lunes, septiembre 27, 2010

SEMBLANZA REVOLUCIONARIA DE JORGE BRICEÑO (MONO JOJOY)

*** José María Benítez

Jorge Briceño nació y creció en la región del Sumapaz, tierra fría y de páramo, por donde pasó la columna campesina que desde el oriente del Tolima se dirigió hacia los Llanos del Meta en retirada, después de haber enfrentado al ejército y la policía asesina durante el gobierno del general dictador Gustavo Rojas Pinilla, en los años 50 del siglo pasado, en lo que se conoce como la guerra de Villarrica. Esa región del Sumapaz, dominada siempre por las FARC-EP, es el corredor estratégico principal en la ofensiva sobre Bogotá, a cargo del Bloque Oriental, que dirigía el Mono Jojoy como se le dice cariñosamente en las filas insurgentes. Desde sus doce años se integró a las filas guerrilleras, en la unidad dirigida por Manuel Marulanda Vélez, de quien recibió siempre la orientación y la formación político-militar marxista-leninista; se fue destacando en las diversas tareas que encomendaba el jefe, hasta convertirse en el combatiente guerrillero que Colombia conoce. Cualquier mando militar en las FARC-EP, por disposición de su reglamento, debe saber leer y escribir, por ello el comandante conocido como Pablo Catatumbo, integrante hoy del Estado Mayor, dedicó muchas horas de su tiempo libre en los campamentos enseñando al Mono a leer y escribir. Se convirtió así en uno de los combatientes más bien informado e instruido en diversas materias y uno de los obsequios que más apreciaba era un libro. Mantenía la mejor biblioteca, en la cual se encontraban desde los clásicos griegos y latinos hasta las obras más connotadas sobre el arte de la guerra.

Comandante Jorge Briceño aprendió a leer junto a las Farc-EP

Tenía por costumbre levantarse a las tres de la mañana junto con su estado Mayor de Bloque a estudiar clásicos del marxismo y la historia de las diversas revoluciones comunistas (Rusia, China, Cuba, Corea, Vietnam), pero principalmente era estudioso de Bolívar, cuyo interés le fue despertado por el comandante Jacobo Arenas y por su maestro de letras Pablo Catatumbo, una autoridad en la materia. Los calificativos que la oligarquía colombiana, empezando por el presidentico Santos, le espetan, sin ningún respeto por el combatiente caído en combate, reflejan el odio visceral de los generales asesinos del pueblo, a quienes castigó con fuerza el Mono Jojoy. Todos recuerdan que antes de los diálogos del Caguán, el ejército colombiano y los paramilitares, sufrieron grandes derrotas y acciones de combate en el orden operacional, cuando las FARC-EP empezaban a pasar del nivel de la guerra de guerrillas, con su nuevo modo de operar, al nivel de la guerra de movimientos, entre estas acciones la toma de la capital del departamento del Mitú, el combate del Billar, la derrota del Plan Destructor II, la toma de Miraflorez y muchos otros. Pues Jorge Briceño y su maestro de toda la vida: Manuel Marulanda Vélez, fueron los artífices de este salto de calidad en el desarrollo de la guerra de guerrillas en Colombia. Huelga decir que las tropas oficiales, le tenían pavor en el combate. Los obreros y campesinos colombianos, el pueblo oprimido, hambriento, perseguido y humillado por el imperialismo y la oligarquía santanderista que han dominado el país, pero que históricamente se encuentran derrotados, saben que el ejemplo y el sacrificio de Jorge Briceño, en defensa de los sagrados intereses populares, es el manantial que alimentará las conciencias de todos los revolucionarios que le sobrevivimos y que hoy levantamos con fuerza las banderas de la liberación nacional y del socialismo, causas a las que se entregó por entero el guerrillero y comandante Jorge Briceño (MONO JOJOY).


