. Frente al hall de la planta baja se construyó una especie de monolito con la imagen de Evita y una gran cruz. Este monolito se mantuvo florido durante los siguientes tres años. El cuerpo de Eva Perón fue llevado luego al "Monumento al Descamisado" (denominado con posterioridad "Monumento a Eva Perón").


Iniciada la Revolución Libertadora en 1955, el cuerpo de Evita fue desplazado por distintos lugares de la Ciudad de Buenos Aires. En 1957
se ordenó el traslado -en un operativo secreto- a Italia, bajo el nombre falso de María Maggi de Magistris, al Cementerio Maggiore de Milán, donde estaría enterrada hasta 1971.


A partir de entonces fue incesante el pedido de restitución del cuerpo por parte de la Familia Duarte. El 1° de septiembre de 1971 el cuerpo de Evita fue llevado por un grupo militar desde el Cementerio Maggiore de Milán (Italia) hasta Madrid (España), donde estaba exiliado Perón. Se dispuso entonces que el cadáver permaneciera en Puerta de Hierro (la residencia de Perón en España) para luego ser trasladado a Argentina.


Tras el fin de la proscripción del peronismo y la asunción en 1973 de Perón como presidente se pensó transportar el cuerpo pero la situación de convulsión interna -unida al deterioro de la salud y posterior muerte de Perón- imposibilitaron que se realizara en vida del esposo de Evita.


Recién el 11 de noviembre de 1974 retornaron los restos de Eva Perón, en un operativo llevado a cabo por el Ministro de bienestar Social, José López Rega y miembros del grupo A.A.A, quienes tuvieron el cuerpo de Evita junto con el de Perón en una capilla ardiente en la residencia Presidencial de Olivos, sin que la Familia Duarte tuviera acceso.


El 22 de octubre de 1976 la dictadura militar dispuso la restitución del cuerpo de Eva Perón a sus familiares. El cuerpo fue llevado a su bóveda, bajo estrictas normas de seguridad, al Cementerio de la Recoleta, donde hoy descansa en paz.



FRASES


"Vosotras mismas, espontáneamente, con esa cálida ternura que distingue a las camaradas de una misma lucha, me habéis dado un nombre de lucha: Evita. Prefiero ser solamente Evita a ser la esposa del Presidente, si ese 'Evita' es pronunciado para remediar algo, en cualquier hogar de mi Patria..."
(27 de febrero de 1947)


"...Ha llegado la hora de la mujer que comparte una causa pública y ha muerto la hora de la mujer como valor inerte y numérico dentro de la sociedad. Ha llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste, atada e impotente, a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país, que es, en definitiva, el destino de su hogar. Ha llegado la hora de la mujer argentina, íntegramente mujer en el goce paralelo de deberes y derechos comunes a todo ser humano que trabaja, y ha muerto la hora de la mujer compañera ocasional y colaboradora ínfima. Ha llegado, en síntesis, la hora de la mujer argentina redimida del tutelaje social, y ha muerto la hora de la mujer relegada a la más precaria tangencia con el verdadero mundo dinámico de la vida moderna."
(12 de marzo de 1947)


"... La mujer del Presidente de la República, que os habla, no es más que una argentina más, la compañera Evita, que está luchando por la reivindicación de millones de mujeres injustamente pospuestas en aquello de mayor valor en toda conciencia: la voluntad de elegir, la voluntad de vigilar, desde el sagrado recinto del hogar, la marcha maravillosa de su propio país. Esta debe ser nuestra meta...".


"La Patria dejará de ser colonia, o la bandera flameará sobre sus ruinas"
"Mis descamisados, yo quisiera decirles muchas cosas, pero los médicos me han prohibido hablar. Yo les dejo mi corazón y les digo que estoy segura, como es mi deseo, que pronto estaré en la lucha, con más fuerza y más amor, para luchar por este pueblo al que tanto amo, como lo amo a Perón... Pero si no llegara a estar por mi salud, cuiden al general, sigan fieles a Perón como hasta ahora, porque eso es estar con la Patria y con ustedes mismos..."
(17 de octubre de 1951)


"Si es preciso haremos justicia con nuestras propias manos. Yo le pido a Dios que no permita a esos insensatos levantar la mano contra Perón porque, ¡guay de ese día! Ese día, mi general, ¡yo saldré con el pueblo trabajador, con las mujeres del pueblo, con los descamisados de la Patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista!"
(1º de mayo de 1952)
"Con las cenizas de los traidores construiremos la Patria de los humildes"


"Cuando elegí ser Evita, sé que elegí el camino de mi pueblo. Ahora, a cuatro años de aquella elección, me resulta fácil demostrar que efectivamente fue así. Nadie sino el pueblo me llama Evita. Solamente aprendieron a llamarme así los descamisados. Los hombres de gobierno, los dirigentes políticos, los embajadores, los hombres de empresa, profesionales e intelectuales que me visitan suelen llamarme 'Señora'; y algunos incluso me dicen públicamente 'Excelentísima' o 'Dignísima Señora' y, aun a veces, 'Señora Presidenta'. Ellos no ven en mí más que a Eva Perón. Los descamisados, en cambio, no me conocen sino como Evita."
(La Razón de mi vida)


"... La razón es muy simple: el hombre puede vivir exclusivamente para sí mismo. La mujer, no. Si una mujer vive para sí misma, yo creo que no es una mujer o no puede decirse que viva..."
(La Razón de mi vida)


"Quiero hacer hasta el último día de mi vida la gran tarea de abrir horizontes y caminos a mis descamisados, a mis obreros, a mis mujeres. Yo sé que, como cualquier mujer de pueblo, tengo más fuerzas de las que aparento tener y más salud de la que creen los médicos que tengo. Tal vez un día, cuando yo me haya ido definitivamente, alguien dirá de mí lo que muchos hijos suelen decir, en el pueblo de sus madres cuando se van, también definitivamente: ¡Ahora recién nos damos cuenta que nos amaba tanto!"
(La Razón de mi vida)