A finales de la década de 1950, el profesor George Ferguson daba clases particulares de inglés en su modesto departamento de la calle Fray Cayetano. Tenía una reputación de excéntrico que descansaba menos en una conducta atípica que en su elevada estatura.
Los vecinos aseguraban que el hombre era capaz de conversar en veinticinco idiomas, y el mismo Ferguson se encargaba de fomentar esa idea mediante el uso de saludos y frases de cortesía, mayormente en italiano.
Pero al margen del fácil asombro de las viejas del barrio, sus discípulos estaban convencidos de que era un genio.
El presente trabajo se basa en noticias que aportaron dos de sus alumnos, los hermanos Daniel y Humberto Giangrante. Estos jóvenes, cuya aguda inteligencia no tardaremos en ovacionar, notaron que el profesor los despedía siempre con unas palabras que no parecían pertenecer al idioma inglés: reser fatino propisee. Un día se atrevieron a preguntar el significado de la frase. Ferguson reveló que aquello no era otra cosa que un saludo bastante usual en idioma sebulés, una lengua que se hablaba en Kampung Sebula, una región al norte de la isla de Natuna Besar, en el mar de la China. La traducción literal era algo parecido a sea el destino propicio a nuestro reencuentro.
Mitad por curiosidad y mitad por eludir los rigores del estudio, los hermanos Giangrante tomaron por costumbre interrogar a Ferguson acerca de la extraña lengua de Kampung Sebula. El profesor no se negaba jamás y se entusiasmaba contando su juventud en aquellas regiones e ilustrando los episodios con explicaciones filológicas que se prolongaban muchas veces hasta el final de la clase.
Al cabo de algunos años, Daniel y Humberto Giangrante dominaban mejor el sebulés que el idioma que habían pensado estudiar. Llegaron a tomar someros apuntes que sirven hoy como soporte de esta monografía.
Al parecer, la lengua en cuestión registra influencias del neerlandés, el indonesio bahasa, el chino, el javanés, el castellano y el inglés. Ferguson sostenía que era el idioma más complejo del
mundo. La principal dificultad estaba en el pensamiento mismo de los lugareños, casi incapaces de concebir ideas abstractas. Sus mentes se resistían a desligar. Cada objeto era pensado sin separarlo de sus circunstancias.
En aquella región, palabras distintas designan a un mismo objeto en sus diferentes relaciones. La cama ocupada se menta con un vocablo (letork); la cama vacía, con otro (kabrera) y no comparten ambas palabras una raíz visible: el idioma sebulés no
registra una vinculación lógica entre el concepto de cama y las situaciones adjetivas. Sin embargo, la concurrencia de dos o más partes de la oración en una misma palabra es bastante frecuente en las lenguas más toscas.
Otra dificultad: una misma cosa es aludida con sonidos que son diferentes según quien hable. Escuela es laborek para un niño, tus para un adulto, lemb -que es también recuerdo- para un viejo.
Conjugaciones, declinaciones y casos varían según la edad, el sexo, la posición social y el color del pelo del hablante. Nada cuesta pensar que el tiempo, el progreso y las tinturas implican ciertamente un cambio de lenguaje. Además, cabe imaginar que es
indispensable conocer todos los idiomas para poder relacionarse adecuadamente en Kampung Sebula.
El más sencillo de los sublenguajes era el de las mujeres solteras, de vocablos escasísimos, según explicaba Ferguson, porque los lugareños consideraban la ignorancia como una casta virtud.
A principios de siglo, la lengua de los pelirrojos estaba casi extinguida, o mejor dicho, casi no había pelirrojos en la isla.
Sólo los maestros podían hablar idiomas ajenos a su condición.
Fuera de estos casos la usurpación lingüística era castigada severamente. El profesor Ferguson reveló confidencialmente a los hermanos Giangrante que en ciertos cafetines de mala muerte existían hombres que hablaban el idioma de las mujeres. El nombre que se daba a estos sujetos variaba conforme al régimen ya expuesto.
Los pronombres personales usados para las conjugaciones significaban lo siguiente: yo, tú, él, ella, nosotros, nosotras, vosotros, vosotras, pocos, casi nadie, ellos, ellas, la mitad de mí mismo, el señor gobernador.
Curiosa es la función de la palabra ué, que sirve para indicar que la siguiente frase consigna una falsedad. De la misma manera ueué convierte en falso todo lo que se dice a continuación, sin
otro límite que la aparición de la palabra nonset, que anuncia la finalización de la mentira. Los hermanos Giangrante preguntaron qué sucedía cuando el vocablo ué se presentaba en medio de una frase ya declarada falsa por un ué anterior. Ferguson se tomó un día para responder. Después declaró que el segundo ué debía ser tomado como una promesa de veracidad, y el tercero como un retorno a la mentira, de suerte que un número impar de adverten-
cias era garantía de falsedad y un número par lo era de exactitud.