PAZ EN SU TUMBA

Un gran estratega militar, y Líder, muy querido por sus tropas guerrillera

*** José Justiniano Lijerón: La guerra en Colombia continúa

Tomado de : Rebelión

Antes que nada, debemos reiterar una y otra vez que toda lucha por liberarse del imperio norteamericano, sea en la forma que fuere, tiene futuro. El único método caduco en un autentico proceso de liberación nacional y por la construcción de una nueva sociedad, es la CONCILIACIÓN DE CLASES, eso nos llevará a restaurar el sistema capitalista, antesala del fascismo.

Esto lo traemos a colación, ya que el asesinato de uno de los principales lideres de las FARC, por parte del terrorismo de estado colombiano, ha tenido en reiteradas oportunidades un apoyo, consciente o inconsciente, por parte de algunos lideres latinoamericanos en función de gobierno y ciertos “militantes” de la izquierda, que están viendo el conflicto desde palco y que con sus desacertadas y lamentables declaraciones asustadizas, han contribuido e incluso alentado, para que el tradicional narco-estado colombiano, no escuche, ni negocie, la ansiada paz en Colombia. Por el contrario se sintió más favorecido para usar la fuerza, el lenguaje de la guerra, las balas, la traición y los bombardeos.

El asesinato del jefe de las FARC Jorge Briceño, alias Mono Jojoy, es la respuesta del Presidente Santos al pronunciamiento de las FARC solicitando a UNASUR, se pronuncie y agencie la búsqueda de la Paz en Colombia y que sospechosamente este organismo, guardo un silencio cómplice y timorato.

El antiguo conflicto de la guerra en Colombia, entre las FARC y otras fuerzas beligerantes, en contra de los grupos de poder apoyados militar y financieramente por los EE.UU, no es un levantamiento cualquiera o un capricho de algunas personas o fracciones políticas, es el resultado de la historia colombiana y es al mismo tiempo, el proyecto de nación independiente y soberana, sustentado por el pueblo y las masas excluidas de Colombia, que viene ofrendando sus vidas por un destino mejor, libre de entreguistas y violadores consuetudinarios de los derechos humanos, acostumbrados al uso de las fosas comunes para tratar de ocultar sus crímenes, como lo fue el caso reciente de la “macarena”.

Esta guerra que dura más de medio siglo, es la muestra fehaciente de que este conflicto no es un simple afán de jugar a la guerra, sino de avanzar en un proyecto final para mantener la dignidad de los latinoamericanos, hasta lograr una paz sustentada en la justicia y la igualdad. No será la primera ni la última ves, en que los amantes de la guerra y el desangramiento de vidas colombianas, tengan orgasmos mentales al anunciar muerte de compatriotas colombianos y creer incautamente que ya están aniquilando a sus enemigos.

Los revolucionarios siguen vivos en las luchas del pueblo

Hace mucho tiempo que Colombia ha sido la cabeza de playa de los intereses de los EE.UU. en esta parte del mundo en sus planes de seguir saqueando los recursos naturales, y continuar sus políticas de intervencionismo en los asuntos de estado y siempre mirando las grandes reservas de petróleo, gas, agua dulce y en fin todos los recursos de nuestra amazonía. Las fuerzas insurgentes en Colombia, han sido un freno permanente a las ambiciones norteamericanas, ya lo decía James Petras, el solo hecho de que las FARC existan, ya es un factor para que el narco-estado colombiano no haya atacado a Venezuela, no reconocer tan siquiera esta verdad y tratar de hacerse de la vista gorda, apoyándose en la diplomacia hipócrita, para obtener un determinado fin o éxito mediático, so pretexto de que “ya no es el tiempo de la lucha armada”, es puro oportunismo acomodaticio.

A la violencia fascista de la derecha y al imperialismo, no se le responde con el voto en las urnas, ni con lloriqueos. En este sentido, no esta demás recordar que los grandes eventos históricos, los cambios y las grandes transformaciones de la humanidad, no se dieron depositando un papel en las urnas, fueron mediante los métodos que los pueblos eligieron, a punta de puño y sangre.

La sangre derramada por la Paz, la igualdad y por la revolución socialista, nunca será en vano, solamente los cobardes creen que las ideas se matan. Honor y gloria a quienes luchan y mueren por la paz, la libertad, la igualdad y el socialismo.

