domingo, julio 25, 2010

Otra vez se puso la camiseta.

*Christian Rémoli

Maradona estuvo en Caracas y fue el espectador privilegiado de la ruptura de las relaciones diplomáticas entre las naciones vecinas de Venezuela y Colombia. Y, nuevamente, volvió a tomar partido.

Maradona es el único tipo que en Argentina hace lo que quiere, nadie le arma la agenda.” Estas palabras, dichas por un colaborador muy cercano, dan la pauta de por qué las decisiones que rodean al técnico del seleccionado se dilatan. No existe, parece, la persona que le imponga condiciones a la hora de negociar, de firmar un contrato e, inclusive, de visitar las encumbradas esferas de la política argentina.
Los periodistas ingleses lo corrían por la concentración del América de México antes del histórico partido contra Inglaterra de cuartos de final del Mundial ’86. Querían saber la opinión del capitán argentino en referencia a lo que había pasado cuatro años antes en Malvinas. “Yo de política no hablo, yo hablo de fútbol, de política no”, decía ese día de junio aquel Maradona, resplandeciente, bajo el sol azteca.
Luego del ruidoso 4 a 0 con Alemania, hizo su primera aparición pública esta semana y partió casi en silencio a Venezuela. Varios de los integrantes del cuerpo técnico intentaron comunicarse con él luego de su regreso a la Argentina pero no tuvieron suerte. Diego estaba elaborando su luto tras la dolorosa salida del mundial.
En México ’86 ya había saldado la cuenta de, haber quedado afuera del Mundial ’78 por una decisión política: el almirante Carlos Lacoste, brazo ejecutor de Emilio Massera, le sugirió a César Menotti la presencia del Beto Alonso y el técnico debió decidirse por sacar uno de los cinco número 10 que tenía en el plantel. Así fue la salida de aquel joven Maradona de su primer mundial.
“Con Grondona hablo la semana que viene”, afirmó, escoltado por su ayudante de campo, Alejandro Mancuso, mientras bajaba las valijas en Ezeiza, dando una clara pista de que no piensa transar ni un centímetro a la hora de negociar el cuerpo técnico que lo acompañe.
Tiempo después del Mundial ’78, Carlos Guillermo Suárez Mason, dirigente de Argentinos Juniors y jefe del Primer Cuerpo del Ejército, tomaría us$ 250.000 del presupuesto de las líneas estatales Austral para esponsorizar al equipo de La Paternal, a cambio de que el jugador no fuera vendido al Barcelona, quien se lo quería llevar por una fortuna. “Maradona no se vende, Maradona no se va, Maradona es patrimonio, patrimonio nacional”, se cantaba en las tribunas. Además, al regreso del Mundial Juvenil ’79, la Junta lo peló y lo vistió de colimba. “Ahora que soy muy feliz de defender a mi país como soldado, entiendo el verdadero significado de la soberanía nacional (…). Es mi país y mi país es todo (…). Así que si algún día, nuestras Fuerzas Armadas tienen que defender el país, ahí estará el soldado Maradona, porque antes que todo, soy argentino”, afirmaba.

