jueves, noviembre 18, 2010

Demostrando con el Absurdo

*** Por » Leandro Di Lorenzo

En las Ciencias Exactas, dicho en criollo, agarramos un cacho de realidad y comparándola consigo misma desde diferentes puntos de vista, algo no nos cierra y en determinado momento concluimos que algo que suponíamos de una manera, ahora nos parece de otra. eso La realidad no es matemática, y si bien no demostramos nada por el absurdo, por lo menos empezamos a entender que a quienes están más alejados y podamos acercarnos, porque en algún punto vamos a coincidir. Y yo de yapa hago catarsis.


En las Ciencias Exactas tenemos un mecanismo muy particular para probar que un Teorema, una Fórmula, un Enunciado son verdaderos. La Demostración por el absurdo. Consiste en suponer que dicho Enunciado es Falso y desglosándolo con sucesivos pasos Lógicos Verdaderos llegamos a una contradicción. Si es así, al haber usado todos procesos lógicos verdaderos, podemos concluir que la contradicción se produjo en suponer el enunciado Falso, resultando entonces verdadero.

Dicho más en criollo: agarramos un cacho de realidad y comparándola consigo misma desde diferentes puntos de vista, algo no nos cierra y en determinado momento concluimos que algo que suponíamos de una manera, ahora nos parece de otra.

Es verdad, la objetividad de la matemática no siempre es exactamente utilizable con la subjetividad de la vida, pero nos da las herramientas para hacer un análisis más profundo. Yo muchas veces analizo las cosas de esta manera porque me ayudan a entender cosas que antes no entendía, y parafraseando, ahora no entiendo como antes no las entendía.

Les propongo un juego, supongamos situaciones y hagámoslos preguntas. No es necesario que nos las contestemos enseguida, pueden quedar dando vueltas, pero démosles tantas vueltas hasta que se vuelvan absurdas.

Supongamos por un momento que dejo de creerles a Néstor y a Cristina. No importa a quién sí le creo, por un momento sólo supongamos que a ellos no. Y entonces supongo que la gente está peor que antes. El enunciado es "La gente está peor que antes". Desglosemos. ¿Qué gente? ¿Yo, vos, él, nosotros, vosotros o ellos? ¿Peor que cuándo? ¿Peor que ayer, que el mes pasado, que el año pasado, que hace 10 años? ¿Qué cuándo? ¿Peor en qué sentido? ¿Peor económicamente? ¿Peor socialmente? ¿Peor laboralmente? ¿Peor afectivamente? ¿Cuánto peor? ¿Apenas peor, bastante peor, mucho peor, la peor vez en los últimos años?

Uff, cuántas preguntas... A la que le sigue ¿Por donde empiezo? Por ninguna, que queden ahí por ahora, pero no las olvidemos. Y entonces comparo realidad con ficción. Voy a la plaza y miro la tele. Veo lágrimas en los ojos. Veo padres con hijos. Veo amigos y compañeros, abuelos y nietos. Oigo el silencio de los afligidos y los gritos de los exultantes. Comparo en la ficción y veo esas lágrimas magnificadas. Claro que la ficción puede adornar e incluso cambiar el mensaje, pero la realidad coincide. Hoy coincide.

Me ha pasado una cantidad importante de veces ver algo en la calle, sentirlo de una manera y luego ver lo mismo pero distinto. En la tele o en los diarios o simplemente en la opinión de otro. Él lo sintió distinto. Es lo normal, todos tenemos nuestras verdades subjetivas de la realidad.

Pero hoy, 27 de octubre de 2010, coincidió todo. Lo que sentí yo con lo que sintió mi compañera. Lo mismo que sintió mi viejo. Lo mismo que sintió mi entorno. Todos no, es verdad, pero la gran mayoría. Y lo sintió el innumerable número de personas con las que me crucé en esa plaza, la plaza de la historia. Y si vamos de nuevo a la ficción, coincidió también. No todos, de nuevo, pero la gran mayoría. Incluso los que casi la mayoría de veces lo sienten distinto que yo. Ellos tuvieron que coincidir también. En mayor o menor medida, con mayor o menos efusividad, pero coincidieron. ¿Sintieron o tuvieron que coincidir? No lo sé, pero entiendo lo que significa.

Lo vi coincidir en una policía, que al mismo tiempo que le indicaba a la gente que vaya entrando a la Rosada, con la mano libre se secaba las lágrimas, porque no podía permitirse mostrarse vulnerable en el cumplimiento de su deber. Pero no podía aguantarlo, lo tuvo que largar. En una plaza donde muchas veces la policía hacía llorar a la gente, sea con gases o a los golpes, esta vez lloraban a su lado. Lloraban mientras los custodiaban.

Lo ví en el gesto inocultable de MI PRESIDENTA, con lentes oscuros y todo, cómo se le comprimía el cuello de dolor mientras un hermano argentino se paraba frente al cajón y entonaba las estrofas del Himno Nacional Argentino. Se le veía en el cuello como se le aflojaban las rodillas cuando su hija la abrazaba aún sabiendo élla que también tenía que mantenerse entera. Y se veía como rápidamente intentaba y lo lograba, mantenerse firme una vez más. ¿Alguno de todos nosotros tiene la más reputa idea de lo que significa para un ser humano que la persona que te acompañó durante más de 30 años, la que proyectó una vida con vos, la que estuvo a tu lado en los momentos más significativos de tu vida, buenos y malos, la que le sacó innumerables fotos a tu sonrisa, ahora de golpe y porrazo esté metido dentro de un ataúd en el Corazón de la Casa de Gobierno de la República Argentina y que cientos de miles de personas que nunca conociste pasen frente a vos con lágrimas en los ojos despidiéndolo a ÉL? No sé si alguien que no lo haya vivido sea capaz de entender siquiera lo que puede llegar a ser eso.

Hay que tener una tremenda fortaleza. Pero para eso hay que creer profundamente en tus convicciones. Hay que sentir profundamente que ese es el camino, que hay que seguirlo. Y cuando ves todas esas verdades subjetivas de golpe, que además coinciden con las tuyas, y las transpones con todas las preguntas que nos hicimos antes, algo se mueve. No sé todavía qué, pero algo se movió, es fija que se movió.

No podemos asegurar con certeza matemática la antítesis del enunciado. Cuando las cosas son verdaderas o falsas es más fácil, si no es la una es la otra. Pero en la realidad eso no pasa, por eso la realidad no es matemática. Pero sí nos sirve. Nos sirve para entender que si bien el enunciado "La gente está peor que antes" no se convierte en "La gente está mejor que antes", por lo menos el adjetivo-subjetivo "peor" dejó de estar en negro y anda recorriendo los grises.

Y si bien no demostramos nada por el absurdo, por lo menos empezamos a entender que lo mejor que podemos hacer es decir lo que pensamos, así podemos dejar que otros se vean reflejados en nosotros y nosotros vernos reflejados en ellos. Así sabemos quienes están más alejados y podamos acercarnos, porque en algún punto vamos a coincidir. Y yo de yapa hago catarsis.

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