domingo, noviembre 16, 2008

La ciudad blindada y la cultura del miedo
Por José Villarroel Yanchapaxi

Los civiles tienen miedo a los militares,

Los militares tienen miedo a la falta de armas.

Las armas tienen miedo a la falta de guerras.

Es el tiempo del miedo.

Eduardo Galeano





En la ciudad blindada cada vez la dignidad del ser humano se pauperiza, se domestica la voluntad para la inacción. Si un ciudadano grita: ¡Libertad! ¡Seguridad! La respuesta es represión.

En la ciudad blindada cada ciudadano que se reúna con sus interpares por más de media hora es considerado potencial terrorista. Entonces, al ciudadano, no le queda más que encerrarse en su condominio, en su conjunto residencial amurallado y encender el televisor.

En la ciudad blindada cunde la soledad, la depresión y la desesperanza. Sentirse seguro en la ciudad blindada es un artículo de lujo y un riesgo, riesgo que nadie quiere correr so pena de perder la vida en el intento. En contraparte, el municipio de la ciudad blindada arma hasta los dientes a policías municipales, guardias civiles y policía nacional, instala ojos de águila y declara que la ciudad blindada es la más segura del mundo.

En la ciudad blindada las relaciones interpersonales son impersonales pues nadie tiene tiempo para el Otro por hallarse ocupado de sí mismo, poniéndose a buen recaudo.

En la ciudad blindada se ha perdido la buena costumbre de saludar: "Buenos días", "Buenas tardes" pues hacerlo sería sospechoso, y podría traer complicaciones con los cuerpos de elite policial que lo torturarán por su osadía.

En la ciudad blindada ser negro, indio, extranjero o de otra laya sigue siendo un estigma, pues el racismo y la xenofobia son el sello de seguridad de la ciudad blindada.

Los grandes medios de comunicación controlados por los dueños de la ciudad blindada aseguran que la delincuencia y la inseguridad ciudadana son culpa de los ciudadanos por no saber cuidarse a sí mismos, y promocionan toda clase de alarmas, armas, candados, cadenas, etc. Los noticieros de la comunidad, programas de horóscopo, farándula y prensa rosa, dicen que el problema de la inseguridad ciudadana es un problema de autoestima e ipsofactamente reportan noticias de crónica roja.

Lo que no dicen los mass media de la ciudad blindada es que la violencia, la delincuencia y la inseguridad ciudadana son culpa de los corruptos privatizadores a ultranza que despilfarraron los fondos públicos por décadas, alcahueteados por gobiernos neoliberales, populistas y entreguistas a los designios de Washington y que ahondaron la brecha social entre ricos y pobres repartiendo inequitativamente la riqueza.

El miedo es la cultura de la ciudad blindada; paradójicamente, ésta logra blindar los intereses de los parias pelucones, considerados a sí mismos como ciudadanos de primera clase, pues interviene a favor de banqueros, políticos, empresarios, militares y curas de ultra derecha.

Los políticos de la ciudad blindada recurren a la cultura del miedo, por cuanto sostienen que si el pueblo reclama sus derechos podrían perder los pocos privilegios que los privilegiados del sistema les han otorgado. Reacios al cambio, los cultores de la cultura del miedo de la ciudad blindada no encuentran mejor camino que aterrorizar a la población con eso de que se viene el comunismo o con desentenderse del proceso.

Los banqueros de la ciudad blindada al ver en peligro sus intereses muestran cifras macroecónomicas, corren el rumor de que en la ciudad blindada hay inseguridad jurídica, inseguridad financiera, que no hay inversión extranjera, que el riesgo - país sube, que en la ciudad blindada de implementarse políticas sociales a favor de los más pobres habría un nuevo feriado bancario, así ganan tiempo para sacar sus capitales al extranjero, declararse en bancarrota y confiscar los ahorros de los clientes.

Los empresarios de la ciudad blindada al ver la conciencia social y de clase del pueblo organizado: acaparan, especulan y provocan la inflación, pues al ser dueños de fábricas de harina, aceite, huevos, atún, etc., alzan los precios de los productos de primera necesidad, los alimentos y la canasta básica, para así culpar al gobierno de tendencia patriótica, revolucionaria y de cambio.

Afortunadamente, el ciudadano común de la ciudad blindada va perdiendo el miedo, se educa y debate políticamente y cree necesaria una revolución que entierre a la vieja ciudad blindada, se derribe las murallas que la circundan y por fin se abran los brazos para todos los hermanos de la tierra.

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