Una figura imprescindible. Las posibilidades de que Diego deje el puesto de entrenador hasta ahora son pocas. El año que viene se juega la Copa América en el país y su presencia, para que la competencia adquiera posicionamiento y relevancia, es imprescindible. Una lógica recurrente en la vida del 10 . Si quiere, siempre hay alguien que lo deja.
A pesar de que Alfonsín había querido correr del puesto a Bilardo a 3 meses del Mundial ’86, el Diego campeón del mundo fue invitado a la Rosada después de que Argentina ganara el Mundial. Se asomó al balcón y sacando el cuerpo, cantó, desaforado, en tono de la marcha peronista “Dale campeón, dale campéon”. Además, sonrió por la ocurrencia de los hinchas. “La Tatcher, la Tatcher, la Tatcher ¿dónde está?, la busca Maradona para cogerselá.” Don Raúl, no asomó la nariz en aquella ocasión.
La lógica de su carisma está intacta. Su imán es un gran generador de magia, gracia y negocios. Desde que se recuperó de su adicción, Maradona salvó su economía. Y su figura no falla, la prueba está en la devoción que generó en Sudáfrica, muy por encima de las estrellas que dirigía. O en el salto en la facturación por publicidad que la televisión dio con Diego en el banco, notablemente por encima de cuando estaba Alfio Basile. La misma razón se abrirá paso en la Copa América. Y con la misma lógica visitó algunos países, invitado por mandatarios y presidentes de confederaciones para promover cuestiones vinculadas con la política y el deporte.
Tres años después al Mundial de México, con los saqueos del final del radicalismo frescos, jugaba con el seleccionado argentino el Partido de la Solidaridad en cancha de Vélez. Fue el único momento en que dejó la capitanía en la selección. Se la cedió al ocasional mediocampista central, el electo presidente Carlos Menem. El partido, fue auspiciado por Renault y transmitido en vivo por el ascendente holding Torneos y Competencias. En la previa, Enrique Macaya Márquez le preguntó a Maradona: “¿Cómo ve usted este nuevo país?”. “Yo creo que todos los argentinos tenemos que apoyar (…). Tenemos la esperanza que Menem saque al país del lugar en el que está”, respondía. Esa noche, las tribunas estaban exultantes cuando Diego tocaba la pelota, pero redoblaban la ovación cuando el brillante balón Jalisco pasaba por los pies del riojano.
“Voy a Venezuela porque le debo un abrazo a Chávez”, dijo sobre su visita al presidente que conoció hace cinco años. Su llegada es un compromiso que tenía asumido, no una visita espontánea. Hizo la primera de sus apariciones públicas en el partido de las selecciones de básquet de la Argentina y Brasil el pasado jueves. El match estaba anunciado para las 18, pero se suspendió media hora porque llegaba más tarde.
Un año después de aquel amistoso en Vélez, volvió a asomarse al balcón de la Casa Rosada luego del subcampeonato en Italia ’90. Esta vez, Menem no reparó en detalles como aquella vez Alfonsín: salió al balcón, de impecable traje, con él y con Claudio Caniggia, la otra figura de esa copa.
Chávez hizo el anuncio de la ruptura total de las relaciones diplomáticas con Colombia, con Diego al lado, como espectador vip. “Lo anuncio con una lágrima en el corazón. Me veo obligado a romper las relaciones con el gobierno de Colombia por dignidad. Es lo menos que podemos hacer, y estaremos alerta porque (el presidente Alvaro) Uribe es un enfermo, está lleno de odio.” Diego, asentía, con las manos atrás. “Esto nos duele decirlo, más aún en tu visita de hermano, porque nosotros somos hermanos, de Colombia, de Brasil, del Caribe, somos una sola Patria, pero en este Patria siempre han estado los que apuñalan”, continuó Chávez. Y Diego devolvió, “¿Presidente, Santo (mandatario colombiano electo) no es el camino de Uribe?” Paralelamente, corría en la Argentina la encandilada versión de que a Maradona le habían ofrecido la selección de México, súbitamente desmentida por los máximos dirigentes del fútbol de aquel país.

La caída. Un año después del subcampeonato de Italia ’90, el 27 de abril de 1991, los teléfonos sonaron anónimamente en la redacción de los diarios, agencias de noticias y radios. Anunciaban que iba a haber una sorpresa muy grande en Caballito. Seis y media de la tarde, Maradona, jugado, era sacado por la Policía Federal de un departamento de la calle Franklin con todos los medios del mundo presentes. Uno de los mejores documentales hechos sobre su vida, llamado Maradona, el pibe de oro”, estrenado en la televisión de Francia y Alemania antes del Mundial 2006, retrata ese momento del país: “Casi de manera paralela, Maradona iba preso y Videla quedaba en libertad”.
También en Venezuela fue a visitar a los primeros egresados de la Universidad Deportiva del Sur en San Carlos. Allí declaró, atril mediante: “Quiero decirles que lo que han logrado hoy ustedes es un mundial, porque han luchado, se han sacrificado, y yo creo que el estudio, la dignidad y el trabajo es todo lo que un ser humano debe tener. Y tienen que estarle muy agradecidos a ese señor que está ahí ( por Chávez ) porque está pensando todos los días en ustedes y en el bien de Venezuela. Puedo ser o no técnico de alguna selección de ahora en más, pero lo que sí sé es que soy amigo de Venezuela, amigo de Chávez y amigo de Fidel”.

