domingo, noviembre 16, 2008

En menos de veinte años hemos vivido dos hechos históricos: la caída del Muro de Berlín, de las dictaduras de partido único que se autodenominaban “socialistas” y del aparato stalinista mundial, y ahora la espectacular caída de la calle del Muro, Wall Street, el 15 de septiembre.

Hace 19 años, el capitalismo se adjudicó un triunfo que no le pertenecía, porque la caída del estalinismo fue producto de la lucha de los trabajadores y los pueblos. Durante dos décadas nos vendió el verso del liberalismo y el mercado, al tiempo que sus ejecutivos se emborrachaban en una danza de millones, gozando de la superexplotació n de los campesinos chinos, saqueando Rusia y el Este de Europa, privatizando y desregulando en América Latina, llevando a nuestros países al endeudamiento masivo.

En un plazo relativamente breve, la situación se dio vuelta y los edificios más gloriosos de Wall Street se hundieron, como si las Torres Gemelas los hubieran arrastrado en su caída: Lehman Brothers (150 años), Merril Lynch (92 años), Bear Sterns, Fanny Mae, Freddy Mac (las dos compañías de préstamos hipotecarios más grandes de Estados Unidos), AIG (la mayor aseguradora del mundo), y Washington Mutual, la mayor caja de ahorros del país.

Durante años, los analistas de Wall Street hicieron sus informes sobre América Latina exigiendo ajuste tras ajuste y calificándonos como de alto riesgo, para cobrarnos intereses más altos por el temor de que no paguemos. Esos mismos analistas llenaron a AIG, Lehman Brothers, Merril Lynch, de calificaciones AAAAAA.

¡En un solo día, el default de Lehman Brothers fue igual a toda la deuda externa latinoamericana. Para frenar la crisis, el gobierno de George W. Bush, el más liberal de la tierra, tuvo que tirar a la basura sus manuales sobre el libre mercado y estatizar AIG, Fanny Mae, Freddy Mac y WaMu, anunciando un salvataje de US $ 700.000 millones.

Un sistema condenado

Esta caída colosal, la mayor desde 1929, corrobora que el capitalismo está en su crisis definitiva. El boom de posguerra (1945-1968) pareció desmentir esta afirmación, pero a partir de 1974, el sistema imperialista mundial ha vivido de crisis en crisis, que han ido de la periferia al centro, abarcando cada vez más países, y que son cada vez más difíciles de remontar.

Tuvimos el Tequila en 1994, la crisis asiática y el default de Rusia en 1997, el default argentino en 2001 y el estallido de la burbuja tecnológica en 2000 con la caída de dos colosos como Enron y World Com.

Ahora la crisis ha estallado en el corazón del imperialismo y se está trasladando con enorme velocidad a toda su economía y al resto del mundo. Ha sido un infarto de miocardio, del que intentará zafar gracias al auxilio de billones de dólares sacados de los impuestos de los trabajadores norteamericanos, a costa de miles de despidos, de la quiebra de su clase media, chupando los ingresos y las reservas del resto del mundo.

Ya mismo, los capitales están huyendo de Europa, Pekín, Argentina y Brasil, dirigiéndose a Nueva York desesperados para que el corazón imperialista no se detenga. Las consecuencias políticas, económicas y sociales de este tsunami financiero se harán notar rápidamente, porque no podrán zafar de la bronca y la indignación de los trabajadores y la clase media norteamericana y del mundo, que sufrirán en carne propia la crisis económica, y que responderán luchando para frenar este nuevo intento de que los trabajadores paguemos la crisis.

¿Qué sucederá con la guerra en Irak, cuando todos los recursos del imperialismo tienen que ir a cubrir el agujero de Wall Street?

El efecto demostración

El capitalismo nunca desaparecerá en un colapso. Los intereses de sus poderosas corporaciones tendrán que ser vencidos por la fuerza organizada de los trabajadores norteamericanos y del mundo.

Pero aunque se recupere del infarto, el principal daño a su dominación ya está hecho, y no es económico sino político: el efecto demostración de que el capitalismo imperialista ha fracasado como sistema basado en la irracional ley de maximizar las ganancias de unos pocos gracias a la explotación, la estafa y el robo a escala planetaria y al propio pueblo norteamericano.

La quiebra de Wall Street ha sido más pedagógica que millones de palabras. Lo que estalló el 15- S no fue la burbuja inmobiliaria y financiera, sino el colosal engaño a las masas del mundo, a quienes pretendieron convencer de que la única salida era el capitalismo de mercado.