Democracia, ¿en todas partes, en ninguna parte?

** Immanuel Wallerstein:

Tomado de: La Jornada

La palabra democracia es muy popular en estos días. Hoy, virtualmente no hay país en el mundo cuyo gobierno no reivindique ser el gobierno de una democracia. Pero al mismo tiempo, virtualmente no hay país del mundo hoy del que otros –dentro del país y en otros países– no denuncien al gobierno por ser antidemocrático.

Parece haber muy poco acuerdo acerca de lo que queremos decir cuando decimos que un país es democrático. El problema es muy claro en la misma etimología del término. Democracia viene de dos raíces griegas –demos, o pueblo, y kratia, dominio, la autoridad para decidir-. Pero ¿qué queremos decir con dominio? ¿Y qué queremos decir con pueblo?

Lucien Febvre nos mostró que siempre es importante mirar la historia de una palabra. La palabra democracia no fue siempre tan popular universalmente. La palabra arribó a su uso común político moderno durante la primera mitad del siglo 19, sobre todo en Europa occidental. En ese entonces, tenía las tonalidades que hoy tiene el terrorismo.

La idea de que el pueblo pudiera de hecho mandar era considerada por las personas respetables como una pesadilla política, soñada por radicales irresponsables. De hecho, el objetivo principal de las personas respetables era asegurarse de que no sería la mayoría de la gente quien tuviera la autoridad de decidir. La autoridad tenía que dejarse en manos de personas que tenían intereses en conservar el mundo como era, o como debería ser. Éstas eran personas con propiedades y sabiduría, que eran consideradas competentes para tomar decisiones.

La muerte de un soldado no aniquila a su ejército

Tras las revoluciones de 1848, en la cual el pueblo se levantó en revoluciones sociales y nacionales, los hombres con propiedades y competencia se fueron atemorizando. Respondieron primero con la represión, y luego con concesiones calculadas. Las concesiones eran admitir a gente, lentamente y paso a paso, a que votaran. Pensaron que el voto podría satisfacer las demandas del pueblo y en efecto lo cooptaría a que mantuviera el sistema existente.

Durante los siguientes 150 años, esta concesión (y otras) funcionaron hasta cierto punto. El radicalismo fue acallado. Y después de 1945, la propia palabra, democracia, fue cooptada. Ahora todos alegan estar a favor de la democracia, que es donde estamos hoy.

El problema, sin embargo, es que no todo el mundo está convencido de que todos vivimos en países verdaderamente democráticos, en los cuales la gente –todo el pueblo– sean quienes en verdad mandan, es decir, toman las decisiones.

Una vez que se escoge a los representantes, con mucha frecuencia no cumplen las demandas de la mayoría, u oprimen a importantes minorías. La gente reacciona con frecuencia, protestando, con huelgas, con levantamientos violentos. ¿Es democrático que se ignoren las manifestaciones? ¿O lo democrático es que el gobierno se pliegue y se someta a la voluntad del pueblo?

¿Y quiénes son el pueblo? ¿Son la mayoría numérica? ¿O hay grupos principales cuyos derechos deben garantizarse? ¿Deben grupos importantes contar con una autonomía relativa? ¿Y qué clase de compromisos entre la mayoría y las minorías importantes constituyen resultados democráticos?

Finalmente, no debemos olvidar los modos en que la retórica en torno a la democracia se utiliza como instrumento geopolítico. Regularmente, denunciar a otro país de antidemocráticos se usa como justificación para entrometerse en países políticamente más débiles. Tales intromisiones no necesariamente tienen por resultado que lleguen al poder gobiernos más democráticos; son sólo diferentes o tal vez con política exteriores diferentes.

Quizá debamos pensar que la democracia es una reivindicación y una aspiración que no se ha concretado aún. Algunos países parecen ser más antidemocráticos que otros. Pero, ¿acaso hay países que puedan demostrar ser más democráticos que otros?

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