Corazón cubano. Luego de las elecciones de 1999, Maradona no tuvo apariciones políticas públicas en Argentina, su acercamiento más notorio durante el gobierno de la Alianza fue con Fidel Castro y con Cuba. Luego de haber estado al borde de la muerte en enero de 2000 en Punta del Este, la isla fue su salvocunducto. Desde allí fogoneó su pasión por el Che y por la “dignidad del pueblo cubano”.
La cuestión entre los dirigentes de la AFA es quién le pone el cascabel al gato y cómo se frena la andanada de periodistas que hablan de “proyecto”. Además, quién banca el costo político en la AFA si la Argentina naufraga nuevamente, esta vez, en la Copa América. “En nuestros países, la Argentina y Brasil, hay dos puestos que son los más relevantes. El primero, el de presidente. El segundo, el de entrenador de fútbol de la selección. Lo que no estoy seguro es del rango de importancia.” Estas palabras, pronunciadas en 2004 por Carlos Alberto Parreira, actual entrenador de Sudáfrica y campeón del mundo con Brasil en 1994, no pierden actualidad con el paso de los años. Hoy los pasos a seguir de Diego parecen cruciales.

“Fidel Castro me había hablado bien de vos. En Cuba se habla mucho del presidente de los argentinos”, le dijo Maradona a Nestor Kirchner apenas lo conoció, el 13 de agosto de 2004. En abril de ese año se había escapado de la clínica Suizo Argentina, donde se reponía de sus severos problemas cardíacos. Meses después forzó ese encuentro con el ex presidente a través de Aníbal Fernández. Según las palabras de Diego, quiso demostrarle que no estaba “ni loco, ni tarado”, como para no salir del país como le impedía la Justicia. Según personas que estuvieron cerca del encuentro, Diego jugó mucho más fuerte (casi al fleje) para forjar ese encuentro en la Rosada.

Odiado y amado. La figura de Maradona ahí, siempre rebotando en todos lados, representa en muchos el odio de clase, la bronca por cabecita negra que llegó, y encima es millonario y opina. Y para unos cuantos otros, es esa especie de iluminado que encarna a la figura popular que más satisfacciones regaló en la historia contemporánea argentina.
Un año después de aquel encuentro con Kirchner, Diego lucía una figura renovadísima, y partía con El tren del Alba a la anticumbre convocada por los gobiernos latinoaméricanos a Mar del Plata. “Venimos a repudiar a Bush”, decía al bajar del tren en La Feliz. Además, su estrella volvía a brillar, esta vez como conductor en la pantalla de Canal 13, con muy buenas mediciones de rating.
Esta semana, a su regreso de Venezuela, está previsto un encuentro con Grondona. Allí, cara a cara, arreglarán los términos de la tregua, los pasos a seguir, el papel de Bilardo, de los hijos de don Julio , de los ayudantes, de los dirigentes y de Oscar Ruggeri, el futbolista que maneja información desde adentro y la cuenta por televisión.
En marzo de 2008, durante el conflicto con el campo, Diego declaró: “Hay que sacarles el 70 por ciento a los que realmente se llevan la plata, no a los chacareros (...). La presidenta está mal asesorada, seguramente. Nosotros la elegimos a Cristina y yo la sigo bancando (N. del Redactor: antes de las elecciones presidenciales de 2007, había anunciado públicamente que iba a votarla), y espero que rectifique lo del campo, porque nos está enfrentando a todos (…). Me dan bronca estos gordos que se hacen los malos y le pegan a la gente, porque queda mal el Gobierno también”.
Una vez ratificado en el puesto de técnico, vendrán las justificaciones de sus periodistas satélites, las encuestas tendenciosas en la web, las especulaciones, los amistosos, el 4-4-2 o el fútbol que le gusta a la gente.
Como todos los deportistas, Maradona no se pudo escapar del contexto social y político que lo rodeó. Su último gesto en este sentido, fue el abrazo con Estela de Carlotto y la bandera en apoyo a las Abuelas para el Premio Nobel de la Paz en el partido de mayo último contra Canadá, y en la concentración de Pretoria. Este gesto, no solamente va en contra de los reglamentos de la Fifa, que prohiben mezclar la política y el fútbol, sino también de la prédica histórica de Julio Grondona que durante los últimos 31 años luchó por separar ambas cosas como si fueran paja y trigo.
Maradona sigue siendo un bien preciado y no solamente desde lo comercial. De todo lo bueno que genera y de todo lo malo también, se pueden contagiar las personas que se le ponen cerca. Con la salvedad que él lo supera todo. Será tarea de este señor de barba reescribir su propio camino, el impredecible camino que viene andando desde que pisó una cancha. Adentro y afuera de ella.

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