Los que se apresuraron a enterrar el “socialismo” y dieron por muertas las enseñanzas de Carlos Marx, Lenin y Trotsky, viviendo durante los últimos veinte años la danza de los millones, han dado, en directo por TV, una clase inolvidable: que una banda de estafadores y explotadores no puede seguir gobernando el mundo, que es imperioso reemplazar el capitalismo imperialista por un sistema económico planificado, racional, basado en el monopolio estatal de la banca y las finanzas y las grandes fábricas y empresas, y en el gobierno democrático de los trabajadores y los pueblos.

Cristina corre en auxilio de Wall Street

Cristina Kirchner viajó a Nueva York para prestar auxilio al corazón infartado, y anunció que, además de pagar con nuestras reservas al Club de París, negociará la deuda externa que no ingresó en el canje de 2005. A los argentinos no nos consultó ni una palabra, porque era la gran noticia que llevaba de regalo para el enfermo.

¡Mientras que los gigantes de Wall Street dejan de pagar sus deudas equivalentes a la deuda externa de nuestro continente, Cristina quiere pagar la ilegítima deuda de nuestro país!

Esto lo que explica el ajuste tarifario de la luz y el gas, la negativa al reclamo salarial de los docentes y jubilados, y la decisión de presentar un presupuesto 2009 que solo atiende las exigencias de los acreedores.

Los trabajadores tenemos que hacer lo opuesto: aprovechar la debilidad del monstruo, herido de gravedad, impulsando el no pago de la deuda externa continental, que es una bicoca al lado de las deudas de los grandes bancos yanquis, para impedir que los pueblos del mundo paguemos nuevamente los platos rotos de esta crisis, redoblando la lucha por enviar el sistema capitalista a su tumba.

Los activistas debemos llevar a las asambleas y a cada una de las luchas, la propuesta de exigir, junto con las reivindicaciones básicas como el salario, la vivienda o los puestos de trabajo, el no pago de la deuda externa, para que, por fin, la crisis la paguen los que la provocaron.

Nahuel Moreno: La crisis crónica de la economía mundial

La crisis crónica de la economía mundial que se inició a fines de los años sesenta ha dado un salto espectacular con el estallido de Wall Street. Las Tesis de la LIT-CI redactadas por Nahuel Moreno en 1984, prevén con gran exactitud lo que está ocurriendo:

“En todos los casos la superación de la crisis se produce por aumento de la masa de plusvalía, que frena o revierte momentáneamente la inexorable caída de la tasa de ganancia. El imperialismo yanqui logra superar sus crisis gracias a que consigue aumentar en forma impresionante la cuota de explotación de los trabajadores de todo el mundo.

Ese aumento de la ganancia extraído de la explotación creciente del proletariado es el que le permite disponer de una gran masa de dinero para dar créditos -a las empresas, a la clase media, a sectores del propio proletariado, a los países, provincias y municipios- y crear así un poder de compra que ayuda por un tiempo a reactivar la economía”.

“El proceso de internacionalizació n de la economía y su centralizació n del imperialismo yanqui y los grandes monopolios internacionales -las “transnacionales” -, sumado a la rapidez de las comunicaciones, permite un ritmo vertiginoso de obtención de plusvalía, reparto de la ganancia y acumulación y sobreacumulació n de capital. Este mismo ritmo acelera la crisis de la economía imperialista” .

“Cada aumento enorme de la masa de plusvalía recupera la tasa de ganancia y permite superar la crisis coyuntural. Pero prepara una crisis mayor: al aumentar colosalmente el capital, se produce una sobreacumulació n de capital, que busca inversiones dónde obtener ganancias; y como la masa de plusvalía sigue igual y el capital ha aumentado, la cuota de ganancia baja abruptamente, originando una nueva crisis coyuntural”.

“La sobreacumulació n de capital provoca que una gran masa de éste no se invierta en la producción y se transforme en capital ficticio, usurario, de préstamo. Este capital es inyectado en forma de créditos que terminan provocando un endeudamiento generalizado, tanto en los países adelantados como en los atrasados y ahora en algunos estados obreros... Si esto se generaliza, el endeudamiento, que en sí mismo no es más que un epifenómeno de la crisis económica, puede convertirse en un factor adicional de crisis y en su expresión más espectacular” .

“La razón última que indica la superación de la crisis está dada por la lucha entre los explotados y los explotadores a nivel mundial. Sólo logrando un aumento permanente, prácticamente limitado de la explotación podrá el imperialismo superar la próxima o próximas crisis coyunturales y la crisis crónica, ya que el aumento del capital es incesante y vertiginoso.

Y ello depende del grado de resistencia de los trabajadores de todo el mundo a los planes de superexplotació n del imperialismo y las burguesías nativas. Cuanto más resistan, tanto más esta crisis se hará cada vez más aguda y sin salida”

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