Con el tiempo los dialectos de Kampung Sebula se fueron multiplicando, en virtud de la movilidad social y de la inevitable superposición de jerarquías: un soltero puede ser también viejo y
morocho. Algunos espíritus nacionalistas intentaron imponer una lengua general, con el resultado de que se convirtiera ésta en una jerga más. Debe aclararse que la escritura sebulesa, como la china,
posibilitaba por su carácter pictográfico el entendimiento entre personas de diferentes categorías: casa era masong para, el anciano, kosmo para el niño, ué para el vagabundo, pero siempre se escribía dibujando una casa. Ferguson sostenía que la ausencia de algunos vocablos en la lengua sebulesa obedecía a la dificultad existente para dibujarlos. Los hermanos Giangrante dudaron de
esta afirmación.
Los gestos no sólo enfatizaban, sino que completaban el sentido de la lengua hablada. La mano derecha apoyada en el hombro izquierdo indicaba el pretérito. La mano en la frente, el subjuntivo. La mano extendida hacia adelante, el futuro. La palabra sebulesa norm significa al mismo tiempo manco y mudo.
El lenguaje poético estaba completamente separado del idioma cotidiano. Las palabras estaban destinadas a facilitar la rima: todas terminaban en ero o ajo. Por lo demás, las metáforas ya venían
hechas. Ojo y lucero eran la misma palabra, como también lo eran piel y pétalo, estrella y diamante, frío y desdén, perla y diente, desgracia y orín de perros. Existía para cada frase un segundo
sentido, perfectamente explícito, al que recurrían los poetas, o mejor dicho, los empleados que se encargaban de la poesía.
El profesor George Ferguson murió en 1963. Los hermanos Daniel y Humberto Giangrante prometieron al despedir sus restos seguir aprendiendo el sebulés y visitar la isla de Natuna Besar, en cuya región septentrional se hallaba la ciudad de Kampung
Sebula. En lo primero no pudieron perseverar demasiado. Entre los libros y papeles de Ferguson no hallaron ni siquiera uno que se relacionara con el lenguaje múltiple, a no ser una serie de aparentes
pictografías que al fin vinieron a revelarse como obra de un sobrino del profesor. A pesar de esta frustración, los hermanos Giangrante consideraron que sus conocimientos y vocabulario les
permitirían hacer pie en Kampung Sebula y empezaron a ahorrar para el viaje.
En enero de 1970, después de un viaje agotador, llegaron a la región. Al ver a un policía, se dirigieron a él en la lengua de los servidores públicos: -¿Dove hotel loca?
El vigilante no entendió absolutamente nada. Intentaron con otras personas utilizando todas las variantes que conocían. Pero no obtuvieron ni siquiera una respuesta. Encendieron la radio y
lamentaron no haber prestado atención al curso de inglés de Ferguson, pues todas las canciones estaban en ese idioma. Buscaron algunos lugares que el profesor había evocado en las tardes de la
calle Fray Cayetano: el salón IF, donde atendían prostitutas filosóficas; la calle He-ling, en la que era obligatorio besarse; el bar Gambrinus, donde los mozos se suicidaban si el cliente no estaba
satisfecho.
Al ver que nadie comprendía el sebulés, los hermanos Giangrante dieron en pensar que tal vez la lengua se había ramificado hasta existir tantos idiomas como personas. Sin embargo, un marinero argentino les aseguró que allí se hablaba el indonesio o el
inglés y que las palabras eran más o menos las mismas para todo el mundo.
Los Giangrante sintieron crecer en su interior una ominosa sospecha: ¿acaso el profesor Ferguson se había burlado de ellos?
¿Habían perdido su juventud estudiando un idioma inexistente, inventado por un borracho?(1).
Las noticias sobre los hermanos llegan apenas hasta aquí. Algunos dicen que fueron detenidos vaya a saber por qué delito y que están sepultados en un manicomio de Kampung Sebula tratando de congraciarse con los enfermeros hablándoles en el idioma de los trabajadores de la salud, que es el mismo de los locos.

1 El profesor Ferguson en verdad no bebía.
Y si...del Negro Dolina, en El libro del fantasma
Dedicado muy especialemente a los amantes de la Lingüística de la Filosofía, digo la Filosofía del Lenguaje.